Britto
siempre me ha parecido una persona muy inteligente, pero semejante
generalización sobre la derecha me hace perder la admiración que pude tenerle.
Así como Britto menciona una montaña de personas inteligentes izquierdistas,
también perfectamente podemos mencionar una gran cantidad de personas con
opiniones que hoy serían llamadas ‘derechistas’, y que han quedado en la
historia como personajes ilustres por su intelecto: Aristóteles, san Agustín,
Tomás de Aquino, Locke, Montesquieu, Voltaire, Helvetius, Hume, Bentham, John
Stuart Mill, Milton Friedman, Ludwig von Mises, Friederich von Hayek,
Christopher Hitchens, Ibn Warraq, Salman Rushdie, Sam Harris, Alan Bloom, John
Rawls, Robert Nozick, Ayn Rand, Leo Strauss, Mario Vargas Llosa, Jorge Luis
Borges, Carlos Fuentes, Carlos Alberto Montaner, Hernando de Soto, Plinio
Apuleyo, Arturo Úslar Pietri, Emeterio Gómez…
Sospecho
que, al pensar en la derecha, Britto tiene en mente a aquellos personajes que
le han dado un mal nombre a esta ideología política, y que, en efecto, han sido
brutos. Pero, así como es injusto juzgar la inteligencia de la izquierda por
los disparates de Stalin, Pol Pot o Lina Ron, es igualmente injusto juzgar la
inteligencia de la derecha por las barbaridades que pudo haber dicho George W.
Bush o Manuel Rosales. Un rasgo de la inteligencia es la justicia; no se es muy
inteligente, si se mide a la izquierda con un bastón, y a la derecha con otro.
Los
términos ‘derecha’ e ‘izquierda’ son muy confusos. En el siglo XVIII, los
izquierdistas abrazaban la ilustración, y se oponían a las monarquías absolutas;
los derechistas eran aquellos que deseaban mantener una continuidad con el
trono y el altar. En el siglo XIX, los izquierdistas fueron aquellos que se
oponían a la propiedad privada y las libertades económicas y favorecían el
socialismo, mientras que los derechistas pasaron a ser aquellos que, en
continuidad con la izquierda del siglo XVIII, defendían gobiernos laicos y
constitucionales, pero promovían libertades tanto políticas como económicas.
Extrañamente, en el siglo XX, un sector de la izquierda vino a oponerse a la
modernidad (algo que, por ejemplo, Marx nunca hizo), y en su arrebato
antimoderno, terminó pareciéndose mucho a la derecha reaccionaria del siglo
XVIII, al punto de que incluso defendió regímenes teocráticos de ultraderecha
(Foucault, por ejemplo, insólitamente defendió la teocracia en Irán).
Es
cierto que hoy hay varias derechas, y que quedan reaccionarios que desean
regresar al trono y al altar. Pero, la derecha que hoy predomina tanto en
Europa como en América, es la heredera del liberalismo clásico.
Afortunadamente, en Europa, a esta derecha se le llama ‘liberal’;
desafortunadamente, en América, a esta derecha se le llama ‘conservadora’. Esta
derecha cree firmemente en las libertades políticas y la democracia, es
republicana, defiende el balance de poderes públicos, suele oponerse a la pena
de muerte, rechaza la criminalización de la homosexualidad, etc. Al mismo
tiempo, defiende la propiedad privada, enaltece la meritocracia, acepta la
igualdad de oportunidades pero no de
condiciones, y por supuesto, por regla general, defiende las libertades
económicas. Esta escuela liberal, la más influyente sobre la derecha
contemporánea, ha tenido personajes sumamente destacados por su intelecto. John
Stuart Mill, por ejemplo, fue un genio para los idiomas y la lógica. Mario
Vargas Llosa tiene una prosa reconocida por todo el mundo.
Las
pretensiones de Britto son contradictorias con los mismos postulados de la
izquierda. En su igualitarismo radical, la izquierda ha sido muy renuente a
aceptar la idea de que hay personas más inteligentes que otras. A inicios del
siglo XX, se empezaron a aplicar tests de inteligencia para medir el
coeficiente intelectual. A partir de estos tests, se hicieron correlaciones con
otras variables, y se llegó a la conclusión de que algunos grupos raciales eran
más inteligentes que otros. El antropólogo Franz Boas oportunamente detectó
muchas fallas en la aplicación de estos tests, y desde entonces, se ha
mantenido escepticismo respecto a los alegatos que pretenden jerarquizar los
niveles de inteligencia entre distintas poblaciones.
Con
todo, la pretensión de encontrar grupos más inteligentes que otros siguió
incluso a fines del siglo XX. En 1993, se publicó La curva Bell, un polémico texto que sostenía, con muchas
correlaciones estadísticas, que los miembros de la raza asiática eran ligeramente
más inteligentes que los miembros de la raza blanca, y éstos a su vez, eran
abrumadoramente más inteligentes que los negros. Naturalmente, mucha gente se
escandalizó con estos alegatos, e inmediatamente surgieron refutaciones. La más
efectiva procedió de Stephen Jay Gould, un biólogo con simpatías políticas
izquierdistas que, si bien no negaba la posibilidad de que haya gente más
inteligente que otra, advertía en contra de los peligros de las correlaciones
estadísticas.
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Con
todo, aceptemos por ahora, que sí hay gente más inteligente que otra. Sobre la
base de un estudio científico que cita, Britto sostiene que la gente con
ideología izquierdista es más inteligente que los derechistas. Pero, si
aceptamos (como debemos) los postulados de la teoría de la evolución (una
teoría que, valga admitir, la ‘derecha’ norteamericana no suele aceptar, pero
tampoco la aceptaron plenamente los soviéticos bajo la dirección de Trofim
Lysenko), aparecen grandes dudas de que los más inteligentes sean los
izquierdistas. Explicaré por qué.
En la
historia evolutiva de la especie humana, los individuos menos inteligentes
fueron desapareciendo, y no lograron pasar sus genes. La inteligencia no
siempre tiene valor adaptativo (pues el cerebro grande requiere mucha energía),
pero dadas las circunstancias de la evolución humana, la inteligencia sí era
una ventaja. Aquellos individuos que hacían cosas estúpidas (como, por ejemplo,
acariciar a un león en la sabana afrricana creyendo que es inofensivo), desaparecían y no pasaban sus
genes (de hecho, los llamados ‘Premios Darwin’ se otorgan anualmente a
individuos que, gracias a una acción estúpida de su parte, mueren).
Ahora
bien, Britto sostiene que las personas más inteligentes son las más altruistas,
y por ende, de izquierda. Como la inteligencia, el altruismo es una gran
ventaja adaptativa, y aquellos individuos que no se comportan altruistamente
van desapareciendo, lo mismo que los individuos menos inteligentes. Por ende,
cabe esperar que los individuos más inteligentes sean también los más
altruistas, pues ambos rasgos coinciden en aquellos especímenes que
sobrevivieron y pasaron sus genes. Nada de esto es discutible, pero debe
matizarse un punto crucial.
Vale acá una
aclaratoria. La derecha liberal no se
opone al altruismo per se. Jeremy
Bentham, John Stuart Mill e incluso Ayn Rand (quizás la más entusiasta
defensora del egoísmo ético) valoraban la ayuda a los demás y el trabajo
grupal. Pero, a diferencia de la izquierda, la derecha no defiende un altruismo incondicional. Es moralmente aceptable
ayudar a los demás, siempre y cuando esto
genere algún beneficio propio al individuo. Bentham lo llamó ‘egoísmo
ilustrado’: en busca de mi propio placer, debo tener en cuenta que, para
lograrlo, debo cooperar con los demás. La izquierda exige trabajar para el
colectivo, sin esperar el beneficio propio a cambio. Cada quien debe dar lo
mejor de sí según su capacidad, y recibir según su necesidad (por ejemplo, Hugo Chávez ha pedido a los camarógrafos de su programa que no cobren horas extras; acá). La derecha, en
cambio, exhorta a hacer un cálculo: debe darse al colectivo, pero sólo en
aquellas situaciones cuando esa ‘inversión’ se manifestará en un beneficio
propio.
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Hoy, la mayoría de
los biólogos rechaza esta explicación. La selección grupal puede ayudarnos a
entender algunas conductas altruistas, pero su poder explicativo es muy
limitado. La principal dificultad que enfrenta esta teoría es el llamado
‘problema del polizón’. Si un individuo está dispuesto a entregar su vida para
salvar al grupo, pronto surgirán individuos que no estarán dispuestos a hacerlo, y en vista de que sólo el
altruista colaborará, el egoísmo se convertirá en una ventaja adaptativa, pues
estos individuos egoístas lograrán sobrevivir en mayor proporción, a expensas
del individuo altruista cuyo gesto permite que los demás sobrevivan y se
reproduzcan, pero él mismo no tendrá la oportunidad de pasar sus genes.
Este mismo problema
lo enfrentan los sistemas comunistas. Si todos recibimos la misma tajada del
pastel, independientemente de nuestro aporte, eventualmente surgirán algunos
individuos que se darán cuenta de que pueden recibir la misma tajada sin tener
que trabajar, y a largo plazo, la eficiencia del colectivo se vendrá a pique. En
teoría, el comunismo (y, por extensión, las ideologías de izquierda) incentiva
el parasitismo y los polizones prosperan a expensas de los altruistas; esta
tragedia se vivió en la Unión Soviética y China, con campesinos que
eventualmente optaron por no trabajar la tierra, pues en tanto siempre recibirían
del Estado, se dieron cuenta de que podían comer sin necesidad de trabajar. Al
final, por supuesto, sin gente que trabaje, la producción se estanca, y en
China hubo una gran hambruna como consecuencia de esto.
Así, un grupo
compuesto por individuos con conductas altruistas incondicionales, no puede
tener ventaja adaptativa, y eventualmente desaparece. Puesto que quienes más
sobreviven son los más inteligentes, y a la larga, no pudieron sobrevivir los
altruistas incondicionales, es de presumir que la ideología izquierdista que defiende
el altruismo incondicional es la menos inteligente. El altruista incondicional
no es tan inteligente, pues no tiene en consideración, que de su conducta se
aprovecharían los parásitos.
Pero,
entonces, si el altruismo incondicional no ofrece ventaja adaptativa, ¿cómo pudieron
persistir las conductas altruistas en la selección natural? Después de años de
estudio frente a este problema, el biólogo W.D. Hamilton encontró una respuesta
que fue popularizada por Richard Dawkins en su genial El gen egoísta. Los genes que codifican altruismo sobreviven porque
los individuos altruistas se sacrifican para preservar a sus parientes, los cuales,
probablemente, comparten con ellos buena parte de su composición genética. Así,
una madre es altruista con su hijo; puede ser que con su conducta la madre
altruista muera, pero asegura el traspaso de sus genes, pues sobrevive su hijo.
Con
todo, hay plenitud de situaciones en las que los individuos son altruistas con aquellos
con los cuales no comparten parentesco. ¿Cómo explicar este altruismo no
nepotista? Hamilton encuentra la solución en la reciprocidad: las conductas altruistas funcionan (y tienen ventaja
adaptativa) siempre y cuando propicien que la contraparte también sea
altruista, y así el individuo altruista, en su ayuda a los demás, se termina
ayudando a sí mismo. En otras palabras, no funciona propiamente el altruismo
incondicional, sino el egoísmo ilustrado: sobrevive el individuo que busca el
bienestar propio antes que el ajeno, pero que es lo suficientemente inteligente
como para comprender que, en algunas situaciones, debe cooperar para que los
demás cooperen con él, y así satisfaga su bienestar propio. Insisto, esta
doctrina del ‘egoísmo ilustrado’ ha sido tradicionalmente defendida por los
derechistas, no por los izquierdistas.
Todo
esto, por supuesto, son teorizaciones, y es un tema abierto al debate. Seguramente
hay muchas variables que no he incorporado a este análisis. Pero, precisamente,
las personas inteligentes teorizan y debaten. Y, por ello, si Luis Britto García
desea preservar su indiscutible inteligencia (¡Abrapalabra es un libro estupendo!), debería matizar su maniqueísmo
del tipo “nosotros somos inteligentes, Uds. son unos brutos”, y ser lo
suficientemente decoroso como para admitir la inteligencia de plenitud de
derechistas. Yo no tengo problema en admitir la gran inteligencia de Marx,
Engels y tantos otros. ¿Por qué no puede Britto admitir la inteligencia de
Mises, Hayek, y tantos otros?
WTF?!? ¿Harris y Hitchens de derecha? ¿Esto cuándo pasó?
ResponderEliminarEntre lo que te dejas por fuera:
ResponderEliminar1°) No conozco a nadie (bueno, creo que Penn Jillette sería el único) que sea genuinamente de esa derecha liberal. Más bien, creo que el mote de "conservatismo" describe muy bien la mayor parte de la derecha, siempre interesada en amputar libertades individuales. La de EEUU (el Partido Republicano y su ala del Tea Party, que realmente ven como marginal a Ron Paul), la de Colombia, la de Europa (la baronesa Warsi, el PP, el Frente Nacional de Le Pen, Berlusconi...).
2°) Cuando dices "En teoría, el comunismo (y, por extensión, las ideologías de izquierda) incentiva el parasitismo y los polizones prosperan a expensas de los altruistas", ¿qué pasa con el anarquismo de izquierda (que sí, es utópico, pero estamos hablando "en teoría")?
Un saludo,
-D
Bueno, también dudé si colocar a Hitchens y Harris en esa lista. PERO, Hitchens sí apoyó la guerra de Irak, y eso se suele ver como una opinión de derecha. Y, Harris no es muy amigable con el multiculturalismo que acepta a los musulmanes radicales, y de nuevo, eso se suele ver como una opinión de derecha. Por eso digo, que estos términos son bastante confusos... pero, yo perfectamente entiendo tu reacción de asombro...
Eliminar1. Sí, quizás en el espectro político (pero no intelectual), no hay derechistas liberales puros. Quizás, el único que se me ocurre es Ron Paul, aunque recuerdo que hace unos meses, tú y yo tuvimos una diferencia de opinión respecto a él. ES verdad que todos esos movimientos de derecha no son genuinamente liberales. Pero, eso es en la política aplicada; yo estoy pensando más en el ámbito académico.
Eliminar2. Supongo que el anarquismo de izquierda sí resuelve mejor el problema del polizón: en pequeñas comunidades, es fácil detectar quién no trabaja, y sancionarlo no entregándole su ración. Pero, precisamente, esto sólo funcionaría en sociedades pequeñas con producción agrícola; el anarquismo de izquierda me parece inviable en una sociedad industrial.
Jajaja, te respondo.
ResponderEliminarSí, Hitchens apoyó la invasión pero no por los mismos motivos que sus curiosos aliados en ese punto. Los conservadores, con su racismo, quieren bombardear a todos los que no sean 'americans'. Hitch defendía la invasión porque, para él, era una mejor forma de salvar vidas afganas y paquistaníes. De hecho, él se sometió al 'waterboarding' y cambió de parecer (comprendió que sí es tortura) y en sus memorias, él condena Abu Ghraib.
Siguiendo un poco tu sistema de clasificación, supongo que Hitch puede permanecer en la izquierda y Chomsky no, toda vez que este condena la intervención de la OTAN en Los Balcanes y aquel la defendió -con muchísima justa razón-.
Igual con Harris: su ataque al relativismo cultural es como el mío, porque los valores, las libertades y los derechos no dependen de la familia donde uno haya nacido. Creo que eso es más bien coherencia intelectual (lo que no le acepto al cristianismo, tampoco al islam), que otra cosa.
No creo que Paul sea un auténtico derechista liberal, pues se opone al aborto (!).
Coincidimos con lo del anarquismo.
¡Un saludo!
cómo todo derechista, mcuha habladuría que parece intelectual pero nada de fondo, solo muestras una ignoracia gigantesca de lo que hablas, tanto de la izquierda, que obviamente no conoces, así como de la evolución y de la cuantificación de la inteligencia misma.
ResponderEliminarEn vez de insultar a mansalva, te reto a que demuestres un mínimo de inteligencia, y señales con precisión con cuál punto estás en desacuerdo.
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