Los negros
en EE.UU. tienen muchísimos problemas, de sobra conocidos. Están
desproporcionadamente representados en las cárceles. Obtienen niveles bajos de
rendimiento académico y no ocupan altas posiciones en la jerarquía
socio-económica.
¿Se debe
esto al racismo? En parte, por supuesto que sí. Los efectos de tres siglos de
esclavitud, más varias décadas de segregación racial de iure (en las infames leyes de Jim Crow), no se eliminan de la
noche a la mañana. Pero, en ese país, también prosperan demagogos que quieren
convencer a los negros que toda la
culpa la tiene el hombre blanco. Yo diría que ni siquiera la mayor parte de la
culpa la tiene el hombre blanco.
En la
comunidad negra norteamericana, hay problemas endémicos que, mucho más que el
racismo, explican las dificultades que atraviesan. Afortunadamente, aun frente
a la influencia perjudicial de los demagogos, entre los propios negros han
surgido voces autocríticas que hacen un diagnóstico mucho más razonable de cuál
es la raíz de estos problemas.
John
McWhorter (un profesor norteamericano negro), por ejemplo, ha identificado tres
grandes problemas que detienen el progreso de los negros. El primero, señala
McWhorter, es el separatismo. Cierto, históricamente los blancos
norteamericanos segregaron a las poblaciones negras. Pero hoy, son más bien los
negros quienes no tienen casi ningún interés en integrarse (por ejemplo, en
EE.UU., la oposición a matrimonios inter-raciales es muchísimo mayor entre
negros que entre blancos). Con tales actitudes, difícilmente pueden salir del
atolladero.
El
segundo gran problema que señala McWhorter, es el culto a la victimología. Si
continuamente se alega que el fracaso de un colectivo, es debido a su condición
de víctima, no hay mucha posibilidad de superar su propio fracaso. Sí, en EE.UU.
hay racismo, pero no al nivel que los demagogos negros suelen hacer creer.
El
tercer problema señalado por McWhorter es el anti-intelectualismo. A mi juicio,
éste es el problema más evidente, y el más grave. La cultura negra
norteamericana prefiere la mediocridad del hip
hop que cualquier expresión de bellas artes. Se valora más el éxito
deportivo que el éxito académico. Los líderes negros prefieren encasillar a los
buenos estudiantes negros en “estudios sobre negritud”, en vez de alentar
estudios sobre cualquier otra temática. El blanco norteamericano históricamente
impuso al negro la etiqueta de “bruto”, pero ahora el negro parece deleitarse
con ella.
En la
cultura popular negra norteamericana, el cultivo de la intelectualidad es visto
con recelo, pues se considera una traición a la propia identidad negra. Quien
hable en términos académicos, o tenga hondos conocimientos sobre temas
intelectuales, es acusado de “actuar como blanco”, y pretender ser algo ajeno a
su propia raza. En la percepción de la propia cultura negra norteamericana, el
negro no debe ser intelectual, pues va contra su esencia racial.
A mi
juicio, uno de los mayores alentadores de esta lamentable actitud, no fue
propiamente un negro norteamericano, sino un martiniqués, Franz Fanon. En su
nativa Martinica, Fanon quedó encantado con los valores de la civilización
occidental, pues creyó la promesa francesa de que el color de piel es
irrelevante a la hora de valorar a los seres humanos. Así tuvo una formación
intelectual, y se hizo psiquiatra. Pero, cuando Fanon viajó a Francia, se dio
cuenta de la hipocresía occidental. Por más que cultivara su intelecto, Fanon
comprendió que siempre sería despreciado por ser negro.
A partir
de eso, Fanon reprochó a todos aquellos negros que, a su juicio, buscaban
comportarse como blancos. Imbuirse de los valores occidentales, decía Fanon, es
caer presa de la alienación que el colonialismo siempre ha promovido. Fanon
hizo estas denuncias en un libro cuyo título es Piel negra, máscaras blancas. El título resume muy bien su tesis:
son reprochables los negros que traicionan su color de piel, colocándose la
máscara blanca que representa la cultura occidental.
Lo que
Fanon no alcanzó a ver, es que el intelectualismo es precisamente una actitud
procedente de Occidente. En África, no hubo ni universidades, ni grandes
descubrimientos, ni grandes obras filosóficas, ni revolución científica. Al
criticar a los negros que se colocan la máscara blanca, Fanon también implícitamente
acusa de “actuar como blancos” a todo aquel que quiera cultivar su intelecto.
Es comprensible el coraje que Fanon sintió cuando fue despreciado en Francia.
Pero, Fanon fue incapaz de superar ese resentimiento, y como consecuencia,
alentó en muchas poblaciones negras del mundo, el rechazo a Occidente, lo cual
lamentablemente desemboca en anti-intelectualismo.
Afortunadamente,
los negros de Venezuela no han caído presa de estos vicios. Acá no tenemos ni
el separatismo, ni el victimismo, ni el anti-intelectualismo que sí es
rimbombante en la comunidad negra de EE.UU. Pero, la globalización exporta
todo. Y, así como recibimos muchas cosas buenas de EE.UU., también empezamos a
recibir la influencia cultural negra norteamericana que considera que el ser
bueno en matemáticas o geografía es “actuar como blanco”. En los últimos años,
en Venezuela a Frantz Fanon se le han hecho homenajes sin el menor sentido
crítico. Haríamos bien en tener cautela frente a esto.
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