El gran comediante norteamericano,
Bill Cosby, célebremente reprochó en un discurso a sus conciudadanos negros ser
ellos mismos responsables de su lamentable condición social, y advirtió que ya
no era posible achacarle todas sus desgracias a la esclavitud y el racismo de
épocas pasadas. En aquella ocasión, me parece, Cosby dijo cosas muy sensatas.
Pero, curiosamente, reprochó a los negros norteamericanos el colocar nombres
extravagantes a sus hijos como Shaniqua, Jamal, entre otros. Ante esto, me
pregunto: ¿dónde está lo objetable en colocar un nombre excéntrico a un hijo?
¿Qué daño hace a los demás?
Los
romanos creían que “nomen est omen”, el
nombre es el destino. A una mentalidad científica, racional y moderna, esto no
pasa de ser una superstición, propia de una época pasada de ignorancia que le
atribuye poder intrínseco a la palabra, como en el pensamiento mágico. Pero,
Cosby en realidad sí puso su dedo sobre algo que resulta intrigante: sí hay una
alta correspondencia entre nombres extravagantes y bajo nivel de vida. Veo esto
de cerca en América Latina, y especialmente, mi ciudad (Maracaibo), la cual es
famosa (infame, más bien), por su gente con nombres excéntricos. Juan, Pedro,
María y Marta y suelen ser nombres en clases más acomodadas; Johnfre, Ruberman,
Yubirixis y Neyladis son más comunes en los cinturones de pobreza. Después de todo,
¿acaso los romanos sí tenían razón en su superstición?
Steven
Levitt y Stephen Dubner se propusieron estudiar este y otros fenómenos en su famoso
libro Freakonomics. A lo largo de ese
libro, los autores advierten que debemos evitar el peligro de confundir correlación
con causalidad. Y, parece ser que en el caso de los nombres raros, tenemos una correlación,
pero no una causalidad. Los negros norteamericanos colocan nombres
extravagantes a sus hijos para formar una identidad cultural aparte; al mismo
tiempo, los negros viven en condición marginal (en vivienda, educación,
nutrición, criminalidad, etc.), y eso causa su bajo nivel de vida. Lo mismo
puede decirse de Maracaibo (y América Latina en general): las clases más
empobrecidas seguramente no son descendientes de los aristócratas de abolengo
procedentes de España, “cristianos viejos” que desde siempre han usado los
nombres del santoral católico.
En
vista de que sólo hay una correlación, pero no una causalidad, es muy dudoso
que, si los negros norteamericanos se empiezan a llamar más “David” o “Scott”,
su situación social mejore. Es como creer que, al cazar a los búhos, ya no
habrá más noche.
Pero,
los mismos autores de Freakonomics exploran
la posibilidad de que sí haya una relación de causalidad. El nombre puede crear
expectativas sociales: los profesores y empleadores esperan que Shaniqua y
Yubirixis no tengan un alto nivel educativo o de inteligencia, y por ende, no
le ofrecen las debidas oportunidades. Quizás. Pero, en todo caso, lo necesario
no es que los negros norteamericanos dejen de colocar nombres estrambóticos a
sus hijos, sino que la sociedad abandone sus prejuicios, y juzgue a la gente
por sus virtudes y defectos, y no por sus nombres.
No
obstante, puede ocurrir también que esos nombres sean una firme expresión
contracultural. Y, si bien la contracultura puede tener el loable propósito de
manifestar insatisfacción ante un sistema opresivo, puede generar también
rebeldes sin causa, y esta actitud puede hundir aún más en la miseria. Una
joven llamada Shaniqua, consciente de lo que su nombre representa, puede cultivar
una actitud de altanería cuando su jefe David, de forma muy amable, le dé una
orden. Sospecho que a esto se refería Bill Cosby cuando se quejaba de que los
negros norteamericanos lleven esos nombres tan peculiares.
En
todo caso, yo no creo que la solución a los problemas de los negros en EE.UU.
sea que empiecen a llevar nombres del santoral. Pero, sí creo que la solución
debe empezar por alcanzar mayores niveles de integración, y adquirir conciencia
de que, para surgir de abajo, deben dejar de lado la actitud combativa frente
al resto de la sociedad. Mi predicción es que, en la medida en que los negros
norteamericanos dejen de buscar una identidad aparte, se integrarán mejor, y al
integrarse mejor, mejorará su condición social. A la vez, esta integración
también hará que adopten más nombres convencionales, y menos nombres
extravagantes. Pero, insisto, contrario a lo que parecía suponer Bill Cosby, es
necesario caer en cuenta de que el nombre extravagante es una consecuencia, y
no una causa, de la marginalidad, y que francamente, el forzar los nombres más
convencionales no logrará nada bueno.
De
hecho, respecto a los nombres de los negros norteamericanos, ocurre algo
similar a lo que ocurrió con Ataturk: el gran líder turco, en su empeño por
modernizar Turquía, prohibió el fez (el típico gorro turco) e impuso el
sombrero occidental. Ataturk, lo mismo que Cosby, pretendía que amaneciera
matando a todos los búhos. El sombrero occidental es apenas un efecto colateral
de la modernización, pero de ninguna manera una causa. Y, si bien tengo bastante
admiración por Ataturk, su empeño en imponer el sombrero me parece una medida
autoritaria e inútil. Del mismo modo, no puedo simpatizar con Cosby en su queja
por los nombres estrambóticos.
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ResponderEliminarAtaturk prohibió el fez para romper con la religiosidad impuesta por el imperio otomano, pero no impuso otro sombrero, al menos uno en particular. Quizás el fez representa la finalización de un conflicto y una mirada occidental al futuro. Pero en tu escrito lo importante no es el nombre, en vano alguien garantizaría la entrada al reino de los cielos sólo por llamarse Jesús, sino qué le pides al negro que cambie su actitud combativa, pero no exiges que cambie a la sociedad. Cono si se tratará de cambiar un sombrero, y no un imperio de injusticias sociales.
ResponderEliminarCreo que Ataturk sí impuso el sombrero occidental, tengo que revisar. Sí pido al negro que cambie su actitud combativa, y también que cambie la sociedad. Pero, francamente, hay muchas cosas de las cuales los negros se quejan, que no tienen asidero; por ejemplo, que sean menos favorecidos en los créditos. Thomas Sowell (un inteletcual negro) ha advertido que, sencillamente, los negros tienen un registro de peor capacidad de pago, y es una decisión perfectamente racional que los bancos les ofrezcan menos crédito. Me da curiosidad ver cuáles son las injusticias sociales que, en pleno 2014, aún sufren los negros de EE.UU. Yo casi no las veo.
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EliminarAtaturk impuso el sistema de registro de nombres. Antes, en el imperio otomano la cosificación de la sociedad incluía que las personas no tuviesen nombre. E gran Ataturk organizó y creo a cada quien un nombre. Pides diferencias del sistema americano para los negros. Un simple ejemplo:
EliminarDiscriminación de hipotecas: En USA los préstamos hipotecarios que reciben los negros e hispanos, por jemplo, son tipo subprime, lo cual significa que son préstamos financieros basura, con lo cual el nivel de riesgo es mayor y más caro, ello si se compara con los préstamos hipotecarios que reciben los vecindarios de blancos. En otras palabras, el ser negro o hispano supone una prima de riesgo para créditos hipotecarios más alta a que si fueras blanco.
http://www.nytimes.com/2007/10/15/nyregion/15subprime.html?ex=1350187200&en=a9978e04a9864642&ei=5088&partner=rssnyt&emc=rss&_r=0
Antes de apresurarse a decir que el asunto de las hipotecas es racismo, hay que evaluar bien las variables (como, por ejemplo, historia crediticia). Los bancos colocan préstamos más desfavorables a negros y latinos, sencillamente, porque hay más riesgo al prestar dinero a estas poblaciones, debido a su alto nivel de morosidad.
EliminarThomas Sowell, autor negro, lo explica muy bien acá: http://townhall.com/columnists/thomassowell/2005/09/21/recycled_racism/page/full
Una compañía de seguros cobra más en su póliza de automóviles si el conductor es adolescente, y menos si el conductor tiene 40 años. ¿Es eso discriminación? Sí lo es, pero está perfectamente justificada. Lo mismo aplica a los bancos.
Y, en todo caso, yo me inclino a pensar que el racismo sólo puede denunciarse a nivel público. En empresas privadas, el dueño del banco, en virtud del derecho de propiedad, no tiene ninguna obligación de dar créditos a quien él no desee. Conozco a un señor que, para alquilar un apartamento, pedía pruebas de solvencia financiera a los hipotéticos inquilinos: al final, los morenos (con menor solvencia) fueron rechazados, y los de piel más clara fueron aceptados. ¿Era eso racismo? Yo opino que no, pero además, que ese señor, en tanto dueño del apartamento, tiene el derecho a alquilar su apartamento a quien mejor le plazca.