martes, 6 de enero de 2015

Sholay, una película muy complaciente con el agresivo nacionalismo indio



            En 2014 visité la India, y para conocer más de cerca la cultura de ese país, decidí ver algunas películas de Bollywood (vi Mangal Pandey, Tres idiotas y Lagaan, por pura casualidad, en las tres el protagonista es Amir Khan). Al llegar a India, varios amigos indios me dijeron que debía ver Sholay, la película bollywoodense más taquillera y aclamada de la historia.
            Sholay cuenta la historia de un policía retirado que sufre violencia a manos de un psicópata (Gabbar Singh, el villano más popular en India), y para vengarse, contrata los servicios de dos bandidos. Previsiblemente, la trama no es muy compleja, pero el film sí da mucho de qué hablar, no propiamente por su excelencia (no puedo decir que la película me haya deslumbrado con su calidad, aunque tampoco es un film mediocre), pero sí por las cosas que refleja.

            La película es una amalgama de melodrama, western y comedia. Las películas bollywoodenses son típicamente melodramáticas, con bailes y canciones incluidas. Pero, Sholay pretende ser además la versión india del western espagueti, al incorporar numerosas persecuciones ecuestres, y batallas con rifles y pistolas. Eso es relativamente tolerable. Pero, lo insufrible es la comedia: en una escena, un carcelero se presenta como una suerte de Hitler cómico, en una clara emulación de El gran dictador de Chaplin (incluyendo su deleite con el globo terráqueo). Demás está decir que el efecto cómico es muy pobre. Para colmo, la escena final es digna de Bruce Lee: el policía sin brazos, hace acrobacias en el aire, y finalmente mata al psicópata.
El crítico Frederic Jameson llama a estas mezclas ‘pastiche’, y señala que en tiempos posmodernos, el capitalismo avanzado se ha quedado sin ideas frescas, e inevitablemente debe recurrir a estos chorizos manufacturados industrialmente. Quizás esto esté detrás de la mezcolanza en Sholay. Pero, sospecho que opera acá también un problema de identidad. ¿Quiénes son los indios? En buena medida, una mezcla de una antigua civilización hindú, un dominio musulmán mogol, y el imperialismo británico. India es quizás, como ningún otro país asiático (más que China, Japón, o el mundo árabe), el cruce de Occidente y Oriente. Esto puede ser enriquecedor (y yo ciertamente soy entusiasta de este cruce), pero a la vez, puede generar alguna ansiedad identitaria, y sospecho que la mescolanza en Sholay refleja mucho de esto.
Por otra parte, Sholay refleja muchos temas de la India tradicional. Si bien muestra una apertura a Occidente apropiándose del género western y la comedia slapstick, la película puede entenderse como una oda al nacionalismo indio, el mismo que impulsa al partido BNP, que hoy gobierna India. En ese nacionalismo, los musulmanes son prácticamente ciudadanos de segunda, y en Sholay, así queda reflejado. El único musulmán es un imam ciego que aguanta pasivamente la violencia.
Sholay apareció cuando India vivía una tremenda crisis política: el Estado de excepción de Indira Gandhi. En aquella época, los gobernantes solicitaban grandes sacrificios a la población. Y, éste es un tema recurrente en Sholay. Los personajes deben entregar algo, en cumplimiento del deber. Los hindúes llaman a esto dharma. Por ejemplo, cuando el musulmán ciego contempla a su hijo muerto, se lamenta de no tener más hijos para entregar a la causa colectiva de su aldea. En otra escena, los bandidos, que originalmente iban a cobrar por su trabajo, deciden servir gratuitamente a su jefe, en vista de todo lo que él ha sufrido.
La película no llega al extremo de presentar a Gabbar Singh como una alegoría de Pakistán, pero sí se manifiesta el mensaje de que para prevalecer frente a sus enemigos, India debe mantenerse unida y hacer sacrificios si es necesario. De hecho, el tema de la unión es otro muy prominente en Sholay: los dos bandidos se mantienen como grandes amigos hasta el final, y precisamente gracias a su camaradería, abandonan su vida criminal y se redimen.
Los occidentales erróneamente asumimos que la India es la tierra de paz y amor, de la no violencia del Mahatma. Pero, tras mi visita a ese país, me di cuenta de que Gandhi no es más que un monumento, eclipsado por las armas nucleares. El nacionalismo indio puede ser muy agresivo, y Sholay no escatima en glorificar la violencia. De hecho, en una escena, el policía le dice a los campesinos de la aldea que él mismo cree en la no violencia, pero frente a las agresiones de otros, el campesino debe fundir sus herramientas para convertirlas en armas.
Como corolario del nacionalismo indio, Sholay también glorifica el ethos feudal, propia de la era pre-británica. No se glorifica el sistema de castas, pero sí se exhibe una aldea en la cual el policía (que en realidad funge como señor feudal) ofrece protección, y los campesinos trabajan en latifundios que son propiedad del señor, sin demostrar la menor inconformidad.
Y, como es de esperar en una oda a la violencia y al nacionalismo indio, la mujer ocupa el lugar que complace al tradicionalismo hindú. Un tema sensible en la India del siglo XIX era si las viudas podían casarse o no. Los británicos aprobaron leyes que permitían el matrimonio de las viudas, pero los estamentos más tradicionalistas objetaron esta reforma. En la película, uno de los bandidos se enamora de una viuda (nuera del señor feudal), y el señor feudal, en una muestra de progresismo, no objeta que ella se case con el bandido. Pero, al final, la película ofrece satisfacción a la audiencia tradicionalista: el matrimonio nunca se consuma (tampoco el acto sexual), porque el bandido muere en una balacera.
Sholay es ciertamente una película que ha marcado hito, y merece la popularidad que tiene. Pero, tengo la esperanza de que las nuevas generaciones de indios asuman un ojo más crítico (del mismo modo en que, por ejemplo, los negros de EE.UU. lo hacen con La cabaña del tío Tom). El nacionalismo es una fuerza tremendamente destructiva (y hoy, con el BNP en el poder, vuelve a crecer la semilla nacionalista hindú que tanta violencia provocó hace dos décadas), y una manera de contenerla, es precisamente a través de la crítica cinematográfica.

2 comentarios:

  1. Intersante tu análisis. La industria cinematográfica ha tenido un papel importante en la construcción y/o reinvención de identidades nacionales. Latinoamérica es el mejor ejemplo. Lo que no me queda claro es tu petición de que los indios tengan "un ojo más crítico" ¿respecto a qué? Estimado, es Bollywood, un avatar de Hollywood, donde no importa qué se ofrezca con tal de generar dinero.
    No lo sé, pero habría que investigar si India también tiene un cine independendiente, menos "pastiche" y más personal.

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    1. Gracias por tu comentario. Pido que los indios tengan un ojo más crítico respecto a la propaganda nacionalista que se plasma en sus películas. Ciertamente es difícil (como también lo es en Hollywood), pero sospecho que sí se puede ograr algo. Y, creo que sí hay cine independiente indio, aunque no lo conozco. En verdad, no soy muy cinéfil, sólo recientemente he empezado a ver algunas películas.

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