viernes, 27 de octubre de 2017

Carta a Belén sobre la psicología evolucionista



Querida Belén:

¡Vaya historia la que me has contado sobre tu amiga Ramona! Yo sabía que ella era adoptada, pero jamás imaginé que tuviera una hermana gemela. Me da gusto saber que ahora, ya como adultas, se han conocido.
Te diré que no es tan extraño que, cuando dos gemelos separados al nacer se encuentran, descubren que tienen muchas cosas en común. Ha habido muchísimos casos así, sobre todo cuando se trata de gemelos unicigóticos. En ocasiones, una mujer puede producir dos óvulos, que son fecundados por dos espermatozoides distintos. En esos casos, se diría que son gemelos no idénticos, o bicigóticos (porque vienen de dos cigotos distintos). Pero, en otras ocasiones, una mujer puede producir un óvulo que es fecundado por un solo espermatozoide, pero al dividirse, genera dos embriones. De este proceso, nacen dos niños. A ésos se les llama gemelos unicigóticos (porque originalmente vienen de un solo cigoto). Ramona es una de ese tipo de gemelos.
A un psicólogo de inicios del siglo XX, Francis Galton, le interesó mucho estudiar los gemelos. Él se propuso investigar las semejanzas entre gemelos, y encontró muchas. Desde entonces, los psicólogos han hecho muchísimos estudios sobre la conducta de los gemelos. A ellos les da curiosidad saber cómo una persona como Ramona, aun sin jamás haber conocido a su hermana gemela, puede parecerse tanto en su personalidad.

Cuando se trata de la conducta, los gemelos unicigóticos se parecen más entre sí que los gemelos bicigóticos. Esto no sorprende. Los gemelos unicigóticos tienen exactamente los mismos genes. En cambio, los gemelos bicigóticos comparten genes, pero no más que con cualquier hermano que haya nacido en otro parto. Los genes son algo así como un conjunto de letras que todos llevamos en nuestras células desde el propio momento de la concepción (las heredamos de nuestros padres cuando el espermatozoide se une con el óvulo), y que sirven como códigos para determinar o condicionar muchas de nuestras características.
Algunas de nuestras conductas son genéticas. Esas conductas son instintivas: no necesitamos que nadie nos las enseñe, porque ya nacemos con ellas. Pero, muchas otras son aprendidas. Es difícil precisar cuáles conductas están en los genes, y cuáles conductas son más bien aprendidas. Los psicólogos llevan años discutiendo si la conducta está más regida por la naturaleza o la crianza. A decir verdad, la mayoría de nuestras conductas surgen de una combinación de los genes y el ambiente. Los genes pueden predisponernos a hacer ciertas cosas, pero la crianza las refuerza.
Cuando los psicólogos se encuentran con casos como los de Ramona, eso es una magnífica oportunidad para tratar de formarse una idea de cuáles conductas están en los genes, y cuáles no. Si, supongamos, Ramona y su hermana son ambas zurdas, aún sin haberse criado juntas o siquiera haberse conocido, entonces eso es motivo para pensar que el ser zurdo seguramente tiene una firme base genética. Además, si en algunos rasgos de la conducta, dos gemelos monocigóticos se parecen más que dos gemelos bicigóticos, entonces eso también es evidencia de que esa conducta tiene una base genética.
Los psicólogos llevan décadas estudiando a los gemelos, y han encontrado que muchos rasgos tienen bases genéticas, aunque por supuesto, algunos en mayor grado que otros. La orientación sexual, la agresividad, algunas emociones, varias enfermedades mentales, y el nivel de inteligencia, tienen bases genéticas. Además, los antropólogos han descubierto que muchas conductas son universales en la especie humana, incluso en casos de culturas que han estado aisladas. Eso, de nuevo, es evidencia de que esas conductas tienen bases en los genes.
Además de estos estudios, para entender mejor cuáles conductas tienen bases genéticas, los psicólogos también se imaginan cómo era la vida de nuestros ancestros en la sabana africana. Muchos de los genes que condicionan nuestras conductas, reflejan aquellas circunstancias. Aquellos individuos que tuvieran genes para conductas que no les permitieran sobrevivir en aquellas condiciones, morían sin dejar descendencia, y así, esos genes no se pasaban a la siguiente generación. Así pues, nosotros llevamos genes para conductas que permitían a nuestros ancestros sobrevivir en la sabana africana.
Ten presente, Belén, que la especie humana se originó en la sabana africana hace más o menos doscientos mil años. La vida en aquel entonces era muy distinta a la actual. Nosotros ahora vivimos en grandes ciudades, pero apenas llevamos viviendo en ambientes como éstos, tres o cuatro siglos. Y, esa disparidad entre el ambiente en el cual evolucionamos como especie, y el ambiente en el cual vivimos actualmente, hace que, muchas veces, nuestras conductas genéticas no se correspondan bien con nuestras actuales condiciones.
Piensa, por ejemplo, en la comida. ¿Te gustan las golosinas, los donuts, los helados, los chocolates, y demás delicias? ¡A mí me encantan! Con todo, como seguramente sabes, estas comidas no son muy saludables. ¿Por qué nos gusta tanto lo poco saludable? Te aseguro que no son tentaciones del demonio. Seguramente tenemos genes que hacen que nos gusten tanto estas comidas.
En la sabana africana, nuestros ancestros tenían que buscar comida, y era muy fácil morir de hambre. Las comidas dulces tienen muchas calorías. Así pues, a quien le gustara el sabor dulce, tenía más probabilidades de sobrevivir la hambruna, porque consumía más calorías. En cambio, a quien no le gustara lo dulce, consumía menos calorías, y moría. De ese modo, el gen que determina el gusto por lo dulce se pasa a la siguiente generación, mientras que el gen que determina la repulsión por lo dulce, muere con la persona.
El problema, por supuesto, es que a diferencia de lo que ocurría en la sabana africana, nuestra sociedad tiene la capacidad de producir calorías excesivamente, y eso hace que los genes que en aquella época nos salvaban la vida, ahora sean una amenaza. Pues, seguimos teniendo el gusto por lo dulce, y al consumir ahora excesivamente calorías, nos enfermamos.
Un aspecto genético de la conducta que a los psicólogos les interesa mucho estudiar, es el altruismo. ¿Por qué a veces somos muy caritativos, y otras veces somos muy egoístas? De nuevo, la respuesta tiene que ver con cómo los genes se pueden pasar a la siguiente generación. Si una persona es muy altruista y siempre se sacrifica por los demás, al final, los otros se terminarán aprovechando de él. Y así, el altruista a la larga sobrevivirá en menor proporción que el aprovechador. Charles Darwin, el biólogo del siglo XIX que describió cómo ocurre la evolución, decía que, en la naturaleza, existe una lucha por la supervivencia. Quien tenga genes para ser altruista no vencerá en esa lucha por la supervivencia. A la larga, esos genes desaparecen, pues no permiten sobrevivir.
Pero, es indiscutible que en el mundo hay personas altruistas. ¿Cómo, entonces, se pudieron preservar los genes que determinan la conducta altruista? El propio Darwin se planteó este problema muchas veces, y nunca lo pudo resolver. Pero, si lo piensas, Belén, no es tan difícil. No siempre el ayudar a otros hace que los demás se aprovechen de nosotros. Si ayudamos a los otros, eso a la larga puede hacer que los demás también nos ayuden a nosotros. Y, en ese sentido, el altruismo es muy ventajoso. Pero, por supuesto, es sólo ventajoso si el altruismo es recíproco. En la sabana africana, nuestros ancestros necesitaban ayuda. Nadie era capaz de sobrevivir por cuenta propia. Y así, si alguien tenía genes que promovían una conducta caritativa con los demás, eso podría aumentar sus probabilidades de sobrevivir, y pasar esos genes a la siguiente generación.
Mucha gente se pregunta si el altruismo realmente existe. No te negaré que, en el mundo, hay personas genuinamente desinteresadas, que hacen el bien a los demás sin esperar nada a cambio. Pero, francamente, son la minoría. En el altruismo, suele haber un interés propio. Rasco tu espalda, pero siempre con la expectativa de que, en un futuro, tú también rascarás la mía.
Con todo, no toda forma de altruismo es recíproca. En efecto, como te digo, hay personas que son caritativas, sin esperar nada a cambio. Tú misma, Belén, eres caritativa con tu hermana Victoria, sin necesariamente esperar que ella te devuelva el favor. Pero, ahí está la clave: el altruismo no recíproco ocurre mucho más entre parientes. Si te sacrificas por un extraño, y ese extraño nunca te devuelve el favor, entonces eso te coloca en una desventaja para pasar tus genes a la siguiente generación. Pero, si te sacrificas por un pariente y ese pariente nunca te devuelve el favor, eso todavía puede seguir siendo una ventaja para pasar tus genes a la siguiente generación.
Pues al sacrificarte por un pariente, puede ser que tú misma no pases tus genes a la siguiente generación. Pero, tu pariente sí lo hará. Tu pariente comparte contigo muchos genes, de forma tal que, en cierto sentido, tu pariente se encargará de transmitir tus propios genes. Así pues, los genes que determinan ser altruista hacia los parientes siguen presentes en la siguiente generación.
Los psicólogos han corroborado esto en muchas ocasiones. Por regla general, cuanto más cercana sea una persona en una relación de parentesco, más altruista somos hacia ella. Seguramente tú serás más altruista hacia tu hermana Victoria, que hacia tu primo Joaquín. Pero, a la vez, tú serás más altruista hacia Joaquín, que hacia cualquier otro chico de tu colegio, que no sea parte de tu familia.
Incluso, esta diferencia se nota en el trato a los hijastros. ¿Recuerdas la historia de la Cenicienta? La madrastra trataba muy mal a la pobre Cenicienta. Pues bien, no es muy común que los padrastros maltraten a los hijastros. Pero, sigue siendo cierto que un niño tiene muchas más probabilidades de ser maltratado si vive con su padrastro, que si vive con su padre biológico. En otros animales, esto ocurre a lo bestia. Por ejemplo, cuando un león conforma un harén y toma a varias leonas, mata a las crías que no son suyas, y se encarga de cuidar a las que sí son suyas. Desde un punto de vista genético, tiene sentido. El león elimina a quienes no llevan sus genes, y favorece a quienes sí llevan sus genes.
Así pues, Belén, los genes que llevamos son aquellos que permitieron a nuestros ancestros, o bien sobrevivir, o bien pasar esos propios genes a la siguiente generación. Y, en ese sentido, muchas de nuestras conductas sexuales tienen también firmes bases genéticas.
¿Por qué me gustan las mujeres con nalgas protuberantes? No creo que haya sido porque mis padres me llevaron al Museo del Prado a ver Las tres gracias (una pintura de Rubens, que muestra a tres mujeres con sendas nalgas) cuando era niño. Seguramente tengo genes que condicionan mi gusto por las nalgonas. Las mujeres nalgonas suelen ser más fértiles que las mujeres con el culo como una tabla lisa. Así, quien tuviera genes para el gusto por la nalgona y se apareara con ella, tendría más hijos que quien tuviera genes para el gusto por el culo como una tabla lisa. Naturalmente, pues, los genes para el gusto por las nalgonas se transmiten más, y eso hace que hoy los hombres tengamos esos genes.
La mayoría de los rasgos en las mujeres que los hombres encontramos muy sexy, tienen una relación con la fertilidad: labios rojos e hinchados, cabello radiante, senos levantados, cintura proporcionalmente más pequeña que la cadera, etc. Nuestro gusto por todo eso tiene una base genética, por el mismo mecanismo que te acabo de explicar. Por supuesto, cuando una mujer se coloca labial, eso no hace que aumente su fertilidad. Pero, nuestro cerebro, al ver el labio más rojo de lo normal, interpreta que la mujer está en período fértil, y eso hace que inconscientemente sintamos atracción por ella.
Hay hombres más promiscuos que otros. Pero, por regla general, los hombres tienen una inclinación a desear tener sexo con más de una mujer. De nuevo, piensa en la sabana africana. El hombre con genes que codifican gusto por una sola mujer, tuvo menos hijos que el hombre con genes que codifican el gusto por varias mujeres a la vez. El promiscuo, al tener sexo con más mujeres, tiene más hijos, y de ese modo, los genes de la promiscuidad se transmiten más fácilmente a la siguiente generación.
Pero, lo mismo no aplica a las mujeres. Las mujeres más promiscuas no necesariamente pasan sus genes más fácilmente. Pues, una vez que queda embarazada, una mujer no podrá tener hijos adicionales si copula con varios hombres más. Pero, en vista de que la promiscuidad no resulta ventajosa para pasar genes a la siguiente generación, quizás hay otras formas de hacerlo. En vez de tener genes para la promiscuidad, las mujeres tienen genes para ser más selectivas a la hora de elegir compañeros sexuales.
Puesto que el hombre tiene un período de fertilidad más prolongado, la mujer no busca tanto en el hombre señas de juventud y fertilidad (como sí lo hace el hombre al seleccionar a la mujer), sino más bien, señas de prestigio y poder económico. Pues, con crías vulnerables, como las humanas, se necesitan más recursos. Así, la mujer está dispuesta a aparearse, pero exige al hombre que provea recursos; de esa manera, esos recursos servirán para proteger a las crías, y así, éstas tendrán más chance de sobrevivir, permitiendo a la mujer divulgar más sus genes.
Es por eso común ver a hombres mayores y adinerados, con mujeres bellas y jóvenes. El hombre se siente más atraído por los signos de fertilidad, y éstos tienen una íntima relación con la juventud y lo que consideramos bello en una mujer. La mujer, en cambio, se siente más atraída por el poder y los recursos acumulados.
También es cierto que los hombres tienen más genes para ser celosos. El hombre nunca puede estar completamente seguro si, al esperar un hijo, es realmente suyo. Siempre es posible que la mujer le haya sido infiel. Por eso, los hombres celosos pasan sus genes con más frecuencia que los no celosos. Al ser posesivo con la mujer, el hombre celoso se asegura de que ella sólo tiene sexo con él, y el hijo que esperan realmente lleve sus genes. Al hombre no le interesa tanto la fidelidad romántica. Lo que realmente le hiere es la infidelidad sexual, pues a fin de cuentas, eso es lo que perjudica sus posibilidades de pasar sus genes.
La mujer, en cambio, siempre puede estar segura de que el hijo que espera es suyo. Por esa razón, el ser celosa no es tan ventajoso para pasar sus genes. Con todo, las mujeres pueden sentir celos, pero de otro tipo. Recuerda que la mujer se fija especialmente en un hombre que sea capaz de ofrecer recursos, porque los necesita para proteger a su cría. Y, sus celos precisamente tienen que ver con esto. La mujer no se molesta tanto cuando el hombre tiene sexo con otras mujeres. Pero, sí se altera mucho más cuando se entera de que el hombre tiene un apego romántico con otra mujer, pues a la larga, ese apego romántico implica una pérdida de recursos.
En muchos casos, la violencia doméstica está asociada con los celos. ¿Por qué es más común que el hombre dé palizas a la mujer, y no al contrario? Quizás los hombres sean más intrínsecamente violentos. Pero, también tiene mucho que ver el hecho de que el hombre es más celoso. La mayor parte de las veces, el maltrato surge como consecuencia de que el hombre sospecha (por lo general, sin evidencia) que la mujer le es infiel. Y, si el hombre sospecha de algún amante en particular, hay también riesgo de que intente agredirlo.
Estas cosas pueden parecerte muy exageradas. Quizás pienses que todo esto describe a Otelo (ya sabes, la famosa obra teatral de Shakespeare sobre un moro que se obsesiona con los celos, y termina matando a su esposa), pero no a la vida real. Pero, lamentablemente, estas cosas son más frecuentes de lo que puedes creer. Unos psicólogos, Martin Daly y Margo Wilson, escribieron un famoso libro sobre las estadísticas de asesinatos. Ellos descubrieron que los crímenes por celos son muchísimos más comunes que otros tipos de asesinatos.
Y, también es cierto, Belén, que los hombres tienen alguna propensión a violar mujeres. Hay algunos psicólogos que opinan que la violación en realidad no tiene nada que ver con el sexo. Según estos psicólogos, cuando un hombre viola a una mujer, lo hace porque quiere ejercer poder; su intención es humillar a la mujer, más que tener sexo propiamente. Quizás sea así en algunos casos. Pero, a mí me parece más razonable lo que dicen otros psicólogos: la violación sí tiene que ver con el sexo, y de hecho, los hombres llevamos genes de violadores. Piensa en ello: la violación es una forma de propagar genes.
Lamentablemente, algunas personas creen que los psicólogos que defienden esta teoría sobre la violación, en el fondo están justificando al violador, e incluso culpando a la propia víctima. No es así. La violación es terrible, y nunca la mujer es responsable de semejante suplicio. Pero, a mí sí me parece, que es importante conocer esta información para protegerse mejor frente a los violadores. Si, a la larga, la motivación de la violación es el sexo, entonces las mujeres que están en mayor riesgo de ser violadas son las más jóvenes, y aquellas que exhiban mayores rasgos de fertilidad. Jamás podría yo decir que una mujer merece su propia violación, por ir en minifalda. Pero, yo sí te diría, Belén, que con muchachos extraños, algunas vestimentas podrían colocarte en mayor riesgo. Usa esta información para cuidarte.
En fin, la violación no es la única forma de propagar genes. Quizás, a la larga, el ser caballeroso da más resultados, y se puede tener más sexo de esa forma. Por eso, seguramente los hombres también llevamos genes para ser dandis. Pero, parece bastante probable que cuando un hombre no consigue mujeres por la vía caballerosa, se activan más sus genes de violador, y esto a la larga lo vuelve más violento.

Te decía que seguramente los hombres llevamos genes de promiscuidad. Pero, a la vez, tenemos genes para ser celosos. Eso hace que queramos tener varias mujeres, pero no queremos que esas mujeres estén con otros hombres. Como comprenderás, esto a la larga genera problemas. Por cada mujer adicional que tenga un hombre, otro hombre se queda sin pareja. Y recuerda, Belén, que al quedarse sin pareja, ese hombre se vuelve más violento.
Es por ello que, por regla general, las sociedades que practican la poliginia (es decir, que un hombre se pueda casar con varias mujeres) terminan siendo más violentas. Y así, si bien los genes para la promiscuidad pudieron ser ventajosos, también resultaban desventajosos, pues hacía que los hombres se terminaran peleando entre sí. Por eso, si bien los hombres tenemos cierta inclinación hacia la promiscuidad, en líneas generales, nuestros genes nos condicionan más a formar relaciones de monogamia (es decir, con una sola mujer).
Hay otro motivo por el cual seguramente también tenemos una inclinación genética a la monogamia. A diferencia de otros animales, para nosotros los humanos, tener un bebé es muy difícil. Ya lo verás cuando seas madre. Los bebés humanos son muy vulnerables. Y así, requieren de la atención, no solamente de la madre, sino también del padre. Si el padre tiene muchas mujeres, no puede atender suficientemente bien a los bebés. El ser polígamo puede ser una ventaja para tener muchos hijos, pero no es tan ventajoso para asegurarse de que esos hijos sobrevivan.
Por supuesto, esto no se cumple estrictamente. Ya sabes que hay mucha gente que, como dirían en mi pueblo, echa una canita al aire. Pero, estos deslices son más bien ocasionales. Lo que sí es más común, es que el hombre, a pesar de tener un instinto que favorece a la monogamia, se termina aburriendo, y quiere otra mujer. Pero, recuerda que es difícil tener varias mujeres a la vez. A la larga, termina abandonando a la primera mujer, y toma a otra, para formar una nueva relación monógama. Los psicólogos llaman a eso monogamia serial, y yo te diría que es la condición más natural de la especie humana. Por eso yo me sorprendo tanto cuando me entero de que algún amigo se ha divorciado y se ha vuelto a casar.
Te he descrito varias conductas que tienen base genética. Pero, no son camisas de fuerza. Recuerda que la conducta humana probablemente se conforma como una combinación de los genes y el ambiente. Y, tampoco asumas que estás bajo la obligación de comportarte como tus genes te condicionan. Mucha gente se rebela contra sus genes, y no pasa nada. Si, en vez de tener un solo novio, quieres tener tres, eso es cosa tuya. Sólo te comento qué tipo de conductas son más probables en la especie humana. Tú decidirás qué hacer con esa información, y vivir como mejor te plazca. Por mi parte, siempre y cuando no hagas daño a otras personas, yo no te juzgaré.
Además, Belén, también debo advertirte que no todos los psicólogos están convencidos de estas teorías sobre los genes y sus influencias en nuestras conductas. A decir verdad, todo esto es más especulación, que verdadera ciencia. En otras cartas, te he comentado sobre varios experimentos en la historia de la psicología. Cuando se trata de estas teorías, no hay verdaderos experimentos. Yo no te diría que estas teorías son como los disparates de Freud. Las teorías sobre los genes y la conducta tienen sentido. Pero, aún faltan comprobaciones más firmes.
Deberías acompañar a Ramona en estos momentos. Un famoso psicólogo, Alfred Adler, decía que los hermanos menores terminan sintiéndose inferiores. Yo no sé si esto es verdad, pero el hecho es que Ramona es la menor de tres hermanas. Así, además de su posible sentimiento de inferioridad por ser la menor, puede ser que también tenga sentimientos encontrados al enterarse de que es adoptada y que, encima, tuvo una hermana gemela a quien no había conocido. Si quieres, piénsalo incluso en los términos del altruismo recíproco sobre lo cual te he escrito en esta carta: apoya a Ramona hoy, porque así, seguramente ella te apoyará cuando tú también tengas revoltijos emocionales. Se despide, tu amigo Gabriel.


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