lunes, 9 de junio de 2014

Santiago "el justo" no fue tan justo



Santiago, el “hermano del Señor”, es una de las figuras más ignoradas por la piedad cristiana convencional. En tanto no formaba parte del grupo cercano de los doce, y en tanto no tuvo el ímpetu misionero que sí tuvo Pablo, su figura, si bien no desechada por completo, ha quedado bastante marginada en la atención de los devotos.

            Pero, los historiadores saben que se trata de una figura crucial para entender los orígenes del cristianismo. En un mundo aún dominado por el privilegio de la sangre y las relaciones de parentesco, fue inevitable que Santiago, aun si aparentemente rechazó el mensaje de Jesús y lo llegó a considerar un desquiciado, emergiese como la figura líder del temprano movimiento de seguidores de Jesús, aun por encima del propio Pedro. Según parece, la sangre era más espesa que la fe.
            Este Santiago era llamado “justo” (y de hecho, así lo distinguimos del otro Santiago, uno de los “hijos del trueno”, también llamado “Santiago el mayor”). El calificativo de “justo” fue acuñado por Hegesipo más de un siglo después, pero según parece, Santiago efectivamente tenía una inmensa fama como un personaje admirable.
            Pero, vale aclarar la acepción de “justo” en aquel contexto. A ojos de quienes se referían a él, Santiago era ante todo un celoso cumplidor de la ley de Moisés. Esta ley incluye directrices éticas generales, pero también rituales obsesivos. La “justicia” de Santiago, presumiblemente, era reconocible en el cumplimiento de esta ley.
            Hoy, que una persona cumpla todas las directrices obsesivas de una antigua religión, no es considerado un parangón de virtud. Cuando una persona se obsesiona con no pisar rayas en el camino, o no comer tal tipo de comida por el mero hecho de que el cocinero recitó unas palabras, la consideramos excéntrica, pero no propiamente justa. De forma tal que, francamente, que Santiago cumpliese los aspectos rituales de la ley mosaica no debería ser ningún motivo para admirarlo.
            Pero, según parece, la virtud de Santiago no se limitó a cumplir las exigencias rituales del judaísmo. Demostró conducta intachable en todos los otros aspectos de su vida. Sobre todo, Santiago asumió un enorme compromiso con la justicia social. Allí donde Pablo adelantaba la idea de que la salvación vendría por la fe en Cristo, Santiago aparentemente enfatizaba la necesidad de hacer buenas obras para encontrarse entre los salvados, llegado el momento del apocalipsis (y no hay que perder de vista que todos estos personajes creían en el inminente fin del mundo). Así, Santiago tenía una especial preocupación por el cuidado de los más pobres y necesitados.
            La Epístola de Santiago, incluida en el canon del Nuevo testamento, hace muchísimo énfasis en la justicia social y el socorro de los pobres. Hoy presumimos que esta carta probablemente no fue escrita por el propio Santiago. Pero, es bastante viable suponer que sí fue escrita por un discípulo, y que refleja muchas de las ideas generales que el propio Santiago debió tener, incluido su compromiso con la justicia social.
            De hecho, sabemos por el testimonio de Pablo, que efectivamente, la justicia social era una gran preocupación de Santiago. Entre Pablo y Santiago surgió una disputa: el primero quería extender el mensaje de Jesús a los gentiles, sin necesidad de circuncidarlos, el segundo quería mantener el movimiento de Jesús en la frontera del judaísmo, y postulaba que era necesario seguir cumpliendo la ley de Moisés,  incluyendo la exigencia ritual de la circuncisión. Según narra Pablo en Gálatas, se reunieron en Jerusalén, y acordaron que Pablo predicaría a los gentiles, y Santiago, Pedro y Juan a los judíos. Pero, además, como parte del trato, Santiago había solicitado a Pablo que hiciera una colecta para ayudar a los pobres de Jerusalén. Esto, nuevamente, confirma el compromiso de Santiago con la justicia social.
            Ahora bien, después de hacer referencia a este acuerdo, el mismo Pablo narra en Gálatas que, cuando Pedro fue a Antioquía, comía con gentiles, pero que cuando llegó gente enviada por Santiago, Pedro rehusó seguir comiendo con los gentiles. Pablo se molestó, y tuvieron un gran altercado. Según parece, Pedro temía ser reprehendido por Santiago.
            Lo presumible es que Santiago no estaba contento con la predicación a los gentiles. Y, de hecho, pareciera que Santiago envió varios delegados para contrarrestar la obra misionera de Pablo a los gentiles. En varios pasajes de sus cartas, Pablo habla con sarcasmo y desprecio de los “superapóstoles” (II Corintios 11: 5; 12: 11) y “falsos hermanos” (II Corintios 11: 26; Gálatas 2: 4) que se oponen a él. Con bastante seguridad, podemos inferir que estos personajes son los delegados enviados por el propio Santiago, para hacer cumplir la ley de Moisés.
            Pablo, aparentemente, quiso reconciliarse con Santiago, y visitó Jerusalén por última vez, para llevar la colecta que llevaba años acumulando. El hecho de que el autor de Hechos de los apóstoles no indique que Santiago recibió la colecta hace presumir que, en efecto, Santiago la rechazó. Y, es presumible también que, cuando Pablo fue arrestado en el Templo, Santiago no hizo nada por salvarlo, pues no fue en su defensa, y según el mismo texto narra, se cerraron las puertas del Templo (Hechos 21: 30). Podemos suponer que, en tanto Santiago tenía un papel activo en la administración del Templo, él mismo estuvo detrás del abandono de Pablo.
            Todo indica que Santiago no cumplió su promesa. En la reunión en Jerusalén, acordó aceptar la misión a los gentiles. Pero, a medida que Pablo iba progresando, envió delegados para contrarrestar su prédica. Asimismo, encomendó a Pablo la misión de recoger una colecta para los pobres, un proyecto al cual Pablo arduamente le dedicó varios años de su vida. Pero, cuando finalmente Pablo trajo el dinero, Santiago, en un acto de sumo desprecio, lo rechazó.
            Es difícil precisar qué pudo haber ocurrido, pero ésta es mi hipótesis: en el momento en que Santiago llegó al acuerdo original con Pablo, había una gran hambruna en Jerusalén, y Santiago habría estado desesperado por recaudar fondos par aliviar el sufrimiento de los pobres. A medida que el hambre en Judea fue mermando, Santiago ya no estaba en una situación tan vulnerable, y podía darse ahora el lujo de rechazar el mensaje de Pablo. Cuando finalmente Pablo llegó a Jerusalén a entregar el dinero, le era inútil a Santiago (quien nunca había aceptado su apertura a los gentiles), y lo terminó de rechazar. A veces, el amor a los pobres (una virtud) puede conducir a la gente a comprometer su integridad intelectual y dar golpes bajos (un defecto). Ocurre mucho entre políticos, y Santiago el justo, no fue excepción.

3 comentarios:

  1. Altamente interesante, y altamente probable el que Santiago cediera en su actitud por la fuerza de las circunstancias. La historia del cristianismo es tan pedestre...

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    1. Bueno, no sé, en circunstancias tan desesperadas, no reprocho que hubiese acudido al acuerdo con Pablo, a fin de alimentar a la comunidad que estaba muriendo de hambre...

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  2. Estimado Gabriel. Soy el profesor de Historia Joaquín Riera. En breve verá la luz una obra mía que aporta luz sobre la epístola de Santiago y sobre su persona que espero que podamos debatir en su programa. Ya le informaré. Un saludo desde España.

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