Querida
Belén:
Entiendo la mortificación por la que
estás atravesando. Yo también he perdido las llaves de mi casa en alguna
ocasión. Parecerá trivial, pero no lo es. Los seres humanos nos angustiamos con
estas cosas. Hay personas que tratan de romper hechizos para encontrar objetos
perdidos, pero yo no creo que eso sirva de mucho. Sé que has hecho un gran
esfuerzo mental en tratar de recordar dónde estaban tus llaves, pero con todo,
sigues sin conseguirlas.
Para ocasiones como ésta, quizás
puedas intentar la hipnosis. Seguramente has visto este tipo de cosas en el
circo o la televisión. El hipnotista llama a una persona al escenario. La
persona se sienta, y el hipnotista le indica que se concentre mirando un punto
en particular. El hipnotista le empieza a hablar muy suavemente para que se
relaje, y al cabo de poco tiempo, la persona repentinamente cambia su conducta.
Pasa a ser mucho más dócil. El hipnotista empieza a dar órdenes, y la persona
las cumple: puede ser ladrar como un perro, saltar, caminar… Un truco que los
hipnotistas disfrutan mucho haciendo, es acostar a los hipnotizados con su
cabeza reposando sobre una silla, y sus pies reposando sobre otra. Esta
posición es muy incómoda, pero el hipnotizado la asume sin queja.
Ciertamente, como espectáculo, la
hipnosis viene muy bien. Pero, ¿puede servir para algo más? Según parece, sí.
Podría servir para acceder a memorias que, en un estado mental normal, no
llegarías a ellas. Así, quizás en estado consciente no recuerdes dónde dejaste
las llaves, pero si alguien te hipnotiza, el recuerdo del lugar preciso donde
dejaste las llevas podría venir a tu mente. Con todo, Belén, la hipnosis no es
una solución mágica para los problemas de memoria. En torno a la hipnosis se
dicen muchas tonterías, y quiero advertirte sobre ello. De hecho, la hipnosis
puede resultar peligrosa.
El buen rollo de la hipótesis no es
nuevo. Ya desde la Antigüedad aparentemente había gente que atravesaba trances,
y podemos presumir que esos estados mentales eran muy parecidos a la hipnosis.
Pero, la hipnosis vino a ser propiamente identificada a finales del siglo XVIII,
con un médico alemán, Franz Mesmer. Mesmer pensaba que todos los seres vivos
tienen una extraña energía magnética, y él opinaba que tocando a sus pacientes
con un imán, o con sus propias manos, él podía alterar el flujo magnético en
sus cuerpos, y así, curarlos.
Sorprendentemente, Mesmer sí curaba
a muchas personas. Pero, el rey francés de aquella época, Luis XVI (el mismo al
cual le cortaron la cabeza en la revolución) era escéptico de esta cuestión, y
pidió a varios científicos que investigaran más a fondo los alegatos de Mesmer.
Los científicos descubrieron que, en efecto, Mesmer lograba curar a mucha
gente, pero no debido a un misterioso flujo magnético. Sencillamente, Mesmer
lograba ejercer una influencia psicológica sobre sus pacientes, al punto de que
se sometían a lo que él les decía, llegando a un estado de trance. Y, cuando
les ordenaba que se mejoraran en salud, así lo hacían.
Con todo, nadie sabe bien cómo
funciona la hipnosis. Es posible que sea un estado alterado de conciencia. Eso
quiere decir que, cuando alguien está hipnotizado, su cerebro funciona distinto
de cuando esa misma persona está despierta y alerta. La palabra hipnosis viene de Hipnos, el dios griego
del sueño. Pero, no es del todo cierto que la hipnosis sea como estar dormido.
¿Recuerdas, cuando te escribía sobre los sueños, que mientras duermes, tu
cerebro atraviesa varias fases con distintas ondas? Eso no ocurre propiamente
en la hipnosis.
Algunos psicólogos piensan que la
hipnosis es más bien una forma de disociación. Una disociación ocurre cuando
una realidad es muy dura, y nuestra mente trata de separarse de esa realidad,
creando un estado mental alterno. Uno de esos psicólogos, Ernest Hilgard, hizo
unos experimentos famosos tratando de demostrar esto. Hilgard hipnotizaba a
varias personas. En uno de esos casos, pidió a un hipnotizado colocar su mano
en agua muy fría. Cuando le preguntaba al hipnotizado si sentía dolor,
respondía que no. Pero, Hilgard le decía al hipnotizado que, si sentía dolor, con
la otra mano presionara un botón. El hipnotizado, aun habiendo dicho
expresamente que no sentía dolor, presionaba el botón. La conclusión de
Hilgard, pues, era que el hipnotizado disociaba: conservaba alguna sensación al
dolor y la comunicaba con la otra mano, pero al mismo tiempo, lograba
desvincularse de esa experiencia dolorosa, y reportaba oralmente que no sentía
dolor.
Este extraño fenómeno ha interesado
a los médicos. Un médico puede usar la hipnosis para que, a través de la
disociación, los pacientes toleren más el dolor. De hecho, ya desde el siglo
XIX, los médicos usaban la hipnosis para operar a pacientes sin anestesia. Esto
hoy sería una atrocidad; la anestesia no es así de milagrosa. Pero, sí es
cierto que la hipnosis puede ayudar al anestesiólogo a aplicar dosis más
pequeñas de anestesia, de forma tal que la recuperación sea más rápida.
Lamentablemente, esto no aplica a
todos por igual. Hay algunas personas que son más susceptibles de ser
hipnotizadas que otras. Ten presente, Belén, que la hipnosis es fundamentalmente
un estado mental de relajación, durante el cual el hipnotizado sigue las
órdenes del hipnotista. La clave acá es la sugestión.
En cierto sentido, el hipnotizado debe rendirse ante el poder del hipnotista.
Si una persona no es sugestionable, no puede ser hipnotizada. Si una persona no
confía en los demás, o tiene cierta dificultad en dejarse influir o en
obedecer, la hipnosis no funcionará. No te sorprenderá saber que, a medida que
envejeces, más difícil se hace hipnotizarte. Los niños son mucho más sugestionables
que los adultos, y por eso es más fácil manipularlos.
A veces, algunas personas tienen
temor de que, repentinamente, algún criminal los secuestre, los hipnotice, y
los controle. Tal cosa sí puede ocurrir con algunas drogas, pero no con la hipnosis.
Nadie puede ser hipnotizado contra su voluntad. Y, aun siendo hipnotizada, no
harás algo que nunca harías mientras estás completamente alerta. Cuando un
hipnotista en un circo ordena a alguien a ladrar como un perro, y el
hipnotizado accede, muy probablemente esa persona no tendría mayor problema en
ladrar mientras está en un estado mental normal. Si, en cambio, el hipnotista
le pide que se quite la ropa frente a la audiencia, el hipnotizado no lo hará
(pues, casi nadie hace haría eso mientras está alerta). La sugestión no puede
inducir a nadie a hacer cosas que son muy contrarias a sus convicciones.
Un hecho muy extraño (y quizás
perturbador), es que cuando una persona sí es hipnotizada, la sugestión no
necesariamente ocurre durante la hipnosis. Puede ocurrir incluso después del trance. Por ejemplo, el
hipnotista puede ordenar al hipnotizado que, cuando suene un teléfono después
del fin de la sesión de hipnosis, se levante y abra la ventana. Supongamos que
la sesión termina, y el teléfono suena. En ese caso, la persona, ya no
hipnotizada, se levantaría e iría a abrir la ventana.
Insólitamente, cuando a esa persona
se le pregunta por qué abrió la ventana, la persona respondería que la abrió
porque hacía calor, o porque sencillamente quería aire fresco. Nadie conserva
memorias de la hipnosis cuando se regresa al estado mental normal, pero la
sugestión puede persistir aún después de la hipnosis, sin que la persona esté
consciente de ello. Quizás este aspecto de la hipnosis te parezca peligroso,
pero recuerda que, aun con la sugestión de la hipnosis, nadie hará algo que va
en contra de sus propias convicciones.
En todo caso, aún si sí quieres ser hipnotizada, eso no
es garantía de que podrás serlo. La persona hipnotizada debe también tener
algunos rasgos psicológicos muy particulares. Las personas más hipnotizables
suelen tener más inclinación a pensamientos fantasiosos, y son más proclives a
tener alucinaciones. También es necesario tener una buena capacidad de
concentración, empatía, y sobre todo, privilegio de las emociones por encima de
los pensamientos racionales.
Ha habido varios psicólogos que han
formulado escalas para medir cuán hipnotizable es una persona. Se usan varios
criterios, pero un psiquiatra, Herbert Spiegel, propuso un criterio muy
singular: cuando mueves los ojos hacia arriba, mientras más blancos se vean,
más hipnotizable eres. Sorprendentemente, este criterio es bastante certero a
la hora de predecir quién es hipnotizable y quién no. Los psicólogos calculan
que 10% de las personas son fácilmente hipnotizables, 10% son imposibles de
hipnotizar, y 80% pueden ser hipnotizadas, pero con esfuerzos.
Además de la disociación para
tolerar más el dolor, la hipnosis puede servir también para sugestionar a la
persona a favor de algunas conductas deseables. Los psiquiatras la han usado
satisfactoriamente con pacientes que quieren dejar de fumar o comer en exceso.
En sus sesiones, hipnotizan a los pacientes, les ordenan que dejen de fumar o
de comer excesivamente, y a la larga, los pacientes logran sus objetivos. Pero,
nunca podremos estar seguros si estos resultados proceden de la hipnosis
propiamente, o más bien, de la mera expectativa que el paciente se ha creado en
torno a la hipnosis.
Recuerda, Belén, que así como hay
enfermedades psicosomáticas, hay también remedios psicosomáticos. El famoso
efecto placebo es uno de ellos: el
creer que una píldora te puede curar, puede aumentar significativamente las
probabilidades de que te curarás. Pues bien, quizás la hipnosis es
sencillamente una forma de placebo para adelgazar, dejar de fumar, o cualquier
otra conducta positiva para la cual se use. En fin, sea a través de la hipnosis
o a través del placebo, en ambos casos, opera la sugestión.
Con todo, la hipnosis puede ser
peligrosa. Te decía al inicio de esta carta, que si no logras recordar dónde
dejaste tus llaves, quizás estando hipnotizada sí podrías recordar. Es
indiscutible que este tipo de cosas sí pueden ocurrir durante la hipnosis. Ha
habido muchos casos policiales que se han resuelto satisfactoriamente, porque
algún testigo que inicialmente no recordaba algún detalle, logró recordarlo
gracias a la hipnosis. Pero, así como la hipnosis sirve para recordar muchas
cosas, puede también crear memorias falsas.
Recuerda que lo más importante en la
hipnosis es la sugestión; es precisamente por eso que nadie puede ser
hipnotizado en su contra. Y en la sugestión, básicamente te dejas influir por
lo que otra persona te sugiera. Por eso, durante la hipnosis, es relativamente
fácil para un hipnotista inducir falsos recuerdos en la persona hipnotizada. El
hipnotista podría preguntar algo así como “¿recuerdas cuando te ocurrió tal
cosa?”, y el hipnotizado cae en esa sugestión, elaborando un recuerdo que
originalmente no estaba ahí. Puede ser que incluso el hipnotista no tenga la
mala intención de generar los falsos recuerdos, pero inadvertidamente puede
hacer preguntas inducidas.
En la década de 1980 en EE.UU., hubo
una enorme cantidad de casos de personas que alegaban haber sido abusadas
sexualmente durante sus infancias. Estas personas no tenían ningún recuerdo de
esas experiencias. Pero, cuando iban a hipnosis, repentinamente recordaban esas
supuestas experiencias, y acusaban a sus supuestos abusadores.
Al principio, la policía se tomó
estas acusaciones muy en serio. Pues, en tanto ha habido muchas ocasiones en
las cuales la hipnosis ha servido para resolver casos policiales
satisfactoriamente, se presumía que, cuando se trataba de abusos sexuales, la
hipnosis también ayudaba a recuperar recuerdos. Pero, a medida que las
autoridades policiales fueron investigando estas cosas más a fondo, se daban
cuenta de que había mucha fantasía.
Mucha gente alegaba, por ejemplo,
que en sus infancias, los llevaban a participar en extraños ritos satánicos.
Los colocaban en pocetas, y a través del ducto de la cañería, llegaban a
sótanos donde ocurrían esos ritos. Ahí, se mataban a bebés y se bebía su
sangre. Otras personas alegaban que, cuando sus padres los dejaban en las
guarderías, los maestros los llevaban en helicóptero a otros lugares,
participaban en ritos satánicos, y ya en la tarde regresaban a la guardería.
Al final, más allá de los recuerdos
obtenidos en sesiones de hipnosis, no hubo ninguna prueba de los supuestos
abusos sexuales a niños. A partir de entonces, las autoridades policiales
tuvieron más cautela, y comprendieron que la hipnosis no es del todo confiable
para recuperar recuerdos. Hoy, la mayor parte de los sistemas legales en el
mundo no aceptan como evidencia los testimonios obtenidos a través de la
hipnosis.
Además del problema de acusar
injustamente a personas inocentes, el peligro de la hipnosis es que, al inducir
falsos recuerdos en el hipnotizado, éstos eventualmente pueden volverse muy
vívidos en la mente de la persona, al punto de que puede perder la noción de
que esos recuerdos se obtuvieron en una sesión de hipnosis. Supongamos que un
paciente tuvo una infancia feliz. Ya como adulto, va a sesiones de hipnosis, y
el hipnotista hace preguntas inducidas (sin necesariamente mala intención) que
siembran en el hipnotizado falsos recuerdos de una infancia con abusos
sexuales. Pues bien, aun si esa persona nunca fue abusada sexualmente, estará
muy convencida de que sí lo fue, y a partir de entonces, sus falsos recuerdos
serán muy vívidos.
Ya sabes que no tengo simpatías por
Freud, el gran gurú del psicoanálisis. No quiero ser demasiado duro con él,
pero me temo que, en parte, sus ideas contribuyeron a que se formaran nociones
muy erróneas sobre los recuerdos de la infancia. Freud decía que si una
experiencia es muy traumática en la infancia, la mente reprime su recuerdo, y
lo almacena en el inconsciente. Supuestamente, los problemas psicológicos de la
edad adulta se deben a esas experiencias reprimidas de la infancia. Quizás, en
algunos casos, Freud sí tuvo razón. Pero, eso propició la idea de que todos tenemos recuerdos reprimidos en el
inconsciente, y que por ende, cuando alguien en estado hipnótico los recuerda,
reflejan un acontecimiento real. Lamentablemente, no es así.
Hay algunos psicólogos y psiquiatras
que, muy tristemente, opinan que además de los traumas de la infancia, los
problemas psicológicos se deben a traumas en vidas pasadas. Y, para poder recordar esos traumas, es necesaria la
hipnosis. Como supondrás, estos psicólogos y psiquiatras creen en la
reencarnación. Algunos han dicho, por ejemplo, que si un hombre sufre de la
disforia de género (¿lo recuerdas?, es cuando una persona no se siente acorde a
su identidad de género), es porque en su vida pasada, fue mujer. El tratamiento
para la disforia de género, entonces, sería la hipnosis, pues así se accederían
a las memorias de la vida pasada, y así, se haría terapia a partir de esas
experiencias.
Tonterías. No hay ningún dato
científico a favor de la reencarnación. Éstas son nociones religiosas, que a
decir verdad, ningún científico debería tomarse en serio. Pero, de nuevo, el
peligro de todo esto es que, en la hipnosis, el hipnotista puede inducir al
hipnotizado a creer que sus vidas pasadas fueron traumáticas, y como
consecuencia, la persona puede quedar traumatizada con eventos que, en
realidad, nunca ha vivido.
Ocurre algo parecido con los
extraterrestres. Seguramente has visto en la tele algunas personas que alegan
haber sido abducidos por marcianos, y en las naves espaciales, les hacen
experimentos muy desagradables (por alguna extraña razón, muchas de estas
personas alegan que les introducen agujas en el ano). En muchos casos, estos
recuerdos no proceden de alucinaciones, sino de memorias adquiridas a través de
la hipnosis. De nuevo, es posible que el hipnotista, sin siquiera percatarse,
induzca estos recuerdos con preguntas tendenciosas.
Sea como sea, Belén, hay algunos
psicólogos muy serios que ni siquiera están convencidos de que la hipnosis sea
verdaderamente un estado alterado de conciencia. Quizás sea más bien una forma
de teatralidad. Sin duda, sobre todo en las sesiones de hipnosis en circos y
espectáculos, hay gente que finge estar hipnotizada, cuando en realidad no lo
está. Curiosamente, los hipnotistas nunca pueden estar seguros si la persona
supuestamente hipnotizada, en realidad lo está.
Pero, incluso sin deliberadamente
fingir el estado hipnótico, puede aún tratarse de un rol teatral, y no
propiamente de un estado alterado de conciencia. Nicholas Spanos, un psicólogo
que estudió muy cuidadosamente esta cuestión, decía que la hipnosis funciona
más bien sobre la base de una expectativa social. Si el hipnotizado es
sugestionable, y piensa que de él se espera que se cumpla un rol, entonces
cumplirá ese rol, sin necesariamente alterar su estado de conciencia. En uno de
sus estudios, Spanos informó a unos individuos en estado consciente que, al ser
hipnotizados, sus brazos se volverían más rígidos. Pues bien, cuando esos
individuos fueron hipnotizados, sus brazos se volvieron más rígidos. En cambio,
aquellos individuos a quienes no se les dijo que sus brazos se harían más
rígidos, no tuvieron brazos rígidos una vez que fueron hipnotizados.
Obviamente, se trata más de expectativa social que de verdadero estado alterado
de conciencia.
En opinión de Spanos, la hipnosis sería algo parecido a
la posesión demoníaca y los exorcismos. ¿Realmente un demonio se apodera de una
muchacha y la obliga a gritar profanidades y masturbarse con un crucifijo? Por
supuesto que no. La muchacha seguramente procede de una cultura católica, donde
hay la expectativa de estas cosas. Y, cuando otros sugieren que ella está
poseída por un demonio, ella va con el flujo de la expectativa, y cumple ese
rol. Recuerda, no obstante, que la muchacha necesita ser sugestionable. Pues
bien, así como esa muchacha cumple el rol sin estar realmente poseída, los
supuestos hipnotizados cumplen con el rol de la hipnosis, sin tener
necesariamente un estado alterado de conciencia.
Como
ves, Belén, en torno a la hipnosis hay aún algunas cosas misteriosas. Yo no
creo que tú seas el tipo de persona que es fácilmente hipnotizable. Pero, aun
en el caso de que lo fueras, no te aconsejaría ir a una sesión de hipnosis,
pues debo recordarte que la hipnosis tiene sus riesgos. Si acaso, la hipnosis puede
servir para problemas más serios, pero una cosa tan trivial como recordar el
lugar donde dejaste llaves, no amerita una sesión hipnótica. Sé que te
mortifica un poco no encontrar las llaves, pero estoy seguro de que, con
paciencia, darás con ellas. O, puedes rezarle a san Pascual Bailón. No pienses
que yo de verdad creo que hay un santo que mágicamente hará que aparezcan las
llaves; pero sí es posible que, rezándole a ese santo, te relajes, y así tu
cerebro funcione mejor tratando de recordar dónde las dejaste. Se despide, tu
amigo Gabriel.
Muy interesante! Saludos gabriel
ResponderEliminarGracias Víctor, un saludo!
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