En 2005,
el periódico danés Jyllands-Posten publicó
una serie de caricaturas de Mahoma que generaron una explosión de ira entre
musulmanes en todo el mundo. Hubo quema de edificios, y el saldo fue cerca de
doscientos muertos. En aquella ocasión, muchos sectores de la izquierda
latinoamericana (pero, sobre todo, del chavismo en Venezuela) reprocharon
duramente al periódico danés por haber causado aquella tragedia, y simpatizaron
con el furor musulmán.
Casi diez
años después, en 2015, el periódico francés Charlie
Hebdo ha publicado una caricatura de Mahoma. Ésta no generó la ira que
despertó el periódico danés, pero sí hizo que los yijadistas asesinaran a
editores y caricaturistas. En función de la respuesta que el chavismo ofreció
en 2005, cabría esperar que, en esta ocasión, nuevamente reprochasen al periódico
y mostraran alguna simpatía por los yijadistas. Pero, extrañamente, no fue así.
Voceros del gobierno venezolano condenaron la violencia islamista (algo que no hicieron en 2005), y mostraron
simpatías por la libertad de expresión.
¿A qué
se debe ese cambio? En primer lugar, se debe a un claro y vulgar prejuicio. El
periódico danés Jyllands-Posten tiene
una clara línea derechista, anti-inmigración y pro-israelita. Jamás un chavista
podrá simpatizar con un periódico así. En cambio, Charlie Hebdo tiene una línea izquierdista la cual, en la tradición
política francesa, es crítica con todas las religiones, incluyendo el Islam. Los
hechos de 2005 y 2015 son virtualmente idénticos, pero hay una diferencia sutil:
en 2005, los caricaturistas eran derechistas, en 2015, los caricaturistas son
izquierdistas. Cabría esperar que, en virtud de que se dibujaron prácticamente
las mismas caricaturas, los chavistas reprocharan a ambos por igual, o los
defendieran a ambos por igual. Pero, el chavismo no es el campeón de la
consistencia, y prefiere anteponer sus prejuicios: atacar a la derecha y
defender a la izquierda, a toda costa, sin importar cuán similares sean los
escenarios.
Hay otro
factor que se debe considerar. En 2005, la actitud antagonista entre Occidente
y el Islam era mucho más intensa. La llamada “guerra contra el terror” a manos
de George W. Bush, con todos sus tonos islamofóbicos, estaba en pleno apogeo.
Y, en aquella contienda, el chavismo tenía simpatías por todo lo que fuera
anti-occidental, incluyendo el integrismo musulmán.
No obstante, después
de la Primavera Árabe, y sobre todo, de la guerra civil en Siria, las cosas han
cambiado. Insólitamente, tras el derrocamiento de dictadores seculares como
Mubarak y Gadaffi, el gobierno de Barack Obama ha hecho algunas extrañas
alianzas con grupos yijadistas en la región, especialmente en Siria (y, en
menor medida, con los Hermanos Musulmanes en Egipto, y con el propio régimen de
Irán).
Por su
parte, el chavismo, siempre fascinado con dictadores tercermundistas, ha
defendido a capa y espada a Bashar Al Assad. Y, en tanto los yijadistas de
Siria (quienes mantienen una tenue alianza con EE.UU., aunque luego hicieron
surgir el monstruo del Ejército Islámico, al cual ahora Obama teme) luchan
contra el dictador Al Assad, los chavistas ya no tienen las mismas simpatías
que antes tuvieron por el integrismo musulmán. Así pues, a diferencia de lo que
ocurría en 2005, ahora sí están más dispuestos a defender la libertad de
expresión en medios occidentales, y a reprochar a los islamistas que buscan
suprimirla, a fin de preservar su sensibilidad religiosa.
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