El
feminismo es un movimiento loable, pero desafortunadamente contaminado por
gente que dice muchas tonterías. En una época, a las feministas les gustaba
mucho falsear la historia. Y, así, inventaron una serie de mitos que, a la
larga, perjudicaron su propia causa, pues restó credibilidad al movimiento
feminista. Decían estas feministas, por ejemplo, que hubo una época matriarcal,
cuando las sociedades europeas rendían culto a diosas de la fertilidad, y los
hombres eran subordinados de las mujeres. Aquel paraíso terrenal llegó a su fin
cuando arribaron hordas de guerreros indoeuropeos montados a caballo, e
impusieron el patriarcado.
Hoy ya no hay tanto
gusto por la pseudohistoria en el feminismo (ahora hay algo peor: la psicología
pseudocientífica que pretende negar las diferencias mentales objetivas entre
hombres y mujeres). Pero, de vez en cuando, resurgen nuevos mitos feministas
sobre el pasado.
Uno de esos mitos
es el de que hubo una papisa en la Edad Media, Juana. La pontífice, dirigida por Sonke Wortmann, es la versión cinematográfica
de este mito. La película se basa en la leyenda medieval, según la cual, en el
siglo XI (aunque la película sitúa la trama en el siglo IX), una mujer oriunda
de Inglaterra fue vestida como hombre hasta Atenas, y luego a Roma, acompañada
por un amante. En Roma, cobró prominencia por sus conocimientos, y fue
eventualmente elegida como Papa. Durante su papado, quedó embarazada. Durante
una procesión papal, dio a luz, pero cuando los concurrentes se dieron cuenta
de lo sucedido, la apedrearon (la película narra que sufrió una muerte natural).
La película en
ningún momento alega que se base en hechos reales, pero el espectador incauto
podría llegar a creerlo, y el film da la impresión de que su director sí cree
que hubo una papisa. Wortmann da un giro feminista a la película, pues
básicamente narra la historia de una mujer brillante que lucha por reformar un
mundo corrompido por los hombres. En ese giro feminista, la papisa aparece casi
como una proto-reformadora racionalista: se opone al culto a las reliquias,
valora el humanismo, el saber de los filósofos antiguos, e incluso, se vale de
un fraude piadoso ingeniosamente orquestado con el Papa que le antecedió, a fin
de salvar a Roma de la invasión de hordas de guerreros supersticiosos.
Los historiadores
unánimemente niegan la historicidad de estos eventos. La crónica más temprana
procede del dominico Juan de Mailly, en el siglo XII, más de un siglo después
de los acontecimientos narrados. Luego, en ese mismo siglo, hubo otra mención
de la historia, a cargo de Esteban de Borbón. Si bien no hay elementos
sobrenaturales en la historia, es demasiado sospechosa. Ante semejante
acontecimiento, ¿por qué no hubo crónicas contemporáneas? ¿Por qué, un siglo
después, apenas hubo una escueta mención?
Existe la leyenda
también de que, tras el fiasco de la papisa Juana, en las ceremonias de
entronización, a los Papas se les sometía a un peculiar ritual para corroborar
su sexo: se sentaban en letrinas, y desde abajo, se aseguraban que tuvieran
testículos. Esto también es falso. Existen en el Vaticano, es verdad, unas
sillas con agujeros, pero no hay ninguna noticia de que se acudiera a ese
pintoresco ritual.
La historia de la
papisa Juana tiene todo el aspecto de haber sido una leyenda popular que, en
vez de servir propósitos feministas, más bien procedía de una actitud
tremendamente misógina. En la historia del papado, el siglo X ha venido a
llamarse el período de la “pornocracia”. Dos mujeres, Teodora y Marozia (madre
e hija), causaron tremendos revuelos en Roma, en intrigas sexuales y políticas
con varios Papas. La historia de la papisa Juana pudo haber sido una sátira
para denunciar la forma en que, en una época, los Papas era títeres de mujeres
que realmente gobernaban.
Los reformadores
protestantes utilizaron la historia para degradar al Papado. En esto, eran tan
misóginos como su contraparte católica. El hecho de que una mujer fuera Papa,
en opinión de los reformadores, hablaba muy mal del Vaticano. La mujer no sirve
para gobernar, y por eso el Vaticano era tan decadente.
Así pues, la
historia de Juana, no solamente es falsa, sino que en su origen, era bastante
misógina. Wortmann puede emplear su licencia poética en La pontífice para narrar las historias que él quiera, y puede darle
un giro feminista a una historia que originalmente era muy misógina. Pero, no
perdamos de vista el origen de las cosas.
¿que nunca existieron sociedades matriarcales? ¿no has oído acaso de Boudica reina de los icenos (un pueblo celta)? Si hasta hicieron un documental de ella en History Channel (que se transmitió años antes de que empezara el programa de tsoukalos).
ResponderEliminar¿y la historia de cleopatra que?¿o la historia de una gobernante sudamericana que transmitieron una vez por NatGeo? Además en china existe una tribu a la que le dicen el último matriarcado. Entonces no es cierto que no hubo nunca sociedades matriarcales en la antigüedad porque si las hubo. Si no conoce sobre boudica o los icenos busque el documental de history
Tal como lo señala Steven Goldberg en su libro "La inevitabilidad del patriarcado", el hecho de que haya habido reinas no confirma la hipótesis de que en el pasado hubo un matriarcado, pues en esas sociedades las posiciones de poder siguen siendo abrumadoramente masculinas.
EliminarNo sé a cuál tribu china te refieres.
Cualquier manual de antropología confirma que, en efecto, el matriarcado nunca ha existido.
Los mosuo en el sur de china
EliminarGeneralizar es atrevido. Parece que ignoras que en el Perú prehispánico, específicamente en el costa norte, existieron las capullanas del grupo étnico de los tallanes, que ejercían poder y control social. Leer al insigne historiador Juan José Vega, y revisar los maravillosos descubrimientos arqueológicos de la Señora de Cao, autoridad en el siglo IV d.C (hasta un documental puedes encontrar en youtube). Incluso las crónicas a partir de 1528 las mencionan. Que no te gane la ideología. Saludos
ResponderEliminar