Querida
Belén:
Lamento mucho lo ocurrido con
Raquel. Debo confesarte que esa chica siempre me pareció extraña. Cuando la
conocí en tu fiesta de cumpleaños, ella me aseguró que tú eras su mejor amiga y
la persona más importante para ella, a pesar de que tú misma me comentaste que
sólo la habías conocido cuatro días antes en la escuela. Luego, cuando ella
repentinamente se enojó contigo sin ningún motivo aparente, y te empezó a
acosar y a gritar en público acusándote de cosas, me preocupé ante la idea de
que pudiera hacerte daño. Ahora que me entero de que se ha suicidado cortándose
las venas en un arrebato, comprendo mejor el tipo de chica que ella era.
Según me cuentan, Raquel
lamentablemente nunca fue a un psicólogo o psiquiatra; quizás eso pudo haberle
salvado la vida. De haber ido a verse con un psiquiatra, seguramente le habrían
diagnosticado el trastorno de
personalidad borderline. La mayoría de los enfermos mentales sufren
condiciones que, a decir verdad, no son inherentes a su personalidad. Tú, por
ejemplo, por alguna crisis en tu vida, podrías dejar de comer y convertirte en
anoréxica (¿lo recuerdas?, la anorexia es la enfermedad mental cuando la gente
no come). Pero, eso no significa que tu personalidad sea anoréxica. La anorexia
sería algo coyuntural en tu vida (pero, no por ello sería menos serio), pero no
habría sido parte de tu personalidad.
No obstante, hay alguna gente que
sufre enfermedades mentales que sí son consustanciales a su personalidad. No se
trata de condiciones que van y vienen. Su propia personalidad es el problema.
La personalidad se va formando con los años, y obedece a factores genéticos y
ambientales. Hacia los veinticinco años de edad, ya la personalidad está
definitivamente conformada, y no hay mucha posibilidad de cambiarla. Si esa
personalidad hace que la persona se comporte de forma tal que genere malestar
en ella misma, o en los demás, entonces los psiquiatras y psicólogos podrían
diagnosticar a esa persona con un trastorno
de personalidad.
Lamentablemente, a los psiquiatras y psicólogos se les
hace muy difícil ofrecer tratamientos a personas que sufren este tipo de
enfermedades. Quien tiene un trastorno de personalidad, por lo general no lo
reconoce. Por ello, los psiquiatras y psicólogos dicen que estos trastornos son
ego sintónicos; es decir, el paciente
se siente en sintonía consigo mismo, y no piensa que los problemas de su vida
se deban a su propia personalidad. Ellos opinan que no hay nada que cambiar. Si
hay problemas en su vida, es debido a cómo actúan los demás. Y, por supuesto, como
sabrás, es muy difícil curar a quien no quiere ser curado.
Hay varios tipos de trastornos de personalidad. El tipo
que Raquel seguramente era, es el que se encuentra con mayor frecuencia. Se le
llama borderline (que en inglés
quiere decir limítrofe), porque
cuando se empezó a diagnosticar, se decía que estos pacientes estaban entre ser
neuróticos (personas con problemas, pero no locas) y psicóticos (personas que
ya han perdido contacto con la realidad). Me contabas en una de tus cartas que
el padrastro de Raquel abusó sexualmente de ella en su infancia. Pues bien, no sabemos bien las
causas del trastorno de personalidad borderline,
pero el abuso infantil parece ser un factor importante.
Las personas borderline son muy, muy inestables. Un famoso libro escrito por un
médico, Jerold Kreisman, fue uno de los primeros en describir a la gente borderline. Y, el título de ese libro es
Te odio, no me abandones. Según lo
que me cuentas de Raquel, ella pudo haber dicho una frase como ésa. Suena
extraño. Si alguien odia a otra persona, no le importaría que la abandonara.
Pero, para las personas borderline,
esto es muy común. Estas personas buscan desesperadamente apegos, y están muy
deseosas de vivir relaciones muy intensas. Suelen ser muy inseguras, y buscan
apegarse a alguien como una forma de ganar un poco de seguridad. Pero, así como
muy fácilmente se apegan a alguien, así también repentinamente pueden volverse
en su contra.
Para los borderline,
no hay medias tintas. Idealizan y demonizan a una misma persona con la misma
intensidad. Y, precisamente porque no hay medias tintas, los borderline son muy impulsivos. Hacen las
cosas sin pensar demasiado; actúan según su estado de ánimo dicte en el
momento. Recuerdo que en una de tus cartas me contabas que Raquel un día se
apareció en tu casa con cuatro cajas de bombones y un ramo de flores para
decirte que tú eras la persona más importante en su vida, y apenas dos días
después, te enviaba mensajes telefónicos diciéndote que eras una mierda, y que algún
día lo pagarías caro. Esa volatilidad es típica en las personas borderline. Lamentablemente, la
impulsividad hace que muchas de estas personas se suiciden ante problemas que
al resto de la gente les parecerían triviales.
El ser borderline es
una condición muy difícil, no solamente para ellos mismos, sino también para
los que están a su alrededor. Por eso, comprendo perfectamente tu temor y tu
malestar cada vez que Raquel se aparecía en tu casa para, en medio de
arrebatos, decirte que te amaba o que te odiaba. Con todo, se puede ser
optimista respecto a los borderline.
Pues, a diferencia de personas que sufren otros tipos de trastornos de
personalidad, los borderline acuden
con más frecuencia a los psiquiatras y psicólogos. Eso no quiere decir que la
personalidad borderline no sea ego
sintónica: recuerda, en todos estos trastornos, la gente no admite tener un
problema de personalidad. Pero, al menos, ante tanto estrés que se sufre por
los conflictos, la gente borderline va
a solicitar ayuda, no propiamente para cambiar su forma de ser, pero sí para
que les aconsejen cómo resolver conflictos y cómo apaciguar su ansiedad y
depresión.
He preguntado a varios psiquiatras y psicólogos, y casi
todos me han dicho que, de todos sus pacientes, los más difíciles de tratar son
los borderline. Pues, el psiquiatra o
psicólogo fácilmente puede ser objeto de esa relación amor-odio que los borderline entablan con tanta
frecuencia. No hay cura para el trastorno borderline,
pero un buen psiquiatra o psicólogo sí puede mitigar los síntomas en un
paciente. En el fondo, las personas borderline
son muy inseguras (por eso son tan volátiles), y tienen problemas de
autoestima (por eso desesperadamente buscan apegos). A través de
conversaciones, un psiquiatra podría tratar de hacer a la persona borderline más segura y con más
autoestima.
Y, algunas drogas también podrían ayudar. Por alguna
extraña razón, la naltrexona ayuda a las personas borderline a contener su impulsividad. La naltrexona es una droga
que sirve para cortar los efectos de la intoxicación con opioides (¿los
recuerdas?, son las drogas como la heroína y la morfina). Nadie sabe muy bien
cómo esa droga también mitiga los síntomas de los borderline, pero el hecho es que sí funciona.
Quienes sí tienen una autoestima muy inflada (aunque, en
realidad, quizás sean sólo apariencias), son las personas que sufren otro
trastorno de personalidad, los narcisistas.
¿Recuerdas los cursos de mitología griega en el cole? Pues bien, hubo un
personaje, Narciso, que se enamoró de su reflejo en el agua, y se convirtió en
la flor que lleva su nombre.
Es normal verse de vez en cuando en el espejo, y sentirse
bien con uno mismo al contemplar esa imagen. Pero, yo te diría que no es normal
tomarse cincuenta selfies al día (y
arreglarse el cabello cada vez antes de tomar la foto), como ocurre con cierta
gente. Pareciera que nuestra sociedad, en su obsesión con las redes sociales y
el mundo de la farándula, estimula el narcisismo en mucha gente. Escucha cualquier
canción de reguetón, y oirás a menudo frases como “mi competencia se llama el
espejo”, o “para tú hacer una canción como ésta, es muy sencillo, tienes que
volver a nacer”.
Quizás también, la forma en que educamos a nuestros hijos
en la sociedad moderna, contribuye al narcisismo. Se sabe que, en alta
proporción, las personas narcisistas han sido criados por padres que no
pusieron límites en consentir al niño, y evitaron a toda costa criticarlos. Yo
nunca te aconsejaría, Belén, castigar con nalgadas o golpes a tus niños cuando
seas madre. Pero, sí es necesario, de vez en cuando, regañar. De lo contrario,
en tu hogar estarás creando un monstruo que no tolerará ninguna crítica cuando
se haga adulto.
El narcisista tiene una imagen muy inflada de sí mismo. Necesita
tener aduladores, y frente a quien no lo adule, se mostrará muy hostil. El
narcisista piensa que otros lo envidian, pero en el fondo, es él mismo quien
envidia a los demás. Por supuesto, como sabrás, la envidia y la vanidad son los
pecados más difíciles de reconocer, de forma tal que el narcisista nunca
reconocerá que él mismo es narcisista, y que de hecho, envidia a otros. Pero,
lo cierto es que, tras esa máscara de magnanimidad, el narcisista se siente muy
inseguro, y por eso, constantemente necesita asegurarse a sí mismo de que él es
el mejor. Piensa, si quieres, en la madrastra de Blancanieves. Una persona
segura de sí misma no tendría necesidad de preguntar todos los días al espejo
quién es la más bella.
Para inflarse a sí mismo, el narcisista necesita
despreciar a los demás. Y así, es normal que la persona narcisista se sienta
tan especial, que exija tener trato sólo con las mejores personas. Puede ir a
un hospital, y si por alguna razón, le asignan un joven médico recién graduado,
el narcisista dirá que ese médico no puede atenderlo, porque una persona como
él sólo puede recibir atención de los médicos mejor preparados. Si en una
fiesta, el narcisista no es el centro de atención, se aburre y se va. Todo
tiene que girar en torno a él.
Los narcisistas suelen ser personas bastante productivas.
Ellos no están acostados en el sofá de su casa sin hacer nada; para ellos,
siempre hay un proyecto. Pero, lo que buscan no es tanto la producción en sí o
la remuneración económica, sino la admiración de los demás. Y, en su
desesperación por ser admirados, pueden intentar llevar su productividad a
límites más allá de lo que sus cuerpos permiten. Por eso, la personalidad
narcisista está asociada al consumo de drogas estimulantes (¿las recuerdas?, la
cocaína es la más común y conocida de este tipo).
Como ves, este tipo de personas puede resultar bastante
problemáticas. Al sentirse superior al resto de las personas, el narcisista
termina por concluir que los demás no tienen los mismos derechos que él, y así,
los explota y maltrata. En su interpretación del mundo, es la forma natural de
hacer las cosas: los superiores como él, pueden apabullar a los inferiores.
Lo más preocupante, no obstante, es que el narcisista, a
diferencia del borderline, tiene más
habilidades sociales, y puede llegar a desarrollar un encanto superficial que
atrae a los demás. Paris Hilton es una persona despreciable en su forma de
tratar a los demás, pero extrañamente, nos atrae su personalidad. Quizás,
muchos de los seguidores de gente como Hilton tengan la esperanza de que ellos,
también, en algún momento podrán ser grandiosos y terminar apabullando al resto
de los mortales.
Por supuesto, llega un momento en que, cuando un
narcisista atrae a otro, chocan. Un crítico literario francés, René Girard,
hizo muchos estudios sobre cómo, en la literatura, unos personajes empiezan
admirando a otros, pero pronto esa admiración se convierte en odio, porque el
discípulo quiere desplazar al maestro. Los psicólogos saben también muy bien
que estas cosas ocurren en el mundo real, sobre todo con personas narcisistas.
Todos podemos tener algunos rasgos narcisistas, pero esto
se convierte en un trastorno o enfermedad mental, cuando la persona sufre
estrés como consecuencia de sus acciones y actitudes, al perturbar sus
relaciones con los demás. A veces, los narcisistas solicitan ayuda de
psiquiatras y psicólogos porque están ansiosos o deprimidos, o tienen adicción
a algunas drogas. Pero, no es algo muy habitual. Recuerda, el narcisista piensa
que los demás son inferiores, y es posible que llegue a creer que el psicólogo
o psiquiatra sea un mediocre que no está a su altura. Más que cualquier otro,
el trastorno de personalidad narcisista es ego sintónico: precisamente debido a
su auto-admiración, el narcisista cree que no hay nada que cambiar.
Naturalmente, para un psicólogo o psiquiatra, es difícil
hacerle ver a un narcisista que su personalidad puede ser la propia raíz de sus
problemas. Pero, en algunos casos, confrontando sutilmente al paciente al
hacerle ver las cosas como son, la persona narcisista puede caer en cuenta de
su problema, y tratar de modificar algunos aspectos de su conducta. Como regla
general, Belén, yo te diría que si identificas a alguien como un narcisista,
tengas cuidado con esa persona. Pueden ofenderse fácilmente con cualquier gesto
de tu parte (sobre todo si no eres aduladora con ellos), y al sentir su ego
herido, te pueden apabullar. Con un narcisista, tarde o temprano eso ocurrirá.
Es mejor, en la medida de lo posible, mantenerlos a la distancia, por más que te
encanten con su carisma superficial.
Hay otro tipo de personas que no les importa que los
demás no las admiren, pero sí les molesta mucho no ser el centro de atención. A
este tipo de personas se les llama histriónicas.
Una frase de Oscar Wilde (¿lo recuerdas?, el escritor que fue a la cárcel por
homosexual) recoge muy bien la actitud del histriónico; que hablen mal de uno es espantoso, pero hay algo peor: que no hablen.
Los histriónicos siempre están buscando interactuar con
otras personas, y en ese sentido, tienen buenas habilidades sociales. Pero, no
forman relaciones sociales muy profundas. Lo que les interesa es estar en las
miradas de los demás, mucho más que tener relaciones fuertes y duraderas. Como
los narcisistas, son bastantes inseguros, y para tratar de ganar más seguridad,
causan escándalos. Extrañamente, al ser el centro de atención, encuentran más
comodidad. Para ganar notoriedad, habitualmente muestran emociones exageradas,
o hablan como si estuvieran actuando en una obra de teatro. No extraña,
entonces, que en el mundo del espectáculo, haya mucha gente de ese tipo.
Las mujeres sufren el trastorno de personalidad histriónica
mucho más que los hombres. Y, para ganar atención, estas personas se pueden
volver más seductoras en situaciones inapropiadas. A veces, incluso, en su
desesperación por atraer atención, pueden deliberadamente fingir síntomas de
otras enfermedades, para que los familiares y médicos los atiendan. A este tipo
de conducta, los médicos lo llaman el trastorno
ficticio, o síndrome de Munchausen,
en honor al barón alemán del siglo XVIII que, en sus intentos de captar
atención, inventaba historias sensacionalistas sobre su vida.
Todos podemos tener algunos rasgos histriónicos. Eso no
nos hace necesariamente patológicos. Pero, si debido al histrionismo, una
persona no es capaz de funcionar bien socialmente (por ejemplo, porque se la
pasa seduciendo a los compañeros de trabajo), y sufre por ello, entonces sí
cabe diagnosticarla con este trastorno. Como en los otros trastornos de
personalidad, no hay mucho que los psicólogos y psiquiatras pueden hacer. Para
este tipo de personas, las terapias se centran en cultivar el autoestima del
paciente (a fin de que no necesite buscar seguridad en el histrionismo), y
hacer ver al paciente los efectos nocivos de su teatralidad.
Recuerdo, Belén, que en alguna ocasión me contaste que,
en tus clases de teatro en el cole, había algunos muchachos a quienes se les
hacía muy fácil dramatizar en el escenario, mientras que otros muchachos tenían
mucho miedo escénico. Pues bien, así como hay gente con trastorno de
personalidad histriónica, hay también gente con trastorno de personalidad por evitación. Estas personas prefieren
evitar las relaciones sociales, pero no necesariamente porque no estén
interesadas en ellas. Más bien, son como los chicos de la clase de teatro, que
quieren actuar en el escenario, pero las da miedo. Este temor puede ser tan
agudo, que a la larga, la persona puede evitar cualquier contacto social, al
punto de generar dificultades en su funcionamiento cotidiano.
De todos los trastornos de personalidad, seguramente éste
es el menos ego-sintónico. Y, precisamente gracias a ello, los psicólogos y
psiquiatras pueden trabajar mejor con este tipo de pacientes. Por lo general,
utilizan técnicas de relajación para enfrentar los miedos de interactuar con
los demás, de forma tal que, gradualmente, se pueda vencer el miedo.
Hay otro tipo de personas, no obstante, que evitan las
relaciones sociales, no porque tengan miedo, sino sencillamente, porque no están
interesadas. En psicología, se les llama esquizoides,
y si esos rasgos asociales son muy agudos, se les puede diagnosticar con un trastorno de personalidad esquizoide. No
son propiamente esquizofrénicos (¿recuerdas?, son los enfermos mentales que han
perdido contacto con la realidad). Los esquizoides no están locos; ellos tienen
los pies sobre la tierra. Pero, como los esquizofrénicos, los esquizoides
tienen déficit en la expresión de sus emociones, y se retraen del mundo. Son
como aquellos monjes ermitaños que se retiran a la cueva, y se aburren con las
relaciones sociales. Probablemente, en su infancia fueron esos niños solitarios
de la escuela que no juegan con nadie en el recreo.
Los esquizoides suelen tener una vida interior muy
elaborada; es decir, crean en sus mentes muchas fantasías y son personas
ensimismadas. Este tipo de trastorno es muy ego-sintónico: el esquizoide está conforme
(aunque no lo expresa) como está, y no ve necesidad de cambiar las cosas. A
decir verdad, los esquizoides no parecen sufrir mucho; son más bien sus
familiares quienes sufren debido a su distanciamiento social. Si acaso van a un
psicólogo o psiquiatra, el esquizoide probablemente irá llevado por algún
familiar. El terapeuta no tiene gran cosa que ofrecer, pues de nuevo, es
difícil curar a quien no quiere ser curado.
La personalidad esquizotípica
es similar a la esquizoide, en cuanto al retraimiento social. Pero, los
esquizotípicos tienen además ideas muy extrañas. Puedes pensar en este tipo de
personalidad, como una forma leve de esquizofrenia. No oyen voces propiamente,
ni tampoco tienen delirios descabellados. Pero, sí tienen ideas tan extrañas,
que les impiden interactuar óptimamente con los demás. Por ejemplo, pueden
estar muy interesados en la telepatía, o en la aparición de platillos
voladores, u otras cosas raras. Con todo, recuerda que los psicólogos dicen
que, para que una conducta o creencia sea considerada patológica, debe estar al
margen de su contexto social. Si una persona vive en una comunidad en la cual
todo el mundo tiene interés en los platillos voladores, entonces no se debería
diagnosticar con el trastorno de personalidad esquizotípica.
Lo relevante es cuán separada esté la persona de las
convenciones y normas de su sociedad. Vestir un guayuco (o taparrabos) en una
tribu indígena amazónica no es un síntoma de trastorno de personalidad
esquizotípica. Pero, llevar un guayuco a una reunión de ejecutivos en Nueva
York, sí podría considerarse parte de la personalidad esquizotípica. Como ves,
la personalidad esquizotípica tiene más que ver con excentricidades respecto al
resto de la sociedad.
Alguna gente se ha quejado de que, con esto, la
psiquiatría y psicología no hacen más que hacer patológicos a quienes
sencillamente son distintos, pero que en realidad, viven tranquilamente y no
solicitan ayuda de terapeutas. Pero, lo cierto es que los humanos somos seres
sociales, y para poder funcionar adecuadamente necesitamos un mínimo de
adaptabilidad a la sociedad. Por eso, yo te diría que el diagnóstico de
trastorno de personalidad esquizotípica es relevante. Sobre todo, es importante
identificar a las personas con trastorno de personalidad esquizotípica, porque
en algunos casos, podrían volverse esquizofrénicos, y eso sí requiere
intervenciones psiquiátricas más profundas.
Hay otro tipo de personas que tienen dificultades en sus
relaciones sociales, porque sencillamente no confían en los demás. Seguramente
has visto en la tele a asociaciones que creen que el hombre nunca llegó a la
luna, o que las marcas que los aviones dejan en los cielos en realidad son chemtrails (esfuerzos deliberados para
envenenar a la población). A este tipo de personas se les llama popularmente conspiranoicos: creen que los gobiernos continuamente
nos mienten, y que no debemos confiar en las buenas intenciones de los poderes,
porque todo se trata de una gran conspiración.
Los conspiranoicos no son necesariamente así de
desconfiados en sus relaciones personales. Pero, sí hay personas con un
trastorno de personalidad que consiste en exhibir rasgos similares en todas las
esferas de su vida. Se trata del trastorno
de personalidad paranoide. Este tipo de personas siempre tienen sospechas
de que los demás son sus enemigos, y continuamente dudan de que quienes parecen
mostrarse amigables con ellos, en realidad lo sean. Es el tipo de personas que
fácilmente se ofenden, porque interpretan como una agresión, cualquier gesto (sea
amable o no) que otras personas tengan con ellos. Y, cuando se sienten
ofendidos, no perdonan. Incluso, muchas veces, estas personas tienen
dificultades en mantener relaciones amorosas, porque eventualmente desarrollan
la sospecha de que sus compañeros sentimentales les son infieles.
Debes tener en cuenta, Belén, que puede haber algunas
circunstancias sociales que hagan a las personas más paranoides. Por ejemplo,
en América Latina, se creen muchas teorías conspiranoicas sobre EE.UU. Pero,
hasta cierto punto es comprensible, porque en efecto, EE.UU. por muchos años ha
sido muy agresivo con los países latinoamericanos. Pues bien, del mismo modo,
si una persona ha sufrido abusos en su vida, es comprensible que esa persona se
vuelva paranoide. De hecho, el ser víctima de abusos en la infancia incrementa
las probabilidades de desarrollar el trastorno de personalidad paranoide. Pero,
aun sin sufrir abusos, una persona se puede volver más paranoide si se
encuentra en un contexto al cual no está acostumbrado. Los inmigrantes (sobre
todo los recién llegados) suelen ser más paranoides que el resto de la gente,
precisamente porque aún no se ajustan al nuevo país, y al sentirse minoría,
pueden tener la idea de que los demás les quieren hacer daño. Por eso, cuando
vayas a la tienda del señor chino en tu barrio, trata de no molestarte cuando
él te siga por toda la tienda. Estoy seguro de que si tú tuvieras una tienda en
Beijing, también serías más desconfiada de lo normal.
Si los rasgos paranoides son muy acentuados en una
persona, al punto de que dificultan su funcionamiento y sus relaciones
sociales, entonces se convierten en un trastorno. Este trastorno es también muy
ego sintónico. El paranoide no cree que él deba cambiar su personalidad, pues
piensa que son los demás quienes se disponen a hacerle daño. Por eso, es muy raro
que un paranoide acuda a un psicólogo o psiquiatra cuando siente que en su vida
hay problemas. Y, si acaso acude, de nuevo, no hay gran cosa que el terapeuta
pueda hacer, no solamente porque se trata de un trastorno ego sintónico, sino
también, porque el paranoide puede llegar a pensar que el terapeuta quiere
hacerle daño.
Hay otro tipo de personas que, a diferencia del
paranoide, confía mucho en los demás y se apega a ellos. Pero, su apego es tal,
que puede llegar a tener dificultad en vivir y hacer cosas por cuenta propia.
Estas personas se vuelven excesivamente dependientes. Y, si llega un punto en
que esa dependencia les impide vivir satisfactoriamente, entonces los
psicólogos y psiquiatras los diagnostican con el trastorno de personalidad dependiente. Quienes sufren este
trastorno, tienen mucho temor de que sus amigos o familiares los abandonen. Y,
no son capaces de decidir por cuenta propia. Siempre requieren de la aprobación
de los demás para incluso hacer cosas muy básicas (como por ejemplo, elegir qué
comer o qué vestir). Suelen ser personas pasivas y obedientes (pues permiten
que otros controlen sus vidas), y cuando terminan una relación, desesperadamente
buscan apegarse a otra.
Es posible que este tipo de personalidad se desarrolle
como consecuencia de una excesiva protección de los padres durante la infancia.
También hay estudios que sugieren que este tipo de personalidad sea aprendida
en la infancia, al observar a uno de los padres ser excesivamente dependiente
respecto al otro.
Cuando se trata del trastorno de personalidad
dependiente, los psicólogos y psiquiatras nos dan una buena y una mala noticia.
La buena: este trastorno no es tan marcadamente ego sintónico, y el paciente
por lo general busca ayuda, y entiende que su personalidad es la raíz de muchos
de sus problemas. La mala: el paciente fácilmente puede volverse excesivamente
dependiente respecto al terapeuta, y esto puede hacer más difícil la relación.
Hay muchos testimonios de terapeutas que continuamente reciben llamadas de sus
pacientes para que los ayuden a decidir cosas muy triviales. Frente a esto, los
terapeutas tienen que colocar límites, aun si al principio, el paciente sufre
por ello. A la larga, así resultará mejor.
Por último, Belén,
quiero comentarte sobre aquellas personas que sufren el llamado trastorno de personalidad obsesiva
compulsiva. ¿Recuerdas cuando te escribía sobre las personas que sufren
ansiedad, y algunas tienen obsesiones y compulsiones respecto a cosas muy
particulares? Pues bien, hay personas que tienen rasgos obsesivos, no sólo
respecto a cosas particulares, sino en todos los aspectos de su vida. Es una
característica propia de su personalidad. Y, de nuevo, si esto genera estragos,
entonces los psiquiatras y psicólogos lo consideran un trastorno.
Este tipo de personas son muy rígidas. No aceptan
variaciones en sus creencias o conductas, y por lo general, quieren controlar,
no solamente los aspectos de su vida, sino también a los que están a su
alrededor. Muchas veces, sienten que el tiempo no les rinde para hacer sus
tareas, porque se obsesionan con pequeños detalles. Suelen ser perfeccionistas.
Por lo general, son personas productivas, pero también, pueden tener problemas
con la productividad, pues al concentrarse en cosas innecesarias, no logran
producir lo realmente relevante. Cuando se trata de relaciones sociales, tienen
dificultad en mantenerlas, pues como entenderás, no es muy placentero
interactuar con alguien que lo quiera controlar todo. Además, suelen ser
tacaños, pues con su rigidez mental, se obsesionan con la idea de que el dinero
es necesario, no para disfrutar propiamente, sino para ahorrar en caso de
emergencias futuras.
Las personas que tienen trastornos obsesivos respecto a
cosas muy particulares, por lo general reconocen su condición, y buscan ayuda.
En cambio, aquellos que tienen el trastorno de personalidad obsesiva compulsiva,
no están tan dispuestos a reconocer su problema. Como ves, éste es también un
trastorno ego sintónico. Con todo, los terapeutas son moderadamente optimistas
respecto a la gente que sufre este trastorno y acude a terapia. Las técnicas de
relajación que los psicólogos saben emplear muy bien, sirven para moderar
algunos aspectos obsesivos de la personalidad.
En total, Belén, una de cada diez personas en el mundo
sufre de algún trastorno de personalidad. Es por eso muy probable que, en algún
momento, te encuentres con este tipo de personas. Si, quienes conocieron a
Raquel, hubiesen sabido en qué consiste el trastorno que ella tenía, quizás la
hubieran entendido mejor, quizás eso pudo haber evitado su tragedia. No debes
sentirte culpable por su suicidio, pero sí puedes aprender de esa experiencia,
y estar más alerta respecto a los distintos tipos de personalidad que se
convierten en trastornos. En especial, deberías estar muy pendiente de un
trastorno de personalidad que no te mencioné en esta carta, pero que es quizás
el más lamentable y peligroso: el trastorno
de personalidad antisocial, o como a veces se les llama, los psicópatas. Ya
me he extendido en esta carta demasiado, pero prometo escribirte sobre ellos,
en una futura carta. Se despide, tu amigo Gabriel.
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