No hay motivos para dudar de que Jesús sea un personaje histórico. Pero, eso no debe conducirnos a la ingenuísima idea de que todo cuanto se narra sobre Jesús en los evangelios canónicos, es histórico.
En primer lugar, es necesario considerar
qué tipo de literatura son los evangelios. En el mundo antiguo, casi no existía
algo que podamos considerar una crónica objetiva de los hechos. La importancia
de la objetividad en el oficio de historiador es una idea bastante tardía,
quizás surgida apenas en el siglo XVIII. Antaño, no escandalizaba que una
crónica no contase los hechos tal como ocurrieron. Era relativamente común que,
quien contase la historia, cargase las tintas para expresar un punto de vista,
sea político o religioso.
Y, en este sentido, es claro que los
evangelios son textos de propaganda religiosa. Ante todo, se busca ahí defender
una idea central: que Jesús de Nazaret es el Mesías, y que su muerte y
resurrección fueron parte del plan divino como cumplimiento de las profecías
mesiánicas. Las historias se narran, y muchas de ellas seguramente tienen una
base real. Pero, en todos los episodios narrados, hay la intención de hacer
cumplir profecías, y dar a conocer a Jesús como el Mesías. Para lograr este
propósito, los evangelistas se tomaron muchas libertades a la hora de narrar
los hechos.
Por varios motivos quie por ahora no tocaré,
resulta obvio que ningún evangelio fue escrito por un testigo ocular de los
hechos, ni siquiera por gente cercana a los que fueron seguidores de Jesús. Lo
más probable es que el primer evangelio, Marcos, fue escrito hacia el año 70.
Es posible que, incluso desde antes de que se escribiera Marcos, circulase un
documento con dichos de Jesús, la fuente Q. Quizás una década después de que se
escribió Marcos, el autor de Mateo recopiló sus propias tradiciones, y al tener
tanto a Marcos como a Q al frente, también tomó tradiciones de estos textos, y
así compuso Mateo. Algunos años después, el autor de Lucas debió haber hecho lo
mismo (aunque, probablemente, el autor de Lucas no tuvo delante de sí al
evangelio de Mateo). Respecto al evangelio de Juan, el asunto es más complejo.
Los estudiosos debaten si el autor de Juan tuvo o no frente a sí los otros
evangelios, pues si bien hay algunas coincidencias, es bastante distinto. Pero,
sea como sea, es evidentemente el más tardío de todos. Y, cabe también la
hipótesis de que el evangelio de Juan contó con varios autores.
Hay varios datos que sustentan esta
reconstrucción. En los tres primeros evangelios, hay mucho material en común.
No se trata meramente de que se narran las mismas historias, sino que se
emplean casi las mismas palabras. Es harto improbable que los tres evangelios
coincidan con las mismas palabras en sus narraciones, si se trataran de relatos
independientes. Es mucho más viable pensar que algún evangelista se copió de
otro, o en todo caso, de alguna fuente externa.
Una parte sustancial del evangelio de
Marcos aparece en Mateo y Lucas. Pero, estos dos evangelios tienen bastante material
propio que no aparece en los otros evangelios. Esto parece indicar que Marcos
es fuente de Mateo y Lucas, y no viceversa. Hay también material común a Mateo
y Lucas que no aparece en Marcos. Los estudiosos infieren que este material
debe proceder de la hipotética fuente Q, la cual consta de dichos (y, en tanto
sólo parecen ser dichos, y no es una fuente muy elaborada, podría ser la fuente
más antigua), pues en efecto, el material común a Mateo y Lucas, pero ausente
en Marcos, son dichos.
Esta reconstrucción no es perfecta, pero
sigue siendo la más aceptada entre los especialistas. Y, al tenerla en cuenta,
nos permite apreciar que los evangelios no pueden ser enteramente confiables.
Pues, en primer lugar, no son fuentes autónomas. Unos dependen de otros. Y, a
su vez, el más temprano, Marcos, recoge tradiciones orales (aunque, como he
dicho, en los otros evangelios hay también tradiciones propias que pueden
remontarse a fuentes orales) cuarenta años después de los sucesos que narran
(aunque cabe la posibilidad de que Marcos no haya sido la primera fuente
escrita sobre Jesús, sino que su autor se basó parcialmente en un previo
material escrito que hoy no tenemos).
Este dato es muy significativo. En un mundo
en el cual, según los cálculos de especialistas, apenas el 15% de la población
sabía leer, y no había periódicos ni nada por el estilo, es poco probable que
la tradición oral se mantuviera confiable por cuarenta años. Estudios de
antropólogos confirman que la tradición oral es notablemente vulnerable a exageraciones,
omisiones y llanas invenciones. Cuando finalmente estas tradiciones empezaron a
ponerse por escrito hacia el año 70, han pasado cuatro décadas de distorsión.
Ya Pablo había escrito sus cartas, ya había establecido comunidades en
rivalidad con las comunidades judeocristianas originales, ya el Templo de
Jerusalén estaba destruido, y empezaba la fricción de los cristianos con los
judíos. Las tradiciones orales que se recopilaron y se pusieron por escrito
fueron, por así decirlo, filtradas a través de la versión paulina del
cristianismo. Por ejemplo, quizás Jesús tuvo alguna disputa con los fariseos,
pero no debió ser mayor cosa, y así constó en la tradición oral. No obstante,
en el momento de escribir los evangelios, los fariseos pasan a ser ahora
personajes incómodos (pues son la única secta judía que sobrevive a la guerra),
y en la versión escrita de las tradiciones sobre Jesús, las disputas de Jesús
con los fariseos son ahora de gran envergadura.
Y, además, a medida que un evangelista
toma de otro, va distorsionando aún más. Es un hecho indiscutible
que Jesús fue bautizado por Juan, con lo cual habría sido su discípulo, y
habría acudido para que le fueran perdonados sus pecados. En la versión de
Marcos, la más temprana, se empieza a decorar esta historia para tratar de
disimular el hecho de que Jesús aparece como inferior a Juan, y se narra que
los cielos se abrieron y la voz divina lo proclama como su hijo (Marcos 1:9-11).
En Mateo, el evangelio que cronológicamente sigue a Marcos, se empiezan a
exagerar los detalles. Juan aparece como renuente a bautizar a Jesús, e incluso
le dice que es Jesús quien debe bautizar (Mateo 3:13-14). En Lucas, Juan
desaparece de la escena del bautismo de Jesús (Lucas 3:21-22). En el evangelio
de Juan, el más tardío, en el encuentro de Juan y Jesús ya ni siquiera hay
bautismo; antes bien, al ver a Jesús, Juan lo declara como el cordero de Dios
que quita el pecado del mundo (Juan 1:29).
Se aprecia, pues, que los evangelistas no
se conforman con narrar historias tal como ocurrieron. En este caso, parten de
una historia real, pero le empiezan a agregar detalles para hacer que la
historia parezca otra cosa. Es una vieja táctica de los propagandistas. Y, por
supuesto, con los propagandistas debemos tener mucho cuidado. No son mentirosos
en pleno sentido. Dicen más bien medias verdades, e inventan historias sobre
algunas bases reales. Joseph Goebbels engañó al pueblo alemán, pero supo
hacerlo mezclando sus mentiras con hechos reales. Algo similar hicieron los evangelistas.
Y, por eso, no son enteramente confiables.
¿No hay motivos para dudar de que Jesús sea un personaje histórico?
ResponderEliminar¿Estás seguro?
Sí, estoy bastante seguro. Puede quedarme un pequeño espacio de duda, pero creo que la existencia de Jesús sí tiene altísimas probabilidades históricas. Acá lo explico: http://opinionesdegabriel.blogspot.com/2014/09/existio-jesus-hay-fuentes-paganas-sobre.html
EliminarUna pequeña pregunta. ¿De dónde era Jesús, de Galilea, o de Belén o de Nazaret? Los evangelios hace alusión a los tres lugares., ¿por qué a los tres lugares? Otra, ¿es Jesús sinónimo de Emmanuel? Mil gracias.
ResponderEliminarJesús era de Nazaret, un pueblo en la región de Galilea. Los evangelios dicen que nació en Belén (en la provincia de Judea), pero esto pobablemente no es histórico. Los evangelios atribuyen a Jesús el haber nacido en Belén, porque se esperaba que de esa ciudad viniera el Mesías. Jesús no es sinónimo de Enmanuel. "Enmanuel" es un título que, según el relato de Lucas, el ángel le comunica a María, que llevará Jesús. Ese título quiere decir "Dios está con nosotros". El nombre "Jesús" es en realidad "Yeshua", el mismo que lleva Josué en al Antiguo testamento, y significa "Dios salva".
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