lunes, 9 de enero de 2017

¿Es el ALBA bolivariano?

            La mayor franquicia en Venezuela es Simón Bolívar. Plazas, municipios, calles, periódicos, liceos, satélites, carreras de caballo, y un sinfín de cosas más, llevan el nombre del Libertador. Si bien virtualmente todos los gobiernos venezolanos han alimentado este culto, el chavismo lo llevó a un nivel inédito. Y, al poner el nombre de Bolívar a todo, en vez de homenajear al Libertador, terminaron por trivializarlo.
            Resultó natural, pues, que cuando en 2004 Chávez rechazó el ALCA, el tratado de Área de Libre Comercio de las Américas, plantease como contraparte el ALBA, la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América. Cabe sospechar que, del mismo modo en que el nombre de Bolívar se ha prostituido en cuanta plaza aparezca en Venezuela, la memoria del Libertador ha quedado trivializada en el ALBA. Pues, el ALBA, de bolivariano, no tiene nada.

            Bolívar maduró sus ideas a lo largo de sus años. Aquel joven que en Roma juró liberar a la América del yugo español no tenía muy claro qué era exactamente lo que le molestaba del  régimen colonial americano. Pero, a medida que se fue involucrando más en la revolución independentista, en su mente se fue formando la idea de que lo molestoso de España no era tanto la llegada de Colón (Bolívar ni por asomo despreciaba a Colón; más bien honró la memoria del almirante al elegir el nombre de Colombia para su nación), sino que, una vez establecidas las colonias americanas, España no permitía el libre comercio, y en cambio, imponía un sistema de monopolio estatal mercantilista.
            Ciertamente, a Bolívar le terminó por molestar la esclavitud, el sistema de castas raciales, y otras injusticias coloniales. Pero, como a casi todos los criollos que participaron en la gesta independentista, su principal queja era económica: España, a diferencia de Inglaterra (con quien prácticamente todos los próceres simpatizaban) obstaculizaba el libre comercio. En la propia Carta de Jamaica Bolívar da a entender que, si los españoles hubiesen llevado su régimen colonial de otra manera (presumiblemente de una forma más parecida al liberalismo de los ingleses), quizás se pudo haber evitado la ruptura.
            La mejor biografía de Bolívar en los últimos años, Simon Bolivar: A Life, escrita por John Lynch en el 2010, dedica algunas páginas al pensamiento económico del Libertador. Y, Lynch inequívocamente presenta a un Bolívar que, sin caer en dogmatismos, es simpatizante de Adam Smith; en líneas generales, Bolívar privilegia el libre comercio por encima del mercantilismo imperial español, pero también por encima de los proteccionismos nacionalistas que lamentablemente se hicieron muy comunes en las décadas sucesivas en América Latina.
            Escribe Lynch: “El pensamiento de Bolívar, no obstante, mostraba pocos signos de la reacción nacionalista contra la penetración extranjera que luego expresaron las siguientes generaciones. Rechazaba el monopolio económico español, pero daba la bienvenida a extranjeros que suscribían el libre comercio, y quienes traerían los muy necesitados bienes de manufactura y habilidades de emprendimiento… Esto era la teoría clásica del libre comercio” (mi traducción, pp. 165-166). En el análisis de Lynch, Bolívar estuvo dispuesto a organizar una larga y dura campaña militar para resistir la dominación política imperial española, pero cuando se trataba de relaciones comerciales, Bolívar no tenía mayor temor en que las grandes compañías extranjeras exportaran sus productos a los nuevos mercados americanos. Eso, pensaba Bolívar, traería prosperidad para todos.
            Bolívar parecía entender bastante bien que el comercio no es un juego de suma cero, y que Pizarro matando a Atahualpa es muy distinto de la Macintosh vendiendo computadoras en Lima. En lo primero, hay coerción; en lo segundo, hay acuerdo. En lo primero, sólo el conquistador se beneficia; en lo segundo, tanto el vendedor como el comprador se benefician, pues ambos voluntariamente acuden a esa transacción.

            ¿Qué es el ALCA? Es precisamente el tipo de acuerdo que Bolívar deseaba para América: liberación de aranceles para establecer relaciones comerciales con un poder económico extranjero, sea cual sea su procedencia. El ALCA es la parcial eliminación del proteccionismo que Bolívar repudiaba. Bolívar aspiraba que la apertura de las relaciones comerciales fueran con Inglaterra. El promotor del ALCA no es Inglaterra, sino EE.UU., y es cierto que Bolívar veía con preocupación el auge del poderío norteamericano. Pero, de nuevo, su preocupación era el expansionismo político-territorial yanqui en el contexto del Congreso de Panamá, no la apertura de mercados. El ALCA no es un acuerdo de expansión militar o política, sino sencillamente, de apertura de fronteras comerciales.
            El ALBA, que nació únicamente en oposición al ALCA, es más bien la afirmación del antiliberalismo. El ALBA trata de presentarse a sí mismo como un tratado comercial, pero en el fondo, no es más que un modo de perpetuar el proteccionismo y la interferencia en el libre mercado que sí promueve el ALCA. El ALBA es la manifestación de la misma mentalidad enemiga del comercio, propia del imperialismo mercantilista español, contra la cual se alzó Bolívar.
Después de todo, pareciera que, como en la canción de Alí Primera, quienes van a colocar flores en la tumba del Libertador para asegurarse de que esté muerto, son los propios chavistas con su propuesta del ALBA, que en esencia, es la negación del pensamiento económico del Libertador.

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