Es
muy común levantar alarmas proclamando la proximidad del fin del mundo. Los
fanáticos religiosos lo hacen anunciando el apocalipsis, pero algunos filósofos
serios también lo hacen, anunciando la probabilidad de que estemos en las fases
finales de la especie humana, a partir del llamado ‘argumento del juicio final’
(doomsday argument), y la evaluación
de riesgos existenciales globales (guerra nuclear, impacto de asteroides,
epidemias, desastres tecnológicos, etc.).
Pero, así como hay argumentos
apocalípticos, hay también argumentos esperanzadores que pretenden asegurarnos
que la especie humana será duradera. El más llamativo parte del llamado
‘principio antrópico final’, desarrollado por los físicos John Barrow y Frank
Tipler. El principio enuncia lo siguiente: “la vida que procesa información
debe venir a existir en el universo, y una vez que lo haga, nunca desaparecerá”.
Este principio es derivado de la
formulación original del principio antrópico, el cual postula sencillamente
que, para que la vida (y particularmente la especie humana, de ahí su nombre)
tal como la conocemos apareciera, tuvieron que darse las constantes de la
física que tiene el universo. Ésta es la versión “blanda” del principio
antrópico, pues no señala que el universo fue creado por una inteligencia con
el propósito anticipado de hacer aparecer la especie humana; sencillamente
señala que, si hubiera habido otras constantes, nosotros no estaríamos acá.
Otros filósofos han llevado el
principio antrópico más lejos, y han postulado una versión “fuerte”: el
universo fue diseñado por una inteligencia con el propósito de hacer aparecer
la vida y la especie humana. Esta versión del principio antrópico es predilecta
entre teístas que quieren demostrar la existencia de Dios a partir de la supuesta
evidencia de diseño en el universo.
A partir del principio antrópico
fuerte, Tipler desarrolló la idea de que, si el universo está diseñado para que
la especie humana apareciera (o, al menos, una especie inteligente), entonces,
también ha de estar diseñado para que, una vez que la especie humana aparezca,
nunca se extinga. Así, Tipler nos ofrece garantía de la eternidad de nuestra
especie.
El argumento de Tipler ha sido
ridiculizado y vapuleado por la abrumadora mayoría de filósofos. Yo, en cambio,
lo veo razonable. Yo sólo acepto el principio antrópico en su versión “blanda”,
y no me parece que, de las constantes que exhibe el universo, debemos concluir
que hay un diseñador cósmico; mi opinión es que la existencia de Dios sigue sin
estar demostrada. Pero, si llegare a aceptar el principio antrópico fuerte, y
aceptare que tras el universo yace un creador inteligente, entonces sí vería
razonable asumir que ese diseñador, si ajustó todo para asegurarse de que
surgiera la vida inteligente, se habría asegurado también de que la especie
humana (u otra forma de vida inteligente) no
se extinguiría. Si Dios es omnipotente y omnisciente, ¿para qué habría
creado (indirectamente) a la especie humana, sólo para que ésta se extinga
eventualmente?
Así pues, yo sí veo una conexión
lógica entre demostrar la existencia de Dios, y demostrar la eternidad de la
especie humana. En otras palabras, si se demuestra que Dios existe, entonces se
estaría demostrando que la especie humana no desaparecerá. Eso no implica que
no puedan vivirse momentos apocalípticos críticos, que la especie humana no
reduzca sus números dramáticamente, o que no se llegue a condiciones de vida
muy deplorables, escenarios propios de la ciencia ficción post-apocalíptica.
Pero, sí implicaría que la especie humana no se extinguiría.
Y, de hecho, me parece que
precisamente esto anuncian los predicadores religiosos apocalípticos. En toda
su morbosa imaginación, el libro de Apocalipsis
no dice que la humanidad entera perecerá;
ciertamente habla de terroríficas catástrofes, pero es lo suficientemente
cuidadoso como para hablar de la destrucción de una tercera parte de la
humanidad, y aún frente a la destrucción cósmica, siempre persiste un número de
sobrevivientes. De hecho, después de los terribles acontecimientos que anuncia,
Apocalipsis reserva los últimos dos
capítulos para describir a la Jerusalén celestial, la cual existirá
eternamente.
El anuncio de Apocalipsis es, por supuesto, una fantasía religiosa que no debe
ser tomada en serio. Pero, veo al menos razonable aplicar el razonamiento del
principio antrópico final (aunque, es un asunto que amerita mucha discusión), y
concluir que, si Dios existe y nos creó, no permitiría que nosotros, su
creación especial, desaparezcamos. Por supuesto, esta implicación depende de la
premisa original, según la cual el universo ha sido diseñado por Dios. Esa
premisa original, lamentablemente, la encuentro muy cuestionable.
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