Casi todos los países del mundo celebran un día de la
juventud. India, por ejemplo, lo celebra el 12 de enero, en ocasión del
nacimiento de Swami Vivikenanda, un joven filósofo que se encargó de promover
el diálogo entre religiones y la paz mundial.
Mientras
los indios celebran su día de la juventud conmemorando a jóvenes filósofos,
nosotros los venezolanos lo hacemos conmemorando la matanza de niños y
adolescentes soldados. El 12 de febrero se conmemora la batalla de la Victoria,
ocurrida en 1814. En esta batalla, comandada por José Félix Ribas, participaron
unos mil jóvenes estudiantes de colegios en las cercanías de Caracas. Al final,
fue una gran victoria para la causa independentista.
En
realidad, aquella batalla fue una derrota para la dignidad humana. No sabemos con
precisión cuán voluntariamente fueron esos adolescentes a pelear en la batalla.
Es presumible que una buena parte fueron obligados en reclutamiento forzoso,
pues en efecto, en la guerra de independencia en Venezuela se cometieron toda
suerte de atrocidades en ambos bandos. Pero, aun si esos jóvenes fueron
voluntariamente, el mero hecho de participar en una batalla es ya escandaloso.
Pues, hoy es ampliamente reconocido por el derecho internacional que la
participación de niños y adolescentes en campañas militares es un crimen.
La
Convención de los Derechos del Niño (promulgada por la ONU en 1989)
explícitamente prohíbe el uso de niños en campañas militares. Bajo esta medida,
José Félix Ribas sería un criminal de guerra. Es crucial mantener presente acá
que, aun en la guerra, hay reglas. Aun si existe el derecho de ir a una guerra
(el ius ad bellum), y los patriotas
venezolanos tenían ese derecho, existe la obligación de mantener una conducta
recta en la guerra (el ius in bello).
Y, emplear niños en la guerra es una clara violación del ius in bello. Cumplir con los requisitos del ius ad bellum no es excusa para prescindir de los requisitos del ius in bello. En este sentido, los
patriotas pudieron tener una causa justa en su lucha contra la corona española,
pero eso no les ofrecía aval moral para emplear niños en su contienda militar.
Podría
alegarse, por supuesto, que la ley no tiene carácter retroactivo. Y, en ese
sentido, puesto que las prohibiciones de emplear niños en la guerra fueron
apenas formalizadas en el siglo XX, alguien como José Félix Ribas no es
reprochable. A este argumento, respondo: me parece que existe un derecho
natural que está por encima de las leyes positivas. Por ello, cualquier ser
humano debe saber que un niño o adolescente aún no tiene las facultades
mentales para decidir autónomamente si le conviene o no participar en una
guerra, y por ende, aun en el siglo XIX, un militar como Ribas debió advertir
que violaba una ley del derecho natural.
Pero, en
todo caso, aun si excusamos a José Félix Ribas por haber sido presa del Zeitgeist de su época, seguimos sin
tener excusa para continuar celebrando su acción. Quizás Ribas no es
reprochable, pero ciertamente, nosotros sí somos reprochables, por seguir
enalteciendo el uso de niños y adolescentes combatientes.
Los
mismos patrioteros que hoy celebran el día de la juventud conmemorando una
batalla con niños combatientes, hoy se rasgan las vestiduras invocando
artículos de la Ley Orgánica para la Protección del Niño, Niña y Adolescente.
El mensaje es terriblemente contradictorio: se enaltece una ley que protege a
los niños en las campañas militares, pero a la vez se aplaude una acción
militar que empleó a menores de edad.
¿Bajo
qué criterio podemos reprochar el reclutamiento forzoso de niños soldados en
las FARC y las Autodefensas Unidas de Colombia, si nosotros aplaudimos la misma
acción que sucedió hace doscientos años? ¿Cómo podemos esperar que la juventud
venezolana salga del atolladero en que se encuentra, si en vez de celebrar los
logros de jóvenes poetas o músicos, celebramos la acción militar de niños y
adolescentes, y peor aún, el reclutamiento infantil forzoso por parte de los
adultos? No debe extrañarnos que los jóvenes en el barrio 23 de enero de
Caracas, salgan retratados con sendos fusiles y metralletas. Después de todo,
cada 12 de febrero, les enseñamos la lección de que, en 1814, hubo jóvenes
guerreros heroicos, y que debemos ser como ellos.
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