El judío Suss, dicen los entendidos, es la
película nazi por excelencia. Quizás El
triunfo de la voluntad sea la más famosa, pero El judíos Suss es la que mejor representa la agresividad nazi, y
sobre todo, el odio a los judíos. Dirigida por Veit Harlan y estrenada en 1940,
la película estuvo perdida por algunos años después de la guerra. En el caos
que siguió a la caída de Hitler, se creía que el negativo de la película había
desaparecido, pero resultó que una copia sobrevivió al otro lado de la Cortina
de Hierro. Ésa copia ha servido para que las audiencias contemporáneas puedan
ver la película, aunque hay intentos por restringirla.
El
film está basado en un personaje real, Joseph Suss Oppenheimer, un judío del
siglo XVIII que fue consejero del duque Carlos Alejandro de Wurttemberg, y que
cuando el duque murió, fue ejecutado. Sobre este judío se había escrito una
novela, y los ingleses habían hecho una película. En esas historias, Suss aparece
como un chivo expiatorio a quien se culpa injustamente de muchos cargos, y si
bien no es un personaje noble, su maldad en verdad es consecuencia del maltrato
previo que había recibido del resto de la sociedad.
Joseph
Goebbels, el infame ministro de propaganda nazi, supervisó la producción de la
película, e incluso coaccionó al director y algunos actores a participar. Goebbels
se aseguró de que se contara la historia de Suss, pero con un giro marcadamente
antisemita. Suss sería un personaje perverso, y los judíos serían personas
despreciables. No obstante, en una película anterior, El judío eterno (también supervisada por Goebbels), a los nazis se
les fue la mano, y retrataron a los judíos como auténticos monstruos. El
mensaje no cuajó en el público alemán. Goebbels siempre defendió la doctrina de
que la propaganda tiene que ser más sutil, y en El judío Suss, se aseguró de matizar un poco el odio contra los judíos.
Así
pues, Suss aparece como un personaje carismático, pero que al final, usa su
encanto con fines muy perversos. El duque necesita fondos para tener algunos
lujos, y acude a Suss para un préstamo. Suss gustosamente ofrece sus riquezas,
pero cuando llega el momento de cobrar, ofrece un trato al duque: la deuda
quedará saldada, si el duque le entrega el control de las carreteras, y lo
nombra su consejero. El duque accede. Una vez en el poder, Suss empieza a
cobrar impuestos opresivos. Los lugareños de Wurttemberg se rebelan, y en el ínterin,
Suss viola a una joven cristiana. El duque muere repentinamente de un infarto,
y ya sin la protección de la autoridad, los lugareños lo enjuician y lo
ejecutan.
Goebbels
fue uno de los personajes más perversos del nazismo, precisamente porque, en
cierto sentido, él mismo era como el Suss que aparece en la película. Goebbels
se aseguraba de dar encanto a sus producciones propagandísticas. Y, en El judío Suss, un espectador incauto
podría caer en su trampa. El film podría tener un cierto atractivo para los
críticos del capitalismo. Suss utiliza su influencia para que el gobernante le
ofrezca un contrato en el funcionamiento de las carreteras. Los ultra liberales
y los socialistas suelen denunciar esto como el capitalismo clientelista (crony
capitalism). Y, desafortunadamente, este capitalismo clientelista es muy
común. El Estado se desentiende de alguna función, pero en vez de licitar el
cumplimiento de esa función entre verdaderos competidores, se la asigna a algún
asociado clientelar que, sin el control de la competencia, abusa y se enriquece a expensas del bien común.
Ni los socialistas, ni los ultra liberales, quedan satisfechos.
El judío Suss pudiera haber sido una genuina
película de izquierda, al estilo de Tiempos
modernos. El problema, por supuesto, es que Goebbels se aseguró de darle un
giro antisemita, y por eso, hoy se la considera una película representante de
la ideología de extrema derecha. Ciertamente, ese capitalismo clientelar que se
denuncia en la película, existe. Pero, la forma en que la película asocia estas
prácticas con un grupo étnico en particular, los judíos, la convierte en una
pura manifestación de odio.
Desafortunadamente,
algún sector de la izquierda no escapa a este antisemitismo. Muchas de las
críticas izquierdistas al Estado de Israel, son legítimas. Pero, más o menos
como Marx hizo en La cuestión judía,
muchos izquierdistas van más allá de esta cuestión política, y tienen una
animadversión especial contra los judíos, atribuyéndole a este grupo étnico la
casi exclusividad de la explotación capitalista en el mundo.
Tras
ver El judío Suss, yo me pregunto si
el nazismo fue realmente un movimiento de derecha. Ciertamente, tuvo
características derechistas: un mensaje de superioridad racial, y una oposición
al bolchevismo. Pero, en su conspiranoia, los nazis frecuentemente decían que
los bolcheviques eran en realidad títeres de los banqueros judíos, que hicieron
esa revolución para apoderarse, primero de Rusia, y eventualmente del mundo. Al
final, el gran ogro era el judío usurero. Los nazis y los bolcheviques se
enfrentaron en Stalingrado, pero ambos compartían un desdén por el capitalismo.
Por
lo demás, no está mal compartir ese desdén, pues en efecto, el capitalismo
tiene muchas cosas criticables. El problema, vale insistir, es atribuir estos
problemas a un grupo étnico en particular. Y lamentablemente, un sector de la
izquierda, con mucha frecuencia incurre en esto, del mismo modo en que lo
hicieron los nazis.
No estoy seguro de que tenga sentido hablar de totalitarismos de izquierda o de derecha porque lo que intentan es, precisamente, ocupar todo el espacio "legítimo" de pensamiento. No hay disidencia sino alteridad. Basándose en Carl Schmitt, existe el pueblo alemán que se reconcilia consigo mismo en la persona del Fuhrer y el enemigo.
ResponderEliminarNo niego nada de eso. Con todo, es un hecho que tanto Hitler como Stalin estaban en contra del capitalismo.
EliminarDe acuerdo pero no por ser de izquierdas sino por ser anti individuo. Anti-liberales más que de izquierdas.
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