Hollywood
ha tenido un renovado interés en la Grecia antigua. Pero, como cabría esperar,
las películas hollywoodenses optan por más acción y menos diálogo. Así, el
interés de Hollywood está realmente en la violencia de los mitos griegos (y,
muchas veces, las películas ni siquiera son muy leales a las tramas originales
de los mitos) o en las batallas de personajes como Alejandro Magno o Leónidas.
En ese
sentido, no cabe esperar de Hollywood una película sobre filósofos griegos.
Pero, afortunadamente, fuera de Hollywood, sí las ha habido. Una de las mejores
logradas es Sócrates, de Roberto
Rossellini. El film, estrenado en 1971, narra la vida y muerte de Sócrates. La
película, hecha para la televisión, es un poco tosca en detalles técnicos. Los
escenarios son un poco acartonados, lo mismo que el vestuario; los actores
italianos no tienen mucha maestría en este film. Pero, el guion es muy bueno:
consta, en su mayoría, de trozos directamente tomados de los diálogos de
Platón, pero muy bien hilvanados. Y, la película retrata bastante bien algunos
aspectos cotidianos de la vida en la antigua Grecia.
Ahora
bien, la película de Rossellini presenta los mismos problemas que las películas
sobre el juicio y ejecución de Jesús. Frecuentemente, se han hecho
comparaciones entre Sócrates y Jesús. Si bien las semejanzas entre ambos
personajes son muchas veces exageradas, hay un rasgo común muy evidente: ambos
fueron sometidos a juicios tremendamente injustos.
Pero,
hay aún otra semejanza que pocas veces se destaca: el retrato de esos juicios,
en las fuentes que tenemos, no son históricamente muy fidedignos. En mi libro Jesucristo ¡vaya timo! he explicado, por
ejemplo, que probablemente no hubo un juicio en el Sanedrín contra Jesús, ni
tampoco una condena por blasfemia. Jesús fue probablemente procesado por
motivos políticos (no religiosos) por
los romanos. Y, si bien esa condena fue injusta, es comprensible (pero no aceptable) la decisión romana, pues
Jesús tenía una prédica apocalíptica incendiaria que debió alarmar a las autoridades
imperiales que trataban de mantener orden en aquella región convulsa. Los
evangelistas, en un intento por congraciarse con las autoridades romanas tras
la guerra judeo-romana, trataron de atribuir la mayor parte de la
responsabilidad de la muerte de Jesús, a los judíos. Las películas sobre Jesús
no hacen más que continuar la distorsión de los evangelios.
Algo
similar ocurre con Sócrates. Si bien su condena fue injusta, tenemos motivos
para dudar de la veracidad histórica de los testimonios que nos dejaron Platón
y Jenofonte. Rossellini, en tanto reproduce fielmente la versión de ambos
autores clásicos, da continuidad a esa distorsión. Así como los evangelios
envilecen a los judíos, cabe sospechar que tanto Platón como Jenofonte
envilecen a los atenienses.
La mejor
obra de revisionismo histórico respecto al juicio de Sócrates, es el libro del
periodista norteamericano, I.F. Stone, El
juicio de Sócrates. Stone recomienda colocar aquellos trágicos
acontecimientos en contexto. Sócrates había luchado del lado ateniense en la
guerra del Peloponeso. Pero, cuando cayó derrotada ante Esparta en esa guerra,
Atenas dejó de ser una democracia, y empezó a ser gobernada por una oligarquía
auspiciada por los espartanos.
Esta
oligarquía, conocida como la de “los treinta tiranos”, estaba conformada por
algunos antiguos discípulos de Sócrates. El cabecilla de esa oligarquía, Critias,
era ampliamente conocido como un cercano discípulo de Sócrates. Y, Alcibíades,
un traidor a la causa ateniense en la guerra contra Esparta, había sido también
seguidor de Sócrates. La película de Rossellini hace mención de estos hechos,
pero no les brinda demasiada importancia. En cambio, para la tesis de Stone sí
son muy importantes.
Pues, el
gobierno de los treinta tiranos se volvió cada vez más despótico. En la Apología (la de Platón, no la de
Jenofonte), Sócrates se defiende en el juicio alegando que, en época de los
treinta tiranos, se le exigió cumplir una orden injusta (arrestar a un tal León
de Salamina para quedarse con sus propiedades), pero él la desobedeció;
Rossellini retrata este hecho en el film. Stone tiene dudas de que esto
realmente haya ocurrido, y opina que, más bien, es un artificio literario para
hacer creer que Sócrates no era tan colaborador con los treinta tiranos. Lo más
probable, es que Sócrates fuera simpatizante y hasta cierto punto colaborador
de estos treinta tiranos; de hecho, en sus diálogos, hay varias alabanzas al
sistema político de Esparta.
El
gobierno de los treinta tiranos finalmente cayó tras un año de brutal
despotismo, y fue reemplazado por un nuevo sistema democrático. El nuevo
gobierno instó a los antiguos gobernantes a exiliarse. Sócrates nunca había
formado parte de aquel gobierno, y se quedó en Atenas. Pero, Stone presume que
se quedó enseñando aquellas ideas que simpatizaban a los treinta tiranos.
En las
fuentes que tenemos, Platón y Jenofonte, se nos dice que a Sócrates lo acusaron
de no creer en los dioses de la ciudad, y de corromper a la juventud con sus
enseñanzas. Acá ocurre lo mismo que respecto al juicio de Jesús: es difícil
tragarse el cuento de que los judíos acusaran a alguien de blasfemia por el
mero hecho de proclamarse el mesías. Del mismo modo, las acusaciones contra
Sócrates resultan un poco extrañas. ¿Qué es, exactamente, corromper a los
jóvenes? Si, como lo presentan Platón y Jenofonte, Sócrates en realidad
enseñaba la virtud, ¿realmente los atenienses condenarían a alguien por enseñar
a los demás a ser virtuosos? Algo no concuerda.
Stone
sospecha que, en realidad, Sócrates estaba enseñando a sus pupilos a no aceptar
la democracia. En algunos diálogos, Sócrates es bastante explícito en su desdén
por la democracia. Y esto, para un gobierno democrático recién instalado, y que
acaba de derrocar a una tiranía (cuyos miembros más importantes habían sido
discípulos de Sócrates), sí era más delicado. Quizás, la acusación contra
Sócrates era más bien estrictamente política (como en el caso de Jesús), pero
Platón y Jenofonte trataron de representar otra cosa (como también intentaron
hacer los evangelistas).
Por
supuesto, la democracia exige libertad de expresión. Y, en eso, los atenienses
fallaron miserablemente, al criminalizar a un maestro que, en realidad, no
hacía más que enseñar. Ahora bien, queda otro misterio: ¿por qué Sócrates no
intentó defenderse mejor ante sus jueces? Tal como lo representa Rossellini en
la película (basándose en la Apología
de Platón), Sócrates fue desafiante en el juicio, y sugirió que, en vez de ser
castigado, fuese recompensado con los homenajes que se les daba a los campeones
olímpicos. Obviamente, esto no complació a los jueces, quienes finalmente
votaron mayoritariamente a favor de su ejecución.
Stone
postula que, básicamente, Sócrates, ya avanzado en edad, estaba buscando el
suicidio, pues no quería vivir en la vejez. Pero, más importante aún,
defenderse articuladamente en el juicio habría sido conceder la importancia de
la libertad de expresión, una virtud democrática que, precisamente, el propio
Sócrates rechazaba. Antes de ceder al ideal democrático, Sócrates prefirió
beber la cicuta.
Así
pues, tanto Jesús como Sócrates sufrieron muertes injustas. Pero, sus
seguidores redactaron crónicas que envilecieron desproporcionadamente a sus
adversarios, e incluso, trataron de endulzar muchos de sus aspectos más
sombríos. Esto se ha hecho aún más en el cine. Jesús, por ejemplo, pronunció
discursos fieramente apocalípticos, de los cuales tenemos constancia en los
evangelios sinópticos (Marcos, Mateo y Lucas). Pero, por lo general, las
películas sobre Jesús obvian por completo estos aspectos desagradables del
galileo.
Sobre
Sócrates, conocemos también cosas desagradables sobre su vida, incluso
registradas en las obras de Platón y Jenofonte. Pero, Rossellini optó por
omitirlas, o disimularlas lo más que pudo. Sabemos, por ejemplo, que Sócrates
oía voces; un claro signo de esquizofrenia. Rossellini hace una muy escueta
mención del daimon, pero no dedica
mucha atención al asunto de las voces. También sabemos que la relación entre
Sócrates y su esposa, Jantipa, era convulsa. Según la información que nos
ofrecen las fuentes, cabe presumir que esta relación tan problemática se debía
en parte debido al machismo de Sócrates, así como su actitud descuidada
respecto a sus responsabilidades hogareñas. Pero, Rossellini optó más bien por
presentar un matrimonio que, si bien atraviesa algunos pequeños problemas (como
cualquier matrimonio), en realidad, los esposos se aman mutuamente.
Con
todo, a pesar de sus inclinaciones anti-democráticas, el tábano Sócrates merece
nuestros elogios. Y, a pesar de su ingenuidad en algunas cosas, Sócrates, de Rossellini es una buena
película.
Muy buen trabajo sobre mi filósofo favorito, gracias por el nuevo enfoque.
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