Querida Belén:
Lamento mucho saber que murió tu pececito. Podrás
preguntarte: con tantos problemas en el mundo, ¿cómo puedes sentir tristeza
ante algo tan insignificante? Pero, la verdad es que muchas personas pueden
sentir luto por la muerte de alguna mascota, y esto no es nada anormal. Catulo,
un poeta romano, escribió un famosísimo poema en honor al gorrión de su amante
Lesbia, pues alcanzó a ver que ella estaba deprimida por la muerte del
pajarito. Aun traduciéndolo, el poema es muy bello: “Oh amores y anhelos/ y
cuantos hombres existáis sensibles a la belleza/ Lamentaos; ha muerto el
gorrión de mi amada/ su gorrión, deleite de mi niña / al que cuidaba más que a
sus propios ojos”.
Lo que sí sería anormal, no
obstante, es que mantengas esa tristeza indefinidamente, al punto de que no
puedas operar bien en tu vida diaria. Desde hace muchos siglos, los médicos han
observado que algunas personas están constantemente tristes, y no hay nada que
pueda alegrarlos. Hipócrates, un médico de la Antigua Grecia, llamaba a estas
personas melancólicos, y seguramente
de vez en cuando oyes la palabra melancolía.
Hipócrates pensaba que las enfermedades, pero también los
estados de ánimo, se debían a desbalances en cuatro sustancias que, según él,
conforman el cuerpo humano. Él los llamó los humores, y de ahí viene nuestra expresión Fulanito está de mal humor (es la idea de que alguien está molesto
o triste, porque una de esas sustancias está desbalanceada). Los cuatro humores,
según Hipócrates, eran la bilis negra, la bilis, la flema y la sangre. Cuando
una persona tiene excesiva bilis negra, la persona se deprime. Negro en griego es melas, y bilis es khole, así pues, la enfermedad de la
tristeza es la combinación de melas y
khole, la melancolía.
Hubo también otras teorías curiosas sobre el origen de
esta enfermedad la tristeza. Algunos decían que el planeta Saturno influía en
el estado de ánimo de las personas (ya sabes que la astrología enseña cosas
rarísimas), y así, a veces se usaba la palabra saturnino para describir a las personas que estaban siempre
tristes. O, también se llegó a pensar que un demonio se apoderaba de alguien, y
lo hacía entrar en una profunda tristeza.
De hecho, la Iglesia postuló que el estar siempre triste
es un pecado. Seguramente has oído hablar de los siete pecados capitales. Pues bien, uno de ellos es la pereza, pero originalmente, era distinto
a lo que hoy se entiende. Hoy, dirías que alguien es perezoso cuando no quiere
trabajar; antaño, la pereza se entendía más bien como la emoción que viene de
estar descontento con el mundo, y como consecuencia, no querer trabajar.
A mí me parece muy bien que la
Iglesia haya entendido que hay gente que sufre crónicamente un estado de
tristeza. Pero, decir que eso es un pecado, es lamentable. Casi nadie elige
estar triste. Y, en todo caso, amenazar a alguien con ir al infierno (como
hacía la Iglesia, pues, este pecado, al ser capital, supuestamente podría llevarte
al infierno) no es un método muy terapéutico. Si estás triste, y el cura te
dice que, precisamente por estar triste, vas al infierno, ¡eso te hunde aún más
en la tristeza! Además, a mí no me parece, Belén, que la Iglesia sea muy apta
en alegrar a la gente. Ver un via crucis hace
llorar de tristeza. Y, la música gregoriana podrá ser muy bella, pero alegre,
ciertamente no es. Insúltame si lo deseas, pero yo me alegro más con un
reguetón. Con todo, cuando se trata de música, hay para todos los gustos, y
supongo que la música gregoriana alegrará a algunas personas raras. Y,
ciertamente, desde hace siglos, la música se ha utilizado como tratamiento para
la gente deprimida. En muchos casos, funciona bastante bien.
En fin, gente crónicamente triste la
ha habido en todas las épocas, y los psiquiatras y psicólogos piensan que eso
es una enfermedad mental. Se le llama el trastorno
depresivo mayor. Cuando a alguien se le diagnostica esta enfermedad, se
encuentra constantemente en un estado de tristeza. La persona no se alegra con
nada. Antes de la enfermedad, quizás la persona sentía entusiasmo haciendo
alguna actividad. Si está deprimida, pierde el entusiasmo ante estas
actividades. A esa falta de entusiasmo ante las actividades, se le llama anhedonia.
Las personas deprimidas suelen
perder peso significativamente, aunque algunas pueden más bien aumentar de peso
significativamente (a veces, tratan de encontrar escapatoria a su tristeza en
la comida, sólo para descubrir que eso tampoco los satisface). También les
cuesta dormir, aunque en algunos casos, pueden dormir excesivamente (quizás
como un mecanismo para escapar de su triste realidad).
Es relativamente fácil identificar a
una persona deprimida, al ver que todo lo hacen lento. Les hablas, y tardan en
responderte; es como si no estuvieran conectados contigo. Caminan lento, comen
lento, se mueven lento. Es más o menos de sentido común: cuando estás contenta
y eufórica, te mueves rápido; cuando estás deprimida, te mueves lento. Los deprimidos
suelen estar muy cansados a toda hora, y se les hace difícil concentrarse. Cuando
conversan (si acaso conversan), dicen que la vida no tiene sentido, y pueden
pensar continuamente en el suicidio.
Cuando alguien te diga que quiere
suicidarse, Belén, toma muy en serio esas palabras. Podrás creer que se trata
de chantajes, y que las personas que hacen estas amenazas no las cumplen. Pero,
eso es falso. Las amenazas de suicidio sí
se cumplen. Si sospechas que una amiga está en riesgo de suicidarse,
deberías llevar a esa amiga al médico urgentemente. Dependiendo de cuán grave
sea el riesgo de que se suicide, podría ser necesario hospitalizar a tu amiga.
Los médicos siempre dicen que nadie debería ser hospitalizado sin su propio
consenso, pero en casos de riesgo de suicidio, hacen una excepción. En esos
casos, los médicos recomiendan hospitalizar al paciente, aún en contra de su
voluntad.
A veces puede ser difícil
encontrarle sentido a la vida. Pero, para mantener tu salud mental, Belén,
debes tratar de encontrárselo. Y efectivamente, la gente que se suicida, suele
no ver sentido en seguir viviendo. Lamentablemente, no tengo para ti una
fórmula mágica de cómo encontrar ese sentido. Pero, te diré que un psicólogo,
Viktor Frankl, escribió un famoso libro (El
hombre en busca de sentido) explicando cómo él mismo lo logró. Frankl
estuvo en un campo de concentración nazi. ¿Puede haber algo más deprimente que
eso? En ese campo, él veía a mucha gente morir de tristeza, e incluso
suicidarse. Pero, Frankl descubrió que sobrevivían más aquellos que se
planteaban proyectos, por muy tontos que parecieran. El estar continuamente
pensando en metas, te mantiene protegida frente a la depresión. Proponte aprender
a tocar guitarra; o a ayudar a las ancianitas a cruzar la calle, o a leer La guerra y la paz, o a encontrar la
cura para el cáncer… Lo importante, Belén, es tratar de mantener cierto
optimismo frente a las cosas. Eso no significa que te engañes a ti misma y
digas que todo es maravilloso, cuando obviamente no lo es. Pero, sí significa
que, aun en un escenario muy deprimente (como el que Frankl vivía en el campo
de concentración), puedas encontrar pequeñas cosas que, a la larga, le darán
sentido a tu vida.
En todo caso, no hay una varita
mágica para poner fin a la depresión. Encontrar sentido a las cosas, como lo
proponía Frankl, puede ayudar. Pero, no debes perder de vista que la depresión
tiene causas muy complejas. Y, también debes tener presente que todos hemos
estado deprimidos alguna vez en nuestras vidas, pero eso no significa que
suframos algún trastorno. Piensa en un domingo en la tarde con lluvia, sin
poder salir de tu casa… ¡vaya tristeza! Por esto, los psiquiatras y psicólogos
insisten en que, para diagnosticar a alguien con el trastorno mayor depresivo,
los síntomas de depresión deben ser intensos y continuos, y deben durar al
menos dos semanas.
Hay personas que tienen síntomas
depresivos, sin necesariamente llegar a contemplar el suicidio, o tener la
intensidad que sí se tiene en el trastorno depresivo mayor. En esos casos, los
psiquiatras y psicólogos diagnostican distimia
(o, más correctamente, el trastorno
depresivo persistente). Puedes pensar en la distimia como una forma más
leve de depresión, pero también más persistente. La gente que sufre un
trastorno depresivo mayor tiene buenas posibilidades de curarse y no volverse a
deprimir; en cambio, la gente que sufre distimia, suele vivir con esa condición
toda su vida.
Es posible, que la gente se sienta deprimida cuando no
tenga suficientes cantidades de dos químicos particulares en su cerebro: la
serotonina y la norepinefrina. Muchos psiquiatras dicen que, ante todo, la
depresión debería tratarse con drogas que hacen aumentar los niveles de estos
químicos en el cerebro. Prometo escribirte una carta sobre estas drogas en otra
ocasión. Como complemento de las drogas, hay psicoterapias (es decir, tratamientos
que constan de entrevistas y conversaciones) que ayudan a sobreponer la
depresión. También prometo escribirte una carta sobre esto.
Hay también muchas circunstancias en la vida que pueden
generar depresión. Parece que hay una base genética. Más o menos el 1% de la
población mundial sufre alguna forma de depresión, pero si tienes una hermana
gemela idéntica con depresión, las probabilidades de que tú también te deprimas
es del 75%. Y, como sabrás, Belén, hay algunos eventos en la vida que pueden generar
tal grado de tristeza, que pueden conducir a un trastorno depresivo: la muerte
de un hijo o de una pareja sentimental, la pérdida de un empleo, etc. También
hay algunas condiciones sociales que incrementan el riesgo de depresión: la
pobreza, ser miembro de una minoría étnica, las guerras.
La depresión también está asociada con aquello que los
psicólogos llaman indefensión aprendida. Esto
es la tendencia que tenemos a que, cuando sufrimos derrotas, nos acostumbramos
a ellas, y nos rendimos ante las adversidades, aún si son pequeñas. Sobre este asunto, un psicólogo, Martin
Seligman, hizo unos experimentos muy interesantes. Seligman tomó una jaula, y
la dividió en dos. Las dos mitades estaban separadas por una cerca no muy alta.
De un lado, había cables que enviaban descargas eléctricas. Seligman colocaba
ahí a unos perros, y cuando éstos sufrían las descargas, los perros
inmediatamente saltaban la cerca e iban al otro lado para estar a salvo. Pero, a
algunos perros, Seligman les administró descargas eléctricas sin posibilidad de
que escaparan. Cuando Seligman colocó a estos mismos perros en la jaula
dividida en dos, los perros no buscaban saltar la cerca para escapar.
Esto aplica a los seres humanos. Cuando una persona se
siente desmoralizada por las adversidades previas, eventualmente aprende a
estar indefensa, y se resigna a sufrir, aun cuando en realidad, no es muy
difícil superar el obstáculo. Es como si suspendieras tres exámenes seguidos en
un curso, y ante esos fracasos, asumes que no tiene sentido seguir estudiando.
Así, dejas de estudiar y suspendes el curso entero, aun si los siguientes
exámenes son ya mucho más fáciles.
Cuando las personas se esfuerzan en hacer cosas, pero no
obtienen recompensas (o, como se le llama en psicología, refuerzos positivos, ¿los recuerdas?), están en mayor riesgo de
deprimirse. Eso es una forma de indefensión aprendida. Incluso, su depresión
puede en sí misma ser reforzada positivamente. Por ejemplo, al estar deprimida,
los familiares de esa persona pueden dedicarle más atención, y eso hace que,
inconscientemente, la persona aprecie que, al estar deprimida, al menos hay
alguna recompensa.
Si algo ocurre desagradable ocurre, y en vez de dejarlo
atrás, piensas continuamente en eso sin plantearte una alternativa, también
estás en mayor riesgo de deprimirte. Los psicólogos llaman a eso rumiación. Por eso, Belén, las
distracciones son importantes en el tratamiento de la depresión. Si te sientes
triste por algo, y notas que ya el tema empieza a afectarte demasiado, recuerda
el consejo de Viktor Frankl: trata de encontrar algún propósito que le dé
sentido a tu vida. Frankl no se dejó vencer pensando todo el día en lo terrible
que es estar en un campo de concentración. Sobrevivió, gracias al hecho de que
encontró cosas que le sirvieran como proyectos, por muy insignificantes que
ahora parezcan. No en vano, los médicos recomiendan muchísimo que los
deprimidos hagan ejercicio. Plantéate caminar cinco kilómetros, y al estar
concentrada en esa meta, dejarás de pensar tanto en el problema que te
atormenta.
Te decía que un domingo en la tarde con lluvia es una
ocasión muy triste. Quizás exagero. Pero, sí es indiscutiblemente cierto que
algunas personas se deprimen con el invierno. Parece que hay firmes razones
biológicas para esto. Tu cerebro tiene una glándula, la glándula pineal, que emite una hormona, la melatonina. Pero,
curiosamente, esta hormona no se produce cuando se recibe luz solar. Por eso,
esta hormona está asociada con el sueño, y algunas pastillas para dormir, están
basadas en ese químico. Si, en cambio, no hay suficiente luz solar, la glándula
pineal emite demasiada melatonina, y eso hace que tu cuerpo se enlentece
(básicamente, como en el sueño), al punto de que genere depresión (recuerda, en
la depresión, los movimientos se hacen más lentos).
Y, como sabes, en el invierno, los días se hacen más
cortos, y por eso, la gente se deprime más. Hasta hace algunos años, los
psiquiatras opinaban que eso se trataba de una enfermedad mental aparte, el trastorno afectivo estacional. Pero,
ahora los psiquiatras prefieren decir que es sencillamente una variante del
trastorno depresivo mayor. Te
parecerá muy burdo, pero una forma muy efectiva de tratar esta condición es
colocando a los pacientes en habitaciones con luz artificial en alta
intensidad, por algunas horas a la semana. Eso los ayuda muchísimo.
También, las mujeres que recientemente han parido (o han
tenido cesáreas), están en mayor riesgo de deprimirse. Coloquialmente, a eso se
le llama la depresión post parto,
aunque la psiquiatría no la considera una enfermedad aparte. Prometo escribirte
una futura carta sobre las hormonas y cómo afectan la conducta. Pero, por ahora
te diré que, cuando las mujeres dan a luz, tienen muchos cambios hormonales en
su cuerpo, y eso seguramente es una de las causas por las cuales las mujeres
recién paridas se deprimen más.
Pero, no sólo se trata de hormonas, Belén. Cuando tengas
tus propios hijos recién nacidos, corroborarás que se trata de una experiencia
muy desafiante. Sí, para muchas personas es una alegría tener a un nuevo
miembro en la familia. Pero, el cuidado que un recién nacido requiere es
delicadísimo, y eso puede agobiar a la madre. En algunos casos, la depresión
post parto puede ser tan severa, que la madre puede alucinar, y eso puede resultar
muy peligroso, pues puede terminar haciéndole daño al bebé. Por eso, si conoces
a alguna mujer que tiene un recién nacido en casa, es bueno verificar que su
estado mental no está alterado.
No solamente las mujeres recién paridas pueden alucinar
como consecuencia de su depresión. De hecho, cualquier persona que esté
severamente deprimida, puede llegar a desarrollar síntomas psicóticos. Pero,
recuerda que es importante distinguir eso del trastorno esquizoafectivo, que es básicamente una combinación de
esquizofrenia con depresión. En esos casos, aún cuando la persona tiene un
mejor estado de ánimo, continúa desconectada de la realidad. En cambio, en la
depresión severa, los síntomas psicóticos sólo aparecen cuando la persona está
muy deprimida. Para los psiquiatras, estas distinciones son muy importantes,
porque dependiendo de cuál trastorno tenga el paciente, el tratamiento con
drogas será distinto.
Algunas personas pueden también
tener síntomas psicóticos, no por excesiva tristeza, sino más bien por excesiva
alegría. O, más que alegría, podemos describir esa emoción como euforia. Así como cuando una persona
está deprimida, sus movimientos se enlentecen, cuando una persona está
eufórica, se agita excesivamente, al punto de que puede perder su juicio, y actuar
erráticamente. Estas personas sufren el llamado trastorno bipolar.
Antaño, a esto se le llamaba la
enfermedad maníaco depresiva. Una
manía es un estado mental de muchísima agitación que, en apariencia, es
eufórica y se vive muy bien con ella. Pero, es mejor describir esta enfermedad
como bipolar, porque en el fondo, esa euforia no existe sin la depresión, y el
paciente sencillamente va de un polo a otro en estados de ánimo. El trastorno bipolar
es como un péndulo en el cual la persona oscila entre estar muy deprimida y
apática, y estar muy emocionada. Esos movimientos pendulares pueden variar,
pero no es cuestión de horas o siquiera días. Por lo general, la persona
atraviesa un episodio de manía que puede durar algunas semanas o meses, y
luego, caer en la depresión por un tiempo más prolongado. Es también común que,
cuanto más eufórica esté en la fase maníaca, más deprimida estará cuando pase a
la otra fase.
Algunos
pacientes con trastorno bipolar han dado testimonio diciendo que, en la fase
maníaca, sienten tal euforia, que incluso están dispuestos a caer en depresión
luego. Es por ello que muchos, aun estando deprimidos, prefieren dejar las
cosas como están y no tomar tratamientos. Es cierto, Belén, que en episodios de
manía, los pacientes bipolares pueden ser muy productivos (incrementan mucho
sus actividades que persiguen un propósito), tener grandes ideas, y sentirse
muy bien. Muchos historiadores sospechan, por ejemplo, que Mozart era bipolar,
y que compuso sus grandes obras musicales durante sus episodios de manía.
Posiblemente Van Gogh también sufría esta enfermedad, y sus cuadros más
geniales venían también de sus episodios maníacos.
Pero, tarde o temprano, la fase
maníaca del trastorno bipolar afecta negativamente a las personas. Durante los
episodios de manía, las personas tienen un repentino incremento de la
autoestima, al punto de que se proponen hacer cosas osadas que puede terminar
perjudicándolos. Por ejemplo, una persona bipolar puede creerse en capacidad de
ella sola erradicar el paludismo en el mundo, y así, gasta todos sus ahorros
para ir a un país africano a curar el paludismo… obviamente, estas quijotadas,
por más entusiasmo que se tenga, no resuelven problemas.
Es común encontrar a pacientes en
fase maníaca entrar en ráfagas consumistas, sobre todo en juegos de azar.
Cuando la persona está eufórica, es excesivamente optimista, e ingenuamente
cree que puede vencer a los casinos en su propio juego. También, en episodios
de manía, es común que las personas tengan conductas de promiscuidad sexual; de
nuevo, en medio de su euforia, viven el momento de placer, y no piensan en las
consecuencias de sus actos. Es también común que, durante episodios maníacos,
la persona no duerma lo suficiente, pues a su juicio, el sueño es una pérdida
de tiempo, sobre todo teniendo en cuenta que hay muchos proyectos por hacer.
Lamentablemente, tarde o temprano, la falta de sueño castiga.
Las personas deprimidas suelen estar
muy calladas. En cambio, las personas en fase maníaca, hablan sin parar, y
suelen hacerlo muy rápidamente. Están tan agitadas, que vienen a sus mentes
muchas ideas, y hablan más rápido de lo normal, para tratar de expresar todas
esas ideas. Pero, a veces les cuesta organizarlas. No necesariamente llegan al
punto psicótico de hablar desordenadamente, o perder contacto con la realidad.
Pero, sí es bastante común que, en sus conversaciones, salten de un tema a otro
sin la fluidez natural de un hilo conductor. Y, al tener tantas ideas en su
mente, pueden tener dificultades en concentrarse. Por eso, no todas las
personas en fase maníaca son realmente productivas. Muchas pueden tener ideas
grandilocuentes, pero a la hora de la verdad, no logran concretar nada, porque
no pueden concentrarse.
En realidad, hay dos tipos de
trastorno bipolar. El que te acabo de describir es el tipo I, en el cual, la
persona oscila entre la depresión y la manía. Pero, además de la manía, existe
aquello que se llama la hipomanía. Éstos
son episodios de buen estado de ánimo, pero en un nivel más moderado. La
persona puede estar muy alegre, pero no necesariamente eufórica, y su conducta
no llega a ser tan errática. Podrías pensar, Belén, que vivir en un estado de
hipomanía es una bendición: sonreír a la vida, sentirse el rey del mundo, sin
llegar a hacer tonterías (como gastarse los ahorros apostando en una carrera de
caballos). Pero, lo cierto es que no hay manía o hipomanía, sin depresión.
Tarde o temprano, de las alturas de la aparente felicidad, se cae
estrepitosamente al infierno de la depresión.
El trastorno bipolar tipo II es
cuando una persona se alterna entre la hipomanía y la depresión. Pero, recuerda
que, además de la depresión, existe la distimia (es decir, una depresión más
leve, pero también más duradera). Pues bien, hay personas cuyo estado de ánimo
oscila entre la hipomanía y la distimia. En esos casos, la psiquiatría
diagnostica a estas personas con el trastorno
ciclotímico, o más coloquialmente, la ciclotimia.
Extrañamente, Belén, a diferencia de
la depresión convencional, no pareciera que el trastorno bipolar tenga causas
psicológicas. Pareciera ser más bien un fenómeno enteramente de origen
biológico. Hay indicios de que la enfermedad bipolar tiene bases genéticas,
pero es difícil decir con precisión que este o aquel gen es el responsable. Lo
que sí sabemos con más precisión, es que la psicoterapia no ayuda mucho en
tratar la enfermedad bipolar, y que el único tratamiento verdaderamente
efectivo es la administración de pastillas de litio, una sal que tiene la
capacidad de estabilizar los estados de ánimo. Esto, de nuevo, es indicativo de
que el trastorno bipolar se debe a desajustes químicos en el cerebro.
Curiosamente, los pacientes bipolares, aún en episodios
maníacos, tienen niveles bajos de serotonina en el cerebro. Recuerda que, en
pacientes deprimidos, este químico siempre se encuentra en niveles bajos. Esto
parece indicativo de que, como te decía, los episodios maníacos son
inseparables de los episodios depresivos. Por otra parte, en la depresión, la
norepinefrina es baja, mientras que en los episodios maníacos, ese químico es
alto.
En fin, Belén, me alegra saber que, poco a poco, vas
recuperándote de la tristeza por la muerte de tu pececito. Hasta ahora, aún no
has perdido a un ser querido. Pero, el momento llegará. Es normal sentirse muy
triste ante esto, y es importante procesar adecuadamente los lutos. Pero, no
permitas que una circunstancia como ésa te hunda en la depresión. Hoy los
psiquiatras piensan que si, tras seis meses de luto, sigues con profunda
tristeza, entonces ya eso debería considerarse patológico, y deberías recibir
tratamiento. Prometo escribirte dos futuras cartas: una sobre cómo algunas
drogas pueden ayudar a personas deprimidas, y otra sobre el modo en que la
psicoterapia ayuda a sobreponer la depresión. Se despide, tu amigo Gabriel.
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