En tanto creen que el Corán fue dictado por Dios a
Mahoma, los musulmanes asumen que su libro sagrado, en su forma actual,
conserva la misma forma en que Mahoma lo recitó en el siglo VII. Pero, hay
mucho espacio para dudar esto.
La
tradición islámica postula que el Corán se compiló de la siguiente manera.
Mahoma recibía revelaciones espontáneamente. Cuando manifestaba los signos de
recibir revelaciones, quienes estuvieran cerca se apresuraban a tomar papiros,
cueros o huesos, y escribían lo que él dictaba. Naturalmente, no siempre había
material disponible para anotar las revelaciones. Eso hizo que muchas
revelaciones quedaron registradas sólo en la memoria de sus seguidores, y se
transmitieron oralmente a través de recitaciones.
No
obstante, tras la muerte de Mahoma, hubo una serie de guerras entre sus
sucesores, y en una de las batallas, la de Yamama en 632, murieron muchos de
quienes habían memorizado las recitaciones. El primer califa, Abu Bakr,
preocupado por la situación, ordenó poner por escrito todas las revelaciones, y
compilarlas. De eso se encargó Zaid Ibn Thabit, un musulmán que había sido
secretario de Mahoma. Zaid dio el texto a Hafsa, una hija de Omar (el segundo
Califa), y viuda del propio Mahoma.
No obstante,
durante el Califato de Osman (el tercer califa), se hizo patente que circulaban
varias versiones del Corán. Osman seleccionó la versión de Zaid, porque estaba
en el dialecto de los Coraix, y ese dialecto era considerado el estándar entre
todos los árabes. Osman distribuyó la versión de Zaid por todos los territorios
conquistados, y ordenó destruir las otras versiones (cerca de veinticuatro). El
Corán que tenemos, el mismo que Mahoma recitó, se nos dice, es entonces el que
compiló Zaid.
Pero,
hacemos bien en tener suspicacias. Si varias personas apresuradamente escribían
lo que oían de Mahoma, ¿cómo nos aseguramos de que lo hacían fielmente? Sabemos
que la tradición oral es notoriamente flexible y dinámica. ¿Cómo podemos
asegurarnos de que, al pasar de boca en boca una recitación, no había
modificaciones? Osman no decidió conservar el texto de Zaid porque fuese el más
fiel, sino sencillamente porque estaba escrito en un dialecto estándar. ¿Acaso
no es posible, entonces, que entre las otras versiones destruidas del Corán,
hubiese una más fiel a las recitaciones de Mahoma? La selección del texto de
Zaid obedeció a circunstancias arbitrarias. ¿No debería esto ser suficiente
motivo para dudar seriamente de que el actual Corán sea el supuesto libro no creado
dictado por Dios?
Según
parece (aunque, vale admitir, esto es disputado por algunos historiadores),
hubo algunos compañeros de Mahoma que objetaron la compilación de Zaid,
alegando que ellos habían escuchado más de cerca las recitaciones del Profeta,
y que no coincidían con lo que Zaid había compilado. Por ejemplo, Abdalá Ibn
Masud, alegaba haber recitado setenta versos del Corán, incluso antes de que
Zaid se hiciera musulmán, y lo reprochaba por haber compilado una versión
errónea del Corán. En la versión de Ibn Masud, los capítulos 113 y 114 del
Corán están ausentes. ¿Habrían sido éstos, entonces, añadidos posteriores que
Mahoma nunca recitó? No lo sabemos, pero como mínimo, hacemos bien en
cuestionar. Según algunas fuentes, hay otras variaciones de menor envergadura
entre la versión de Ibn Masud y la de Zaid, que no reseñaré acá por cuestión de
espacio. Basta con insistir en que, no todos aceptaron alegremente la
compilación de Zaid.
Algunas
fuentes islámicas también mencionan otra protesta, la de Ubay Ibn Kab, otro de
los secretarios de Mahoma, que memorizó muchas de las revelaciones. Allí donde
Ibn Masud objetaba que Zaid había añadido versos, Ibn Kab protestaba que más
bien faltaban.
Aixa, la
esposa favorita de Mahoma, también objetó una importante omisión. En el Corán,
se lee este verso: “A la adúltera y al adúltero, a cada uno de ellos, dadles
cien latigazos. En el cumplimiento de este precepto de la religión de Dios, se
creéis en Dios y en el último día, no os entre compasión de ellos. ¡Que un grupo
de creyentes dé fe de su tormento!” (24:2). El castigo para los adúlteros, por
supuesto, es brutal. Pero, es importante observar que no se prescribe el apedreamiento, a diferencia de la Ley de Moisés
en la Biblia (Deuteronomio 22:24). Con todo, en algunos países musulmanes, este
castigo se aplica, a pesar de que no hay ningún lugar en el Corán que así lo
ordene. Quizás, la preferencia por el apedreamiento procede de una tradición
que postula que Aixa objetó que, en las revelaciones originales que recitaba
Mahoma, ese verso originalmente sí incluía el castigo por apedreamiento.
Por
último, los jariyitas, una secta radical que surgió pocos años después de la
muerte de Mahoma, objetaban que la historia de José (el mismo que aparece en el
Génesis) no formaba parte del Corán (12:1-99). A su juicio, esa historia era
demasiado inmoral (hay seducciones adúlteras, como la de la esposa de Potifar),
y no podía formar parte de la revelación. No es una razón muy crítica o
pertinente para dudar de que Mahoma la recitara, pero de nuevo, el hecho a
destacar, es que no todos estuvieron conformes con la compilación de Zaid.
En 1972, se
encontró en Yemen un manuscrito del Corán que, en algunos aspectos, tiene
notables diferencias con el Corán convencional. Sabemos por la aplicación de la
técnica del carbono 14, que este manuscrito data del año 671, casi dos décadas
después de la muerte de Osman. Esto es evidencia de que la orden del califa de
destruir las versiones rivales del Corán, no se cumplieron a cabalidad.
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