Desde muy temprano en la historia de las teorías conspiranoicas, a los
judíos se les ha acusado de ser impostores, matar a Dios, comer niños,
envenenar pozos, profanar la hostia, manipular la economía, hacer revoluciones,
fingir genocidios, controlar Hollywood, tumbar edificios con aviones, y un
sinfín de cosas más. Pero, empecemos por lo primero: ¿de dónde vienen los
judíos? En torno a esta respuesta, algunos conspiranoicos han formulado algunas
teorías que han alimentado el odio en contra de los judíos.
Según
la versión bíblica, los israelitas eran descendientes del patriarca Israel,
originalmente llamado Jacob. Un hijo de Jacob, José, logró asentarse en la
corte del faraón en Egipto. Allí, invitó a sus hermanos, y cada uno de éstos,
serían los patriarcas de las doce tribus de Israel. En Egipto, los
descendientes de José y sus hermanos se multiplicaron conformando ya el pueblo
de Israel. Los egipcios los esclavizaron, y bajo la conducción de Moisés, salieron
de Egipto y ocuparon Canaán.
Los
historiadores no confían mucho en esta historia, pues no es seguro que los
patriarcas o Moisés existieran. El consenso
entre historiadores y arqueólogos es más bien que los
antiguos israelitas eran un pueblo que vivía en el territorio que hoy ocupa
principalmente Israel y Palestina; es decir, nunca salieron de ahí, y nunca
estuvieron en Egipto. Eran tribus de pastores nómadas que se empezaron a
diferenciar de sus vecinos (llamados “cananeos”) por algunas prácticas en
particular; entre ellas, la prohibición de comer cerdo. Estas tribus se fueron
uniendo en una confederación, y ese aglutinamiento se fue consolidando con el
culto a un dios común, Yahvé. Muchos siglos después, durante el reino de Josías
en el siglo VII antes de nuestra era, por circunstancias históricas y políticas
muy particulares, se inventaron (o, al menos, se afinaron los detalles) las
historias sobre los patriarcas y el éxodo desde Egipto.
Eventualmente, estas tribus se asentaron
como Estado, y conformaron una monarquía unificada bajo los reinos de Saúl,
David y Salomón. Pero, hacia el siglo X de nuestra era, la monarquía se disolvió
en dos reinos, Israel al norte, y Judá al sur. En el 721 antes de nuestra era,
el reino de Israel fue destruido por una invasión asiria. Las tribus israelitas
estaban divididas territorialmente. En el reino de Judá estaban la tribu de
Judá, la de Benjamín, y algunos miembros de la tribu de Leví. En el reino de
Israel estaba el resto de las tribus. Cuando los asirios invadieron el reino
del norte, deportaron a su población. Las tribus que conformaron ese reino se
dispersaron, se asimilaron al resto de la población asiria, y sencillamente,
perdieron su identidad israelita.
El reino de Judá logró sobrevivir la
amenaza asiria, pero en el siglo VI antes de nuestra era, tuvo que hacer frente
a la amenaza de un nuevo imperio, el babilónico. En el 597 antes de nuestra era,
los babilonios entraron en Jerusalén, y deportaron a la población del reino. No
obstante, a diferencia de las tribus del norte, las tribus del reino de Judá no
se asimilaron por completo al resto de la población babilónica, y sí lograron
mantener su identidad. El imperio babilónico se derrumbó ante los avances del
imperio persa, y en el 539 antes de nuestra era, el emperador persa Ciro emitió
un decreto permitiendo a los exiliados de Judá regresar a su patria de origen.
Esa gente que volvió a Jerusalén y sus
alrededores, vinieron a ser los judíos. No obstante, no todos volvieron a su
tierra de origen. Hubo judíos que se quedaron en regiones del imperio persa, y eventualmente fueron
poblando regiones del norte de África, Europa y Asia. Siglos después, los
judíos sufrieron una derrota frente al imperio romano, la población fue
nuevamente desterrada, y eso produjo nuevas olas migratorias hacia Europa.
Desde incluso antes de la época de
Jesús, siempre hubo en la religión judía la expectativa de que, algún día, se
encontrarían las tribus perdidas de Israel, y se unirían. El mito se mantuvo
por siglos, pero sin mucho tesón. No obstante, a partir del siglo XVI, con la
expansión colonial europea por América, África y Asia, el mito de las tribus
perdidas de Israel volvió a ganar fuerza. Los exploradores europeos, al
encontrarse con nativos en los nuevos territorios explorados, trataron de
acomodar estas nuevas experiencias a sus esquemas mentales. Y así, muchos de
ellos empezaron a alegar que, sobre todo los indígenas de América, eran en
realidad descendientes de alguna tribu perdida de Israel.
En el siglo XIX, esta idea sirvió
incluso para fundar una religión que crece fuertemente hoy: el mormonismo. Los
mormones no creen exactamente que los indios americanos sean descendientes de alguna
de las tribus perdidas de Israel, durante la deportación asiria. Pero, sí creen
que, durante el exilio babilónico, una familia de judíos emigró a América, y
una rama de sus descendientes son los actuales indios americanos.
Estas teorías sobre las tribus perdidas
de Israel, en cierto sentido honraban a los supuestos descendientes de las
tribus. Mientras que los conquistadores y colonos consideraban a los nativos
personas incivilizadas, el mito de las tribus perdidas los consideraba
descendientes del pueblo elegido de Dios, que por ende, eran depositarios de
sabiduría y profesaban una religión muy parecida al cristianismo.
Pero, el mito de las tribus perdidas de
Israel también sirvió para tratar de justificar el imperialismo, sobre todo el
británico. A medida que construían el imperio donde el sol nunca de ponía, los
británicos fueron divulgando la idea de que ellos eran algo así como el nuevo
pueblo elegido, cuya misión era civilizar al resto del mundo, y cuyos monarcas
eran descendientes del gran rey David. Y, para reafirmar aún más esa idea, se
empezó a coquetear con la noción de que, quizás, los propios británicos eran
también una tribu perdida.
A mediados del siglo XIX, surgió en
Inglaterra el movimiento de los Israelitas
británicos, o como también vino a llamarse, el anglo israelismo. En el siglo XVIII, un tal Richard Brothers había
publicado panfletos explicando que, después de la deportación asiria, las
tribus israelitas emigraron hacia Europa, y finalmente llegaron a la actual
Gran Bretaña. Los británicos, pues, son los descendientes de los israelitas, y
en ese sentido, son también el pueblo a quien Dios hizo sus promesas en el Antiguo testamento.
En 1840, John Wilson tomó estas ideas, y
se encargó de expandirlas y publicitarlas aún más. Wilson estaba interesado en
la piramidología. Por aquella época,
había un enorme interés en las cosas egipcias, y en especial, las pirámides. Wilson
creía que los patrones geométricos de las pirámides en Giza, revelan códigos
secretos sobre eventos futuros. La gente interesada en la piramidología se
empezó a interesar también en el supuesto origen israelita de los británicos,
algunos incluso llegando a afirmar que ese origen israelita de los británicos
estaba enunciado en las pirámides. Ningún científico o historiador se toma en
serio la idea de que en las pirámides hay mensajes ocultos a partir de sus
patrones geométricos. La piramidología opera de un modo muy similar a las
teorías conspiranoicas: ve patrones donde no los hay, y establece conexiones
que no existen.
En fin, el movimiento de Wilson fue
nunca se convirtió en un grupo demográficamente considerable. No convencieron a
mucha gente. Sus argumentos eran muy forzados. Alegaban que algunas supuestas
etimologías inglesas revelaban un origen hebreo, y así, creían demostrar el
origen israelita de los británicos. Por ejemplo, decían que la palabra scot (escocés) era una derivación de
Gaad (una de las tribus perdidas de Israel). A decir verdad, los lingüistas no
encuentran ningún rastro semítico en la lengua inglesa. Previsiblemente, con
argumentos tan pobres, la tesis de los orígenes israelitas de los británicos
fue menguando, y en Gran Bretaña, casi nadie la toma en serio ya.
Pero, a inicios del siglo XX, algunos de
los defensores de esta tesis emigraron a EE.UU., y ahí, el movimiento sí se
asentó con más fuerza. En aquel momento, EE.UU. era una sociedad marcadamente
racista. Las ideas del anglo israelismo no
eran propiamente racistas. Pero, en EE.UU., sus seguidores sí le dieron un giro
racista, y así, lograron calar mejor.
El movimiento del anglo israelismo en EE.UU. evolucionó hacia lo que vino a llamarse
la Identidad cristiana, un grupo con
intenciones de odio racial. La Identidad
cristiana defendía la vieja noción de que los británicos eran descendientes
de los israelitas, pero añadieron que los actuales judíos son impostores que no son los verdaderos descendientes de
las originales tribus de Israel. Por dos mil años, los judíos han conspirado
haciendo creer al mundo que ellos son descendientes de los patriarcas bíblicos,
pero en realidad, sus orígenes son mucho más lúgubres.
Según la Identidad cristiana, los judíos proceden de una población de preadamitas, es decir, gente que vivió
antes de Adán. Estos preadamitas eran
gente degenerada (pues antecedieron a la creación especial de Dios), y sus
descendientes, los judíos, son igualmente degenerados. El propio Satanás era un
preadamita, y por ende, es ancestro
de los judíos. Con sus engaños, han querido hacer creer que ellos son el pueblo
elegido de Dios, pero en realidad, son hijos del diablo, tal como el propio
Cristo acusó a los fariseos, según el evangelio de Juan (8:44). Los judíos
conspiran para continuar el reino de Caín (quien, es hijo de Eva y Satanás en
forma de serpiente, y él mismo se casó con una preadamita, convirtiéndose en ancestro de los judíos); están en
alianza con los masones, los illuminati y los comunistas, y mueven los hilos
del poder.
Hola Gabriel, aunque es cierto que el pueblo de Israel, sea probablemente de la zona actual, no menos cierto es que alguna influencia tuvo que tener el pueblo de Egipto sobre ellos o vice versa, sobre todo en lo que concierne a la religión. Pues por si no lo conoces, hubo gente trabajando en el tema del rey Akenaton, aquel faraón, que de forma muy revolucionaria se cargo la religión oficial de aquel entonces, para establecer el primer atisbo de monoteísmo, luego fulminado a su muerte por los sacerdotes que borraron hasta su nombre de las pirámides y toda referencia a este dios sol y único, que el venero.
ResponderEliminarAlguien le influyo, y bien podría ser algún cananeo pre israelita con alguna noción de los dioses sumerios, pues no sé si conoces las tablillas sumerias, donde se menciona el diluvio, que luego se emplearía en la biblia o antiguo testamento judío.
Podrían ser los cananeos pre judíos, alguna gente que escapo del desmoronamiento de los sumerios como civilización, bajando al actual Israel, tampoco cae tan lejos geográficamente, para de algún modo hacer revivir sus antiguas creencias ya recicladas con tradiciones locales pre existentes ¿ Quién sabe? Lo que está claro, es que las cosas no salen de la nada, siempre hay precursores y catalizadores.
Un saludo.