La prédica apocalíptica de Jesús
debería ser tremendo motivo de vergüenza para los cristianos. La cuestión es
muy sencilla: Jesús anunció el fin del mundo y dijo que sería inminente; pero
con todo, acá estamos dos mil años después. Obviamente, estuvo equivocado. Fue
un profeta fracasado en su misión y en sus anuncios. Pero, en un grandioso
artilugio de relaciones públicas y malabares interpretativos (y una tremenda
dosis de disonancia cognoscitiva), sus seguidores consiguieron convencer a
otros de que no se trataba de un fracaso, pues Dios mismo ya había anunciado en
el Salmo 22 y en Isaías 53 que el mesías tenía que sufrir una muerte humillante. Con
todo, los seguidores de Jesús tenían la esperanza de que aquellos eventos
apocalípticos anunciados por el maestro se cumplieran en sus propis vidas. Nada
ocurrió.
Este
mensaje apocalíptico ha sido barrido debajo de la alfombra. El cura del pueblo
no quiere hablar mucho de eso. Y, aunque en el padrenuestro decimos “venga a
nosotros tu reino”, no pensamos mucho en cuándo será eso. De hecho, es fácil
burlarnos de algún loco pastor protestante que, de vez en cuando, aparece
diciendo que hay 88 razones para que el mundo se acabe en 1988, o que, como lo
retrata genialmente Álex de la
Iglesia en El día de la
bestia, algún cura vasco un poco tocado en la cabeza, diga que todo llegará
a su fin la próxima navidad.
Yo
también gozo burlándome de esta gente. Pero, no entiendo por qué, si nos
burlamos de esta gente, no hemos de burlarnos del propio Jesús. Pues, parte
sustancial de su prédica es eso: anunciar que Dios irrumpirá abruptamente en la
historia, llegará el fin, habrá terribles cataclismos, los malos serán
castigados, y después de aquellas catástrofes, los buenos vivirán felizmente.
¿Cuándo será esto? Antes de que pase la propia generación que escucha a Jesús.
Todo eso está enunciado en el discurso del monte de los olivos en Marcos 13 (el evangelio más temprano) y
sus paralelos en Mateo y Lucas.
No
faltan, por supuesto, intentos desesperados por solventar esta vergüenza. El
propio autor de Lucas trató de
resolver esto atribuyendo a Jesús el dicho, “La venida del reino de Dios no se
producirá aparatosamente, ni se dirá ‘Vedlo aquí o allá’, porque mirad, el reino
de Dios ya está entre vosotros” (Lucas 17:
201-21). Pero, el autor de Lucas no
se atrevió a eliminar la prédica apocalíptica de Jesús en la que claramente
anuncia la llegada inminente y terrible de un futuro reino, seguramente porque
ese mensaje era conocido muy bien por los primeros cristianos. En Lucas está latente esa contradicción: en
unos pasajes Jesús nos dice que el reino ya está acá, que es espiritual. En
otros, nos dice que el reino llegará en cualquier momento (antes de que pase
esa generación), en medio de catástrofes (Lucas
21: 5-36)
Con
todo, hoy hay intentos más sutiles para resolver esto. Algunos alegan que las
profecías sobre catástrofes que hizo Jesús sí se cumplieron. Pues, en el año
70, Jerusalén fue destruida por los romanos, y en efecto, su Templo fue
destruido (tal como advirtió Jesús que ocurriría). Es un recurso ingenioso,
pero fallido. Jesús no se limita a hablar sólo de las catástrofes militares de
aquel asedio. Habla también, en típica clave apocalíptica (afín, no a una
película bélica, sino más bien a una película de terror) de la venida del Hijo
del Hombre en las nubes (no está claro quién es esta figura misteriosa, si
Jesús u otra persona), el oscurecimiento del sol, la caída de las estrellas,
entre otras cosas raras. En la prédica de Jesús, viene todo en un solo paquete.
El asedio al Templo ocurrirá al mismo tiempo que el colapso de las estrellas, y
todo sucederá antes del fin de esa generación.
Otra
gente ha dicho que, cuando Jesús habla de “esta generación”, no se refiere a
sus oyentes, sino a la generación que vivirá todo esto. Veo eso muy dudoso. La
prédica apocalíptica de Jesús es típica de la de muchos otros personajes de su
época, y en todo ello hay un fuerte sentido de inminencia. Antonio Piñero (un
eminente filólogo) incluso me asegura que, gramaticalmente, el uso del adjetivo
“este” en ese contexto, claramente denota a la propia audiencia.
También
se ha dicho que, en la versión de Mateo 24,
inmediatamente después de este discurso, Jesús cuenta la parábola de las
vírgenes, y la parábola de los talentos. En la primera parábola, unas vírgenes
se preparan para recibir a un novio que tarda en llegar. En la parábola de los
talentos, un señor da monedas a sus siervos, y mucho tiempo después, les pide
cuentas. Esto, supuestamente, es indicativo de que Jesús expresa que la llegada
del reino tardará.
Marcos, el más temprano de los
evangelios, no narra estas parábolas. Cabe sospechar que son más bien
artificios posteriores de Mateo para
disimular el retraso. O, en todo caso, como bien me señala Antonio Piñero, la
intención de la parábola es asegurar que el fin no llegará en diez minutos,
pero no propiamente anunciar que el fin llegará en un tiempo muy lejano en el
futuro; después de todo, aunque con cierta demora, tanto el novio como el señor
sí llegan, incluso mientras las vírgenes y los siervos, respectivamente, aún
viven.
Los
teólogos liberales, como de costumbre, suelen tratar de disimular el
espectacular fracaso de Jesús, postulando alguna de estas dos alternativas: 1)
Todo es una gran metáfora; 2) Jesús no dijo eso, esas palabras en verdad
proceden de sus discípulos.
La
primera alternativa es defendida principalmente por N.T. Wright. Según esta
tesis, Jesús hablaba en parábolas, y cometemos un error al interpretar
literalmente algo que, originalmente, era una metáfora de la llegada espiritual
del reino de Dios a través del mensaje de amor de Jesús. Veo esto muy difícil
de aceptar. Muchos de los otros predicadores apocalípticos de la época y
ligeramente posteriores, incluido el mismo Pablo, tenían la expectativa de que
todas esas cosas ocurrieran literalmente, y de ahí la urgencia en difundir el
mensaje (sobre todo en el caso de Pablo). El error lo comete más bien Wright,
al pretender presentar a una suerte de poeta alegórico al estilo de Platón, en
el contexto marcadamente apocalíptico de la Palestina del siglo I.
La
segunda alternativa es defendida por J.D. Crossan, Marcus Borg y el Jesus
Seminar. Jesús habría sido un maestro cínico itinerante, más interesado en
mensajitos cortos y sencillos que tienen que ver con ética y cierto comentario
político. A juicio de estos autores, el evangelio de Tomás es bastante temprano, y en tanto ese evangelio está
desprovisto de contenido apocalíptico, cabe sospechar que el mensaje original
de Jesús no era apocalíptico, y que el discurso del monte de los olivos, y otra
prédica parecida, fue posteriormente añadido por los seguidores, quienes sí
tenían expectativas apocalípticas.
Veo
esta alternativa más plausible que cualquier otra, pero sigue sin convencerme.
En primer lugar, veo más factible que Tomás
proceda del siglo II, precisamente por su cercanía con ideas gnósticas
alejadas de la expectativa apocalíptica, las cuales ya se perfilaban mucho más
en ese período.
Además,
¿por qué Jesús, habiendo sido bautizado por un predicador apocalíptico, y habiendo
vivido una época de profunda angustia social y expectativa de liberación, habría
estado inmune a esta cosmovisión apocalíptica? Estos autores dicen que, el
hecho de que Jesús busca alejarse de Juan el Bautista (diciendo que, en el
reino, todos son más grandes que Juan; o también, diciendo que el Hijo del
Hombre es glotón, mientras que Juan es asceta) es evidencia de que busca
alejarse de su mensaje. Pero, yo no veo esto tan claro. Antes de Jesús, hubo
predicadores apocalípticos, durante su prédica también, y después de su muerte,
continuaron. ¿Cómo es que Jesús pudo ser la excepción? Mi sospecha más bien es
que el alejamiento de Jesús respecto a Juan es un añadido posterior de los
evangelistas para exaltar a Jesús como el mesías (una identidad que los cuatro
evangelios sí aceptan) y colocarlo en superioridad respecto a Juan.
No
veo mal dedicar atención a las enseñanzas éticas de Jesús, y asimilarlas. Pero,
sí veo mal tratar de disimular desesperadamente su gigantesco error. Hoy nadie
disimula que Aristóteles defendió la esclavitud; no veo por qué debamos
enfrascarnos en tratar de demostrar que Jesús no se equivocó en parte sustancial
de su prédica. Por supuesto, se intenta una y otra vez disimular el fracaso de
Jesús, porque quienes lo hacen, afirman su identidad divina. Pero,
precisamente, el hecho de que sea tan evidente que estuvo equivocado, debería
ser suficiente argumento como para rechazar ese estatuto.
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ResponderEliminarTotalmente de acuerdo, y una vez más los esfuerzos desesperados de los exegetas cristianos me producen vergüenza ajena.
ResponderEliminarPor lo que respecta al uso del determinante "esta (generación)", yo no veo tan contundente su claridad como lo hace Antonio Piñero. Me permito hacer esta observación, a pesar de su prestigio y de su rango como estudioso, muy superiores a los míos, porque se trata de una cuestión muy básica del griego antiguo que hasta se enseña en Bachillerato. El determinante οὗτος, αὕτη, τοῦτο (hoûtos, haúte, toûto) significa más bien "ese, esa, eso", si bien es cierto que frecuentemente se traduce como "este, esta esto", ya que se encuentra más próximo a este último determinante castellano que a "aquel, aquella, aquello" (compáralo con el inglés, donde "that" está más cerca de "aquel" que de "este", ya que se traduce como "ese" y "aquel").
Dicho de otro modo, la frase de Marcos 13.30 ἀμὴν λέγω ὑμῖν ὅτι οὐ μὴ παρέλθῃ ἡ γενεὰ αὕτη μέχρις οὗ ταῦτα πάντα γένηται puede perfectamente traducirse y entenderse como "En verdad os digo que no pasará esta generación hasta que todas estas cosas hayan ocurrido", si bien también es lícito traducirla como "esa generación", que invita a pensar más bien en la interpretación de esos teólogos. Pero yo, como tú y como Piñero, me inclino a pensar que Jesús habla de la generación que está allí presente, por así decirlo, y de hecho en la misma frase se emplea el mismo determinante en neutro plural (ταῦτα), que también traducimos como "estas cosas" y no "esas cosas".
Pero hay que dejar claro que lo propio habría sido el uso de otro determinante, ὅδε, ἥδε, τόδε (hóde, héde, tóde) "este, esta, esto", que sólo se refiere a lo que está más próximo al hablante y tiene un fuerte contenido deíctico: "éste que tenemos aquí delante, ante nuestros ojos".
En todo caso, seguro que Piñero sabe hilar más fino que yo y tal vez en el griego del siglo I el pronombre demostrativo οὗτος se hubiera acercado ya bastante a ὅδε, como ha terminado de suceder en griego moderno (donde sólo existen ya, como em inglés, dos pronombres, como en inglés). En Mateos 16.18 tenemos καὶ ἐπὶ ταύτῃ τῇ πέτρᾳ οἰκοδομήσω μου τὴν ἐκκλησίαν "y sobre esta piedra edificaré mi iglesia" donde está claro que la piedra está delante de Jesús y no emplea τῇδε "esta" sino ταύτῃ "esa".
Resumiendo: 90% de probabilidad de que Jesús se esté refiriendo a su generación, por las razones lingüísticas que he esgrimido y porque el propio contexto y decurso del texto así lo exige.
Hola Jose, gracias por todas esas magníficas aclaraciones lingüísticas. Yo diría que, en todo caso, la tesis de la expectativa apocalíptica de Jesús no reposa solamente sobre ese pasaje, sino sobre muchos otros.
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ResponderEliminarLa religion..... El fraude más grande de todos los tiempos....... Va también para los libros "sagrados". Saludos.
ResponderEliminarYo no gozo burlándome de nadie. Se debe ser elegante en la vida, para mí es algo intrínseco a la dignidad de uno mismo. La burla no es otra cosa que una manifestación descarada de arrogancia, el creerse superior a otro. Por otra parte, la Biblia hay que abordarla como un documento histórico más (sin olvidar que tal vez sea el más importante por la trascendencia que le han dado los años y la influencia que ha tenido en millones de personas), análogo a obras de Tito Livio, Plutarco, Suetonio, etc.
ResponderEliminarY para terminar. Antonio Piñero es una eminencia en filología paleocristiana, y debo reconocer que su palabra es ley es para mí. Ahora bien, hay otros investigadores tan importantes como él que dan otro enfoque. Bermejo, Montserrat, Meier, Sanders, Vermes, Aguirre, Vidal, Riu Camps o Segovia son un claro ejemplo de ello. Me refiero con esto que las interpretaciones que se dan de ciertos pasajes no forman una unidad académica, lo que permite cierta flexibilidad.