En
varias ocasiones he advertido sobre el peligro de que algunos actores políticos
negros de nuestros países latinoamericanos, imiten los vicios de la mayoría de
los líderes negros norteamericanos. Gente como Martin Luther King Jr. hizo una
heroica labor en luchar contra el racismo en EE.UU. Pero, la generación de
líderes negros que le siguió, en buena medida ha traicionado su legado, pues en
busca de beneficio propio, ha buscado invertir las tablas y discriminar en su
favor, apelando a un victimismo muchas veces injustificado, y que a la larga,
termina perjudicando a la propia comunidad negra.
La
película Querida gente blanca, de
Justin Siemen, es un vivo ejemplo de ello. Siemen, el joven director,
indiscutiblemente tiene talento cinematográfico, pero lamentablemente, no lo
utiliza oportunamente, y termina por cultivar las actitudes lamentables que
prosperan en la cultura negra norteamericana.
La trama de la
película es compleja y difícil de resumir, pero a grandes rasgos, trata de
cuatro jóvenes negros que enfrentan situaciones difíciles en una universidad. Sam,
una muchacha autoproclamada negra, (a pesar de tener la piel bastante clara; en
América Latina muy difícilmente sería calificada como negra), tiene un programa
de radio universitaria en el cual se burla de las actitudes de gente blanca
que, según parece, no quiere ser racista, pero supuestamente sí lo es. Sam vence
a Troy en las elecciones para la presidencia de una casa de fraternidad de
negros. Una vez en la presidencia, Sam expulsa de la casa de fraternidad a
gente que no sea negra. Unos muchachos blancos de la universidad, aparentemente
ofendidos por las iniciativas de Sam, organizan una fiesta para deliberadamente
ofender a los negros, basando su festejo en crudos estereotipos raciales contra
los negros. Al final, la tensión crece, y se consuma una confrontación.
El film
es marcadamente satírico, y Siemen dirige sus críticas contra casi todos los
personajes. Éste no es un film maniqueo, y en eso está el valor de la película.
No se retrata a blancos malos vs negros buenos, como en muchas otras películas
que incansablemente presentan a blancos sádicos y negros víctimas. Todos los
personajes, incluidos los negros, tienen alguna debilidad moral; en especial,
Sam, la joven muchacha que al principio parece una gran idealista que usa la
sátira para combatir el racismo, pero que al final, descubrimos que su psicología
es mucho más compleja.
Con
todo, Siemen cultiva victimismo injustificado, y alienta actitudes destructivas
entre sus espectadores negros. Un punto especialmente significativo en la
película es la composición racial de la fraternidad. El presidente de la
universidad (un blanco), quiere tomar pasos para hacer más diversa la
fraternidad, mezclando a gente de distintos grupos étnicos en la fraternidad,
pero Sam, y el grupo de radicales que la sigue, se oponen. Ellos no quieren
gente que no sea negra en esa fraternidad (a pesar de que Sam tiene
secretamente amoríos con un blanco).
Siemen
parece dar su aprobación a este chauvinismo, y en la película, presenta el
reclamo de los jóvenes como si fuera una causa justa. El intento por hacer que
la fraternidad no sea exclusivamente de negros, se asume, es un ataque racista
procedente del poder blanco. Éste es uno de los más graves vicios del liderazgo
negro en EE.UU.: el separatismo. En la época de las leyes de Jim Crow, los
blancos segregaron a los negros. Pero, ahora que esas leyes no existen, un
importante sector de los negros quiere seguir segregado, y muy celosamente,
buscan evitar que otros grupos étnicos se integren a ellos, y ellos a otros
grupos étnicos.
Yo no
puedo entender cómo se puede combatir el racismo, con más racismo. Y, no nos
engañemos, pretender que a una fraternidad no entre gente que no sea negra, es
racismo, puro y duro. A través de su personaje Sam, Siemen repite la misma
tontería que dicen muchos líderes negros norteamericanos: los negros no pueden
ser racistas, pues ellos no tienen privilegios. Esto es muy, muy discutible. En
primer lugar, no querer mezclarse con gente de otro color es racismo,
independientemente de si se tiene o no privilegios. Pero, en todo caso, es
falso que los negros norteamericanos no tienen privilegios. Los programas de
acción afirmativa en EE.UU., por ejemplo, han privilegiado a los negros
significativamente, muchas veces en detrimento de gente blanca que, incluso,
socioeconómicamente está por debajo de esos negros privilegiados. Los muchachos
negros de esta película, quienes van a una universidad elitista de EE.UU., son
muchísimo más privilegiados que los empobrecidos campesinos hillbillies de las montañas Apalaches de
EE.UU., pero con todo, esos privilegiados negros siguen creyendo que ellos son
víctimas de opresión.
Esa
mentalidad de victimismo hace, por ejemplo, que en la película, uno de los
personajes negros con un inmenso afro, se ofenda cada vez que una persona
blanca se lo toque (aparentemente no se ofende si se lo toca otro negro).
Obviamente, una persona con un estilo de peinado distinto al común de la gente,
suscitará curiosidad, y algunos necios querrán tocarlo. En algún momento, yo
mismo he llevado la cabeza rapada, y mucha gente se ha acercado para tocármela;
lo mismo ocurre con los muchachos que llevan peinados punk. Pero, sólo la paranoia, producto de la mentalidad victimista,
asume que el deseo de alguna gente para tocar el afro, es una forma de opresión
racial.
Querida gente blanca se basa en algunos
episodios reales de fiestas universitarias promovidas por blancos, en los
cuales explotan los más burdos estereotipos raciales negros. Estos sucesos han
ocurrido, por supuesto, pero han sido muy raros. Siemen, con su mentalidad
victimista, hace un gran alboroto de algo que, en realidad, ocurre muy
esporádicamente en EE.UU. Pero, en todo caso, el propio liderazgo negro
norteamericano tiene parte responsabilidad en estas cosas. Pues, uno de los
mayores promotores de estos estereotipos es el hip hop. Y, cuando los blancos critican al hip hop (precisamente por fomentar estos estereotipos), los líderes
negros inmediatamente salen a defender a los artistas hip hop, sencillamente porque no están dispuestos a tolerar que los
blancos critiquen a los negros.
Más aún,
la explotación de estereotipos raciales, si bien tiene una tristemente larga
historia en EE.UU., empezada por los blancos en los minstrel shows del siglo XIX, es ahora más común entre negros que
entre blancos. Los comediantes negros hacen carrera burlándose de los blancos
como campesinos rednecks, fracasados
sexuales, neuróticos, etc. Nuevamente, alguien como Siemen dirá que los negros
sí tienen derecho a burlarse de los blancos, pero no a la inversa, porque los
negros no tienen poder, en cambio los blancos sí. Pero, de nuevo, eso es falso.
Sólo algunos blancos tienen poder, y
cuando un comediante negro se burla de un blanco explotando estereotipos, hace
mucho daño a esos blancos que no tienen poder.
En fin,
Siemen, como su antecesor, el director negro norteamericano Spike Lee, es un
director que sabe hacer buenas películas. Pero, como bien lo han demostrado
grandes obras cinematográficas como El
triunfo de la voluntad, una buena película no es necesariamente una
película con un mensaje positivo. Spike Lee es un director consumado, y
difícilmente modificará su actitud. Siemen está aún empezando, y esto es una buena
oportunidad para que, en sus futuras películas, pueda usar su indiscutible
talento cinematográfico, pero con un mensaje más sensato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario