Para la
mayoría de los antropólogos contemporáneos, J.G. Frazer es uno de los grandes
villanos del pasado. Frazer es emblemático del armchair anthropologist, el antropólogo de sillón que escribe
enciclopedias sobre costumbres exóticas, sin jamás haber conversado con algún
nativo en su vida. Frazer elaboró toda una teoría de la magia y la religión, a
partir de una oscura referencia de Virgilio a propósito de un enigmático ritual
en el culto a Diana.
Esta crítica es muy
válida. Si la antropología pretende ser una ciencia, no puede conformarse con
emplear un método de recolección indirecta de datos. Se requiere de más
observación directa. Hoy, afortunadamente, los departamentos de antropología
exigen trabajo de campo a sus miembros, ya no es aceptable hacer antropología
meramente desde el sillón.
Pero, más que por
su ausencia de trabajo de campo y sus fallas metodológicas, Frazer es duramente
criticado por sus presunciones teóricas. Junto a E.B Tylor, Frazer sentó las
bases de una antropología evolucionista que relega a los pueblos no
occidentales, a una posición inferior en la escala de la evolución intelectual
de la humanidad.
A juicio de Frazer,
las manifestaciones culturales de los nativos son fases previas a la ciencia, conducidas
por errores intelectuales. Frazer dedicó mucha atención a la magia: la
consideraba un intento primitivo por establecer relaciones de causalidad en el
mundo. En esto, se parece a la ciencia. Pero, a diferencia de la ciencia, la
magia establece relaciones causales erróneas. Los magos creen que con elaborar
una danza, o recitar unas palabras, pueden hacer llover o mejorar la cosecha. Bajo
el esquema de Frazer, la humanidad tiene la necesidad de explicar y controlar
el mundo, y la magia es una forma errónea de lograr ese acometido. En vez de
estudiar rigurosamente las relaciones de causalidad, la magia se limita a las
relaciones homeopáticas y de contagio: creer que aquellos objetos que se parecen
son los mismos, o aquellos que alguna vez estuvieron en contacto son idénticos.
Frazer es típicamente
denunciado como el promotor de una ideología imperialista victoriana que
degrada a los pueblos no occidentales, al representar sus costumbres como
supersticiosas y estúpidas. Los colonizadores se valieron de esta ideología
para imponer su dominio, bajo la excusa de llevar ciencia y racionalidad a los ‘pueblos
atrasados’.
Y, frente a ello, los
antropólogos contemporáneos, impregnados de relativismo cultural, defienden la
idea de que la magia no es inferior a la ciencia, sencillamente distinta. Asimismo,
postulan que no hay pueblos intelectual o culturalmente superiores a otros, y
que cada costumbre cultural debe ser entendida en su contexto, y no puede ser
juzgada ‘desde afuera’ por un científico que proceda de otra cultura.
Uno de los que más
explícitamente denunció a Frazer fue el filósofo Ludwig Wittgenstein. Éste
formuló la lamentable idea de que existen ‘juegos del lenguaje’, inconmensurables
entre sí. Eso impide que alguien que
participe en un juego del lenguaje, pueda juzgar como absurda o falsa la
proposición de alguien que participe en otro juego del lenguaje. Así como un
jugador de baloncesto no está en posición de criticar a un futbolista por
patear la pelota en su juego, un científico no está en posición de criticar a
un mago por pretender recitar unas palabras para hacer llover, pues está en su propio
juego.
Wittgenstein criticó
a Frazer explícitamente en un cuaderno publicado póstumamente, Observaciones a la rama dorada. En su
obra, Frazer había llamado ‘primitivos’ a quienes practicaban la magia,
precisamente por no haber tenido la capacidad de racionalizar óptimamente su pensamiento.
Wittgenstein, en cambio, llama ‘primitivo’ a Frazer por juzgar las creencias de
los primitivos bajo sus propios parámetros positivistas.
Y, además, añade
Wittgenstein, Frazer es muy injusto con los ‘primitivos’, pues los ‘modernos’
tienen prácticas similares a las señaladas por Frazer, pero con todo, no las
juzga negativamente. Por ejemplo, los modernos besan las fotos de familiares.
Pero, dice Wittgenstein, no por ello consideramos que los modernos pretenden
que ese beso se extienda a la persona retratada. Es sencillamente un acto
simbólico. Pues bien, también debería considerarse un mero acto simbólico, y no
un error de razonamiento, cuando un mago quema la estatuilla de algún enemigo.
Ciertamente esta
última crítica por parte de Wittgenstein tiene mucho asidero. Antes de
apresurarnos a juzgar alguna práctica o creencia como irracional, debemos
asegurarnos de que no se trate de algún gesto simbólico. Con todo, Wittgenstein
se equivocaría al pensar que todos los
rituales realizados por los magos son meramente simbólicos. De hecho, plenitud
de antropólogos competentes, que han trabajado de cerca con magos por largos
periodos de tiempo, han documentado que, efectivamente, los rituales de la
magia no buscan meramente expresar simbolismos, sino más bien manipular
directamente el mundo.
La otra crítica
levantada contra Frazer, aquella que sostiene que no podemos juzgar otras
creencias y prácticas desde nuestra perspectiva, es muy débil. Posturas como
las de Wittgenstein, y la mayor parte de los antropólogos culturales que
recomiendan entender una cultura ‘desde adentro’ (en la jerga antropológica,
esto se llama la ‘perspectiva emic’),
son una variante más del relativismo.
Este relativismo
niega que exista una verdad trascendente, sino que cada cultura construye un
sistema coherente de prácticas y creencias. En todo caso, alegan los
relativistas, puede juzgarse la coherencia interna de cada cultura, pero nunca
a un elemento aislado. En ese sentido, si las prácticas del mago son
consistentes con el resto de los elementos que conforman su ‘forma de vida’
(otro término predilecto de Wittgenstein), entonces no debemos juzgarlas
negativamente.
Me parece urgente
oponerse a este relativismo, y defender a antropólogos como Frazer. El problema
del relativismo es su desprecio por la verdad. Una creencia o práctica puede
ser coherente con los otros elementos del sistema en el cual está inmerso, pero
aun así puede seguir siendo falsa. Tenemos plena justificación para reprochar a
quienes crean que la tierra es plana, independientemente de si esa creencia es
coherente con el resto de los elementos de su ‘forma de vida’. Importa poco si
el mago tiene un ‘juego del lenguaje’ distinto del científico. Lo importante
son los hechos: al indagar sobre los hechos del mundo, sabremos quién está
equivocado, y quién no; quién tiene creencias razonables, y quién tiene
creencias absurdas.
Frazer llamó al pan
‘pan’, y al vino ‘vino’. Es de sentido común que, quien explique la enfermedad
como una invasión de gérmenes está más próximo a la verdad, y tiene mayor grado
intelectual que quien explique la enfermedad como el acoso de espíritus
malignos. Es de sentido común que, quien pretenda perjudicar a otra persona
colocando agujas sobre un muñequito, no sólo está equivocado, sino que
participa de una suerte de delirio. No vale sostener que el científico tiene ‘su
versión y el mago tiene ‘otra versión’. No; un mínimo de sensatez nos debería
conducir a admitir: el científico está en lo cierto y tiene un mayor grado de
desarrollo intelectual; el mago se equivoca en su creencia, y está en un menor
grado de desarrollo intelectual.
La ciencia ha
ofrecido una sólida base cognitiva para promover espectaculares mejoras en las
condiciones de vida de nosotros, los modernos. Pero, para que la ciencia
mantenga su integridad y nos siga ofreciendo las enormes ventajas que nos ha
concedido en los últimos tres siglos, es menester partir de la suposición de
que la ciencia es superior a la magia. Si no hacemos esto, todo valdría, y la
disciplina que requiere la ciencia ya no valdría el esfuerzo. Por ello, se hace
cada vez más necesario rechazar argumentos como los de Wittgenstein, y
recuperar la visión positivista de Frazer.
Es interesante como un sociólogo que se piensa promotor del negocio, perdón del movimiento escéptico, defienda el retorno al positivismo aún cuando su maestro Mario Bunge afirma que el positivismo está muerto.
ResponderEliminarMenos entiendo eso de que un científico tenga que tener "un mayor grado de desarrollo intelectual", ¿qué evidencias científicas de semejante afirmación tienes?
1. No veo de qué forma el escepticismo es un negocio. Más bien es un movimiento que pretende acabar con muchos negocios fraudulentos.
Eliminar2. Admiro mucho a Bunge. Pero, nosotros los escépticos no acudimos a argumentos de autoridad. Yo tengo mi propia opinión, independientemente de si coincide o no con Bunge. Yo no afirmo que el positivsmo está muerto.
3. La evidencia que tengo para defender que el científico tiene mayor desarrollo intelectual que el mago, es sencillamente la enorme cantidad de datos que demuestran que los procedimientos basados en la ciencia sí funcionan, mientras que los basadas en la brujería y cosas por el estilo, no.
1. Que no la "veas" no quiere decir que no lo sea. No veo que sea gratuito que a Randi le paguen en el Amazing Meeting, con respecto al Amazing Randi. O que Skeptikal Inquirer no sea un negocio editorial. O que recibir dinero de Coca Cola sea algo altruista.
Eliminar2. Te creería salvo que leyendo los blogs de los tus amigos los escépticos te das cuenta de otra cosa, reiteradas alusiones a la autoridad cuando son convenientes a hacer lobby. Y no digo que lo hayas dicho, lo dice Bunge. Lo cual me lleva a lo curioso, según el movimiento escéptico ese se rigen por el principio de no contradicción: lo que es contradictorio es signo seudociencia. Si Bunge está mal y Gabriel dice lo contrario, entonces hay una contradicción lógica insalvable. Piensa las consecuencias ética de eso, quizá el negocio también se base en un engaño.
3. Esas no son evidencias de que los científicos por serlo tengan un mayor desarrollo intelectual cuando no defines las variables a evaluar. Insto a que me cite no sus apreciaciones personales, necesito reportes científicos publicados en revistas por pares con al menos una replicación independiente.