domingo, 25 de enero de 2015

"Rambo II" es mejor de lo que suelen decir los críticos



            El personaje de Rambo suele ser despreciado por los críticos, y no sin razón. Rambo encarna los valores militaristas que tanto daño hacen a la humanidad. Pero, Rambo es básicamente el mismo arquetipo que Aquiles o Amadís de Gaula: un guerrero viril pero noble, que tiene muchas aventuras. Cuesta entender por qué los críticos cinematográficos y literarios desprecian tanto a Rambo, pero se deleitan con la lectura de la Ilíada.
 
            Rambo es un personaje bastante más complejo de lo que suelen postular los críticos. La primera de sus películas, First Blood, trata sobre un perturbado veterano de la guerra de Vietnam, que regresa a su país, y encuentra resistencia. El tema del regreso a casa tras la guerra, ha fascinado a las audiencias desde la Odisea. Y, si bien First Blood es una película con todos los clichés del cine de acción (y su correspondiente sobredosis de violencia), explora de forma más o menos profunda el problema del regreso de los veteranos, psicológica y sociológicamente.
            De hecho, en la primera película, no es del todo claro que el filme fuese el festín propagandístico norteamericano que se le atribuye ser. La película en buena medida es un homenaje a los veteranos y una crítica a la sociedad civil que los repudió a su regreso, pero hasta cierto punto, no deja de ser crítica con la propia guerra de Vietnam. Si bien a la película no le importa un comino el sufrimiento de los vietnamitas, al menos muestra interés por el trauma que esa guerra generó sobre el propio pueblo norteamericano.
            Rambo II es menos reflexiva que la primera película de la saga, y mucho más propagandista. No extraña que, allí donde la primera película tuvo una recepción mixta entre los críticos, la segunda fue casi unánimemente despreciada. En Rambo II, se explota mucho más el patrioterismo, el populismo y la conspiranoia propia de la Guerra Fría. Pero, con todo, Rambo II es mejor de lo que se suele postular.
            En esta película, a Rambo le asignan la misión de rescatar a los prisioneros norteamericanos de guerra que supuestamente quedaron en Vietnam, tras el fin del conflicto. Digo “supuestamente”, porque el consenso entre investigadores es que tales prisioneros no existían. Pero, hasta finales de los años 80 del siglo pasado, siempre quedó en un grueso sector del pueblo norteamericano, la sospecha de que el gobierno había dejado atrás a estos prisioneros, para evitar complicaciones en la superación de ese episodio tan traumático en la historia de EE.UU. Rambo viaja a Vietnam a tratar de cumplir su misión, pero es traicionado por un burócrata que no quiere complicaciones, y prefiere que no aparezcan los prisioneros.
            La película es populismo puro y duro. De forma similar a la teoría de la conspiración que surgió en Alemania tras el fin de la Primera Guerra Mundial, en EE.UU. siempre se ha manejado la idea de que los políticos dieron una puñalada por la espalda al ejército, y eso explica la derrota en Vietnam: como el propio Kissinger alegó en alguna ocasión, EE.UU. jamás fue derrotado en el campo de batalla, y si acaso perdió esa guerra, fue porque los políticos no permitieron al ejército hacer su trabajo. Rambo II se hace eco de esto.
            Ahora bien, el filme es magistral en tocar la vena populista y patriotera de la audiencia, aun sin que ésta sea norteamericana. Yo (un ciudadano del Tercer Mundo, una porción del mundo que seguramente ha sufrido mucho por las aventuras de filibusteros yanquis como Rambo), al ver la película, me sentí muy emocionado. Puedo estar muy consciente de la manipulación patriotera y conspiranoica, pero no pude evitar, en algunas escenas, tener el deseo de pararme de la silla, saltar, y decir, “¡Arriba, muchachos!”. Al César lo que es del César: se requiere de bastante talento cinematográfico para lograr este efecto.
Supongo que, con Rambo II, me ocurre algo similar que lo que me sucedía al escuchar los discursos de Hugo Chávez: yo estaba al tanto de su manipulación, su grotesco uso de falacias argumentativas y demás vicios, pero el derroche de carisma y talento comunicacional que ese hombre exhibía, hacía que yo pudiera oírlo por horas y horas.
Las escenas que más me emocionaron en Rambo II, fueron cuando se anuncia el regreso de los prisioneros de guerra a la base militar. El burócrata que quiere que la misión falle se molesta, pero el resto del personal (todos militares) estalla en alegría.
En estas escenas hay algo bastante profundo: a decir verdad, en Rambo II, no hay mucha manipulación patriotera en el sentido tradicional, a saber, despliegue de símbolos patrios o discursos ridículos sobre la grandeza de EE.UU. Pero, sí hay mucho alarde del valor de la camaradería entre los soldados. Y eso es algo que los psicólogos conocen desde hace mucho tiempo: el soldado en realidad no está muy dispuesto a morir por su país, pero sí está dispuesto a morir por sus compañeros de armas.
Rambo hace un enorme sacrificio, no para liberar a EE.UU. de la amenaza comunista, o para cumplir algún objetivo político de gran envergadura, sino para liberar a sus camaradas de un suplicio que él mismo vivió en el pasado. Esta camaradería es una mina de emociones, y por eso su retrato es tan efectivo en el cine. De hecho, el espectador se sentirá emocionado, sin importar cuál es la bandera que ondea: la camaradería no tiene color, a la hora de inspirar emociones.
Quizás otro motivo por el cual estas escenas resultan tan emotivas es el siguiente: el tema del regreso tras la muerte es cumbre (no en vano, es la base de la religión con más fieles en el planeta). Se había asumido que estos prisioneros de guerra estaban muertos, y ahora, aparecen vivos y coleando. Eso ha de generar gran emoción, sean del país que sean. De hecho, la escena del regreso de los prisioneros de guerra en Rambo II me hizo recordar otro momento emotivo que vi hace unos años en televisión: la liberación de Ingrid Betancourt (a quien se creía muerta), en una operación no muy distinta de las que hace Rambo.

1 comentario:

  1. La filosofía de Rambo, tristemente, es opacada por los ideales de consumo contemporáneos, razón por la cual pasan desapercibidas las verdaderas “enseñanzas” de su vida. Si se observa con detenimiento, tenemos, por un lado, el culto al héroe gringo, ese escenario lleno de sangre en que las formas sobrepasan al contenido y en el que Rambo es claramente un producto. Pero también tenemos, por otro lado, la vida del "patriota" que prefirió vivir lejos de América: el Rambo que nadie quiere (o puede) ver.

    Ese otro Rambo ha sido llamado fascista (un militar que rechaza de plano el modo de vida contemporáneo falto de valores y meramente utilitario), pero el proselitismo en él no existe. Al parecer, a la gente se lo olvida el peso del concepto Estado-Nación, en que todo valor se afinca sobre unos ideales conservadores colectivos; al parecer, a la gente se le olvida que Rambo es un renegado que ya al final de su segunda película no está dispuesto a luchar por un mundo conservador (rechaza las fuerzas militares) y prefiere irse solo a hacer su camino. ¿Qué tenemos entonces? En mi opinión, un individualismo no consumista; un sujeto, en estricto sentido, nihilista, sólo que no ese que no hace nada, sino aquel que surgió gracias a las críticas nietzscheanas, ese mismo que fue trabajado por Camus y Cioran.

    El inconformismo con la burocracia militar no es en realidad un motivo para vivir (como dicen muchos por ahí), es la muerte en vida que lo lleva a divorciarse de la sociedad. En ese momento Rambo se vuelve un 'maldito yo' (cuando está en la montaña acorralado y hablando por radio decide no aceptar la ayuda del Coronel; ya era demasiado tarde para hablar de un “nosotros”). De esa manera, se autoexilia a una vida donde sólo vale él y empieza a formar a partir de sí juicios trascendentes. Y digo trascendentes en el sentido de que superan sus propias cualidades: cada que Rambo abre la boca, lo hace para enunciar verdades universales, verdades que van por encima de todo ideal político concreto, que chocan con USA, el fascismo, el comunismo… con todo.

    “La mente es el mejor arma”, dice John, a lo que Murdock responde: “los tiempos cambian”, pero nuestro soldado remata brillantemente diciendo: “para algunos tal vez”. Aquí ya no se trata de conservar un status quo, no se está diciendo que la historia se repite; lo que dice John es que la historia siempre ha sido irreparable, que por mucho que se quieran hacer las cosas, los problemas de la humanidad siempre van a ser los mismos. ¿Conservador? No lo creo. Para ello es necesaria la idea de un mundo mejor, del paraíso, pero Rambo nos dice sin tapujos que el progreso no existe (muy Benjaminiano). Tal vez ese el motivo por el que va a la guerra, porque si se quiere aprender a vivir se debe aprender a pelear, porque lo único cierto es el caos, la destrucción, la guerra… Además, recordemos que Rambo luchó pro Afganistán y no por USA; la ventaja que sacan de ello ya es otra cosa, pues Rambo cree en ideas, no en naciones.

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