El nuevo presidente de la Asamblea Nacional en Venezuela,
Henry Ramos Allup, hizo lo que se esperaba: sacó del hemiciclo las imágenes de
Chávez. También como era de esperarse, Nicolás Maduro y los chavistas vieron
ofensa en eso, y formaron un alboroto, con su habitual show mediático.
Si bien la forma en
que Ramos Allup organizó la evacuación de las imágenes de Chávez fue un poco
tosca (es el estilo habitual de Ramos Allup), luego explicó, con un criterio
bastante razonable, que en la sede del poder legislativo, no puede haber iconos
de cada bancada mayoritaria que llegue al poder.
Ramos
Allup, no obstante, no se limitó a sacar las imágenes de Chávez. También sacó
el retrato fotográfico reconstruido de Simón Bolívar. En principio, no tengo
objeción a esto. En Venezuela existe un culto a Bolívar, y sería muy sano que
empecemos a desintoxicarnos de ese culto. Si bien Bolívar fue admirable en algunas
cosas, fue también nefasto en otras. Y, en ese sentido, sacar las imágenes de
Bolívar, es un acto de oportuna iconoclasia, en aras a la construcción de un
sentido más crítico con nuestra propia historia.
Ahora
bien, el problema es que, extrañamente, Ramos Allup en realidad no tiene
interés en desintoxicarnos del culto a Bolívar. Pues, el presidente de la
Asamblea sólo sacó la reconstrucción fotográfica, pero mantuvo los retratos
pictóricos originales. Y, acá es donde veo la incoherencia. Si vamos a acabar
con el culto a Bolívar, deben sacarse todas sus imágenes del hemiciclo. Si
vamos a conservar los retratos de Bolívar, ¿por qué no conservar la
reconstrucción fotográfica?
Pareciera
que Ramos Allup ordenó sacar esa imagen fotográfica, no porque promueva el culto
a Bolívar, sino sencillamente porque fue lograda por un gobierno que a él le
desagrada. Eso es tremendamente mezquino. Independientemente de si esa
reconstrucción fotográfica promueve o no el culto a Bolívar, lo cierto es que
está muy bien lograda, y se basa en sólidas técnicas forenses.
Algunos
opositores alegan que, en realidad, el uso de esa imagen es mucho más perverso.
Pues, aquella reconstrucción no buscó realmente reproducir la estampa original
de Bolívar, sino más bien, hacer una nueva estampa con algunos rasgos parecidos
a los de Chávez, que Bolívar no tuvo. Según estos alegatos, esa reconstrucción
tiene ciertos rasgos negroides que coinciden con el zambo Chávez, pero no con
el mantuano Bolívar.
Yo
francamente no veo prominencia de tales rasgos negroides en la reconstrucción.
Pero, en todo caso, la noción de “rasgos negroides” es sumamente problemática.
Tal como lo explico en mi libro Las razas
humanas ¡vaya timo!, en la especie humana, a diferencia de otras especies,
no hay razas claramente delimitadas. Ciertamente hay diferencias entre
poblaciones, pero no es fácil aglutinar a esas distintas poblaciones en grupos
raciales claramente definidos.
Si se toma un
rasgo, se puede hacer una clasificación racial, pero si se toma otro, se puede
hacer otra clasificación racial distinta. Se dice, por ejemplo, que esa imagen
de Bolívar tiene una “nariz negroide”. Pues bien, la “nariz negroide” en
realidad no existe. Entre los yoruba de Nigeria, la nariz chata y grande es muy
común; pero entre varias tribus de Somalia, la nariz aguileña
(estereotípicamente grecorromana) es más común. Bajo el criterio de la nariz,
los somalíes pertenecerían a la misma raza que los mediterráneos, en vez de
formar parte del mismo grupo racial de los yoruba.
Hay, además, otro
problema muy notorio en las clasificaciones raciales: existen demasiadas
poblaciones intermedias. Hay claras diferencias entre los kenianos y los
suecos, pero si viajamos por tierra desde Kenia a Suecia, no hay un lugar en el
cual podamos decir con precisión que, ahí termina la raza negra, y empieza la
raza blanca. Más aún, España, el lugar originario de la familia Bolívar, es un
país que ha atravesado numerosas invasiones (tanto del norte como del sur), de
forma tal que es perfectamente viable que algunos españoles tengan rasgos que
convencionalmente puedan clasificarse como “negroide”. Camarón de la Isla, por
ejemplo, habría tenido una nariz muchísimo más negroide que la de la reconstrucción
fotográfica de Bolívar.
Alguien podrá
alegar que Camarón de la Isla era un andaluz, oriundo de una región próxima a
África. En cambio, los Bolívar eran vascos, oriundos de un territorio al cual
nunca llegaron los moros y otros invasores africanos. Esto es una gran mentira
del nacionalismo vasco (el infame Sabino Arana popularizó estas estupideces):
los vascos no son ninguna raza pura, y sí se mezclaron con poblaciones procedentes
de África.
Pero, aun si se
asumiera que, en efecto, los vascos son racialmente puros, aún queda alguna
posibilidad de que Bolívar sí tuviera rasgos negroides. Pues, el abuelo de
Simón, Juan de Bolívar y Martínez, había
intentado comprar un título nobiliario, pero no pudo demostrar la pureza de su
sangre. Según parece, había dudas sobre el origen de su abuela (la tatarabuela
de Simón), y desde entonces, se ha especulado que esa mujer pudo haber sido una
esclava africana. Si esta hipótesis es verdadera, entonces Simón Bolívar habría
tenido una tatarabuela negra, y no debería escandaliza tanto que aparezca una
reconstrucción fotográfica con rasgos negroides, si acaso tal cosa existe.
hola me gustaría me explicara de donde sale ... lo cierto es que está muy bien lograda, y se basa en sólidas técnicas forenses. Gracias
ResponderEliminarUn equipo de forenses españoles contratados por Chávez hace algunos años hicieron ese trabajo.
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