Querida Belén:
¡Vaya historia la que
me has contado sobre tu amiga Ramona! Yo sabía que ella era adoptada, pero
jamás imaginé que tuviera una hermana gemela. Me da gusto saber que ahora, ya
como adultas, se han conocido.
Te diré que no es tan
extraño que, cuando dos gemelos separados al nacer se encuentran, descubren que
tienen muchas cosas en común. Ha habido muchísimos casos así, sobre todo cuando
se trata de gemelos unicigóticos. En ocasiones, una mujer puede producir dos
óvulos, que son fecundados por dos espermatozoides distintos. En esos casos, se
diría que son gemelos no idénticos, o bicigóticos (porque vienen de dos cigotos
distintos). Pero, en otras ocasiones, una mujer puede producir un óvulo que es
fecundado por un solo espermatozoide, pero al dividirse, genera dos embriones.
De este proceso, nacen dos niños. A ésos se les llama gemelos unicigóticos
(porque originalmente vienen de un solo cigoto). Ramona es una de ese tipo de
gemelos.
A un psicólogo de
inicios del siglo XX, Francis Galton, le interesó mucho estudiar los gemelos.
Él se propuso investigar las semejanzas entre gemelos, y encontró muchas. Desde
entonces, los psicólogos han hecho muchísimos estudios sobre la conducta de los
gemelos. A ellos les da curiosidad saber cómo una persona como Ramona, aun sin
jamás haber conocido a su hermana gemela, puede parecerse tanto en su
personalidad.
Cuando se trata de la
conducta, los gemelos unicigóticos se parecen más entre sí que los gemelos
bicigóticos. Esto no sorprende. Los gemelos unicigóticos tienen exactamente los
mismos genes. En cambio, los gemelos bicigóticos comparten genes, pero no más
que con cualquier hermano que haya nacido en otro parto. Los genes son algo así
como un conjunto de letras que todos llevamos en nuestras células desde el
propio momento de la concepción (las heredamos de nuestros padres cuando el
espermatozoide se une con el óvulo), y que sirven como códigos para determinar
o condicionar muchas de nuestras características.
Algunas de nuestras
conductas son genéticas. Esas conductas son instintivas: no necesitamos que
nadie nos las enseñe, porque ya nacemos con ellas. Pero, muchas otras son
aprendidas. Es difícil precisar cuáles conductas están en los genes, y cuáles
conductas son más bien aprendidas. Los psicólogos llevan años discutiendo si la
conducta está más regida por la naturaleza o la crianza. A decir verdad, la
mayoría de nuestras conductas surgen de una combinación de los genes y el
ambiente. Los genes pueden predisponernos a hacer ciertas cosas, pero la
crianza las refuerza.
Cuando los psicólogos
se encuentran con casos como los de Ramona, eso es una magnífica oportunidad
para tratar de formarse una idea de cuáles conductas están en los genes, y
cuáles no. Si, supongamos, Ramona y su hermana son ambas zurdas, aún sin
haberse criado juntas o siquiera haberse conocido, entonces eso es motivo para
pensar que el ser zurdo seguramente tiene una firme base genética. Además, si
en algunos rasgos de la conducta, dos gemelos monocigóticos se parecen más que
dos gemelos bicigóticos, entonces eso también es evidencia de que esa conducta
tiene una base genética.
Los psicólogos llevan
décadas estudiando a los gemelos, y han encontrado que muchos rasgos tienen
bases genéticas, aunque por supuesto, algunos en mayor grado que otros. La
orientación sexual, la agresividad, algunas emociones, varias enfermedades
mentales, y el nivel de inteligencia, tienen bases genéticas. Además, los
antropólogos han descubierto que muchas conductas son universales en la especie
humana, incluso en casos de culturas que han estado aisladas. Eso, de nuevo, es
evidencia de que esas conductas tienen bases en los genes.
Además de estos
estudios, para entender mejor cuáles conductas tienen bases genéticas, los
psicólogos también se imaginan cómo era la vida de nuestros ancestros en la
sabana africana. Muchos de los genes que condicionan nuestras conductas,
reflejan aquellas circunstancias. Aquellos individuos que tuvieran genes para
conductas que no les permitieran sobrevivir en aquellas condiciones, morían sin
dejar descendencia, y así, esos genes no se pasaban a la siguiente generación. Así
pues, nosotros llevamos genes para conductas que permitían a nuestros ancestros
sobrevivir en la sabana africana.
Ten presente, Belén,
que la especie humana se originó en la sabana africana hace más o menos
doscientos mil años. La vida en aquel entonces era muy distinta a la actual.
Nosotros ahora vivimos en grandes ciudades, pero apenas llevamos viviendo en
ambientes como éstos, tres o cuatro siglos. Y, esa disparidad entre el ambiente
en el cual evolucionamos como especie, y el ambiente en el cual vivimos
actualmente, hace que, muchas veces, nuestras conductas genéticas no se
correspondan bien con nuestras actuales condiciones.
Piensa, por ejemplo,
en la comida. ¿Te gustan las golosinas, los donuts, los helados, los chocolates,
y demás delicias? ¡A mí me encantan! Con todo, como seguramente sabes, estas
comidas no son muy saludables. ¿Por qué nos gusta tanto lo poco saludable? Te
aseguro que no son tentaciones del demonio. Seguramente tenemos genes que hacen
que nos gusten tanto estas comidas.
En la sabana
africana, nuestros ancestros tenían que buscar comida, y era muy fácil morir de
hambre. Las comidas dulces tienen muchas calorías. Así pues, a quien le gustara
el sabor dulce, tenía más probabilidades de sobrevivir la hambruna, porque
consumía más calorías. En cambio, a quien no le gustara lo dulce, consumía
menos calorías, y moría. De ese modo, el gen que determina el gusto por lo
dulce se pasa a la siguiente generación, mientras que el gen que determina la
repulsión por lo dulce, muere con la persona.
El problema, por
supuesto, es que a diferencia de lo que ocurría en la sabana africana, nuestra
sociedad tiene la capacidad de producir calorías excesivamente, y eso hace que
los genes que en aquella época nos salvaban la vida, ahora sean una amenaza.
Pues, seguimos teniendo el gusto por lo dulce, y al consumir ahora
excesivamente calorías, nos enfermamos.
Un aspecto genético
de la conducta que a los psicólogos les interesa mucho estudiar, es el
altruismo. ¿Por qué a veces somos muy caritativos, y otras veces somos muy
egoístas? De nuevo, la respuesta tiene que ver con cómo los genes se pueden
pasar a la siguiente generación. Si una persona es muy altruista y siempre se
sacrifica por los demás, al final, los otros se terminarán aprovechando de él. Y
así, el altruista a la larga sobrevivirá en menor proporción que el
aprovechador. Charles Darwin, el biólogo del siglo XIX que describió cómo
ocurre la evolución, decía que, en la naturaleza, existe una lucha por la supervivencia. Quien tenga genes
para ser altruista no vencerá en esa lucha por la supervivencia. A la larga, esos
genes desaparecen, pues no permiten sobrevivir.
Pero, es indiscutible
que en el mundo hay personas altruistas. ¿Cómo, entonces, se pudieron preservar
los genes que determinan la conducta altruista? El propio Darwin se planteó
este problema muchas veces, y nunca lo pudo resolver. Pero, si lo piensas,
Belén, no es tan difícil. No siempre el ayudar a otros hace que los demás se
aprovechen de nosotros. Si ayudamos a los otros, eso a la larga puede hacer que
los demás también nos ayuden a nosotros. Y, en ese sentido, el altruismo es muy
ventajoso. Pero, por supuesto, es sólo ventajoso si el altruismo es recíproco.
En la sabana africana, nuestros ancestros necesitaban ayuda. Nadie era capaz de
sobrevivir por cuenta propia. Y así, si alguien tenía genes que promovían una
conducta caritativa con los demás, eso podría aumentar sus probabilidades de
sobrevivir, y pasar esos genes a la siguiente generación.
Mucha gente se
pregunta si el altruismo realmente existe. No te negaré que, en el mundo, hay
personas genuinamente desinteresadas, que hacen el bien a los demás sin esperar
nada a cambio. Pero, francamente, son la minoría. En el altruismo, suele haber
un interés propio. Rasco tu espalda, pero siempre con la expectativa de que, en
un futuro, tú también rascarás la mía.
Con todo, no toda
forma de altruismo es recíproca. En efecto, como te digo, hay personas que son
caritativas, sin esperar nada a cambio. Tú misma, Belén, eres caritativa con tu
hermana Victoria, sin necesariamente esperar que ella te devuelva el favor. Pero,
ahí está la clave: el altruismo no recíproco ocurre mucho más entre parientes. Si
te sacrificas por un extraño, y ese extraño nunca te devuelve el favor,
entonces eso te coloca en una desventaja para pasar tus genes a la siguiente
generación. Pero, si te sacrificas por un pariente y ese pariente nunca te
devuelve el favor, eso todavía puede seguir siendo una ventaja para pasar tus
genes a la siguiente generación.
Pues al sacrificarte
por un pariente, puede ser que tú misma no pases tus genes a la siguiente
generación. Pero, tu pariente sí lo hará. Tu pariente comparte contigo muchos
genes, de forma tal que, en cierto sentido, tu pariente se encargará de
transmitir tus propios genes. Así pues, los genes que determinan ser altruista
hacia los parientes siguen presentes en la siguiente generación.
Los psicólogos han
corroborado esto en muchas ocasiones. Por regla general, cuanto más cercana sea
una persona en una relación de parentesco, más altruista somos hacia ella. Seguramente
tú serás más altruista hacia tu hermana Victoria, que hacia tu primo Joaquín. Pero,
a la vez, tú serás más altruista hacia Joaquín, que hacia cualquier otro chico
de tu colegio, que no sea parte de tu familia.
Incluso, esta
diferencia se nota en el trato a los hijastros. ¿Recuerdas la historia de la
Cenicienta? La madrastra trataba muy mal a la pobre Cenicienta. Pues bien, no
es muy común que los padrastros maltraten a los hijastros. Pero, sigue siendo
cierto que un niño tiene muchas más probabilidades de ser maltratado si vive
con su padrastro, que si vive con su padre biológico. En otros animales, esto
ocurre a lo bestia. Por ejemplo, cuando un león conforma un harén y toma a
varias leonas, mata a las crías que no son suyas, y se encarga de cuidar a las
que sí son suyas. Desde un punto de vista genético, tiene sentido. El león
elimina a quienes no llevan sus genes, y favorece a quienes sí llevan sus
genes.
Así pues, Belén, los
genes que llevamos son aquellos que permitieron a nuestros ancestros, o bien
sobrevivir, o bien pasar esos propios genes a la siguiente generación. Y, en
ese sentido, muchas de nuestras conductas sexuales tienen también firmes bases
genéticas.
¿Por qué me gustan
las mujeres con nalgas protuberantes? No creo que haya sido porque mis padres
me llevaron al Museo del Prado a ver Las
tres gracias (una pintura de Rubens, que muestra a tres mujeres con sendas
nalgas) cuando era niño. Seguramente tengo genes que condicionan mi gusto por
las nalgonas. Las mujeres nalgonas suelen ser más fértiles que las mujeres con
el culo como una tabla lisa. Así, quien tuviera genes para el gusto por la
nalgona y se apareara con ella, tendría más hijos que quien tuviera genes para
el gusto por el culo como una tabla lisa. Naturalmente, pues, los genes para el
gusto por las nalgonas se transmiten más, y eso hace que hoy los hombres
tengamos esos genes.
La mayoría de los
rasgos en las mujeres que los hombres encontramos muy sexy, tienen una relación
con la fertilidad: labios rojos e hinchados, cabello radiante, senos
levantados, cintura proporcionalmente más pequeña que la cadera, etc. Nuestro
gusto por todo eso tiene una base genética, por el mismo mecanismo que te acabo
de explicar. Por supuesto, cuando una mujer se coloca labial, eso no hace que
aumente su fertilidad. Pero, nuestro cerebro, al ver el labio más rojo de lo
normal, interpreta que la mujer está en período fértil, y eso hace que
inconscientemente sintamos atracción por ella.
Hay hombres más
promiscuos que otros. Pero, por regla general, los hombres tienen una
inclinación a desear tener sexo con más de una mujer. De nuevo, piensa en la
sabana africana. El hombre con genes que codifican gusto por una sola mujer,
tuvo menos hijos que el hombre con genes que codifican el gusto por varias
mujeres a la vez. El promiscuo, al tener sexo con más mujeres, tiene más hijos,
y de ese modo, los genes de la promiscuidad se transmiten más fácilmente a la
siguiente generación.
Pero, lo mismo no
aplica a las mujeres. Las mujeres más promiscuas no necesariamente pasan sus
genes más fácilmente. Pues, una vez que queda embarazada, una mujer no podrá
tener hijos adicionales si copula con varios hombres más. Pero, en vista de que
la promiscuidad no resulta ventajosa para pasar genes a la siguiente
generación, quizás hay otras formas de hacerlo. En vez de tener genes para la
promiscuidad, las mujeres tienen genes para ser más selectivas a la hora de
elegir compañeros sexuales.
Puesto que el hombre
tiene un período de fertilidad más prolongado, la mujer no busca tanto en el
hombre señas de juventud y fertilidad (como sí lo hace el hombre al seleccionar
a la mujer), sino más bien, señas de prestigio y poder económico. Pues, con
crías vulnerables, como las humanas, se necesitan más recursos. Así, la mujer
está dispuesta a aparearse, pero exige al hombre que provea recursos; de esa
manera, esos recursos servirán para proteger a las crías, y así, éstas tendrán
más chance de sobrevivir, permitiendo a la mujer divulgar más sus genes.
Es por eso común ver a
hombres mayores y adinerados, con mujeres bellas y jóvenes. El hombre se siente
más atraído por los signos de fertilidad, y éstos tienen una íntima relación
con la juventud y lo que consideramos bello en una mujer. La mujer, en cambio, se
siente más atraída por el poder y los recursos acumulados.
También es cierto que
los hombres tienen más genes para ser celosos. El hombre nunca puede estar
completamente seguro si, al esperar un hijo, es realmente suyo. Siempre es
posible que la mujer le haya sido infiel. Por eso, los hombres celosos pasan
sus genes con más frecuencia que los no celosos. Al ser posesivo con la mujer, el
hombre celoso se asegura de que ella sólo tiene sexo con él, y el hijo que
esperan realmente lleve sus genes. Al hombre no le interesa tanto la fidelidad
romántica. Lo que realmente le hiere es la infidelidad sexual, pues a fin de
cuentas, eso es lo que perjudica sus posibilidades de pasar sus genes.
La mujer, en cambio,
siempre puede estar segura de que el hijo que espera es suyo. Por esa razón, el
ser celosa no es tan ventajoso para pasar sus genes. Con todo, las mujeres
pueden sentir celos, pero de otro tipo. Recuerda que la mujer se fija
especialmente en un hombre que sea capaz de ofrecer recursos, porque los
necesita para proteger a su cría. Y, sus celos precisamente tienen que ver con
esto. La mujer no se molesta tanto cuando el hombre tiene sexo con otras
mujeres. Pero, sí se altera mucho más cuando se entera de que el hombre tiene
un apego romántico con otra mujer, pues a la larga, ese apego romántico implica
una pérdida de recursos.
En muchos casos, la
violencia doméstica está asociada con los celos. ¿Por qué es más común que el
hombre dé palizas a la mujer, y no al contrario? Quizás los hombres sean más
intrínsecamente violentos. Pero, también tiene mucho que ver el hecho de que el
hombre es más celoso. La mayor parte de las veces, el maltrato surge como
consecuencia de que el hombre sospecha (por lo general, sin evidencia) que la
mujer le es infiel. Y, si el hombre sospecha de algún amante en particular, hay
también riesgo de que intente agredirlo.
Estas cosas pueden
parecerte muy exageradas. Quizás pienses que todo esto describe a Otelo (ya sabes, la famosa obra teatral
de Shakespeare sobre un moro que se obsesiona con los celos, y termina matando
a su esposa), pero no a la vida real. Pero, lamentablemente, estas cosas son
más frecuentes de lo que puedes creer. Unos psicólogos, Martin Daly y Margo Wilson,
escribieron un famoso libro sobre las estadísticas de asesinatos. Ellos descubrieron
que los crímenes por celos son muchísimos más comunes que otros tipos de asesinatos.
Y, también es cierto,
Belén, que los hombres tienen alguna propensión a violar mujeres. Hay algunos
psicólogos que opinan que la violación en realidad no tiene nada que ver con el
sexo. Según estos psicólogos, cuando un hombre viola a una mujer, lo hace
porque quiere ejercer poder; su intención es humillar a la mujer, más que tener
sexo propiamente. Quizás sea así en algunos casos. Pero, a mí me parece más
razonable lo que dicen otros psicólogos: la violación sí tiene que ver con el
sexo, y de hecho, los hombres llevamos genes de violadores. Piensa en ello: la
violación es una forma de propagar genes.
Lamentablemente,
algunas personas creen que los psicólogos que defienden esta teoría sobre la
violación, en el fondo están justificando al violador, e incluso culpando a la
propia víctima. No es así. La violación es terrible, y nunca la mujer es
responsable de semejante suplicio. Pero, a mí sí me parece, que es importante conocer
esta información para protegerse mejor frente a los violadores. Si, a la larga,
la motivación de la violación es el sexo, entonces las mujeres que están en
mayor riesgo de ser violadas son las más jóvenes, y aquellas que exhiban
mayores rasgos de fertilidad. Jamás podría yo decir que una mujer merece su
propia violación, por ir en minifalda. Pero, yo sí te diría, Belén, que con
muchachos extraños, algunas vestimentas podrían colocarte en mayor riesgo. Usa
esta información para cuidarte.
En fin, la violación
no es la única forma de propagar genes. Quizás, a la larga, el ser caballeroso da
más resultados, y se puede tener más sexo de esa forma. Por eso, seguramente los
hombres también llevamos genes para ser dandis.
Pero, parece bastante probable que cuando un hombre no consigue mujeres por la
vía caballerosa, se activan más sus genes de violador, y esto a la larga lo
vuelve más violento.
Te decía que
seguramente los hombres llevamos genes de promiscuidad. Pero, a la vez, tenemos
genes para ser celosos. Eso hace que queramos tener varias mujeres, pero no
queremos que esas mujeres estén con otros hombres. Como comprenderás, esto a la
larga genera problemas. Por cada mujer adicional que tenga un hombre, otro
hombre se queda sin pareja. Y recuerda, Belén, que al quedarse sin pareja, ese
hombre se vuelve más violento.
Es por ello que, por
regla general, las sociedades que practican la poliginia (es decir, que un
hombre se pueda casar con varias mujeres) terminan siendo más violentas. Y así,
si bien los genes para la promiscuidad pudieron ser ventajosos, también resultaban
desventajosos, pues hacía que los hombres se terminaran peleando entre sí. Por
eso, si bien los hombres tenemos cierta inclinación hacia la promiscuidad, en
líneas generales, nuestros genes nos condicionan más a formar relaciones de
monogamia (es decir, con una sola mujer).
Hay otro motivo por
el cual seguramente también tenemos una inclinación genética a la monogamia. A
diferencia de otros animales, para nosotros los humanos, tener un bebé es muy
difícil. Ya lo verás cuando seas madre. Los bebés humanos son muy vulnerables.
Y así, requieren de la atención, no solamente de la madre, sino también del
padre. Si el padre tiene muchas mujeres, no puede atender suficientemente bien
a los bebés. El ser polígamo puede ser una ventaja para tener muchos hijos,
pero no es tan ventajoso para asegurarse de que esos hijos sobrevivan.
Por supuesto, esto no
se cumple estrictamente. Ya sabes que hay mucha gente que, como dirían en mi
pueblo, echa una canita al aire. Pero, estos deslices son más bien ocasionales.
Lo que sí es más común, es que el hombre, a pesar de tener un instinto que
favorece a la monogamia, se termina aburriendo, y quiere otra mujer. Pero,
recuerda que es difícil tener varias mujeres a la vez. A la larga, termina
abandonando a la primera mujer, y toma a otra, para formar una nueva relación
monógama. Los psicólogos llaman a eso monogamia
serial, y yo te diría que es la condición más natural de la especie humana.
Por eso yo me sorprendo tanto cuando me entero de que algún amigo se ha
divorciado y se ha vuelto a casar.
Te he descrito varias
conductas que tienen base genética. Pero, no son camisas de fuerza. Recuerda
que la conducta humana probablemente se conforma como una combinación de los
genes y el ambiente. Y, tampoco asumas que estás bajo la obligación de
comportarte como tus genes te condicionan. Mucha gente se rebela contra sus
genes, y no pasa nada. Si, en vez de tener un solo novio, quieres tener tres,
eso es cosa tuya. Sólo te comento qué tipo de conductas son más probables en la
especie humana. Tú decidirás qué hacer con esa información, y vivir como mejor
te plazca. Por mi parte, siempre y cuando no hagas daño a otras personas, yo no
te juzgaré.
Además, Belén, también
debo advertirte que no todos los psicólogos están convencidos de estas teorías
sobre los genes y sus influencias en nuestras conductas. A decir verdad, todo
esto es más especulación, que verdadera ciencia. En otras cartas, te he
comentado sobre varios experimentos en la historia de la psicología. Cuando se
trata de estas teorías, no hay verdaderos experimentos. Yo no te diría que
estas teorías son como los disparates de Freud. Las teorías sobre los genes y
la conducta tienen sentido. Pero, aún faltan comprobaciones más firmes.
Deberías acompañar a
Ramona en estos momentos. Un famoso psicólogo, Alfred Adler, decía que los
hermanos menores terminan sintiéndose inferiores. Yo no sé si esto es verdad,
pero el hecho es que Ramona es la menor de tres hermanas. Así, además de su
posible sentimiento de inferioridad por ser la menor, puede ser que también
tenga sentimientos encontrados al enterarse de que es adoptada y que, encima,
tuvo una hermana gemela a quien no había conocido. Si quieres, piénsalo incluso
en los términos del altruismo recíproco sobre lo cual te he escrito en esta
carta: apoya a Ramona hoy, porque así, seguramente ella te apoyará cuando tú
también tengas revoltijos emocionales. Se despide, tu amigo Gabriel.
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