La banda musical
venezolana Dame pa’ matala tiene
grandes talentos musicales, pero sus líricas son emblemáticas de las idioteces
que frecuentemente defiende la izquierda latinoamericana. En alguna canción, Venezuela, exalta el nacionalismo y el Volksgeist, de un modo no muy distinto a
los románticos alemanes del siglo XIX. En otra canción, enaltece una actitud
neoludita de arrebato contra la tecnología (acá critico esa actitud). Ahora,
han sacado una canción llamada Piel sin
silicón, y como es de esperar, colocan ritmo y melodía a líricas tontas.
La canción (y su
correspondiente video, el cual coloco al final del texto) es básicamente un arrebato en contra de la industria cosmética
y la cirugía plástica. Somete al escarnio a quienes consumen productos para
mejorar su imagen física, y enaltece a quienes no prestan atención a estos
detalles.
Estas ideas tienen
amplia difusión en la izquierda, y en las últimas dos décadas, han sido
entusiastamente asumidas por un grueso sector del feminismo. En la década de
los noventa del siglo XX, la feminista Naomi Wolf escribió una influyente obra,
El mito de la belleza, en la cual
recapitulaba muchas de estas ideas. La tesis de Wolf es la siguiente: las
luchas feministas han dado a las mujeres mayor poder en la sociedad industrial:
no sólo votan (una lucha clásica), sino que también ocupas importantes
posiciones. Pero, ahora, el ‘patriarcado’ (una palabra sumamente vaga, como
bien ha señalado Camille Paglia) de la sociedad industrial ha inventado una nueva
estrategia para mantener oprimidas a las mujeres: ha establecido la idea de que
el valor de una mujer está sólo en su belleza, y ha impuesto patrones de belleza
inalcanzables por la mujer común. Y, así, ha degradado el autoestima de las
mujeres, quienes ahora, están más oprimidas que las mujeres de generaciones
anteriores.
Wolf llama a esto “el
mito de la belleza”. Es un mito, alega Wolf, porque es construido socialmente.
El ideal de la mujer bella es una contingencia histórica, auspiciada por el
capitalismo y el patriarcado. En opinión de Wolf, hay una doble conspiración:
por una parte, las corporaciones desea incrementar sus ganancias vendiendo
productos de belleza; por otra parte, los hombres desean reafirmar su poder
reduciendo a las mujeres a maniquíes andantes.
Hay, por supuesto,
algún germen de verdad en las tesis de Wolf. La publicidad nos manipula; muchas
mujeres se obsesionan con su pelo, nalgas, senos, pestañas, uñas, etc. No deja
de ser cierto que los hombres siguen reafirmando su poder al condicionar la
promoción de las mujeres en función de cuán bellas son, etc. Betty la fea es un poderoso recordatorio
de estas realidades (mucho más simpático que la canción de Dame pa matala, o más divertido que el libro de Wolf).
Pero, como ha
solido ocurrir con las más recientes representantes del feminismo, el libro de
Wolf pronto abandona sus premisas plausibles, y arriba a conclusiones
ridículas. Wolf imagina una mega conspiración mundial de corporaciones para
deliberadamente oprimir a las mujeres. Su libro termina por convertirse en una
teoría de la conspiración más, afín a los temores por los masones y judíos.
Quizás lo más
cuestionable del libro de Wolf y de la canción de Dame pa matala, es su premisa de que la belleza es un mito
socialmente construido. Aun entre filósofos serios, existe una tendencia a
rechazar el relativismo epistemológico y moral, pero aceptar el relativismo
estético; a saber, la idea de que no hay criterios universales de belleza.
Pero, es necesario cuestionar esto.
Los patrones de
belleza femenina no han sido inventados por el capitalismo patriarcal. Las
corporaciones apenas se han aprovechado de un gusto que ya está inscrito en el
código genético. Ninguna publicidad, por insistente y agresiva que sea, podrá
persuadir a los consumidores de que se vean complacidos al contemplar una mujer
con senos caídos, arrugas en la piel, o cara asimétrica. Nunca podrá lograrlo,
en buena medida porque el desdén por estos rasgos tiene una base biológica.
Contrario a lo que
opina Wolf, sí existen patrones universales de belleza. Se ha documentado, por
ejemplo, que todas las culturas expresan preferencia por mujeres con una
diferencia sustantiva entre las dimensiones de la cadera y la cintura. El
origen de ésta, y otras preferencias, está en la evolución de nuestras mentes.
Y, por ende, estas preferencias están inscritas en nuestra biología. Las
razones evolucionistas de estos fenómenos no son difíciles de entender.
En la evolución,
aquellos organismos que exhiban alguna conducta que les permita sobrevivir mejor,
o reproducirse en mayor proporción, tendrán ventaja. Así, nuestros ancestros
hombres probablemente tuvieron más disposición a la promiscuidad, pues aquellos
que no eran promiscuos, estuvieron en desventaja para transmitir sus genes, y
se extinguieron. Ahora bien, en el momento de seleccionar parejas, tuvieron más
ventajas para pasar sus genes, aquellos hombres que sintieran atracción por
rasgos que suelen denotar fertilidad. Los senos grandes y levantados, la
proporción entre cintura y cadera, y las nalgas redondas, son signos de
fertilidad. Aquellos hombres que se complacieran con estos rasgos, tendrían más
oportunidad de pasar sus genes. En cambio, aquellos hombres que no tuvieran
preferencia por estos rasgos, están en desventaja para pasar sus genes (debido a
la baja fertilidad de sus compañeras). Así, al final, prevalecieron más los
genes que codifican gustos por nalgas redondas y senos grandes y levantados.
Hoy, los hombres llevamos esos genes.
¿Y las preferencias
de las mujeres? A diferencia del hombre, la mujer tiene un periodo limitado de
fertilidad, y una vez que queda embarazada, no puede volver a fecundar. Por
ello, a diferencia de los hombres, la promiscuidad no es una ventaja para que
las mujeres pasen sus genes. En vista de esto, la selección natural favoreció
otras estrategias en las mujeres: en vez de seleccionar a las mujeres
promiscuas, la evolución seleccionó a las mujeres que escogieran con más
cuidado a sus parejas. Y, así, la mujer no busca signos de fertilidad (pues la
fertilidad del hombre no es tan limitada), sino signos de riqueza económica y
salud, a fin de asegurar que su cría heredará una buena salud, y contará con
recursos óptimos para sobrevivir. Esto explica, en parte, la tendencia de las
mujeres a preferir hombres mayores, con caras bonitas (signo de buenos genes
que combaten enfermedades), y exhibición de riqueza económica.
Ninguno de las
grandes figuras en la psicología evolucionista propone que estamos determinados
por estos genes. Pero, sí advierten que hay una base biológica para que a los
hombres nos gusten las tetas grandes y levantadas, y las mujeres se fijen más
en la billetera que en los atributos físicos de los hombres. Esas tendencias
biológicas son reversibles; no somos prisioneros absolutos de ellas. Y, en ese
sentido, podemos considerar las advertencias de Naomi Wolf y Dame pa matala: la obsesión con la
belleza puede traer graves consecuencias psicológicas, y existen grandes
riesgos en las cirugías plásticas.
Pero, para
enfrentar a un enemigo, es necesario reconocer su naturaleza y su dimensión. Creer
que la concepción de la belleza femenina es un mito inventado por el capitalismo,
y que por ende, no tiene ninguna base biológica, es subestimar el atractivo de
la belleza. Si Wolf y Dame pa matala pretenden
conseguir algo, deben ser más humildes, y reconocer que se enfrentan a una
tendencia firmemente establecida en el código genético de la especie humana. Serán
muchos más eficaces si se proponen moderar,
pero jamás prescindir, de los patrones de belleza femenina que las condiciones del
Pleistoceno impusieron sobre nuestros ancestros, y que nosotros heredamos hoy
en la sociedad industrial.
Excelente artículo pana. Dame pa matala es el Iron Maiden de los postmodernistas criollos, esa corriente atolondrada de nuevos lectores (siendo generoso) que nos toca ahora padecer.
ResponderEliminarPermíteme unas humildes correcciones:
- Falta enlace en "(acá critico esa actitud)"
- "ocupas" por "ocupan" en: "sino que también ocupas importantes posiciones"
Marlon, sois un lince para detectar errores. Ya los voy a corregir. Gracias, brother...
EliminarLas mujeres hablan de liberacion femenina y la enfocan en una competencia insana en ser superior a los hombres cuando la femenidad es ser mas mujer
ResponderEliminarSuscribo todo lo que dices, Gabriel, aunque no me queda claro si lo de las tendencias biológicas reversibles lo pones en boca de ellos o es idea tuya. Yo no creo que lo sean. No conozco ningún hombre que finalmente se sienta atraído por mujeres ancianas (= infértiles), y por mucho que envejezcamos, nada nos disuadirá de que es infinitamente preferible una mujer joven.
ResponderEliminarPor cierto, existe un tópico que se puede esgrimir a favor de la reversibilidad de las tendencias biológicas, el que sostiene que el criterio de belleza femenina se ha ido modificando con el tiempo, como demostraría el canon representado por las pinturas de Rubens. Nada más lejos de la realidad. Durante toda la Antigüedad, los hombres tuvieron muy buenos gustos con las mujeres: jóvenes, delgadas (no tanto como en el canon actual, el de las modelos), con senos prominentes, nalgas generosas y labios voluptuosos. Algunas Afroditas, como la Anadyoméne de Rodas, son más delgadas aún. Estos gustos se mantuvieron tales hasta el siglo XVII, al menos en Occidente, y el de Rubens fue simplemente una excepción, como se comprueba dando un paseo por el Museo del Prado. Desde esa época y hasta el presente el rasgo de delgadez no ha dejado de intensificarse, como se puede apreciar en la pintura victoriana, en los cuadros de Bouguereau (por ejemplo, http://allart.biz/up/photos/album/B-C/Bouguereau,%20William/bouguereau_william_le_ravissement_de_psyche.jpg), no sólo inglesa (http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/0/0c/Seignac_Guillaume_the_awakening_of_Psyche.JPG), en cuadros pintados por mujeres (http://c300221.r21.cf1.rackcdn.com/annie-swinnerton-cupid-and-psyche-1366760386_b.jpg), etc. etc.
Según he escuchado, puede haber variaciones culturales en torno a los gustos. No sólo las mujeres de Rubens son gordas, hay también las famosas figurinas de Venus prehistóricas, que exaltan a mujeres con caderas prominentes. Pero, sí hay un gusto universal: la proporción entre la cadera y la cintura siempre es la misma. Y, esto tiene una explicación muy sencilla: esa proporción entre cadera y cintura hace más fértil a la mujer, y al final, como predice la psicología evolucionista, prevalecerán aquellos rasgos que den ventaja en la difusión de genes.
EliminarMuy buen artículo, Prof. Andrade. Sólo una cosa: usted menciona que "todas las culturas expresan preferencia por mujeres con una diferencia sustantiva entre las dimensiones de la cadera y la cintura". ¿De verdad hay evidencia de ello? ¿Podría ofrecerme una referencia que lo sustente? (estaría muy interesado). Saludos.
ResponderEliminar