La reciente ola de confrontaciones
raciales en EE.UU. empezó con los esfuerzos de grupos antirracistas, por
derrumbar las estatuas de Robert E. Lee, el general de los ejércitos
confederados durante la guerra civil norteamericana. Como se sabe, en esa
guerra, el motivo principal de la confrontación fue la esclavitud: el Norte quería
abolirla, el Sur quería preservarla. Y así, los grupos contemporáneos de
supremacía blanca, suelen ver en Lee a un héroe que defendió la sociedad
esclavista sureña, y por eso, no están dispuestos a ver sus estatuas
derrumbadas.
Pero, a decir verdad, si en realidad
esos supremacistas blancos quieren ser consistentes con los datos
historiográficos, deberían abrazar como figura, no propiamente a Lee, sino a su
archienemigo, Abraham Lincoln. La historiografía convencional, aquella escrita
por los vencedores de la guerra civil, quiere representar a un Lincoln
progresista, firmemente abolicionista, comprometido con la igualdad racial, que
honestamente se enfrentó a los racistas sureños. La realidad histórica es mucho
más compleja.
Lincoln nunca fue un abolicionista
convencido. Que hubiera o no esclavitud en los estados sureños, le resultaba
indiferente. De hecho, Lincoln siempre apoyó una ley que exigía a los estados
norteños, devolver esclavos fugitivos a sus amos sureños. La verdadera
preocupación de Lincoln era que la esclavitud no se extendiese a los
territorios recién conquistados en la guerra contra México.
Los motivos de esto parecían ser más económicos y
nacionalistas que humanitarios. Si esos nuevos territorios se mantenían sin
esclavos, había la oportunidad de que la industria norteña (que, al estar
basada en labores que requerían más tecnología, no necesitaban esclavitud) se
expandiese en esos territorios. Y, Lincoln también tenía una preocupación
racial: si en esos nuevos territorios se permitía la esclavitud, eso despojaría
de oportunidades de empleo a los emigrantes blancos procedentes del Norte.
De hecho, ésa pareció ser otra razón más para que
Lincoln no se opusiera a la
esclavitud en los estados sureños: si en
el Sur se abolía la esclavitud, habría un éxodo masivo de libertos al norte, y
eso desplazaría a la mano de obra blanca. Vale recordar que Lincoln incluso
favorecía que los esclavos fugitivos en el Norte, fueran devueltos a sus amos
en el Sur.
Ciertamente, una vez iniciada la guerra civil
norteamericana, Lincoln declaró la emancipación de los esclavos. Pero, hay
espacio para pensar que aquello sólo fue una medida calculada para ganar apoyo
internacional de Inglaterra (una nación mucho más vehementemente
abolicionista), y enlistar a esclavos liberados en sus batallones, en un
momento durante el cual, el Norte no estaba seguro de poder ganar la guerra.
En todo caso, aun liberando a los esclavos, Lincoln no
estaba dispuesto a que los blancos convivieran con los negros. Lincoln
consideraba a los negros claramente una raza inferior, y en concordancia con
las ideas de su mentor Henry Clay, siempre defendió el proyecto de que los
negros de EE.UU., ya liberados, deberían regresar a África (la colonia de
Liberia se estableció con ese fin) o ir a alguna isla caribeña (como Cuba o
Haití).
Todo esto encaja muy bien con la actual ideología de
supremacía blanca en EE.UU. Ninguno de esos grupos pretenden un regreso a la
esclavitud. De hecho, en su mentalidad, ellos piensan que la esclavitud perjudicó
tanto a los blancos como a los negros, porque despojó a los blancos del ímpetu
laborioso (un argumento abolicionista en el siglo XIX era que la esclavitud debía
desaparecer, no por el bien de los negros, sino por el bien de los blancos).
Esos grupos de odio ciertamente se consideran
superiores a los negros, pero no desean tenerlos como una raza de sirvientes.
Su interés es que se vayan, y dejen a EE.UU. ser un país de blancos, “América
para los americanos”. Temen que gente de otras razas les quiten oportunidades
laborales. No quieren tener esclavos, pero tampoco quieren convivir con los
negros. Eso es exactamente lo que Lincoln defendió.
Lee, en cambio, fue mucho más ambivalente en su
defensa de la esclavitud, la superioridad de la raza blanca, y la coexistencia
con otras razas. Se hizo general de los ejércitos confederados, no porque
quisiera defender la esclavitud propiamente, sino porque pensaba que Lincoln
había hecho crecer demasiado el poder central del gobierno de Washington, y
oprimía la autonomía de los gobiernos locales descentralizados. Los actuales
supremacistas blancos, enamorados de Trump, prefieren mucho más un Estado centralizado
fuerte (sólo un Estado así puede instrumentar las salvajes políticas que Trump
propone).
De nuevo, si estos supremacistas blancos quieren ser
más consistentes con las figuras históricas, deberían verse más representados
en Lincoln que en Lee. Pero, no pidamos peras al olmo. Unos fanáticos que son
capaces de tanto odio, difícilmente prestarán atención a los libros.
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