Este año
2016 es olímpico. Disfruto más los mundiales de fútbol, pero supongo que estaré
más o menos pendiente de las competiciones en Río de Janeiro. Uno de los
deportes más interesantes en las olimpíadas es el maratón, y puesto
que hace algunos años yo mismo corría largas distancias, seguramente le
dedicaré algo de atención al maratón de estas olimpíadas.
Como es
sabido, se llama “maratón” a esta competencia, en conmemoración de la batalla
de Maratón, allá por el año 490 antes de nuestra era. Los persas, bajo Darío I,
habían intentado invadir Grecia. Los atenienses, en liga con los plateos,
salieron al encuentro de las fuerzas invasoras, y los vencieron en la localidad
de Maratón. Aquella batalla, muy desigual en fuerzas (diez mil griegos contra
veinticinco mil persas), dejó más de seis mil bajas entre los persas, y apenas
ciento noventa y dos atenienses (según Herodoto, un historiador no siempre
confiable).
Cuenta
también Herodoto que después de la batalla, los atenienses corrieron cuarenta
kilómetros hasta Atenas, para nuevamente defender la ciudad. Las naves persas,
al ver la llegada de los atenienses, decidieron retirarse. En honor a esta
carrera (así como la de un tal Filípides, quien corrió doscientos veinticinco
kilómetros para solicitar ayuda a Esparta), el evento olímpico de carrera a
larga distancia hoy se llama “maratón”.
En
América Latina, hay una estirpe de intelectuales obsesionados con el
nacionalismo, y con la intención de crear nuestra propia identidad, y
deslastrarnos de aquello que ellos llaman el “eurocentrismo”. Debemos
concentrarnos más en la historia de “nuestra América” (el término nacionalista
que empleó Martí, a quien estos intelectuales suelen tener en alta estima), y
dedicar menos atención a la historia europea. Bajo esta ideología, la batalla
de Maratón es realmente irrelevante para nosotros; mucha más importancia tienen
las batallas de los aztecas o los incas.
Yo
discrepo. John Stuart Mill, por ejemplo, célebremente llegó a decir que la
batalla de Maratón tenía más importancia para la historia inglesa, que la
propia batalla de Hastings. Si alguien como Mill pudo comprender la relevancia
de la batalla de Maratón, incluso si no ocurrió en su propio país (en aquella
época, los habitantes de Inglaterra habrían sido meros bárbaros para los
griegos), ¿por qué no podemos nosotros los latinoamericanos aceptar que, aun si
no ocurrió en nuestro continente, esta batalla ha sido muy importante en
nuestra historia?
La
importancia de la batalla de Maratón está en que vino a representar la
confrontación de dos grandes modelos de civilización. El persa, místico y
despótico; el griego, racionalista y democrático. Ciertamente, desde un primer
momento, los griegos distorsionaron a los persas, representándolos
caricaturescamente, a fin de promover una propaganda nacionalista en su contra,
siempre necesaria para aupar a la opinión pública en tiempos de conflicto. Esta
distorsión ha perdurado hasta el día de hoy, en películas como 300. Hay incluso quien se queja de que,
los actuales temores frente al poder nuclear iraní, obedecen a todo ese legado
de distorsión que, ya desde los griegos, Occidente ha representado en torno a
Irán.
Pero,
muchas veces, los críticos de Occidente se exceden. El crítico
palestino-norteamericano Edward Said, por ejemplo, incesantemente atacó a la
civilización occidental por los estereotipos que se formó de sociedades
orientales. Uno de los análisis de Said trataba sobre Esquilo y Los persas. Según Said, Esquilo degrada
a los persas en esa tragedia, e incluso, sugiere Said, Esquilo se burla de la
derrota persa en la batalla de Salamina. Pero, francamente, una lectura más
sensata de Los persas revela a un
Esquilo que, si bien puede guiarse por algunos estereotipos, rinde homenaje a
los persas (algo difícil de hacer, pues el mismo Esquilo estuvo en la batalla de
Salamina). Algo parecido puede decirse de Herodoto: sí, aquí y allá, hay
algunas distorsiones y estereotipos, pero a diferencia del etnocentrismo de
muchas otras civilizaciones que no tienen el menor interés en saber qué hay más
allá de sus fronteras, Herodoto se esfuerza en presentar los modos de vida de
otras culturas, y lo mismo que Esquilo, suele hacerlo con un espíritu de
homenaje a los otros pueblos.
Además,
hay algo muy importante que gente como Edward Said suele perder de vista. Said
siempre criticó la forma en que los autores occidentales distorsionaban a las
culturas orientales, pues según Said, estos autores estaban al servicio de
poderes imperiales que necesitaban cultivar en la opinión pública una imagen caricaturesca
de Oriente, a fin de justificar sus empresas militares imperialistas. Esto, en
efecto, fue muchas veces así entre los orientalistas europeos del siglo XIX, la
época de la mayor expansión colonialista europea. Pero, Said y otros pierden de
vista que, tanto en la batalla de Maratón como en la de Salamina, los persas
eran los agresores imperialistas, y los griegos eran los nativos que resistían
al invasor. Si hemos de defender a los oprimidos frente a los opresores, los
invadidos frente a los invasores, conmemoremos la batalla de Maratón, y
considerémonos afortunados de que los persas no lograron sus objetivos. Así,
cuando este año veamos llegar a los corredores a la meta final en Río de
Janeiro, tengamos presente que esto es la conmemoración de un evento muy
importante en nuestra civilización.
No hay comentarios:
Publicar un comentario