Hace unos años,
unos jóvenes venezolanos hicieron la película Caracas, ciudad de despedidas, la cual reseñé acá. En mi reseña,
lamentaba el tratamiento bobalicón y superficial que los productores dieron a
un tema muy importante, como lo es el éxodo de venezolanos al exterior. Pero,
añadía yo, el hecho de que la película esté hecha por jóvenes superficiales no
implica que sus razones para emigrar no fueran legítimas.
Ahora, el gobierno
venezolano ha intentado hacer una réplica, con su documental Yo me quedo (parte de la serie ¿Y si lo pensamos bien?), transmitido por Venezolana
de Televisión. Allí donde Caracas, ciudad
de despedidas simpatizaba con los emigrantes, Yo me quedo trata de satanizarlos.
Lo primero que
choca de este documental es que una tal Carmen Laura, una académica entrevistada, continuamente sugiere que los únicos que emigran son blancos
descendientes de europeos, porque no están identificados con el país. Como
supuesta prueba de esto, se muestra a algunos jóvenes venezolanos celebrando el
triunfo de España en el fútbol, como si aupar a otro país en el fútbol, fuese
un crimen.
En todo caso, es
sólo medianamente cierto que sólo los blancos emigran. Venezuela es un país de
mucho mestizaje, de forma tal que, a diferencia de otros países (como,
supongamos, Sudáfrica o EE.UU.), es muy difícil establecer una diferencia clara
entre blancos y negros. Hay un amplísimo espectro de poblaciones mestizas en
Venezuela, y ellos tienen también bastante representación entre los emigrantes.
Haciendo esa salvedad, podemos admitir que el color de piel de los emigrantes,
suele ser más claro. Pero, ¿acaso eso hace ilegítima su decisión?
El documental presenta una postura muy
parecida a la de Robert Mugabe en Zimbabue. Desde que llegó ese dictador al
poder, los blancos de ese país se han marchado por muchos motivos. Uno de esos
motivos, es que tras varias décadas de abusos coloniales en contra de los
negros, ahora los blancos sufren la revancha, en forma de asesinatos,
confiscaciones de tierras, etc. El mero hecho de que, ahora, las víctimas sean
blancas y los descendientes de los antiguos opresores, ¿legitima la nueva
agresión?
Se hace énfasis
también en que Venezuela es un país racista, sugiriendo de algún modo que,
quien decide emigrar, participa de este racismo. Esto, por supuesto, es un
chantaje: está muy bien denunciar el racismo donde lo hay, pero sugerir que la
mera decisión de emigrar obedece a una actitud racista, es muy irresponsable. No
niego que en Venezuela haya racismo, y el documental muestra algunos indicios
mediáticos. Pero, también quiere mostrar como racismo cosas que, en realidad,
no lo son. Por ejemplo, muestran a una presentadora de televisión diciendo que
los venezolanos no son muy trabajadores. Podemos discutir si esto es verdadero
o falso, pero, ¿dónde está el racismo en esto? ¿Es acaso falso que hay culturas
que valoran el trabajo más que otras? ¿Fue Max Weber un racista por decir que
los protestantes tienen una mayor ética del trabajo que los católicos?
También se muestra
a algún comediante burlarse de Simón Bolívar y su decreto de guerra a muerte en
contra de los españoles. En un régimen que ha llevado el culto a Bolívar a
niveles grotescos, esto se interpreta como una gravísima ofensa. Yo, en cambio,
elogio a ese comediante. Pues, el decreto de guerra a muerte fue algo muy
lamentable, que merece todo nuestro reproche y burla. Si, por esa irreverencia,
los fanáticos nacionalistas de Venezolana de Televisión, están dispuestos a
llamarnos “apátridas”, pues tendremos que asumirlo. Pero, como bien decía Carl
Sagan el verdadero patriota es el que critica los excesos de su propio país, a
fin de mejorarlo. Y, en ese sentido, sería muy patriota criticar la acción
genocida de Bolívar.
La misma académica
que habló sobre el asunto de los emigrantes blancos, trata de corregir su desprecio
hacia los emigrantes, diciendo que ella no objeta que los jóvenes emigren, pero
le pide que no despotrique de su país de origen. ¿Cómo no despotricar de un
país con la mayor tasa de inflación y una de las mayores tasas de homicidio en
el mundo? Yo, personalmente, estoy dispuesto a amar lo bueno, y odiar lo malo.
Si el país en el cual nací, se convierte en una pesadilla, ¿no sería lo más
sensato reconocer que esa nación es un infierno? Carmen Lara quiere hacernos
creer que debemos amar a toda costa nuestro país. Ella parece guiarse por el
patético lema nacionalista, “Mi país, para bien o para mal”.
Yo me niego a
hacerlo; me niego a hacer el papelón del cabrón, y amar a un país que no me ama.
¿Habría pedido Lara a un judío de la Alemania nazi, que amara a su país y que
se quedara a construir un proyecto de nación? ¿Se lo pediría a un joven sirio
desesperado por llegar a Europa, para escapar de las garras del Estado
Islámico? Supongo y espero que no. ¿Por qué, entonces, sí ha de pedírselo a un
joven venezolano, que vive en una situación más o menos parecida (Caracas es
una ciudad bastante más peligrosa que Raqqa, la capital del actual califato)?
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ResponderEliminarHola. Muy bueno tu artículo. La verdad, muy descriptivo y acorde. Felicidades !!! Existe una realidad para cada quien. Algunos deciden irse, otros, quedarse, pero no por ello quieren menos a su patria, lo cual puede ser demostrado de muchísimas maneras. No hay que generalizar, gente buena, mala, con razón o sin razón, hay en todos lados, de tamaños y colores !!! Además, opino, que la raza es una sola, la humana, lo demás, son grupos étnicos. Saludos.
ResponderEliminarGracias.
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