Hoy se discute
mucho si Dios existe. Y, puesto que el cristianismo afirma la doctrina de la
encarnación, a saber, que Jesús es Dios hecho hombre, hay gente que cree que el
refutar la existencia de Dios implica refutar la existencia de Jesús. Pero, por
supuesto, esto es un sofisma. Si rechazamos la premisa cristiana de que Dios es
Jesús, no estamos en necesidad de negar la existencia de Jesús al negar la
existencia de Dios.
Sobre Jesús se han
dicho muchas tonterías, y la imagen cristiana que se ha hecho sobre este
personaje es mayormente un timo. Pero, es una exageración decir que Jesús no
existió. Hay suficientes indicios para pensar que, en la Palestina del siglo I,
sí hubo un predicador itinerante cuya biografía se narra en los evangelios.
Estas biografías son obviamente distorsionadas, pero no por ello inventaron al
personaje. José Luis Sáenz de Heredia produjo la película Franco, ese hombre, una asquerosa adulación al dictador español.
Hacemos bien en no fiarnos de todo lo que ahí se cuenta, pero con todo, no
negaríamos que Franco sí existió.
Quienes niegan la
existencia de Jesús postulan que el relato de los evangelios no es confiable,
pues se trata de propaganda religiosa. No les falta razón, pero los evangelios,
a diferencia de textos que sí son obviamente mitológicos, entremezclan la
ficción y la leyenda. Quienes niegan la existencia de Jesús opinan que, si no
hay fuentes no cristianas sobre su vida, entonces debemos concluir que se trata
de una invención literaria. Pues, de nuevo, en tanto los evangelios son textos
redactados con la clara intención de divulgar un mensaje religioso, no podemos
confiar en ellos. Sólo podemos confiar en fuentes neutrales que, aun si no
tienen un interés especial en dar a conocer la vida de Jesús, aún así hacen
alguna referencia a él. Pues bien, no tenemos fuentes no cristianas contemporáneas
de Jesús, pero sí tenemos tres referencias que nos acercan a la afirmación de
que Jesús sí fue un personaje histórico.
La primera de esas
fuentes es Plinio el joven. Este Plinio era sobrino de Plinio el viejo, un
eminente científico romano que, al erupcionar el volcán del Vesuvio en el año
79, organizó una expedición para estudiarlo, pero se acercó demasiado y murió.
Plinio el joven había sido nombrado gobernador de la provincia del Ponto, en
Asia menor (la actual Turquía). En el desempeño de su labor, Plinio enfrentó
algunas dificultades, y solicitó consejo al emperador Trajano, en una serie de
cartas.
En una de esas
cartas, escrita en el año 112, Plinio informaba a Trajano algunos problemas que
presentaba un grupo de gente que él llamaba ‘cristianos’. Resulta ser que, en
aquel momento, no había libertad de asociación, por temor a revueltas. Esto era
una dificultad, pues los bomberos eran una de esas asociaciones, y al estar
prohibidas las reuniones, no había quien se pudiera encargar de los incendios.
Los cristianos eran
uno de los grupos que se reunían ilegalmente. Plinio buscó conocer un poco más
sobre ellos, y reportó a Trajano que se trataba de gente de diversa índole, que
compartían comidas, y que cantan himnos a Cristo como si se tratase de un Dios.
Esto no parece una
fuente muy contundente. Pues, no habla sobre el personaje Jesús, sino meramente
sobre una comunidad que rinde culto a Cristo. Pero, al menos, nos sirve como
indicio de que, ya en el siglo II, los romanos tenían noticia de que existían
los cristianos, y que éstos consideraban a Jesús un personaje real.
Una segunda fuente,
ésta quizás de mayor peso, procede de Suetonio, el autor de la Vida de los doce césares. En una biografía
del emperador Claudio (que gobernó del 41 al 54), Suetonio narra que el
emperador expulsó a los judíos de Roma, porque había habido revueltas
instigadas por un tal ‘Chrestus’. Sabemos por otras fuentes que, efectivamente,
hubo tal expulsión (Hechos 18:2 narra
que Pablo se encuentra con Áquila y Priscila, unos judíos deportados de Roma).
Aparentemente, habría disputas entre los judíos que aceptaban a Jesús como el
Mesías (es decir, judeocristianos), y los judíos que no lo hacían, y para poner
fin a este desorden, Claudio los expulsó a todos.
Como la de Plinio,
esta referencia no es muy contundente, pues sólo hace referencia a una
comunidad de cristianos, no propiamente al personaje Jesús. Y, además, Suetonio
escribe mal el nombre (‘Chrestus’ en vez de ‘Christus’, la versión latina de
Cristo), de forma tal que no podemos estar absolutamente seguros de que se
trate de una referencia a Jesús. Quizás se trataba de otro judío cuyo nombre
era Chrestus. Pero, si acaso Suetonio sí se refería a Cristo, esto nos sirve
como fuente para asegurar que, ya
durante el periodo de Claudio, había judíos que daban importancia a la figura
de Jesús.
Hay una tercera
fuente que es más contundente. Procede de Tácito, un historiador romano del
siglo II. En sus Anales, obra
compuesta en el año 115, Tácito hace un recuento de la historia del imperio. Al
discutir el periodo de Nerón, narra la historia del incendio de Roma ocurrido
en el año 64. Esta historia ha levantado mucha suspicacia entre los críticos
contemporáneos. Según Tácito, Nerón provocó el incendio para hacer espacio, a
fin de emprender nuevas obras arquitectónicas. Frente al rumor del pueblo de
que él había sido el responsable, decidió culpar a la secta de los cristianos,
y los sometió a una cruel persecución. La historia levanta suspicacia, porque
pareciera contener algún elemento de propaganda, y no es del todo seguro que
Nerón haya provocado el incendio deliberadamente. Pero, podemos estar seguros
de que el incendio sí ocurrió, y probablemente, Nerón sí culpó a los
cristianos.
En esa crónica,
Tácito describe a la secta de los cristianos, y hace alguna referencia a Jesús
como personaje propiamente. Su crónica es más sustanciosa que las de Suetonio y
Plinio, pues ofrece algún detalle histórico sobre Jesús. Dice Tácito que Jesús
fue ejecutado por órdenes del procurador Poncio Pilato, durante los tiempos de
Tiberio como emperador. Así pues, se refiere a un personaje real de la
historia, y no a un mero dios a quien se le rinde culto.
Respecto a este
testimonio, queda alguna duda. Pues, Tácito dice que Pilato era ‘procurador’
(un cargo que se ocupa de la recolección de impuestos). Nosotros, en cambio,
sabemos que Pilato era en realidad ‘prefecto’ (un cargo que tiene a su
disposición fuerzas militares), pues así consta en una inscripción que se
descubrió en 1961 en Cesárea (la ciudad donde residía Pilato). Este error hace
pensar que Tácito sólo reportaba lo que oía entre la gente, pero no se trataba
propiamente de una información oficial. Y, en ese sentido, su testimonio no
sería contundente.
Las tres fuentes
romanas sobre Jesús, entonces, cabe admitir, no son muy contundentes. Pero,
debemos estar muy atentos a no incurrir en el error de postular que, puesto que
no hay noticias sobre un personaje en un determinado contexto, ese personaje no
existió. En los estudios históricos, hay siempre el peligro de acudir a los llamados
‘argumentos del silencio’. El silencio sería un argumento contundente si
cupiera esperar que hubiera noticias sobre el evento en cuestión. Si, por
ejemplo, el 12 de septiembre de 2001, no hubiera aparecido en ningún diario
norteamericano la noticia de que el día anterior, hubo unos atentados
terroristas en New York, entonces sospecharíamos que tales eventos no
ocurrieron.
Pero, la vida de
Jesús no habría sido algo de lo cual esperaríamos tener noticias por parte de
los historiadores de la época. Como él, hubo muchas otras figuras que se
proclamaron como el Mesías. Y, difícilmente los historiadores romanos iban a
dedicarle mucha atención a un rebelde que fue crucificado en una lejana
provincia. Eso era casi una cuestión cotidiana, y Jesús habría sido uno más del
montón.
En el caso de Jesús
y los historiadores romanos, la ausencia de evidencia no es evidencia de
ausencia. Aun si no contamos con fuentes no cristianas contundentes, hay otros
motivos, mucho más contundentes, que nos obligan a postular que, efectivamente,
Jesús sí existió.
El principal motivo
procede del criterio de vergüenza. Los evangelios
efectivamente son textos de propaganda religiosa. Pero, en los propios
evangelios, se narran cosas que habrían generado vergüenza a los propios
evangelistas. Y, así, no se trata del tipo de cosas que los evangelistas
habrían inventado. Ningún propagandista inventará detalles que van en
detrimento de su objetivo. Si se narran esos eventos vergonzosos, ha de ser
porque fueron reales.
Hay varios motivos
vergonzosos en la vida de Jesús, pero me referiré a dos de los más importantes.
El primero: Jesús murió crucificado. Si los evangelistas habrían de inventar a
un dios, no narrarían que este dios sufrió una humillante derrota. Los
evangelistas tienen la convicción de que Jesús es el Mesías. Pero, en el
contexto judío de Jesús, no se
esperaba que el Mesías fuese crucificado. Más bien se esperaba que encabezara
alguna gloriosa misión militar que expulsara al opresor extranjero. Los
evangelistas se esfuerzan en reinterpretar la vida y muerte de Jesús, como si
las escrituras judías hubiesen contemplado que el Mesías debía sufrir
horriblemente (algo que no estaba
estipulado en las escrituras, y por ende, esta reinterpretación resultaba
bastante forzada). Si todo se tratara de una invención, hubiera sido mucho más
fácil para los evangelistas narrar que, en efecto, Jesús como Mesías llegó
cumpliendo las profecías originales de las escrituras judías (y no aquellas que
los primeros cristianos rebuscaron para explicar su fracaso).
Un segundo motivo
vergonzoso que es relevante en la cuestión de si Jesús existió o no: a lo largo
de los evangelios, se enuncia (o se deja entrever) que Jesús procede de Nazaret
(Marcos 1: 9; 1:24; 10: 47; 14: 67; Mateo 13: 54-57; Lucas 4:23-24; Juan 1:46; 7:41-42). La
expectativa era que el Mesías procediese de Belén, la ciudad original de David, y seguramente las narrativas sobre el nacimiento de Jesús en
Mateo y Lucas se inventaron para enfrentar este problema. De hecho, en el
evangelio de Juan, el mismo Natanael exclama: “¿Puede salir algo bueno de
Nazaret?” (Juan 1:46), dejando entrever que habría rechazo a la idea de que, de
ese pueblo, podía surgir el Mesías.
De nuevo, si el
personaje de Jesús hubiese sido una invención total, habría sido más fácil para
los evangelistas obviar las referencias a Nazaret, y postular sencillamente que
Jesús procedía de Judea, tal como era la expectativa mesiánica. El hecho de que
narren que Jesús proceda de Nazaret (y que luego al menos dos evangelistas
tengan que inventar una historia para disimular ese detalle), hace pensar que
esto sí es un hecho histórico.
Hay algunos críticos
que postulan que, al menos en la tradición más temprana, no se habría narrado
que Jesús procede de Nazaret propiamente, sino que era un “nazareno”. El ser
“nazareno” no habría denotado un lugar de origen, sino una variante de los
“nazaritas”, gente que, en tiempos del Antiguo Israel, habría tomado un voto
descrito en Números 6:1-21. El autor de Marcos, el primer evangelio en
escribirse, asumió erróneamente que “nazareno” era aquel que fuera oriundo de
Nazaret, un pueblo inventado por el evangelista.
Esta teoría es
colorida, pero muy especulativa. El autor de Marcos cita en ocasiones las
escrituras judías y parece tener un conocimiento aceptable de ellas, de forma
tal que habría sabido qué era un nazarita, y habría evitado esa confusión. Y,
además, si bien el evangelio de Marcos sirvió como matriz al de Mateo y Lucas,
no es del todo seguro que haya servido al de Juan. Con todo, Juan repite la
información de que Jesús era oriundo de Nazaret, de forma tal que es dudoso que
Marcos haya inventado ese dato.
Quienes niegan la
existencia de Jesús postulan frecuentemente que la arqueología no ha encontrado
rastro de la existencia de una aldea llamada Nazaret en el siglo I. Los rastros
arqueológicos de Nazaret son, aparentemente, de fechas posteriores. Además, en
los textos del Antiguo testamento, nunca se menciona esta aldea. Con base en
esto, se postula que Nazaret sería un lugar afín a Nuncajamás o Narnia: pura
invención literaria.
Aun si Nazaret fuese
pura invención literaria, ello no probaría que Jesús no existió. A lo sumo,
probaría que el lugar de donde supuestamente vino es ficticio, pero no diría
gran cosa sobre la existencia o no del personaje en cuestión. Pero, en todo
caso, aún es asunto bastante disputado entre arqueólogos si existió o no
Nazaret en el siglo I. Se han excavado sitios que habrían servido como campo de
cultivo que datan de ese periodo. También se han excavado monedas de la época
de los hasmoneos (vale recordar, ligeramente anteriores a la época de Jesús).
Y, de forma bastante notoria, se ha encontrado en Nazaret una casa que se
remonta a la primera mitad del siglo I.
¿Por qué no incluyes el doble testimonio de Flavio Josefo? No es pagano, pero tampoco cristiano, y además es prácticamente contemporáneo.
ResponderEliminarEn cuanto a la grafía Chrestus (Χρηστός) en Suetonio, yo me inclino a pensar que se refiere a Cristo (Christus, Χριστός): la única diferencia era el sonido "i", y en esa época ya había confusión entre eta (η) y iota (ι), confusión que ha perseverado hasta hoy ("Paráclito" < Παράκλητος), Agapito < Ἀγαπητός, Hristo (en búlgaro) < Χρηστός.
Aunque ya sé que los conoces, me permito destacar dos indicios especialmente poderosos que obedecen al criterio de dificultad: Jesús fue bautizado por Juan el Bautista, como cualquier pecador mortal; la madre y los hermanos, en contra de lo que sostienen las historias del nacimiento con la anunciación, consideraban a Jesús una especie de lunático (Marcos 3.21 ss).
Hola Jose, sí, el testimonio de Josefo es importante, pero como no es pagano, no lo incluí acá. Lo haré en otra entrada.
EliminarVeo bastante plausible lo que me dices sobre Chrestus, y yo sí opino que se refiere a Jesús.
Efectivamente, ambos indicios son muy importantes a partir del criterio de dificultad. Yo incluiría un tercero: el hecho de que fue crucificado.
Olvidé decirte que Χρηστός significa "útil", "bueno", y era un antropónimo bastante común, a diferencia de Χριστός, y tal vez por eso Suetonio eligió aquella forma.
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