Querida Belén:
Ayer me encontré con mi amigo
Pascual, aquel que siempre recuerdas, porque te regaló una muñeca deportista
cuando eras niña. En ese encuentro, ocurrió algo muy extraño. Pascual me mostró
unas fotos viejas, justo en el momento cuando él te hacía el regalo. Y, viendo
esas fotos, ambos pudimos constatar que él no te regaló ninguna muñeca, sino
unos patines.
Como sabes, Pascual nos acompaña a
cenar todas las navidades desde hace varios años, y siempre cuenta la historia
de cómo él te regaló la muñeca deportista que a ti te gustó. En cada una de
esas cenas navideñas, tú misma has descrito la gran emoción que tuviste al
recibir la muñeca. Pero, insisto, nunca recibiste ninguna muñeca. ¿Estás
confundida? Es normal.
La memoria, Belén, es muy
imperfecta. Y, si muchas veces te repiten una historia sobre ti, de la cual en
un inicio tú no estás muy segura (sobre todo si se remonta a tu infancia), tú
puedes terminar creyéndola, e incluso recordándola
como si hubiera sido real. Mucha gente erróneamente cree que la memoria es algo
así como una cámara de video que registra lo que ocurre, y eso queda grabado en
tu cerebro. Pero, no es así. La memoria reconstruye
muchas cosas, a partir de expectativas y condicionamientos previos. A ti
siempre te ha agradado Pascual, y por eso, cuando él (seguramente confundido)
cuenta la historia de la muñeca deportista, tú la asumes como verdadera, y te
inventas ese recuerdo. Sé que es duro tragar esto, porque muchas veces,
nuestras memorias son muy vívidas y estamos muy seguros de ellas, pero quiero
advertirte que, en realidad, la memoria de los seres humanos es muy frágil y
manipulable.
Los abogados creen que las
confesiones y los testimonios son pruebas contundentes. Pero, con esas cosas,
hay que tener muchísimo cuidado. Pues, con preguntas inducidas, se puede hacer
creer a alguien que recuerda cosas que, en realidad, nunca ocurrieron. Una
famosa psicóloga, Elizabeth Loftus, se propuso demostrar esto. Ella hizo unos
estudios, en los cuales unas personas veían un breve video mostrando un
accidente de automóviles. A esas personas se les preguntaba qué tan rápido iban
los automóviles. Pero, a unos se les preguntaba “¿a qué velocidad iban los
automóviles cuando se estrellaron?”,
mientras que a otros se les preguntaba “¿a qué velocidad iban los automóviles
cuando chocaron?”. Los primeros
respondían velocidades más altas que los segundos (y además decían que había
cristales rotos), a pesar de que ambos vieron el mismo video, y en el video no
había cristales rotos. La diferencia está en la palabra que se usó en la
pregunta, y eso puede inducir distintas memorias.
En otro experimento, Loftus presentó
a unos adultos con tres historias reales de sus infancias, pero añadió una
cuarta, sobre una supuesta ocasión cuando se perdieron en un centro comercial. En
ninguno de los casos esta historia era real. Cuando Loftus pidió a los adultos
ofrecer más detalles sobre las historias que les presentaba, los adultos
alegaban recordar vívidamente cómo se sentían cuando se perdieron en el centro
comercial.
Incluso, la misma Loftus pasó por
esto. Su madre murió ahogada en una piscina, y ella siempre creyó que ella fue
la primera en encontrar el cadáver en la piscina, porque un tío se lo había
contado. Ella se formó memorias de eso, y las tenía vívidamente, pero luego, su
propio hermano le informó que su tío se había confundido, y que en realidad, la
persona que encontró el cadáver de su madre fue otra, y se pudo corroborar que,
en efecto, el recuerdo de Loftus era falso.
No te mortifiques, Belén. Este tipo
de cosas es muy común. Yo creo recordar bien dónde estaba y qué hacía cuando
España ganó el mundial de fútbol en el 2010. Pero, cuando me encuentro a amigos
que estaban conmigo en aquella ocasión, me doy cuenta de que los detalles no
son exactamente como yo los recordaba. Algunos psicólogos también han estudiado
esto de cerca. Por ejemplo, cuando el cohete Challenger estalló en 1985, muchas personas vieron eso en la tele.
En unos famosos estudios psicológicos, a algunas de esas personas se les pidió
la descripción de aquella experiencia días después del siniestro, y luego tres
años después. Extrañamente, muchos detalles variaron de una versión a otra.
Además de estos imperfectos, la
memoria es frágil en otros aspectos. Cuando nos encontramos con algo, tenemos
un gran poder para recordar lo que recientemente hemos percibido. Pero, ese
registro dura muy poco en nuestra mente, si no nos resulta especialmente
significativo. Ten en cuenta que diariamente percibimos una enorme cantidad de
datos, y que ignoramos la mayoría de las cosas con que nos encontramos
diariamente. Si necesitamos conservar un dato por un breve período de tiempo,
una técnica muy sencilla, pero efectiva, es repetir verbalmente el dato, hasta
que podamos escribirlo. Es lo que yo hago cuando me dictan un número, y no
tengo cómo anotarlo.
Si el recuerdo nos resulta
significativo, sí queda almacenado en nuestro cerebro, y podemos recordarlo
tiempo después (aunque ya sabes, suele ser más una reconstrucción que un
registro fiel de lo que ocurrió). Cuando se trata de estas memorias
significativas que perduran a largo plazo, nuestro cerebro tiene gran capacidad
de almacenamiento.
Pero, cuando se trata de recordar
cosas no significativas en el corto plazo, nuestro cerebro es muy limitado. De
hecho, un psicólogo, George Miller, hizo experimentos, y descubrió que las
personas no logran recordar más allá de siete elementos (en realidad, siete es
un promedio). Me dirás que eso es absurdo, pues tú has aprendido fácilmente
muchos números telefónicos que tienen más de siete dígitos. Yo también. Pero,
lo interesante es que esos dígitos se suelen dividir en conjuntos. Por ejemplo,
mi número móvil es 04246409242; tiene once dígitos. Pero, cuando alguien me
pide que se lo dicte para llamarme, yo lo hago así: 0424-640-92-42. Como ves,
lo he dividido en cuatro conjuntos, y eso facilita mucho más la memoria. Es muy
difícil (casi imposible) recordar más de siete conjuntos. Hay mucha, muchísima
gente que es capaz de recordar listas enormes. Pero, para hacerlo, deben
dividir esas listas en conjuntos. Cuando tengas que recordar algo, Belén, te
sugiero hacerlo así. La información organizada se aprende y recuerda mucho
mejor.
Hay otras técnicas para recordar
cosas. Los acrónimos son muy eficientes. Por ejemplo, ¿cómo puedes recordar el
orden de los planetas en el examen de astronomía que presentarás la semana que
viene? Muy fácil: piensa en esta frase: “Mi vecina tiene muchas joyas, sólo una
presta”. Fíjate en la inicial de cada palabra: MVTMJSUP. Viéndolas, puedes
recordar: Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Plutón.
Al ver la inicial de cada palabra,
se te hace más fácil recordar cada planeta, porque la memoria es más eficiente
a la hora de reconocer información, que a la hora de producirla propiamente. Es
por ello que los exámenes de selección múltiple son más fáciles. Si te pregunto
“¿cuál es el primer planeta del sistema solar?”, tendrías que producir esa
memoria. En cambio, si te pregunto, “¿cuál de estos es el primer planeta del
sistema solar? Venus, Urano, Saturno, Mercurio”, es posible que tú al principio
no recordaras cuál es la respuesta correcta, pero al verla entra las opciones,
ahora la recuerdas mucho mejor.
Puedes también asociar cada elemento
con algún lugar del salón en el cual presentarás el examen. Mercurio puede ser
la pizarra, Venus tu pupitre, Tierra la ventana del aula, y así. En caso de que
no recuerdes un planeta en particular, puedes observar el salón, y al ver la
pizarra, recordarás que Mercurio es uno de los planetas. Este método, llamado loci, se ha usado desde tiempos muy
antiguos por los oradores. Hoy los políticos tienen teleprompter y leen sus
discursos, pero en la Antigüedad, tenían que conocer sus discursos de memoria,
y solían recordarlos usando esta técnica.
Pero, por supuesto, este método no sirve solamente para
exámenes o discursos. A veces, olvido tomar la medicina que debo ingerir
después de caminar. Para que eso no me pase más, me ato un hilo en un dedo.
Así, cuando regreso de caminar, inevitablemente en algún momento veré mi dedo,
y en ese momento, recordaré que debo tomar la medicina. Esto demuestra que la
memoria se construye con asociaciones. La asociación es muy importante en la
memoria y el aprendizaje. Por eso, Belén, es importante que cuando estudies, no
trates meramente de almacenar un montón de datos en tu cabeza. Trata de
asociarlos con cosas que previamente ya conoces, intenta establecer conexiones
entre lo nuevo y lo viejo, pues de ese modo, lo recordarás mucho más
fácilmente.
Los contextos son también muy importantes para recordar
bien las cosas. Seguramente te ha ocurrido en alguna ocasión que tienes el
nombre de algo o de alguien, “en la punta de la lengua”, pero no llegas a
recordarlo propiamente. Una situación como ésa puede ser muy frustrante. Pero,
puedes tratar de recordarlo a través del contexto. En tu mente, puedes empezar
a describir a esa persona u objeto, y al activar las memorias complementarias sobre
esa persona u objeto, verás que, finalmente, el nombre sí vendrá a tu mente.
También es cierto que se recuerda mejor cuando se está en
una situación parecida a cuando se almacenó la información por primera vez.
Para tu examen de astronomía, trata de estudiar en el mismo salón donde
presentarás el examen. Si no está disponible, trata al menos de estudiar en un
salón similar.
Los estados de ánimo también cuentan. Si estás alegre
mientras estudias, se te hará más fácil recordar esa información si estás
alegre. Incluso, algunos psicólogos han hecho estudios corroborando que, cuando
una persona embriagada recibe una información, la recuerda mejor cuando vuelve
a estar embriagada, que cuando está sobria. Con esto, Belén, no te digo que
bebas antes de estudiar, y bebas antes de tomar el examen. ¡Vaya estupidez
sería eso! Lo que te digo es que el parecido de las circunstancias ayuda a
recordar.
Yo también tuve que presentar un examen de astronomía en
el cole, y me preguntaron los planetas en orden. Una semana después que
presenté ese examen, se me olvidó todo. Probablemente te pasará lo mismo. Pero,
en realidad, no se olvida por completo. Si vas a la universidad y tomas un
curso de astronomía, no recordarás de inmediato los planetas, pero se te hará
mucho más fácil volver a aprenderlos. Seguramente, los planetas y su orden no
es algo suficientemente significativo como para que lo almacenes en tu cerebro,
del mismo modo en que almacenas a tus primos y su orden de nacimiento. Pero, te
insisto, esa experiencia no se borra por completo, pues aún si no la recordarás
en pleno sentido, se te hará más fácil volverla a aprender.
En ocasiones, el recordar unas cosas se puede convertir
en un obstáculo para recordar otras cosas. Supón que el año pasado aprendiste
muy bien los elementos de la tabla periódica, y recuerdas el mercurio, como uno
de los elementos. Ahora, cuando tratas de aprender el planeta Mercurio y su
orden en la secuencia de planetas, es posible que la memoria del mercurio como
elemento de la tabla periódica, interfiera en tu capacidad para aprender ahora
que Mercurio es el primer planeta. A esa interferencia, los psicólogos la
llaman interferencia proactiva. Pero,
puede ocurrir también a la inversa: por ejemplo, con la nueva información que
acabas de aprender, se te podría hacer más difícil recordar cosas del pasado.
Acabas de aprender ahora sobre el planeta Venus, pero es posible que ese nuevo
aprendizaje sea un obstáculo para que recuerdes tu curso de mitología el año
pasado, y que Venus es también la diosa romana del amor. A esa interferencia,
los psicólogos la llaman interferencia
retroactiva.
Es también importante, Belén, que duermas bien.
¿Recuerdas la fase REM del sueño? Es cuando tu cerebro está muy activo, pero tu
cuerpo queda paralizado, mientras duermes. Es la fase más avanzada del sueño.
Se han hecho experimentos con ratas a las cuales se les impide llegar a esa
fase del sueño por varias noches, y resulta que olvidan lo que otras ratas
aprenden fácilmente (por ejemplo, llegar al objetivo en un laberinto). Eso
sugiere que, para recordar bien las cosas, debes dormir bien sin
interrupciones.
Y, a pesar de que eres muy joven, y no te mortificas
demasiado con cómo será tu vejez, sí debes tener en cuenta que la capacidad
para la memoria, declina un poco a medida que envejecemos. Pero, no declina
tanto la capacidad para recordar cosas del pasado, sino la capacidad para
aquello que los psicólogos llaman memoria
prospectiva. Éste es el tipo de memoria que consiste en recordar hacer
cosas que se han planificado para el futuro. Como te decía, a veces yo olvido
tomar mi medicina. Eso es falta de memoria prospectiva.
Algunas personas creen que es normal que los ancianos
pierdan sus memorias, pues a fin de cuentas, son seniles. Pero, eso no es normal. O, en todo caso, es sólo
normal si se pierden levemente algunas memorias, pero si un anciano empieza a
perder la capacidad de recordar y reconocer a sus familiares y amigos, o no
recuerda en qué año nació, o empieza a caminar porque no reconoce su casa, eso
es señal de que sufre una enfermedad. La enfermedad más común con este tipo de
síntomas es el mal de Alzheimer.
En esta enfermedad, que es muy penosa (y muy dura, no
solamente para el paciente, sino también para los familiares que deben
atenderlo), se forman unas placas en el cerebro del afligido, que impiden el
flujo apropiado de neurotransmisores (¿los recuerdas?, son los químicos que se
pasan de una neurona a otra). La acetilcolina es un neurotransmisor que regula
la capacidad de recordar cosas. Las placas que se forman en los cerebros de los
pacientes con Alzheimer hacen que la acetilcolina sea insuficiente, y como consecuencia,
el paciente va perdiendo su memoria.
Nadie sabe bien por qué se forman esas placas en el
cerebro. Hay quien dice que el aluminio es el responsable (supuestamente,
cuando raspamos las ollas y tomamos la sopa, consumimos el aluminio que causa
Alzheimer). No creo que debas asustarte, Belén. Nada de eso está probado, y
todo parece indicar que el aluminio no tiene nada que ver. Mientras se descubre
la causa y la cura del Alzheimer, los médicos recomiendan hacer ejercicio
físico moderadamente, y sobre todo, mantener la mente activa constantemente.
Sigue resolviendo sudokus, como lo has hecho desde niña. Eso sí parece ser una
buena protección contra el Alzheimer.
En las personas que sufren del mal de Alzheimer, una
parte del cerebro, el hipocampo, queda especialmente deteriorada y atrofiada. A
inicios del siglo XX, el psicólogo Karl Lashley se propuso investigar dónde en
el cerebro, podría estar localizada la memoria. Lashley hizo experimentos
quitando partes del cerebro a sus ratas, pero en ningún caso, las ratas perdían
la memoria sobre cómo cruzar un laberinto cuyo camino habían aprendido
previamente. Desde entonces, los psicólogos y neurólogos asumieron que la
memoria no está ubicada en una región particular, sino que está dispersa por
todo el cerebro.
Pero, esta idea cambió con un caso muy dramático a
inicios del siglo XX, quizás uno de los casos más famosos en la historia de la
psicología. Henry Molaison (o, como se le conocía antes de que muriera, H.M.),
un joven que sufría epilepsia, tuvo una cirugía en la cual se le removió el
hipocampo. El cirujano fue William Beecher Scoville. La operación pareció ser
un éxito: H.M. no tuvo más epilepsia, y de hecho, mantenía un buen nivel de
inteligencia.
Pero, pronto, sus médicos notaron que la memoria de H.M.
no funcionaba bien. H.M. recordaba bien la información obtenida antes de la
operación, pero no era capaz de formar memorias duraderas después de la
operación. Él recordaba muy bien su nombre, su lugar de nacimiento, etc. Pero,
cuando conocía a alguien por primera vez, diez minutos después, ya no sabía
quién era esa persona.
H.M., pues, sufría de amnesia. Hay dos tipos de amnesia:
retrógrada y anterógrada. H.M. sufría de amnesia anterógrada, la incapacidad de
formar nuevas memorias a largo plazo, después de la lesión cerebral. La amnesia
retrógrada ocurre cuando se pierden los recuerdos almacenados antes de la lesión.
Los científicos entendieron mucho mejor, pues, cómo opera
la memoria en el cerebro. El hipocampo de encarga de retener nueva información,
y en caso de ser significativa, enviarla a la parte superior del cerebro, la
corteza cerebral. Sin hipocampo, no hay capacidad de retener la información. La
información que previamente se había almacenado en la corteza, enviada por el
hipocampo, se conserva. Por eso es que H.M. recordaba bien los eventos de su
infancia. Pero, no era capaz de recordar lo que ocurría diez minutos antes.
Obviamente, H.M. no tenía capacidad de aprender cosas nuevas, pues no contaba
con la parte del cerebro que le permitiera retener la información.
Con todo, H.M., sí era capaz de algunos tipos de
aprendizaje. A los psicólogos les fascina hacer pruebas. Una de esas pruebas
consiste en resolver laberintos sobre un papel, pero no mirando el papel
directamente, sino mirando su reflejo en un espejo. No es fácil hacer esto,
pero con práctica, se va perfeccionando la destreza. H.M. hacía estas pruebas a
diario. Cada vez que él lo intentaba, él decía que era la primera vez en su
vida que lo hacía. Pero, extrañamente, H.M. mejoraba en esa prueba.
Eso se interpretó como señal de que además del tipo de
memoria que consiste en recordar información sobre hechos, existe también
aquello que se llama memoria
procedimental. Esto no consiste en recordar hechos, sino destrezas. Tal
como esas pruebas demostraban, la memoria procedimental de H.M. quedó intacta.
Los psicólogos concluyeron, entonces, que la memoria procedimental no se
almacena en el hipocampo, pues aun sin hipocampo, H.M. recordaba bien cómo
resolver esos laberintos. Hoy los psicólogos creen muy probable que la memoria
procedimental se encuentra ubicada en el cerebelo.
Te he comentado sobre diversas áreas del cerebro como
almacenamiento de memoria. Pero, en la historia de la psicología, ha habido teorías
muy aventuradas sobre la posibilidad de que, quizás, la memoria se ubique
también en otras regiones del cuerpo humano. De vez en cuando, se oyen
historias sobre personas que han recibido órganos, y supuestamente asumen la
personalidad de los donantes, o conservan algún recuerdo de la vida del
donante. No pasan de ser anécdotas.
Pero, sí hubo un psicólogo, John McConnell, que se
propuso estudiar esto más a fondo, con experimentos bastante intrigantes.
McConnell tomó unos gusanos, y a través del condicionamiento clásico
(¿recuerdas?, como los perros de Pavlov), los enseñó a hacer contorsiones ante
la luz (cada vez que los exponía a la luz, los sometía a descargas eléctricas).
Esos gusanos son muy extraños, porque son de la especie que, si los cortas por
la mitad, ¡la mitad que queda sin cabeza regenera otra cabeza! McConnell se
preguntaba si el gusano con la nueva cabeza conservaría el recuerdo de lo
aprendido. Y, para su gran asombro, los gusanos con cabezas regeneradas sí
recordaban el aprendizaje de evitar la luz. McConnell llegó a la conclusión de
que, quizás, la memoria no está solamente en el cerebro.
Luego, a McConnell se le ocurrió otro experimento. Tomó
unos gusanos que habían aprendido a evitar la luz, los mató, los partió en
varios pedacitos, y con eso alimentó a otros gusanos. Pues bien, esos gusanos
caníbales ahora también hacían contorsiones al recibir luz. McConnell llegó a
la conclusión de que, no solamente la memoria puede estar ubicada en otras
partes corporales, sino que también puede comunicarse a otros a través del
consumo de esas partes corporales.
Muchos caníbales han tenido la creencia de que, al
consumir la carne humana, se recibe parte de la personalidad y la memoria de la
víctima. McConnell, que era dado al sensacionalismo mediático, decía que,
quizás después de todo, los caníbales sí tenían razón. McConnell no proponía el
canibalismo, pero sí proponía que es posible que la memoria y la información se
puedan transmitir en moléculas, y si esto es así, entonces podríamos aprender
cosas comiendo alimentos que contengan esa información.
A muchos psicólogos, esto les parece un disparate. Varios
científicos intentaron reproducir los experimentos de McConnell con los
gusanos, y no obtuvieron los resultados que él obtuvo. Quizás sus experimentos
no estuvieron bien diseñados. Pero, te diré que yo siento algo de simpatía y
admiración por McConnell, porque si bien sus ideas podrían resultar
fantasiosas, al menos hizo un intento ingenioso de someterlas a prueba
científicamente. Creo que McConnell merece más elogios que Freud, un señor que,
como sabes, yo no admiro, pero que mucha gente tiene en un pedestal.
En fin, Belén, seguramente habrás oído a las viejas del
barrio decir que, para recordar las cosas, debes comer zanahoria. No es un mal
consejo. Pero, los asuntos de la memoria, deben estudiarse científicamente. Por
eso, para el examen del sistema solar, ten presente las cosas que te he
mencionado en esta carta. Ten presente que hay muchos mitos sobre la memoria.
Por ejemplo, es falso que dándote un golpe en la cabeza, tus recuerdos vendrán
con más fluidez. Tu cerebro no es un televisor viejo que repentinamente se
ajusta con un zarpazo sobre la caja. Y sobre todo, ten presente que la memoria
humana es muy imperfecta, y cuando una persona te narre algo que resulte muy
extraño, asegúrate de corroborar que eso es así, pues puede ser que esa persona
tenga memorias falsas. Se despide, tu amigo Gabriel.
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