jueves, 22 de enero de 2015

¿Por qué odian los yijadistas a Occidente?



            A raíz de los recientes episodios de violencia yijadista, ha vuelto a resurgir la vieja cuestión: ¿por qué los integristas musulmanes odian tanto a Occidente? Y, en una suerte de justificación parcial de la violencia yijadista, numerosas figuras intelectuales de la izquierda responden enfáticamente: porque Occidente se ha buscado su propio odio.

            Durante la Primera Guerra Mundial, Francia e Inglaterra prometieron a los pueblos árabes su independencia si apoyaban su bando (por aquella época eran súbitos del imperio otomano), y en cuanto acabó la guerra, hicieron caso omiso a su promesa, y se repartieron el Medio Oriente entre sí, como trofeos coloniales.
            Después de la Segunda Guerra Mundial, la descolonización impuso fronteras artificiales y dividió al mundo árabe en fronteras arbitrarias. EE.UU., el nuevo poder imperial, ha apoyado sin reservas al Estado de Israel y sus abusos contra el pueblo palestino. También EE.UU. ha mantenido déspotas en los países árabes. Y, para colmo de males, en una tremenda codicia de petróleo, organizó una invasión brutal de Irak que ha incluido toda clase de abusos.
            Estos datos son indiscutibles. Pero, me parece que los izquierdistas se equivocan gravemente. La principal fuente de odio contra Occidente no son los abusos de las potencias occidentales. Más bien, es el propio contenido de la religión islámica. O, en todo caso, los abusos occidentales no son suficientes para generar estas reacciones violentas. Es necesaria también una religión que sirva como detonante de este resentimiento.
              Sam Harris muy elocuentemente ha señalado que los cristianos de Cisjordania sufren las mismas vejaciones a manos del ejército israelí, pero con todo, no hay mártires cristianos colocando bombas en Tel Aviv. Los iraquíes cristianos han sufrido la invasión tanto como el resto de sus compatriotas, pero no se ven cristianos árabes masacrando a los caricaturistas de Charlie Hebdo cuando éstos se burlaron de Jesucristo.
            El integrismo musulmán no busca, en palabras del propio ayatolá Jomeini, “hacer bajar el precio del melón”. Su intención no es meramente hacer que EE.UU. deje de invadir países y que los barrios marginados de Marsella tengan mejores condiciones sociales. Busca algo mucho más profundo. Y eso es, sencillamente, hacer desaparecer los valores propios del materialismo capitalista, pero también, los valores propios de la Ilustración. El integrismo musulmán odia a Bush por invadir Irak, tanto como a Mickey Mouse por invitar al hedonismo, y tanto como a Darwin por negar que Dios creó al hombre de arcilla.
            En esta discusión, es muy pertinente tener presente la figura de Sayyed Qutb. El renovado integrismo musulmán de finales del siglo XX debe mucho a este personaje. Él fue quien, a mediados del siglo XX, lanzó el movimiento que luego desembocaría en los Hermanos Musulmanes, y que luego nutriría ideológicamente a grupos como Al Qaeda y  Ejército Islámico.
            Cierto es que Qutb, cuya obra es vastísima, nunca hizo un llamado a matar inocentes empleando tácticas terroristas. Pero, sí hizo un llamado a destruir Occidente. Mucho antes de que Samuel Huntington hiciera popular su tesis sobre el choque de las civilizaciones, fue el propio Qutb quien postuló que era inevitable una confrontación. ¿Por qué era necesario destruir a Occidente? Qutb no ofrece las respuestas típicas de los izquierdistas (de hecho, fue ejecutado por Nasser, ¡un dictador muy mimado por la izquierda!). Para Qutb, las invasiones, el apoyo a dictadores, y el ejercicio del poder imperial, es apenas un motivo secundario. El verdadero motivo de su cruzada es la decadencia moral de Occidente.

            Qutb estuvo de visita en EE.UU., y quedó horrorizado de ver que los muchachos adolescentes bailaran con las muchachas (esto fue a mediados del siglo XX, ¡sin duda hoy quedaría más horrorizado con el reguetón!). A partir de esa experiencia tan traumática, quiso salvar al mundo musulmán de la depravación occidental. Su enemigo, pues, no era meramente EE.UU., Francia o Inglaterra, los típicos poderes imperiales. Era también Suiza, Luxemburgo y Andorra, paisitos que no ejercen ninguna depredación imperial, pero cuya cultura es lo suficientemente ofensiva como para ameritar su destrucción. ¿Por qué integristas musulmanes colocaron una bomba en una discoteca en Bali? ¿Acaso el gobierno indonesio ha extraído petróleo de otros países musulmanes a los cuales ha invadido? No: los terroristas colocaron una bomba en la discoteca, ¡precisamente porque odian las discotecas!
            El error fundamental de izquierdistas como Chomsky es no darse cuenta de que los propios valores que ellos defienden, son motivo de odio para el integrismo musulmán, y que la depredación imperial es apenas un motivo secundario. La izquierda clásica ha defendido el Estado laico, la promoción de la ciencia, la liberación femenina, la liberación sexual, la creación artística, etc. El integrismo musulmán aborrece todo eso. Mark Steyn muy cómicamente lo resumía así: el yijadista estará muy dispuesto a matar a Susan Sontang (una prominente izquierdista norteamericana) antes de que ésta tenga suficiente tiempo para decirle, “pero, espera, ¡yo estoy de tu lado!”.

5 comentarios:

  1. Me encantó el artículo. Me recordó a un video de Michio Kaku, en donde al plantear la teoría de los tres tipos de civilizaciones, sostenía que el verdadero (aunque inconsciente) objetivo de los terroristas musulmanes era oponerse al desarrollo de una civilización planetaria. Básicamente, argumenta que están en contra de una sociedad multicultural, tolerante y científica; oponiendo valores tradicionalistas a la misma.
    Ahora bien, aunque yo estoy totalmente en contra de las ideas de los musulmanes, desde una perspectiva crítica me pregunto: ¿qué cosas está haciendo mal Occidente -en un sentido utópico, o mejor dicho, contra-utópico-? ¿Cómo es posible que jóvenes occidentales elijan unirse a las filas de ISIS, abandonando todo lo que representa la cultura occidental? Creo que aunque el integrismo musulmán represente lo que el fascismo fue para el siglo XX, eso no quita que haya aspectos de la cultura occidental que necesiten ser autocríticamente reconsiderados. Saludos desde Argentina

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    1. Hola Camilus, me encantó Buenos Aires. Yo diría que Occidente está haciendo muchas cosas mal. Em primer lugar, todos esos abusos que yo menciono, que si bien no son condiciones suficientes para la reacción musulmans, sí son condiciones necesarias. Si no se hubiera invadido Irak, o si se fuese más crítico con Israel, la reacción musulmana no sería tan aireada.
      Hay muchos motivos por los cuales los jóvenes occidentales eligen unirse a ISIS, pero el principal, me parece, es su alienación. Ante una sociedad que no le ofrece buenos trabajos, etc., estos jóvenes buscan refugio en grupos que aparentemente sí los toman en cuenta.
      Hay otro error de Occidente que pocas veces se menciona: el apoyo a Arabia Saudita. Ese país mantiene un doble juego: es aliado de Occidente, pero a la vez, financia todos estos grupos terroristas.

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  2. Estoy de acuerdo con su análisis doctor. Evidentemente la política exterior de las potencias occidentales tiene sus implicaciones, como tuvo sus implicaciones el tratado de Versalles para el desencadenamiento de la locura Nazi. Pero no yo creo que dicho tratado fuese su causa eficiente. (Y todavía hay simpatizantes del nacionalsocialismo en Alemania, a pesar de la experiencia histórica y de que Alemania sea hoy por hoy una nación hegemónica dentro de la Unión Europea). Por otra parte, me interesó mucho lo que mencionó sobre la alienación, y me atrevo a conjeturar que tal vez parte de la misma provenga del descuido que, a mi juicio, tiene Occidente sobre la educación. Sin ser un apocalíptico, creo que se puede estar de acuerdo en que la situación de la educación en Latinoamérica está lejos de ser satisfactoria: ausencia de inversión (privada o estatal), deserción en porcentajes alarmantes, violencia en la convivencia escolar, cinismo, tedio y apatía en los actores involucrados, etc. A su vez, me sorprende ampliamente enterarme de que el mismo tipo de fenómenos, mutatis mutandis, se produce en muchos países desarrollados.
    En Argentina recordamos como a un prócer a Domingo Fasutino Sarmiento, un político e intelectual que promovió fuertemente el desarrollo del sistema educativo argentino y los valores de la Ilustración en nuestra entonces incipiente República. En la actualidad los revisionistas históricos le han criticado su adhesión a tesis racistas, lo cual es cierto, pero a mi juicio no opaca su impulso civilizador. Sin embargo, hoy por hoy predominan en los ámbitos académicos de mi país los diversos autores posmodernos (importados generalmente de la Francia de posguerra), quienes ven en el sistema educativo y en la ciencia sólo un régimen de disciplinamiento. Lamentablemente se lee mucho a Foucault y poco o nada a John Dewey. Y sin embargo fue el filósofo norteamericano quien señaló:

    “Cuando se rechaza la autoridad externa, no se sigue que deba rechazarse toda autoridad, sino que es necesario buscar una fuente de autoridad más eficaz”.
    Yo creo que en Occidente hay una crisis de legitimidad de la autoridad y, lo que es lo mismo, de la socialización y trasmisión de la cultura. Esto desemboca en alienación y en manifestaciones conductuales de tipo l’enfant terrible, en ciudadanos apáticos a los valores republicanos y en seguidores de tiranos y de populismos irracionalistas, etc. Ya en el Mayo francés los -por entonces- jóvenes estudiantes identificaban toda forma de autoridad con un mal y lanzaban su celebérrima frase “prohibido prohibir”, tan cara a los intelectuales posmodernistas. Empero yo estoy de acuerdo más con los argumentos de Dewey y de B. F. Skinner (y pienso que me avalan la experiencia y la razón). El problema no es el control (o el poder, si quiere usarse el léxico foucaultiano), sino el tipo de control legítimo para la construcción de culturas igualitarias, libres y fraternas. Y estoy de acuerdo con Kant en que es necesaria la educación (e incluso la disciplina) para preparar al animal humano para la vida democrática. En este sentido, me gustaría que la educación volviese a tener el tipo de respaldo político, social y económico que tuvo con Sarmiento; que sea vista nuevamente como un impulso civilizador y no desvalorizada como una mera técnica de dominación.

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    1. Muy bueno tu comentario. En este blog escribì una vez un homenaje a Sarmiento.

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