Tras la
conmoción generada por los asesinatos de los editores de la revista Charlie Hebdo, muchos comentaristas han
salido a reprochar los asesinatos, pero a la vez, han reprochado a la revista
por su iconoclasia. La burla, alegan, no conduce a nada bueno. Para construir
un ambiente de respeto y tolerancia, nos dicen, nadie burlarse de nadie.
Yo
discrepo. Si de verdad estamos dispuestos a prescindir de la burla, entonces
quememos la producción de Aristófanes, Voltaire, Chaplin, Woody Allen y el
Conde del Guácharo. Yo no estoy dispuesto a hacer esto. Antes bien, considero
que todos estos personajes han hecho una gran contribución, y debemos
defenderlos.
Hay
varios tipos de humor. Pero, el más penetrante es aquel que hace alguna crítica
a algo mediante la burla. La película más grandiosa de Chaplin fue seguramente Tiempos modernos o El gran dictador, precisamente porque no se limitó a exhibir escenas
donde alguien se da un golpe; antes bien, hizo mucho énfasis en la burla de los
capitalistas y de los nazis, respectivamente. Pero, en esa burla, está
precisamente su grandeza. Chaplin hizo un aporte a la humanidad en señalar lo
absurda y peligrosa que es una sociedad híper moderna, o conducida por ideas
propias del nazismo.
En este
tipo de humor, por supuesto, hay una suerte de agresión. Pero, esta agresión es
necesaria. ¿Cómo puede hacerse una crítica, sin un mínimo de agresión frente a
la idea o la persona que se está criticando? La buena crítica, por supuesto, es
la que va dirigida contra lo criticable. Mofarse de los judíos presentándolos
como ratas (como hacían los humoristas nazis), claro está, no debería causar
gracia.
Pero, mofarse de
Pinochet como un caníbal sí es muy loable (algo que también hizo la revista Charlie Hebdo), pues ridiculiza a
alguien que ha hecho mucho daño. Previsiblemente, los pinochetistas se molestarán
con esta mofa y la considerarán una falta de respeto a su “General”, pero
cometeríamos un grave error si cedemos ante el chantaje del respeto y la
convivencia entre todos, y accedemos a censurar esta burla.
La mofa es un
recurso retórico muy poderoso, propio de una especie con una gran capacidad
para la representación simbólica y la creatividad, como lo es Homo sapiens. La mofa es un patrimonio
de la humanidad. Gracias a ella, los opresores y la gente que defiende cosas
absurdas han quedado expuestos al ridículo, y ha servido de presión para que
abandonen sus prácticas y creencias. Yo mismo he abandonado alguna opinión, al
verla ridiculizada en una caricatura. Doy gracias por haberme hecho caer en
cuenta, y espero que los caricaturistas y comediantes sigan acudiendo a la
burla como recurso.
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