Siempre hay un sector de la izquierda que, como este
caricaturista, se opondrá a las bombas. Pero, por supuesto, se opondrá a las
bombas sólo si éstas proceden de alguna potencia occidental: no se opuso cuando
Cuba atacó Angola o la URSS
bombardeó Afganistán. Lo curioso, no obstante, es que el presidente francés que
autorizó la intervención en Malí procede del propio partido socialista de su
país. Y, el gobierno de Hugo Chávez en Venezuela, el cual recurrentemente
critica las intervenciones occidentales en África y el Medio Oriente,
misteriosamente calla frente a la intervención francesa en Malí.
En realidad no sorprende que el
gobierno de Chávez permanezca callado frente a la intervención francesa en Malí.
Amadou Toumani Touré, un firme aliado de Chávez, fue presidente de ese país
hasta inicios del 2012. Tribus tuareg, en el norte de Malí, iniciaron una
campaña militar, reclamando secesión para conformar un nuevo país, Azawad.
Touré tuvo dificultad en manejar esta situación, y en esta coyuntura, sus
militares le dieron un golpe de Estado.
Aprovechando el caos político, los Tuareg avanzaron en su ofensiva, pero
además, contaron con el apoyo de un grupo insurgente islamista, Asnad Dine. En
poco tiempo, los islamista tomaron control de la ofensiva, y su objetivo ya no
era apoyar la secesión de Azawad, sino gobernar todo Malí con la shariah, la ley islámica. A medida que
Asnad Dine avanzaba, imponía una severa versión de la shariah (comparable con la de los talibanes). El gobierno de Malí,
conformado por los militares golpistas, pero también en alianza con algunos
sectores del derrocado Touré, ha solicitado ayuda a Francia para detener el
avance islamista. Francia ha accedido a esa petición. Todos los analistas
militares coinciden en señalar que, si Francia no hubiese intervenido, Asnad
Dine hubiese ya controlado Malí, pues su capacidad militar es abrumadoramente
superior a la del gobierno en Bamako.
Es natural, entonces, que el
gobierno de Chávez no se oponga a la intervención francesa, pues aprecia que, a
la larga, esta intervención auxilia a su aliado en Malí. Ciertamente las bombas
francesas ayudan a quienes derrocaron a Touré, pero en esta coyuntura, es el
mal menor frente a un enemigo mucho peor que no está dispuesto a reconocer, ni
a los militares golpistas, ni a los seguidores de Touré.
Pero, como siempre, hay más papistas que el Papa. Y, aun si el gobierno
de Chávez ha sido sabio en no reprochar a Francia su intervención, el chavismo
tiene sectores en sus bases que reprochan la intervención francesa, sin
detenerse a considerar la complejidad de la situación.
Esto es sintomático de un sector confundido de la izquierda. En su
reproche al neo-colonialismo occidental, a la globalización y a la modernidad
en general, están dispuestos a permitir que cualquier fuerza alternativa
prospere, sin importar de quién se trate. En un gesto de suprema idiotez
política, Michel Foucault apoyó la revolución islámica de Irán, y así, en
nombre de la izquierda, dio aval a un régimen de ultraderecha (jamás una
teocracia podrá ser de izquierda). Pues bien, del mismo modo, los grupos
radicales chavistas que se hacen eco de esta caricatura, prefieren que en Malí
impere una versión radical de la shariah,
por encima de alguna versión del código napoleónico. Nuevamente, la
ultraizquierda prefiere a la ultraderecha.
Podría alegarse, por supuesto, que Francia tiene motivos ocultos para
intervenir. Seguramente Francia tiene intereses económicos en una de sus
antiguas colonias. Antaño, la “justa intención” fue un criterio importante del ius ad bellum, el derecho a ir a la
guerra. Pero, hoy los eticistas y juristas han cambiado de opinión: es muy
difícil saber cuál es la verdadera intención de una intervención militar. Nadie
está en la cabeza de Holland como para saber qué lo motiva realmente. Sólo
podemos evaluar los hechos observables. Y, éstos son claros: un ejército atroz
está amenazando a un gobierno que, si bien no está legítimamente constituido,
al menos es el mal menor. Permitir que Asnad Dine tome el control de Malí es
abrir paso a la más brutal opresión en el corazón de África, la cual fácilmente
puede ser expandida al resto del continente, y a Europa misma.
Hay también la crítica, expresada en esta caricatura, de que no es
posible divulgar la libertad, la igualdad y la fraternidad por vía armada.
Invadir países en nombre de los ideales revolucionarios franceses es una
profunda muestra de cinismo. Las ideas democráticas deben nacer en el seno de
cada nación, nunca deben ser impuestas desde afuera.
Yo discrepo. Ciertamente lo más deseable es que cada país logre
desarrollar sus propias instituciones. Pero, en ocasiones llegan momentos
críticos, y se hace necesaria una ayuda foránea para impulsar las reformas
internas, especialmente si los adversarios internos son avasalladores. El Che
Guevara hizo lo propio en Bolivia, no veo por qué Francia no pueda pretender
exportar sus ideales revolucionarios a aquellas zonas que así lo soliciten.
Napoleón es hoy reprochado por su
expansionismo militar, pero sería insensato negar que, mediante las bayonetas,
Napoleón modernizó a una Europa anclada en la opresión del Ancien regime. El caso de España, me parece, es emblemático. En el
siglo XIX, España estaba en la cola del progreso en Europa: persistía la
inquisición, había una monarquía absolutista, el clero dominaba. Había un grupo
de españoles, los afrancesados, quienes favorecían la influencia revolucionaria
francesa. Cuando Napoleón invadió España, se erradicaron muchas de las
instituciones opresoras propias del Ancien
regime. Por vía de la bayoneta, España tomó el primer paso para salir del
atraso representado por el trono y el altar.
Hubo, por supuesto, muchísimas atrocidades en la invasión napoleónica a
España. Incluso un afrancesado, Francisco de Goya, denunció vivamente los
abusos franceses. La invasión napoleónica a España no tuvo justificación. Pero,
no por ello debemos ignorar que, por vía de la bayoneta, en ocasiones sí se
puede imponer satisfactoriamente la democracia y los ideales de la revolución
francesa en un país. Napoleón fracasó en su intento de enrumbar a España por el
progreso, pues su intervención militar fue desastrosa, y ocasionó mucho más
daño del bien que pudo derivarse de aquella empresa.
Pero, como bien nos recuerda Dinesh D’Souza, la imposición de la
democracia mediante la bayoneta en Alemania y Japón a partir de 1945 no ha sido
un fracaso. Si no hubiera sido por la intervención de potencias foráneas, esas
dos naciones estarían aún hoy inmersas en la forma más brutal del fascismo. El
buen analista debe advertir que, en ocasiones, es necesario un empujón desde
afuera, para impulsar la democracia y detener sus amenazas internas. Hasta el
2012, Malí había sido uno de los países en África que mejor consolidaba su
democracia. Hoy está severamente amenazada. Un empujón desde afuera bien podría
ayudar a rescatarla.
Los grupos radicales chavistas, como casi siempre, opinan a la distancia.
No se han detenido a apreciar que la mayoría de los mismos ciudadanos de Malí
favorecen la intervención francesa, del mismo modo en que los kuwaitíes
favorecieron la intervención occidental en el Golfo Pérsico en 1991, o incluso,
la mayoría de los mismísimos franceses favorecieron el desembarco de tropas
norteamericanas y británicas en Normandía en 1945. En el fondo, estos grupos
radicales chavistas tienen un profundo desprecio por los otros pueblos del
mundo. Quieren teocracias islámicas de ultraderecha, pero para los demás. En su
obsesión por oponerse a Occidente a toda costa, no les importa que Malí pierda
su democracia y sea gobernada por una minoría de fanáticos religiosos.
TeleSUR es crítico de la intervención francesa en Mali, Sarkozi es de un partido Socialdemócrata (agrego por caso que Zapatero es Social-liberal), Chávez en este mometo "calla misteriosamente" sobre casi todo tema posible.
ResponderEliminarNo veo casi Telesur, pero gracias por ese dato. En todo caso, como decía en el blog, yo sí apoyo la intervención en Mali.
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