Querida Belén:
¡Vaya golpe me he
dado este fin de semana! Decidí dar una vuelta en bicicleta, como habitualmente
hago. Pero, tropecé y me caí. No llevaba casco. Aún me duele un poco la cabeza,
aunque ya voy mejorando. Con todo, me queda una preocupación. Ya sabes que
siempre me han gustado las historietas de Batman. Uno de los villanos en esas
historietas es el Rey Tut. Es un amable profesor de egiptología en una
prestigiosa universidad norteamericana, y de repente, un ladrillo cae sobre su
cabeza. Entonces, se convierte en un desquiciado faraón y azota a la ciudad con
sus crímenes. Tras mi tropiezo con la bicicleta, me pregunto si yo mismo podría
terminar siendo como el Rey Tut.
Bromeo, por supuesto.
Pero, no es broma que un golpe en la cabeza sí puede cambiar significativamente
nuestra conducta. Seguramente en alguna ocasión has oído al cura de la
parroquia hablar del alma. Extrañamente,
las religiones nunca precisan suficientemente bien qué es el alma. Según
parece, es algo así como una sustancia inmaterial que define tu personalidad.
Yo no creo que tal cosa existe. Nuestra personalidad está en el cerebro. Y, me
temo que si hay alguna lesión al cerebro, habrá cambios en la personalidad.
De hecho, sabemos que
esto es así, gracias a un caso muy conocido en la historia de la psicología, el
de Phineas Gage. Este señor era un trabajador ferroviario en EE.UU. durante el
siglo XIX. Gage estaba encargado de hacer explosiones para generar agujeros en
el suelo, y en una de esas explosiones, un tubo metálico salió volando frente a
él. En su recorrido, el tubo le atravesó la cabeza. Podrás imaginar el susto
que pasó el pobre Gage. Con todo, Gage sobrevivió y se recuperó.
Pero, su recuperación
fue muy extraña. Antes del accidente, Gage era una persona muy afable, y muy
querida por los demás. El accidente no afectó sus conocimientos o su
inteligencia. Pero, sí modificó su conducta. Gage se convirtió en un hombre
agresivo, grosero, y desenfrenado sexualmente. Esa transformación fue muy
rápida, e impactó a todos los que le conocían.
Casos como éste me
convencen de que el alma no existe. Si nuestra personalidad procede de una
misteriosa sustancia inmaterial, ¿por qué, entonces, Gage no mantuvo su
personalidad anterior? Obviamente, los cambios conductuales de Gage aparecieron
como consecuencia de las lesiones que dejó el tubo en su cerebro. Si acaso hay
algo que podamos llamar alma, eso
estaría en el propio cerebro.
El cerebro, sobre
todo el de los seres humanos, es complejísimo. El cerebro está hecho de
neuronas, un tipo especial de células. ¿Recuerdas cuando te escribía sobre las
drogas? Pues bien, en esa carta te decía que las neuronas se pasan mensajes
químicos entre sí, y dependiendo de cuántos químicos y de qué tipo se pasen,
otras neuronas se activan. A su vez, dependiendo de cuántas neuronas se
activen, habrá distintos tipos de conducta. Por ejemplo, cuando se activan
demasiadas neuronas, el resultado es la epilepsia. Antaño, las religiones
decían que la epilepsia ocurría porque un demonio se apoderaba del alma de la
persona. Ya nadie cree semejante tontería. Cuando se trata de la epilepsia, ya
nadie habla del alma; todo el mundo entiende que se trata del cerebro. Pero
extrañamente, cuando se trata de la conducta en general, todavía hay personas
que prefieren hablar del alma, y les cuesta admitir que, en realidad, viene del
cerebro.
Puedes pensar en el
cerebro como un órgano que consta de tres partes. A los científicos más
sofisticados no les hace mucha gracia pensar en el cerebro de ese modo, porque
ellos dicen que en realidad el cerebro es muchísimo más complejo. Pero un científico,
Paul MacLean, propuso en sus libros entender el cerebro como un objeto que consta
de tres grandes secciones, y cada una de esas secciones se corresponde con
nuestro pasado evolutivo como especie.
Ten presente, Belén,
que nosotros venimos de otras especies. Y esas especies no tenían un cerebro
tan desarrollado como el nuestro. Nosotros los humanos hemos heredado cerebros
simples, pero a medida que fuimos evolucionando, esos cerebros se hicieron más
complejos. Con todo, esa evolución se refleja en la propia estructura de
nuestros cerebros. Y así, en nuestro cerebro tenemos partes más primitivas y
simples, y partes más complejas y avanzadas.
En nuestro cerebro,
la parte inferior es la más primitiva, y la que compartimos con nuestros primos
más lejanos. A medida que fuimos evolucionando, se iban añadiendo partes más
sofisticadas encima, pero esas partes primitivas originales se han mantenido.
La parte más
primitiva de nuestro cerebro es el llamado tallo
cerebral. El cerebro se conecta con la espina dorsal, y una de esas
conexiones viene en ese tallo. El tallo cerebral consta de la médula oblonga,
el cerebelo y la formación reticular. Recuerda que muchos otros animales
comparten con nosotros estas partes del cerebro. Por eso, algunas personas
llaman a esto la parte reptiliana del
cerebro.
Como comprenderás, no
es difícil adivinar que estas estructuras tienen que ver con aquellas conductas
que otros animales comparten (incluso los reptiles). En la médula oblonga no
ocurren pensamientos sobre el sentido de la vida o la mortalidad del cangrejo.
Esas preguntas propias de los filósofos ocurren en otras regiones del cerebro.
La médula oblonga sólo se encarga de regular cosas como la respiración, la
digestión o los ritmos del corazón. Sin estas funciones, obviamente no podrías
vivir, y es por eso que, si esta región sufre un daño con un golpe en la cabeza
o cualquier otra lesión, lo más probable es que mueras.
La formación
reticular se encarga de regular los ritmos de sueño. Si sufres lesión en esa
región del cerebro, es probable que no puedas dormir adecuadamente. El
cerebelo, por su parte, tiene que ver con la coordinación de movimientos. Si
hay una lesión en tu cerebelo, podrías tener dificultades a la hora de caminar,
mantener balance, o usar las manos sin que te tiemblen. Ya sabes, los
cocodrilos caminan, de forma tal que ellos, como todos los reptiles, también
tienen cerebelo.
Encima de esa parte
reptiliana del cerebro, está aquello que podemos llamar la región paleomamífera. Como su nombre indica,
compartimos esta región con animales más cercanos a nosotros, como los
mamíferos. Esta región tiene que ver fundamentalmente con las emociones. Quizás
los reptiles sí tengan emociones. Pero, tú has tenido perros y conejos como
mascotas. Y, sabes muy bien que esos animales (que son mamíferos), se apegan
mucho más, y tienen más emociones, que una iguana o un lagarto (que son
reptiles). Por eso, nuestras emociones están en aquellas partes del cerebro que
compartimos con los perros y conejos.
Esta región
paleomamífera consta de varias estructuras. El hipocampo se encarga de procesar
las memorias (¿recuerdas el caso de H.M.?, era el hombre a quien se le extrajo
el hipocampo, y como resultado, no podía formar nuevas memorias).
La amígdala se
encarga de regular la agresión, la ira, el miedo, y otras emociones. ¿Recuerdas
cuando te escribía sobre los psicópatas? En esa carta te decía que, según
parece, tienen la amígdala más pequeña. Es natural que así sea, pues los
psicópatas sienten menos miedo que el resto de la gente. Ha habido experimentos
en los cuales se estimula eléctricamente la amígdala de un gato, y el pobre
animal se vuelve muy temeroso, incluso de un ratón. Pero, si se estimula otra
parte de la amígdala, el gato se vuelve muy agresivo.
El tálamo se encarga
de distribuir la información que captamos a través de los sentidos. De ahí, va
a otras partes del cerebro. ¿Recuerdas cuando te escribía sobre el LSD? Esto es
una droga que causa alucinaciones. En ocasiones, esta droga afecta el tálamo. Y
así, cuando una persona está intoxicada con LSD, puede ocurrir que su tálamo
envíe la información sensorial a regiones equivocadas del cerebro. Así, el
tálamo podría enviar información auditiva a la parte el cerebro que procesa
información visual. Extrañamente, la persona podría “ver” sonidos. Hay otras
personas que “oyen” colores. A este fenómeno se le llama sinestesia. La persona puede ver un color, pero en realidad, lo
interpreta como si fuera un sonido. Su tálamo no funciona adecuadamente.
Debajo del tálamo
está el hipotálamo, una estructura que tiene muchas funciones. Básicamente, se
encarga de activar la excitación sexual (¿recuerdas que, según parece, los
hombres homosexuales tienen un hipotálamo más parecido al de las mujeres
heterosexuales que al de los hombres heterosexuales?). También se encarga de
dar la sensación de hambre o llenura, y de conectarse con las glándulas que envían
hormonas para que se active el estrés ante situaciones de peligro.
Y, la región del
cerebro que está encima de todas las demás, es aquella que MacLean llamó el neocórtex. Acá es donde se ubica la
inteligencia, y aquellas funciones cognitivas que sólo algunos selectos
animales tienen. Se llama córtex, porque si lo ves, se parece un poco a la
corteza de un árbol: es muy arrugado. Y, se dice neocórtex, porque a diferencia de las otras regiones del cerebro,
es más nueva en términos de la evolución. Los dinosaurios, con sus cabecitas,
no la tenían. Los monos la tienen, pero es muy pequeña en comparación con nuestro
cerebro. Nosotros somos cabezones, en buena medida porque nuestro neocórtex es
muchísimo más grande que el de otras especies. Las cosas que podemos hacer, que
un chimpancé no puede (como por ejemplo, escribir y leer cartas como ésta), se
originan en esta región. El lenguaje, el razonamiento, las habilidades
matemáticas, y otras habilidades por el estilo, se alojan ahí. Algunos también
la llaman materia gris, por su color
grisáceo.
El neocórtex parece
simétrico. De hecho, está dividido en dos hemisferios. Y, cada hemisferio se
divide en varias regiones, cada una con funciones distintas. En el frente,
están los lóbulos frontales. Ahí se aloja la capacidad para controlar la
conducta, razonar, y realizar movimientos finos (es decir, movimientos
detallados con los dedos). Ésta es la región que sufrió daños en el cerebro de
Phineas Gage. Sus lóbulos frontales, al estar lesionados, no permitieron a Gage
ejercer control sobre su propia conducta, y así, buscaba satisfacer sus deseos
instintivamente, sin pensar en las consecuencias.
Una parte de uno de
los lóbulos frontales, se conoce como el área
de Broca. Esta área es muy importante, porque una lesión ahí puede producir
afasia, o la incapacidad para hablar
adecuadamente. Broca fue un
científico que atendió a pacientes que, extrañamente, no podían hablar, pero sí
podían comunicarse de otras formas. Al hacer autopsias a estos pacientes, Broca
descubrió que una región en los lóbulos frontales, estaba dañada. Muchas veces,
cuando las personas sufren accidentes cerebrovasculares (esto ocurre cuando la
sangre no llega bien al cerebro), no logran hablar. Esto es debido a que el
accidente cerebrovascular ha lesionado el área de Broca.
En una época, los
médicos pensaban que si se lograba desconectar los lóbulos frontales del resto
del cerebro, se podrían curar muchas enfermedades mentales. A un médico,
Antonio Moniz, se le ocurrió hacer operaciones que consistían en introducir una
pinza a través de los ojos, y llevarla hasta el cerebro, cortando parte del
lóbulo frontal. Por este procedimiento, que vino a conocerse como lobotomía, a Moniz le dieron un Premio
Nobel.
Mucha gente buena ha
recibido estos premios, Belén. Pero, me temo que, en algunas ocasiones, a los
escandinavos les ha patinado el coco repartiendo estos honores. Las lobotomías
resultaron ser unas calamidades. Se practicaban por doquier para supuestamente curar
a los enfermos mentales, sobre todo los más alterados. Ciertamente, con las
lobotomías, muchos enfermos mentales se calmaban. Pero, también, quedaban
despojados de la capacidad para hablar o razonar adecuadamente. A decir verdad,
no sorprende. Recuerda que en los lóbulos frontales están las capacidades
cognitivas más importantes. Cuando los médicos cortaban esas conexiones con el
resto del cerebro, despojaban a esos pacientes de la oportunidad de mantener
sus facultades más importantes.
Detrás de los
frontales, están los lóbulos parietales. Básicamente esta parte del neocórtex
se encarga de las sensaciones táctiles que envían los nervios procedentes de la
piel. Detrás de los parietales, están los lóbulos temporales. Ahí se procesa la
información auditiva que recibimos, y es también donde se almacenan las
memorias significativas (recuerda, primero se almacenan en el hipocampo, y
luego pasan a los lóbulos temporales). Una región de uno de los lóbulos temporales,
se llama el área de Wernicke. Recuerda
que Broca estudió el cerebro de pacientes que no podían hablar. Pues bien,
Wernicke fue otro médico que hizo autopsias, no de personas que no podían
hablar, sino de personas que no parecían entender el significado de las
palabras. Y así, descubrió que estos pacientes tenían dañada esa región en
particular. Una lesión en el área de Wernicke produce un tipo de afasia, en el
cual la persona no entiende lo que se le dice, y habla disparates.
Por último, detrás de
los temporales, están los lóbulos occipitales, que es donde se procesa la
información visual que recibimos. Un científico, Oliver Sacks, escribió un
famoso libro sobre un señor que confundía a su esposa con un sombrero, al punto
de que, algunos días, tomaba la cabeza de su esposa y trataba de ponerla en su
propia cabeza, como si fuera un gorro. Este señor sufría agnosia. La agnosia es una enfermedad neurológica que no permite
reconocer objetos. En algunos casos, se sufre la incapacidad de reconocer
caras; en estos casos, se trata de prosopagnosia.
Esto surge como consecuencia del mal funcionamiento de los lóbulos
occipitales.
Hay una misteriosa
enfermedad, en la cual, la persona reconoce caras conocidas, pero cree que se
tratan de impostores. Ya puedes imaginar lo terrible que es esto; supón que
tienes una amiga, pero cuando te ve, ella piensa que tú no eres Belén, sino
otra persona que se está haciendo pasar por ti. A esta condición se le llama el
mal de Capgras. Los psicólogos no
saben muy bien por qué ocurre esto. Pero, una teoría es que la parte del
cerebro encargada de procesar la información visual y el reconocimiento de
caras, no envía esta información a la región del cerebro que controla las
emociones (especialmente la amígdala). Así pues, en estos casos, la cara se
reconoce, pero no se siente la emoción que cabría esperar, y como consecuencia,
la persona termina creyendo que se trata de un impostor.
Como te decía, el
neocórtex está dividido en dos grandes hemisferios. A simple vista, resultan
simétricos, pero en realidad, tienen funciones distintas. El hemisferio
izquierdo controla el lado derecho del cuerpo, y viceversa. Pero, la diferencia
en sus funciones también tiene que ver con el tipo de información que procesan,
y las habilidades que alojan. El hemisferio izquierdo está más asociado con el
pensamiento lógico y el lenguaje; el derecho está más asociado con la creación
artística y las habilidades espaciales.
Seguramente has
escuchado a alguna de tus amigas decir que ella encaja más con un hemisferio
que con otro, y que los matemáticos son del lado izquierdo, mientras que los
pintores son del lado derecho. No es propiamente así. Ciertamente los
hemisferios son distintos, pero la diferencia no es tan tajante. Con todo,
algunos psicólogos han hecho unos experimentos curiosísimos que confirman que,
en efecto, cada hemisferio atiende distintos tipos de pensamientos.
La epilepsia, como te
decía, es una enfermedad que es causada por una actividad excesiva de las
neuronas. Quienes la sufren, repentinamente tienen ataques de convulsiones. Para
esta enfermedad, hay algunas drogas (los anticonvulsivos) que pueden ayudar.
Pero, con aquellos pacientes que toman estas drogas y siguen sufriendo
convulsiones, algunos médicos han propuesto cortar el cuerpo calloso. El cuerpo calloso consta de unas fibras que
conectan a un hemisferio cerebral con el otro. Cortando estas fibras, hay menos
conexiones entre neuronas, y así, las convulsiones cesan.
Con los pacientes que
se ha hecho esto, todo parece marchar normal. Esto no es como la lobotomía, que
destroza la vida de quienes la sufren. Pero, dos científicos, Roger Sperry y
Michael Gazzaniga, estudiaron más a fondo a algunos de estos pacientes, y al
hacer algunos experimentos, descubrieron que tenían algunas conductas extrañas.
Esto, en efecto, parecía confirmar que cada hemisferio tiene distintas
funciones.
Por ejemplo, Sperry y
Gazzaniga tapaban los ojos de un paciente, y le daban un objeto en su mano izquierda. Al estar en la mano
izquierda, la información sobre ese objeto va al hemisferio derecho. Pero,
puesto que la capacidad para el lenguaje se aloja en el hemisferio izquierdo, el
paciente no lograba expresar en palabras lo que sentía con la mano. Si el cuerpo
calloso estuviera presente, no habría problema, pues la información que recibe
un hemisferio, se pasa al otro, y así, el paciente puede describir con palabras
lo que siente con la mano izquierda. Pero, al no haber cuerpo calloso, esa
información no se pasa, y así, el paciente es incapaz de describir el objeto.
Otro experimento
consistía en hacer que un paciente viera un punto en una pantalla. En esa
pantalla, se proyectaban momentáneamente palabras compuestas (supongamos, puntapié), pero Sperry y Gazzaniga se aseguraban
de que la primera parte de la palabra (punta,
por seguir el ejemplo) sólo se viera en el campo visual izquierdo del paciente,
y la segunda parte sólo se viera en el campo visual derecho (pie). Una persona normal no tendría
problema en reconocer que se trata de una sola palabra. Pero, el paciente sin
cuerpo calloso (es decir, con los hemisferios desconectados), diría que vio la
palabra pie, y al mismo tiempo,
apuntaría con su mano izquierda una foto de una punta, para señalar lo que vio.
¿Cómo ocurre esto? De
nuevo, la separación de funciones en los hemisferios lo explica. El hemisferio
izquierdo procesa la palabra pie (porque
aparece en el campo visual derecho), y el hemisferio derecho procesa la palabra
punta (porque aparece en el campo visual
izquierdo). Esta información no se integra porque no hay cuerpo calloso que
pase la información de un hemisferio a otro. Y así, mediante palabras
(recuerda, el hemisferio izquierdo está más asociado al lenguaje), se describe
lo que el hemisferio izquierdo procesa; y mediante gestos, se describe lo que
el hemisferio derecho procesa.
En estos
experimentos, los pacientes quedaban muy confundidos. Con la mano apuntaban a
un objeto, pero con las palabras describían otro. Incluso en algunos de estos
pacientes, puede haber problemas para hacer algo tan sencillo como abotonarse
una camisa. Una mano puede cerrar un botón, e inmediatamente otra mano puede
volver a abrirlo.
En fin, Belén, como
ves, el cerebro determina muchas de nuestras conductas. Por eso, es muy
importante proteger la cabeza. Yo cometí una gran imprudencia al salir en
bicicleta sin casco. Debería aprender de ti, pues sé que cada vez que sales en
bicicleta, usas el casco. Pero, los golpes en la cabeza no son las únicas
formas en que el cerebro puede sufrir una lesión. Como te he dicho, los
accidentes cerebrovasculares también pueden afectar el buen funcionamiento del
cerebro. A tu edad, es muy improbable que estés en riesgo de sufrir algo como
eso. Pero, sí deberías prepararte para el futuro, pues a medida que
envejecemos, el riesgo es mayor. No te mortifiques mucho por eso, y sencillamente
sigue haciendo lo que siempre haces, para protegerte: haz ejercicio, y come
sanamente. Se despide, tu amigo Gabriel.
Hola a todos. Quiero apreciar el gran trabajo del Dr. Ehoh. Hace años que me diagnosticaron el virus del herpes simple, perdí toda esperanza y no tengo cura y me tomaron medicamentos para mantenerme hasta que llegué a saber sobre el Dr. Eboh a través de un amigo que curó de VIH. Me puse en contacto con él y él me envió su remedio herbal que tomé cuando me ordenó que lo hiciera por algunos días y fui al hospital después de consumir su medicina herbaria y me confirmaron el Herpes Negativo después de años de dolores y sufrimientos. milagro, Dr.Eboh holycurecenter@gmail.com es un gran hombre, he escuchado mucho sobre cómo él ha ayudado a mucha gente, si tiene algún problema, puede contactarlo para ayuda.via: holycurecenter@gmail.com o agregar Él en WhatsApp + 2348053823815. Puedes contactarme para obtener más información a través de: holycurecenter@gmail.com
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