Cuando escribí mi libro La teología ¡vaya timo!, mencioné sólo de pasada el segundo
concilio de Éfeso, celebrado en 449. En estos momentos, se celebra en Roma el
sínodo de la familia, convocado por el Papa Francisco. Seguramente, este
sínodo, y la abrumadora mayoría de los concilios en la historia de la Iglesia,
son tremendamente aburridos. Pero, el segundo concilio de Éfeso no fue
aburrido. Aquello no era meramente una sesión de ancianos discutiendo temas
incomprensibles. Era más afín a un encuentro de lucha libre, pues los
deliberantes se fueron a las manos (seamos honestos: una sesión de un
parlamento es más interesante cuando hay golpes entre los diputados).
Años
antes de ese concilio, Nestorio, el arzobispo de Constantinopla, se oponía a que
María fuese llamada “Madre de Dios”. Según Nestorio, María no podía ser la
madre de Dios, pues la persona a quien ella dio a luz tenía dos naturalezas
separadas (divina y terrenal), y a quien engendró fue la naturaleza terrenal.
En parte debido a circunstancias políticas, el patriarca de Alejandría, Cirilo,
se opuso a la doctrina de Nestorio (digo que en parte la oposición era
política, porque si bien Cirilo genuinamente pudo haber estado en desacuerdo
con la teología de Nestorio, aprovechó la oportunidad para desplazar la
influencia política de Constantinopla, y hacer más prominente a Alejandría).
Cirilo
hizo lobby político al emperador de
aquel entonces, Teodosio II, y lo convenció para que convocara un concilio en
la ciudad de Éfeso, a fin de resolver la disputa, en el año 431. Obviamente, ya
las cosas empezaban mal: Éfeso, según la leyenda, era la ciudad a la cual se
retiró María. Y, en esa ciudad, había mucha devoción hacia María. Cirilo
estratégicamente seleccionó esa ciudad para promover el título “Madre de Dios”
y repudiar a Nestorio. No cabría esperar mucha honestidad por parte de este
Cirilo, un fanático que, dicho sea de paso, tuvo mucho que ver con la muerte de
la científica Hipatia en la ciudad de Alejandría.
La
deshonestidad de Cirilo no terminó ahí. Al llegar a Éfeso, no esperó a los
delegados de Nestorio, y dio inicio al concilio (¡así cualquiera gana un
debate!), el cual condenó a Nestorio, dirigiéndole cartas refiriéndose a él
como Judas (¡qué amigables!). Cuando los delegados de Nestorio llegaron, enfurecidos
por las artimañas de Cirilo, hicieron un concilio paralelo, condenando a
Cirilo. Teodosio se acogió a la decisión de este concilio, y encarceló al
alejandrino. Pero, Cirilo, siempre ruin, sobornó a los carceleros y logró
escapar.
Desde
Alejandría, Cirilo volvió a desplegar su talento para hacer lobby. Y, esta vez, lo hizo a lo bestia.
Envió a Constantinopla a Dalmacio, un monje que llevaba años sin salir de su
celda. A Dalmacio lo acompañaron unas hordas (cabe presumir que eran bastante
violentas y representaban una gran amenaza), se plantaron frente a Teodosio, y
se generó un motín. El emperador accedió a las peticiones de Cirilo, y esta vez
condenó a Nestorio, quien fue exiliado a un monasterio en Egipto, bajo el
monitoreo de Cirilo. Éste consiguió así su propósito y murió en paz.
Años después, un
teólogo de Constantinopla, Eutiques, empezó a promover una nueva doctrina:
Cristo no tiene dos naturalezas separadas (como enseñaba Nestorio), sino una
sola naturaleza, fusión de su carácter divino y terrenal. El patriarca de
Constantinopla, Flaviano, convocó un concilio, en el cual se condenó la
enseñanza de Eutiques.
Dióscoro, el
sucesor de Cirilo en Alejandría, se propuso defender a Eutiques. La doctrina de
Eutiques no era exactamente la misma que la de Cirilo, pero en tanto era
radicalmente opuesta a la de Nestorio, y Nestorio era tremendamente odiado en
Alejandría, terminó por apoyar a Eutiques. Así, Dióscoro desplegó el mismo
talento de lobby que su antecesor Cirilo,
y convenció a Teodosio para convocar un segundo concilio en Éfeso.
Si Cirilo fue un
maestro de la manipulación en los concilios, Dióscoro lo superó, pues incorporó
tácticas de intimidación mucho más agresivas. Dióscoro se llevó a hordas de
monjes fanatizados, y logró amedrentar a sus oponentes en el concilio.
Flaviano, el patriarca que había condenado las enseñanzas de Eutiques, fue
apaleado por las hordas bajo el mando de Dióscoro, y murió días después. Este
segundo concilio de Éfeso no fue una aburrida sesión de argumentos y
contraargumentos teológicos. Acá sí hubo la excitación propia de un circo con
gladiadores.
Desde Roma, el Papa
(aún no se le consideraba el máximo jefe de la cristiandad, sino sólo un
patriarca más) León I, había enviado delegados al concilio, y éstos presentaron
un documento (el famoso Tomo) que
repudiaba la doctrina de Eutiques. Pero, Dióscoro no permitió que se leyera el
documento en las discusiones, y así, este segundo concilio de Éfeso fue una
victoria para Dióscoro.
Las cosas se
hubieran quedado así, si no hubiera sido por una contingencia histórica: el
emperador Teodosio se cayó de su caballo en una cacería, y murió. El trono fue
asumido por su hermana, Pulqueria. León aprovechó la oportunidad para hacer lobby, y explicó a la emperatriz que en
aquel segundo concilio de Éfeso había habido forcejeo, y que por ende, había
sido un “concilio ladrón” que no tenía validez.
Pulqueria accedió
al lobby de León, y convocó un nuevo
concilio, esta vez en la ciudad de Calcedonia, el año 451. Allí, se decidió
declarar latrocinio al concilio anterior celebrado en Éfeso. Y, se fijó la
doctrina que perdura hasta hoy: Cristo tiene dos naturalezas (después de todo,
se terminó aceptando una doctrina muy similar a la que Nestorio había defendido
en un inicio, sólo que Nestorio no aceptaba el título “Madre de Dios” para
María).
De toda esta
tragicomedia, podemos sacar algunas conclusiones. En primer lugar, la historia
de los concilios de la Iglesia es bastante terrenal, y difícilmente podríamos
aceptar que el Espíritu Santo guía las decisiones que se toman. Meras
contingencias históricas han hecho que ésta, y no aquélla, se la doctrina
oficial. Si Teodosio no se hubiese caído de aquel caballo, la doctrina de
Eutiques hubiese prevalecido, y la cristiandad entera habría declarado que
Cristo tiene una sola naturaleza (como, de hecho, creen hasta el día de hoy
algunas iglesias orientales).
El Papa León merece
elogios por haber denunciado la villanía con que se realizó el segundo concilio
de Éfeso. Pero, precisamente, esto debería servir para someter a consideración
si ha habido otros concilios que han impuesto doctrinas muy importantes, y que
se han realizado con el mismo amedrentamiento con que se hizo el segundo
concilio de Éfeso. Hay evidencia histórica de que Pío IX, el Papa que convocó
el I Concilio Vaticano en 1870 para formular la doctrina de la infalibilidad
papal, usó tácticas de amedrentamiento. Seguramente no fueron tan brutales como
las que empleó Dióscoro en Éfeso, pero hay espacio para dudar de que el dogma
de la infalibilidad papal surgió de una decisión libre entre deliberantes.
Hubiese sido oportuno que algún Papa posterior a Pío IX hubiese intentado
declarar latrocino aquel concilio.
Por último, toda
esta historia coloca de relieve que, hasta el siglo V, el Papa era uno más del
montón. Roma no era la sede suprema de la cristiandad, y los cristianos no
asumían que hubiera una sucesión apostólica en el Papa a través de Pedro. Fue
precisamente León I quien tomó los primeros pasos para atribuir esto al obispo
de Roma, pero la forma en que se dieron las cosas revela que los patriarcas de
Alejandría y Constantinopla tenían tanto o más primacía que el Papa en asuntos
teológicos. Gracias al ascenso de Pulqueria, el Papa pudo tener más prominencia
que sus pares de Alejandría o Constantinopla (y, ni siquiera plenamente, pues
aun León quedó insatisfecho con los resultados del concilio de Calcedonia).
Pero, de nuevo, si el emperador no se hubiese caído de ese caballo, seguramente
Roma no habría sido considerada hoy la sede la cristiandad.
¡Excelente post! Me acorde de un cuento de Jorge Luis Borges titulado "Los teologos". La historia de Aureliano de Aquilea y de Juan de Panonia
ResponderEliminarGracias, sí. Borges tiene aquella famosa cita, algo así como, "La teología es una rama de la literatura fantástica". Mi libro, "La teología ¡vaya timo!" tiene a esa cita como portada.
EliminarNo he leído tu libro "La teología ¡vaya timo!" pero en tu artículo es casí imposible aumular más errores en pocas lineas : Maria ya era venerada como Madre de Dios mucho antes del Concilio de Efeso : Theotokos, 250 D.C. http://www.oem.com.mx/elsoldeparral/notas/n2057479.htm
ResponderEliminarEstas seguro de que leíste mi articulo atentamente? En ningún momento he negado que antes del concilio de efeso MARIA era venerada como madre de dios. Creo que el error lo cometes tu al atribuirme una postura que no es la mía
EliminarEl Canon XXVIII del Concilio de Calcedonia y la historia alternativa
ResponderEliminarPor José Miguel Arráiz Roberti
http://www.apologeticacatolica.org/Primado/PrimadoN05.html
Para responder algunas objeciones contra el Primado romano
http://www.apologeticacatolica.org/Primado/PrimadoN26.html
No he leído tu libro "La teología ¡vaya timo!" pero en tu artículo es casí imposible aumular más errores en pocas lineas : Maria ya era venerada como Madre de Dios mucho antes del Concilio de Efeso : Theotokos, 250 D.C. http://www.oem.com.mx/elsoldeparral/notas/n2057479.htm
ResponderEliminarEstas seguro de que leíste mi articulo atentamente? En ningún momento he negado que antes del concilio de efeso MARIA era venerada como madre de dios. Creo que el error lo cometes tu al atribuirme una postura que no es la mía
Eliminar