Recientemente, en la ciudad de
Charlottesville, grupos antirracistas tumbaron la estatua del general
confederado Robert E. Lee. Frente a esto, grupos neonazis y supremacistas
blancos convocaron manifestaciones, y en los altercados, murió un activista antirracista.
En vista de todas estas tensiones, han resurgido en la
palestra pública, algunos historiadores que intentan hacer un revisionismo de
la guerra civil norteamericana. Desde que en 1865 el Norte definitivamente
derrotó al Sur, quedó en algún sector de los estados sureños una ideología que
ha venido a llamarse la “Causa perdida de la Confederación”. Según esta
ideología, el motivo de la guerra civil norteamericana no fue la esclavitud,
sino las pretensiones expansionistas yanquis, y en ese sentido, el Norte fue el
agresor.
Muchos de los alegatos en esa ideología son
cuestionables. Pero, hay algunos que sí merecen más consideración. Por ejemplo,
se alega que la esclavitud en EE.UU. ya venía en declive, y por ende, no era
necesaria una brutal guerra para erradicarla. Se pudo haber intentado comprar a
los esclavos compensando a los amos. El cálculo económico es complejo, pero es
razonable pensar que esa estrategia podría haber sido más eficiente que el
enorme gasto (tanto en bienes como en vidas humanas) que supuso la guerra.
La guerra civil norteamericana fue muy sangrienta, y
eso dejó con un enorme resentimiento al Sur. Más aún, no sólo la vitoria fue
apabullante, también lo fueron los años que le siguieron (el período que se
conoce como la “Reconstrucción”). Tras la devastación del Sur, muchos
oportunistas del Norte aprovecharon para depredar y hacer dinero fácil en la
reconstrucción del Sur. Y, para mantenerse en el poder y asegurar el control
sobre los blancos sureños vencidos (ahora explotados económicamente), muchas
veces manipularon a los negros libertos en contra de sus antiguos amos.
Según los revisionistas, todo esto explica cómo, tras
el fin de la guerra civil, el resentimiento sureño hizo surgir grupos como el
Ku Klux Klan, y eventualmente, los legisladores sureños se empeñaran en imponer
el sistema de segregación racial, las infames leyes de Jim Crow.
Seguramente estas tesis requieren matices. Pero, al
comparar las relaciones raciales de Venezuela, con las de EE.UU., me inclino a
pensar que los revisionistas esencialmente tienen razón. No nos engañemos: en
Venezuela existe el racismo, y quizás de forma más insidiosa que en EE.UU.
Pero, en Venezuela no hay la obsesión racial que sí existe en EE.UU. Nuestros
censos no preguntan a qué raza pertenecen los ciudadanos, y al menos
formalmente, no existen categorías raciales que dividan a la población en
distintos grupos.
Ciertamente en
Venezuela, las desigualdades económicas tienen correspondencia racial: las
clases acomodadas tienen la piel más clara que las clases excluidas. Y, también
podemos quejarnos de que las reinas de belleza y actores de televisión suelen
ser rubios de ojos azules, cuando el resto de la población tiene la piel mucho
más oscura. Pero, a decir verdad, la integración racial en Venezuela ha sido
muchísimo más óptima que en EE.UU. En Venezuela es inconcebible la existencia
de grupos de odio como el Ku Klux Klan, y en líneas generales, una persona de
piel oscura con mucho dinero, puede vencer la discriminación. La conflictividad
venezolana se basa en clases sociales, no en razas.
¿Cómo, entonces, logró Venezuela tener mejores
relaciones raciales que EE.UU.? La explicación que muchas veces se invoca es el
mestizaje. Según esta teoría, los amos blancos criollos estuvieron mucho más
dispuestos a mezclarse con negros e indios, mientras que los esclavistas
anglosajones no lo hicieron. Ese mestizaje, supuestamente, facilitó mucho más
la integración. Esta teoría es sólo medianamente verdadera. En EE.UU.,
contrariamente a lo que se cree, hubo también bastante mestizaje. Allá también
hubo amos que tomaron a esclavas, y tuvieron múltiples hijos con ellas Thomas
Jefferson es uno de los casos más emblemáticos, pero como él, hubo muchísimos
más.
Pero, aun si fuera cierto que en Venezuela hubo
muchísimo más mestizaje que en EE.UU., eso no explica suficientemente bien por
qué en Venezuela se dio una mejor integración racial. Ese mestizaje fue más bien
forzado, en clara relación de desigualdad, de forma tal que las violaciones
difícilmente habrían contribuido a la armonía racial.
Habría que buscar, entonces, otra mejor explicación.
Tentativamente, quisiera postular que la forma en que se acabó la esclavitud en
Venezuela tiene mucho que ver. Como en EE.UU., la esclavitud en Venezuela fue
brutal. Antes, durante, y después de la independencia, hubo varias rebeliones
de esclavos. Al principio de su carrera, Bolívar no era un abolicionista
convencido. Luego, como parte de un acuerdo hecho con el presidente haitiano
Pieton, Bolívar accedió a proclamar la liberación de los esclavos. Pero,
Bolívar fue comprendiendo que si se planteaba radicalmente la abolición de la
esclavitud, se quedaría sin el apoyo necesario de los esclavistas criollos para
construir su nación, Colombia.
En su evolución ideológica, Bolívar pudo haber llegado
a ser un genuino abolicionista, pero a la larga, prevaleció en su mente el
pragmatismo. En su proyecto, la abolición de la esclavitud tendría que ser más
gradual. Y, el modo de hacerlo, sería a través de la compensación a los amos.
El dinero de la compensación se recaudaría con impuestos. Bolívar murió sin
concretar sus proyectos, pero sus sucesores básicamente siguieron la misma
política. Finalmente, en 1854, José Gregorio Monagas decretó la abolición de la
esclavitud, pero no sin las gestiones para la compensación de los amos.
Estas compensaciones nunca se cumplieron por completo
y hubo mucha corrupción en el manejo de los fondos (los Monagas fueron de los
presidentes más corruptos de la historia de Venezuela). Pero, a la larga,
cumplieron un propósito: los amos no quedaron resentidos. La esclavitud en
Venezuela se abolió pagando dinero sin derramar sangre. Se daba así un
importante paso hacia la integración racial.
En EE.UU. se pudo haber seguido el modelo venezolano
(que, en realidad, fue el modelo imperante en todas las otras naciones que
abolieron la esclavitud en el siglo XIX). Pero, Lincoln eligió la guerra. El
resultado, a la larga, ha sido desastroso. Los antiguos esclavistas blancos se
volvieron aún más racistas que en las épocas anteriores a la abolición.
Vencidos en una cruenta guerra, y explotados en una supuesta reconstrucción que
en el fondo favorecía a las élites vencedoras del Norte, se organizaron en
grupos paramilitares para dar una nueva batalla, enfrentándose a los
vulnerables de siempre: los negros. Con semejante resentimiento, la integración
racial norteamericana ha sido mucho más difícil que la venezolana. Al menos en
esto, los criollos pueden dar a los yanquis una importante lección. Lincoln debió seguir el ejemplo que Monagas dio.
muy interesante, vale más tener la cabeza fria que dejarse llevar por las pasiones
ResponderEliminarSi, gracias. Cabeza fría, me gusta eso
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