Roberto Augusto ha escrito recientemente un artículo
sobre la secesión catalana (acá). Él y yo hemos discutido varias veces sobre el tema
de la secesión (acá por vía de blog; acá por vía radiofónica).Yo no soy
nacionalista, y sueño más bien, a la manera cosmopolita de Kant y Asimov, con
un gran gobierno mundial sin naciones. Pero, también soy defensor de la libertad,
y me parece que si un pueblo desea la autodeterminación y separarse del Estado
del cual forma parte, el liberalismo exigiría que se conceda ese deseo.
Por lo
general, las secesiones han generado terribles guerras. Pero, eso no es motivo
suficiente para estar en contra de las secesiones. La solicitud de reformas
laborales también ha suscitado mucha violencia, pero no por ello estamos
dispuestos a conservar las lamentables condiciones laborales del siglo XIX. Me
parece que el mecanismo más civilizado para la secesión es la consulta plebiscitaria:
si un pueblo solicita un plebiscito secesionista, debe ser concedido, y si es
aprobado, debe autorizarse la secesión.
Hasta acá,
Augusto parece coincidir conmigo, pero él considera que los miembros del Estado
que sufre la secesión, también tienen derecho a decidir. Yo discrepo. Que yo
sepa, en ningún referéndum secesionista celebrado en el siglo XX (Quebec,
Argelia, Eritrea, Sudán del Sur, Australia, Puerto Rico, entre otros), han
participado los ciudadanos del Estado potencialmente fragmentado. Y, es casi
obvio que, si así fuera, jamás se lograría la secesión por vía democrática:
poquísimas personas votarán para que su Estado pierda territorio. Con su estándar,
prácticamente Augusto está negando cualquier posibilidad de secesión democrática.
Augusto
suele responder señalando que, en esos casos, hay una relación de colonialismo,
y eso sí justifica el referéndum unilateral. Yo advierto la dificultad de
distinguir entre una colonia y una provincia. ¿Es la Guyana Francesa una
colonia o una provincia? ¿Hawaii? ¿Las Islas Canarias? Augusto suele entender ‘colonia’,
no tanto en función de la distancia territorial respecto a la metrópolis, sino
en función de la relación de explotación que se dé. Pues bien, me parece que, incluso
bajo este criterio, muchas supuestas provincias en realidad son colonias. Cuando
una región (como Cataluña) aporta al fisco nacional muchísimo más de lo que
recibe, eso es una relación de explotación. Cuando los miembros de un grupo étnico
no tienen posibilidad de ejercer la mayor autoridad en el Estado que los
gobierna; hasta donde sé, es casi imposible (no de iure, pero sí de facto)
que un catalán o vasco pueda ser electo presidente de España, eso es también
colonialismo.
Augusto
sostiene que casos como los de la España actual y sus autonomías potencialmente
secesionistas nunca podrán ser calificadas de ‘colonialismo’, porque España es
un Estado democrático. Nuevamente, discrepo. Es perfectamente posible que un
Estado sea una democracia, y a la vez tenga una relación de colonialismo con muchos
de sus territorios. La III República Francesa fue prácticamente una democracia,
pero a su vez fue el período de mayor expansión colonial francesa. La
democracia puede fácilmente convertirse en la tiranía de las mayorías, y con el
respaldo de la mayoría, puede despóticamente obligar a un pueblo a permanecer
en el Estado.
Augusto
reconoce que Venezuela, por ejemplo, sí tenía derecho a la secesión unilateral,
porque fue invadida por España, y el régimen de Fernando VII no era democrático.
Pero, supongamos que, en vez de la monarquía absoluta de Fernando VII, hubiese
prosperado la democracia, y las cortes de Cádiz hubiesen incorporado
representantes hispanoamericanos (como de hecho ocurrió). ¿Habría esto
suprimido la legitimidad de la secesión unilateral venezolana? No lo creo. El
mero hecho de que España fuera en aquel entonces una democracia con
representación de todos sus territorios no habría despojado de legitimidad a
los movimientos independentistas hispanoamericanos, que sencillamente
reclamaban ser autogobernados.
Como
Venezuela, los territorios que conforman hoy España fueron militarmente
anexados (o por alguna otra vía no soberana, como matrimonios reales) en algún
momento por la corona de Castilla. El hecho de que en 1975 España se convirtió
en una democracia no altera la cuestión. Nunca se les ha preguntado a los
catalanes si desean formar parte o no de España. Presumo que Augusto sostendrá
que, indirectamente, sí se ha hecho, pues los catalanes han acudido democráticamente a otras
elecciones. Pero, insisto, esto no es suficiente. Aun si los venezolanos elegían
un representante para las cortes de Cádiz, esto no habría despojado de
legitimidad a la secesión unilateral, sencillamente porque nunca se nos preguntó
si deseábamos formar parte de España. El mismo razonamiento debe extenderse a
Cataluña.
Augusto alegoriza
a la relación entre España y Cataluña como siameses. Si hay separación, debe
haber consentimiento mutuo. Creo que la alegoría es errónea. Con dos siameses,
hay cierta horizontalidad de poder, ambos nacieron el mismo día, etc. Es obvio
que la relación entre Cataluña y España no es de horizontalidad. España domina,
y no nació junto a Cataluña, antes bien, la anexó,
y nunca ha preguntado a los catalanes si están o no de acuerdo. No hay
necesidad de hacer esta consulta en todos los territorios anexados. Pero, si un
colectivo anexado exige el derecho a que se le consulte unilateralmente, debe
ser concedido.
El
problema con el criterio de Augusto es que da pie a que las grandes potencias
se planteen estrategias abusivas a largo plazo. Siguiendo el criterio de Augusto,
un país podría hoy invadir otro país y anexarlo. El país invasor eventualmente podría
convertirse en una democracia (si acaso ya no lo es), e incorporar a los
habitantes del territorio invadido como ciudadanos plenos del país invasor. Si,
eventualmente, los habitantes del territorio invadido persisten en su
resistencia, varias generaciones después el país invasor puede alegar que todos
los miembros del Estado están involucrados, y que un referéndum secesionista
exigiría la participación de todos los ciudadanos del Estado. Así, el territorio
originalmente invadido jamás podría alcanzar la secesión. Precisamente una
estrategia como ésta, los chinos parecen plantearse en Tíbet.
Ciertamente la
secesión afectaría a ambos colectivos, pero contrario a la opinión de Augusto,
eso no implica que ambos colectivos tengan el derecho a decidir sobre ello. Venezuela
puede decidir no regalarle más petróleo a Cuba; y eso obviamente afectaría a
ambos países. Pero, debe resultar claro que Cuba no tiene derecho a interferir en nuestra
decisión soberana de quiénes son nuestros clientes petroleros.
Augusto también señala que la constitución española
no contempla la secesión unilateral, y que por ello, si los catalanes desean
separarse, deben hacerlo por vía constitucional, lo cual implicaría un referéndum
con participación de toda España. De nuevo, pensemos en la España de 1812. La
Pepa no contemplaba la secesión unilateral de las colonias hispanoamericanas, a
pesar de que en las cortes de Cádiz sí hubo representantes hispanoamericanos. ¿Habría
despojado eso de legitimidad a la secesión hispanoamericana? No, como tampoco
despoja de legitimidad a la secesión unilateral catalana, el mero hecho de que
no esté contemplada en la constitución española, y que en la redacción de ésta
hubieran participado representantes catalanes.
El verdadero
ejercicio democrático debe contemplar el derecho a la secesión unilateral. Es
cierto que casi ningún país del mundo contempla este derecho. Pero, los países
más prósperos, pacíficos, cívicos y democráticos, están encaminados hacia la
concesión de este derecho. Canadá ha abierto la puerta para el derecho a la
secesión unilateral (con la decisión de la Corte Suprema en 1998). El Reino
Unido tiene contemplado permitir un referéndum unilateral para Escocia en el
futuro próximo. EE.UU. ha hecho lo mismo con Puerto Rico en varias ocasiones.
Son más
bien los países menos democráticos y más opresivos, aquellos que niegan el
derecho a la secesión unilateral. África ha estado plagada de guerras
secesionistas, precisamente por no permitir este derecho. Rusia (con los
chechenos), China (con los tibetanos), Serbia (con los kosovares), son ejemplos
de países poco democráticos que, precisamente, han negado la secesión
unilateral, y su insistencia ha producido terribles conflictos. España debe
decidir si desea fortalecer su democracia y abrir espacio para el derecho a la
secesión unilateral, o mantener su vocación imperial de siglos pasados.
En
beneficio de Augusto, no obstante, debo admitir que, si yo fuera catalán, me
opondría a la secesión. Una Cataluña independiente no podría formar parte de la
Unión Europea, y hay más ventajas que desventajas en la permanencia con España.
Pero, eso es irrelevante respecto a quién debe decidir.
Totalmente de acuerdo en todo, Gabriel, aunque te haría una puntualización con respecto a la "anexión" de Cataluña a España: en rigor, no fue Cataluña la anexionada, sino que hubo una unión de dos reinos, el de Castilla y el de Aragón. Dicho lo cual, a mí tampoco me parece que este hecho reste legitimidad a la libertad de los catalanes para elegir.
ResponderEliminarLo más lamentable de este asunto es la gran cantidad de energías que se desperdician aquí en España en estos diálogos de besugos: los catalanes (no todos, sólo los nacionalistas, que no son muchos más del 50%) reclamando su derecho a la autodeterminación, el resto del país negándoselo porque la Constitución lo impide, lo cual exigiría una reforma constitucional que esos mismos españoles no van a llevar a cabo con el fin de impedir aquella independencia. Estas dos o tres frases se repiten cada día en la prensa.
En mi opinión, Roberto Augusto está condicionado por dos factores que le impiden ser imparcial: vive en España, donde el asunto no es visto con la distancia y asepsia con que tú lo ves; y confunde su deseo (la prohibición de la independencia) con la justicia (la legitimidad de cualquier pueblo a elegir su estatus político).
Y como te dije hace tiempo, no va a haber ni referéndum ni mucho menos independencia.