Junto a Mario Bunge, J.M. Mulet, James Randi, Richard
Dawkins, Michael Shermer y tantos otros arduos defensores de la ciencia, opino
que la medicina alternativa es una basura. No ofrece soluciones más allá del
efecto placebo, y si bien tampoco sus técnicas son tremendamente perjudiciales (a
pesar de que la medicina ayurvédica puede conducir a intoxicación con plomo, o
la acupuntura a lesiones graves), sí llevan el riesgo de que los pacientes
abandonen tratamientos efectivos, y opten por asumir las terapias alternativas.
Contrario
a la vorágine de relativistas culturales muchas veces auspiciados por los
antropólogos, me parece que la aproximación científica biomédica a las
enfermedades es superior a cualquier otra aproximación. Los relativistas
culturales quieren hacer creer que la medicina occidental de la ciencia es
apenas “una versión” que debe dialogar con las otras versiones de la medicina. Discrepo,
por supuesto. La medicina occidental no es una “mera versión entre varias”; es,
a diferencia de las otras, la versión que correctamente describe y analiza los
hechos, y si bien los médicos occidentales pueden intentar dialogar con los
curanderos y chamanes de otras culturas, nunca deben aceptar que sus
procedimientos son beneficiosos, a no ser que sean corroborados por el método
científico.
En
función de esto, es natural, entonces, que me oponga a la incorporación de
curanderos, chamanes y demás practicantes de la medicina alternativa en los
hospitales. Pero, quisiera matizar mi juicio.
Vivo en Maracaibo
(Venezuela), una ciudad en la cual un considerable sector de la población pertenece
a grupos étnicos (wayúu, barís, entre otros) con explicaciones folklóricas de
la enfermedad, ajenas al entendimiento científico. En ocasiones, en los
hospitales regionales se dan situaciones en las cuales, los miembros de estos
grupos étnicos rechazan los tratamientos médicos científicos, y optan por
seguir sus técnicas de medicina folklórica. Como consecuencia, muchas veces
empeoran su estado de salud. ¿Qué hacer en situaciones como éstas?
Anne Faidman, una
escritora norteamericana, publicó en 1997 un célebre libro, The Spirit Catches You and You Fall Down ("El espíritu te atrapa y te caes").
En este libro, se planteaba una situación similar. Una familia del grupo étnico
hmong (originarios de Laos), residentes en EE.UU., tuvo una hija con ataques de
epilepsia. Atendieron a la niña en el hospital, y le prescribieron un
tratamiento. No obstante, en el hospital nadie hablaba la lengua de los hmong,
de forma tal que la familia no entendía bien cómo debía proceder el
tratamiento. Pero, más grave aún, los hmong pronto interpretaron la enfermedad
de su hijita como el ataque de un espíritu, el cual podría ser aplacado con
sacrificios de animales e intervenciones chamánicas. Eventualmente, los padres
abandonaron el tratamiento científico, y recurrieron exclusivamente a
tratamientos tradicionales de su cultura. Los médicos del hospital se enteraron
de eso y solicitaron que el Estado despojara a los padres de la custodia de la
hija. Así sucedió por un período de tiempo. Pero, al final, estas querellas
terminaron afectando la salud de la propia niña, quien quedó terriblemente
afligida por los ataques de epilepsia, y finalmente murió.
Faidman
cuidadosamente evita representar ‘malos’ o ‘buenos’ en su libro. Sencillamente
presenta esta historia como una tragedia de choques culturales que, opina ella,
pudo haberse evitado si ambas partes trataban de entenderse un poco mejor
mutuamente. La familia debió estar más abierta a los tratamientos científicos,
y los médicos debieron abrirse más a los tratamientos tradicionales. Esa mutua
cooperación habría salvado la vida de la niña.
En su libro,
Faidman a veces se impregna de la apestosa retórica relativista. Dice, por
ejemplo, que ninguna de las partes se dio cuenta de que “su visión de la
realidad es apenas una visión, no la realidad en sí misma”. Discrepo, y para
ello me rasgo las vestiduras. Insisto, la visión de la ciencia no es una mera versión entre otras; es
más bien la descripción de la realidad en
sí misma. El neurocientífico nunca debe admitir que su explicación
etiológica de la epilepsia es tan válida como la de un chamán. El médico tiene
motivos legítimos de sobra para advertir que los procedimientos de un chamán
son absurdos.
Pero, a pesar de su
tufo relativista, Faidman tiene razón en varios puntos. Muchas veces, la
medicina requiere cooperación por parte del paciente o su entorno más cercano. Las
curas son rara vez impuestas con éxito. Y, por ello, el médico debe tratar de persuadir al paciente de que acepte el
tratamiento. En situaciones de vida o muerte, como la del caso de la niñita
hmong, probablemente no habrá suficiente tiempo para explicar con detalle científico
las razones del tratamiento. Si la familia quiere realizar sacrificios e
incorporar chamanes, y con eso se facilitará que acepten los tratamientos
biomédicos, bienvenido sea. De hecho, es ésta una lección que Faidman
explícitamente abstrae en su libro: el chamanismo es mayormente inofensivo. Poco
perdían los médicos con permitir su intervención en este caso, y mucho ganaban.
Pues, al permitir a los chamanes, la familia hmong podría haber estado más
abierta a seguir el tratamiento biomédico.
Así pues, por
cuestión de principio, el médico no debe dar su brazo a torcer frente al
curandero o chamán. Jamás, en un congreso de medicina o en la facultad, debe aceptar
el médico que la versión de los brujos es tan válida como la versión de los
médicos científicos. Pero, podemos en ocasiones asumir más utilitarismo en la
ética médica: el objetivo de los médicos en los hospitales es salvar vidas, y
si eso a veces exige “seguir la corriente” a quienes proponen métodos ineficientes
de curación, habrá que tragar grueso y aceptarlos.
Por supuesto, lo
ideal es tratar de erradicar en la población las creencias tradicionales y
precientíficas sobre la salud y la enfermedad. Pero, éste es un objetivo a
largo plazo. Salvar vidas es el objetivo a corto plazo. En las facultades de
medicina debe enseñarse exclusivamente medicina científica; por ello, los curanderos
no tienen cabida en las aulas de clase, como tampoco tienen cabida los
negacionistas del holocausto en las facultades de historia, o los creacionistas
en las facultades de biología.
Pero, en los
hospitales, serían aceptables los curanderos siempre y cuando haya una extrema necesidad
utilitaria. Todo esto implicaría alguna forma de engaño por parte del médico. Pues,
aun si el médico sabe que el origen de la epilepsia no es la acción de un espíritu maligno, debe hacer creer al paciente
que él mismo (el médico) acepta la versión de la medicina folklórica. “Seguir
la corriente” siempre supone una forma de engaño. Pero, contrario a los
moralistas deontológicos como Kant (quien opinaba que nunca debería mentirse,
ni siquiera a un asesino que busca matar a mi madre), me parece que, en
ocasiones, la mentira puede tener justificación ética, y casos como los de la
niñita hmong parecen ser uno de esos casos.
Con todo, vale una
advertencia. En el caso de la niñita hmong, el chamanismo seguramente no habría
sido perjudicial, siempre y cuando se hubiese empleado como complemento, pero no sustituto, del
tratamiento científico. Pero, no todos los casos son así. En ocasiones, algunos
curanderos querrán sustituir indefinidamente el tratamiento médico. Y, peor
aún, algunos procedimientos tradicionales sí contribuyen directamente al
empeoramiento de la condición de los pacientes, como por ejemplo, suele ocurrir
con los exorcismos. Casos como éstos ya no admiten “seguirle la corriente” a
los curanderos.
Order a Sparkling White Smiles Custom Teeth Whitening System online and get BIG DISCOUNTS!
ResponderEliminar* Up to 10 shades whiter in days!
* Results Are Guaranteed.
* As good as your dentist, for a fraction of the cost.
* Same strength as dentists use.