En un seminario sobre estudios de la religión al cual
asistí en 2012 en EE.UU., el profesor nos pidió a los alumnos que preparáramos
una presentación sobre conflictos religiosos en nuestros países. Yo tenía
compañeros de Jordania, India, Sri Lanka, Sudán, y otros países, y
naturalmente, todos ellos se sentían muy cómodos con el tema, pues en esas
naciones, musulmanes, cristianos, hindúes, budistas y judíos se la pasan
matándose los unos a los otros. Yo, en cambio, tuve que decirle al profesor que
en Venezuela ha habido varias guerras, pero que francamente, la religión no ha
sido motivo importante en ninguna. Lo mismo, pensé, aplica a toda América
Latina.
De
hecho, respecto a la religión hay en América Latina un gran pragmatismo, y eso
es una enorme ventaja al compararse con el fanatismo religioso de otras
regiones del mundo. En nuestros países, el cura católico de aldea (y algún
obispo también) puede despotricar públicamente en contra de los dioses
indígenas y africanos, pero disimuladamente, en ocasiones acude al brujo para
que éste le dé consejos. Las guerras latinoamericanas han sido del tipo que Marx se
habría deleitado más en analizar: conflictos entre clases sociales, no entre
credos.
No
obstante, con el tiempo vine a entender que algunos de estos conflictos de
clase sí se han revestido de colores religiosos. Y quizás el más emblemático de todos ha sido la
llamada “guerra cristera” de México, en los años 1920. Como herencia de la
revolución mexicana, un presidente mexicano, Plutarco Calles, se propuso hacer
cumplir una serie de leyes muy hostiles contra la Iglesia Católica. Los curas
extranjeros tenían que marcharse de México, el clero no podía dar opiniones
políticas, no se podía llevar sotana fuera de las iglesias, y otras cosas por
el estilo. En fin, la misma torpeza de los soviéticos: pasar del Estado laico
al Estado ateo, y perseguir a los católicos.
Calles,
lo mismo que los bolcheviques, no aprendió una lección básica de historia: desde
que los romanos lanzaban a los cristianos a los leones, el cristianismo ha
tenido un gran complejo de mártir, y cuando se le persigue, encuentra fuerzas
para revivir y tener aún más fuerzas de las que tuvo antes de la persecución.
No en vano, a la mayor persecución de cristianos en el imperio romano, la de
Diocleciano, le siguió la conversión de Constantino. Toda esta historia debería
ser recordatorio de que la forma más efectiva de erradicar el cristianismo es
con educación racionalista y libre pensamiento, no con bayonetas; cuando se
trata del ateísmo, la letra con sangre no entra.
Y en
efecto, la historia se repitió en México. Hasta ese momento, en América Latina
no había habido mártires cristianos, sencillamente porque el cristianismo en
nuestra región siempre había sido una religión de victimarios, no de víctimas. Pero,
bastó que algún político torpe se propusiera formular leyes persecutorias, para
que las masas empobrecidas de México asumieran el complejo de mártir que
siempre está latente en el cristianismo, y se alzaran en armas. Surgieron así
los llamados “cristeros”, guerrilleros que atacaban a las fuerzas regulares de
Calles, y usaban el grito “¡Viva Cristo Rey!” como consigna.
Este
mismo complejo de mártir permea la película que hace unos años se hizo sobre la
guerra cristera, Cristiada, dirigida
por Dean Wright. En la película, se presenta a un niño mexicano que entra en
las filas guerrilleras, y está muy deseoso de morir por Cristo en el conflicto.
Las fuerzas de Calle lo atrapan, lo torturan, y le dicen que para salvar su
vida, sencillamente tiene que maldecir el nombre de Cristo. El niño tercamente
se niega a hacerlo, en cambio proclama “¡Viva Cristo Rey!”, y los soldados lo
matan.
Es muy
preocupante que la Iglesia vea esto como una gran hazaña. Este niño, junto a
otros, fue canonizado por Benedicto XVI en una visita a México. La Iglesia no
ha presentado objeción al hecho de que la guerrilla cristera usó a niños como
combatientes. Pero además, es también objetable el modo tan absurdo en que la
Iglesia incentiva martirios como éste. ¿Dónde está lo objetable en pronunciar
unas simples palabras con tal de salvar la vida? ¿Qué se gana con el empeño
suicida? ¿No habría sido mucho más moral para ese muchacho maldecir a Cristo, y
así evitar el sufrimiento de su madre al enterarse de su muerte?
Puedo entender la
admiración por un soldado que prefiere morir torturado antes de delatar el
escondite de sus camaradas. El delatar su secreto sería perjudicial para sus
camaradas. Pero, ¿a quién se perjudica maldiciendo a un dios, si a fin de
cuentas, en su fuero interno no lo maldice? ¿No se supone que Dios, en su omnisciencia, sabe que el torturado en realidad no blasfema por gusto?
La Iglesia canoniza a
fanáticos como los mártires cristeros, pero yo valoro mucho más al protagonista
de Silencio (la novela del japonés
Shusaku Endo), un misionero portugués en el Japón del siglo XVII que, para
salvar su vida y la de sus camaradas torturados, pisa una imagen de Cristo.
En fin, sin duda, en
la guerra cristera hubo fanáticos católicos. Pero, como bien dice Calles en la
película Cristiada, en el fondo, el
motivo de esa guerra no era realmente religioso, sino político y económico. La
guerra cristera fue en realidad una continuidad de la revolución mexicana, la
misma de Pancho Villa y Emiliano Zapata. Aquella revolución, como tantas otras
en nuestra región, se convirtió en una farsa. Calles se ufanaba de ser muy progresista,
pero como tantos caudillos nuestros, una vez en el poder, no llevó a cabo las
reformas económicas que prometió, y los campesinos siguieron tan desposeídos
como siempre.
Los campesinos
mexicanos se alzaron en armas ante la frustración, pero como ha solido ocurrir
en ese país, necesitaron un símbolo religioso que terminara de mover sus
pasiones, y las leyes anticlericales de Calles fueron la gota que derramó el
vaso. Esto no era del todo inédito en la historia de México: un siglo antes,
los mestizos e indígenas, descontentos con la opresión colonial, se alzaron en
armas, pero para ello necesitaron que un cura, Hidalgo, los guiase con el
estandarte de la Virgen de Guadalupe.
En todo caso, esto no
es exclusivo de la historia de México. Muchas revueltas religiosas en la
historia del cristianismo, han sido en realidad luchas de clases, adornadas con
símbolos religiosos. Sería muy ingenuo creer, por ejemplo, que la rebelión de
los campesinos alemanes en 1524, se trató sencillamente de un levantamiento de
protestantes contra católicos. Ciertamente, las ideas de Lutero fueron el
detonante de la revuelta (aunque el propio Lutero desaprobó la rebelión), pero
en el fondo, era un conflicto entre campesinos oprimidos y príncipes opresores.
No cabe negar que ha
habido auténticas guerras religiosas, auspiciadas por un fiero fanatismo. Pero,
al menos en América Latina, afortunadamente no estamos dispuestos a matarnos
porque un tipo le reza a la Virgen, y otro tipo le reza sólo a Cristo o a
Changó. Cuando aparentemente la religión sí tiene que ver con odios entre
latinoamericanos, en el fondo se trata de otros motivos, generalmente
económicos. Después de todo, el materialismo dialéctico de Marx, sí sirve para
explicar muchas cosas en América Latina.
En Colombia durante el siglo XIX la religión estuvo implicada en las guerras civiles que hubo. Los conservadores se opusieron por razones religiosas a las reformas liberales.
ResponderEliminarLos conservadores tenían una visión de la educación parecida a la suya, entendían la educación laica como el comienzo del fin del catolicismo. El intento liberal de dar educación publica y laica desencadeno una guerra. En algún lado leí que quienes pelearon por el lado conservador marchaban con banderas del vaticano.
En la Wikipedia hay más información sobre esta guerra.
https://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_civil_colombiana_de_1876-1877
Muchas gracias por este post, señor Gabriel si tuviera que dar una opinión sobre como está el poder de la religión o mejor de la iglesia hoy en día en México, después de la guerra cristera que podría decir usted con respecto a eso, creería usted que esa guerra en algún modo fue en vano, viendo que hoy en día la iglesia tiene tal vez menos poder que antes de ese episodio bélico?
ResponderEliminaralguien me puede decir ¿cuando comenzó la guerra Cristera?
ResponderEliminarEs obvio que hablas desde una perspectiva netamente atea,no vas a entender jamás los actos de los mártires porque no está en tu horizonte de sentido, estás bajo un régimen escópico que construye al católico como un fanático, haces al otro, más otro, más extraño. Para poder entender un poco la guerra cristera hay que dejar a un lado los prejuicios ideológicos. Hablás de que la religión se acaba con razón...nada más lejos de la realidad. Cuántos científicos han sido católicos y aún más, clérigos. Huele mucho a cristianofobia por aquí
ResponderEliminar1. Sí, hablo desde una perspectiva atea
Eliminar2. En efecto, no entiendo el acto de un mártir. Veo completamente irracional preferir morir a maldecir el nombre de un dios
3. Yo no creo tener prejuicios ideológicos. En todo caso, si los tengo, no son mayores que TUS prejuicios ideológicos a favor de la mentalidad mártir
4. La religión sí se acaba con la razón. Creer en dioses sin ninguna evidencia que respalde esa creencia, es irracional. Sí, ha haido muchos católicos científicos (en lo últimos tiempos, los científicos han sido más ateos que católicos, pero en fin), pero esmuy dudoso de que esos científicos hayan llegado a sus descubrimientos gracias a la religión. En todo caso, no cayeon en cuenta de la contradicción entre sus creencias religiosas y sus descubrimientos científicos.
5. Yo no huelo la "cristanofobia" a la que te refieres. "Fobia" es sencillamente temor irracional. Yo acá no he expresado un temor irracional al cristianismo. He expresado una crítica con argumentos muy razonables.
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