martes, 13 de mayo de 2014

¿Por qué los niños se pasan a la cama de los padres?



            Mi esposa y yo tenemos un conflicto desde hace tiempo ya: nuestra hija mayor, de tres años, aún duerme en nuestro cuarto. Tiene una cama al lado de la nuestra. Pero, no sólo eso: es incapaz de quedarse dormida en su propia cama. Yo, como imbécil que soy, tengo que esperar a que se quede dormida con nosotros, y pasarla a su cama. Es, por supuesto, en vano, pues en la madrugada ella regresa a la cama. Como no puede ser de otra manera, mi esposa es alcahueta de todo esto.

            ¿Tiene miedo a los monstruos? No creo. Su cama apenas está a medio metro de la nuestra, pero con todo, aún así se pasa en la madrugada. ¿Necesita afecto? Quizás, pero eso me parece un chantaje, pues bastante afecto recibe de nuestra parte. ¿Por qué, entonces, se pasa en las madrugadas? Mi respuesta: porque no quiere que su madre y yo tengamos sexo.
            Los psicoanalistas han inventado todo tipo de teorías para explicar por qué los niños no quieren que los padres tengan sexo: envidias, temor, inseguridades, etc. Yo prefiero una explicación mucho más sencilla: la niña no quiere que los padres tengan sexo, porque llanamente, no quiere tener hermanos.
            En la especie humana, la infancia es una etapa especialmente vulnerable, y requiere de muchos cuidados por parte de los padres para poder sobrevivir. La llegada de un hermano supone una amenaza al monopolio de los cuidados recibidos. Y, puesto que en la evolución, son favorecidas aquellas conductas que propagan la persistencia de los genes del individuo que exhibe la conducta, es previsible postular que en la selección natural, han persistido genes que codifican hostilidad hacia los hermanos rivales, y al mismo tiempo, genes que codifican conductas para sabotear la actividad sexual entre los padres.
            En algunas especies animales, los individuos aún en su infancia matan a sus hermanos, más aún si no tienen el mismo padre (pues, en concordancia con la famosa regla de Hamilton, si un hermano apenas tiene el 25% de los genes, recibirá menos intensidad de altruismo que un hermano que tenga el 50% de los genes). No ocurre tal cosa en la especie humana, probablemente porque los humanos aún no son lo suficientemente maduros como para tener la destreza de matar a sus semejantes. Y, llegada ya la edad adulta, los hermanos dejan de ser rivales en el cuidado de los padres, y en vista de que ya no son una amenaza, no es ya ventajoso tratar de eliminarlos (al contrario, en tanto llevan 50% de los genes, conviene favorecerlos, aunque en ocasiones, pueden seguir siendo percibidos como una amenaza, y esto conduce al fratricidio).
            Pero, el infante humano, si bien no tiene un gen para propiamente matar a sus hermanos, seguramente sí tiene al menos algunos genes para sabotear la fertilidad entre los padres. El bebé succiona, no solamente para alimentarse, sino para asegurarse de que su madre siga lactando. La lactancia, como se sabe, es un método anticonceptivo muy eficaz.
            También el niño puede llorar en la madrugada, sólo para capar la atención. Según el antropólogo Nicholas Blurton Jones, esto puede ocurrir en cerca del 20% de las familias en sociedades urbanas, y es mucho más frecuente aún en familias de sociedades rurales. Y, por supuesto, si el niño ya está en capacidad de moverse por cuenta propia, buscará la manera de ir en el medio de los padres.
            Esto puede tener un condicionamiento cultural. La sociedad que valora el mimado de los niños, y el involucramiento de los infantes en las actividades de los padres, seguramente tendrá una mayor incidencia de este tipo de sabotaje. Supongo que en la sociedad victoriana (notable por su frialdad y severidad hacia los niños), este tipo de conductas no era tan común. Pero, yo tengo la sospecha de que esto tiene una firme base genética, y que ya nuestros ancestros en la sabana africana, se molestaban de no poder tener sexo con sus mujeres, porque llegaban los pequeños invasores a sabotear la intimidad. De esa manera, el infantis interruptus (así ha sido llamado por el politólogo Avi Tuschman) es parte de la naturaleza humana, y dudo de que podamos modificarlo significativamente. No hay otro remedio: los esposos tendrán que buscar otra hora del día para tener relaciones sexuales, o si no, tendrán que aguantar la abstinencia temporal impuesta por los dictadores infantiles.

3 comentarios:

  1. Quizá esto le sirva (si es que ya no lo ha leído/escuchado): https://www.youtube.com/watch?v=y63Npo7GQoI

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  2. Nunca lo había pensado, tal vez porque no tengo hijos. Supongo que la actitud de tu hija la ves como una conducta mecánica, no como si ella fuera consciente de que el sexo trae descendencia.

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    1. Sí, claro, como en casi todos los mecanismos que explora la psicología evolucionista. Poca gente tiene en su mente el pensamiento explícito, "quiero pasar mis genes y que mis competidores no lo hagan".

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