viernes, 25 de marzo de 2016

"Offside" y la amenaza nuclear de Irán

Barack Obama será recordado, entre otras cosas, por haber logrado el acuerdo nuclear con Irán: las sanciones económicas a ese país cesarán, y a cambio, Irán se compromete a desarrollar energía nuclear pacíficamente. Alguna gente (sionistas duros, previsiblemente), como Benjamin Netanyahu o Alan Dershowitz lo consideran un grave error, pues según ellos, Irán mantiene su amenaza de hacer desaparecer a Israel, y no hay forma real de verificar que los iraníes cumplan su promesa de no desarrollar bombas nucleares.
            Yo no conozco suficientemente bien los detalles de este acuerdo. Pero, hay algo que sí me parece muy evidente: el pueblo iraní está cansado de la teocracia, pide a gritos reformas, y desesperadamente quiere abrirse a Occidente. Si algún ayatolá coquetea con la idea de apretar el botón rojo para lanzar un misil contra Israel o EE.UU., tendrá que enfrentar a una pujante población joven, culta, tecnófila, y con muchas ansias de insertarse en el mundo globalizado. Quizás haya una elite de viejos carcamanes fantaseando con el regreso del Mahdi oculto, y siguen vociferando sus consignas de “muerte al Gran Satán”, pero el grueso de la población iraní está mucho más fascinada con Hollywood, Facebook, y otras delicias occidentales, y sabe muy bien que la confrontación con Occidente es un obstáculo a sus aspiraciones. Eso, opino, es un gran punto a favor de la decisión de negociar con Irán.

            La película Offside, dirigida por Jafar Panahi en el 2006, es un vivo recordatorio de ello. Narra la historia de unas adolescentes que están muy deseosas de ir a un juego de fútbol, entre Irán y Bahréin. El problema es que las leyes de la revolución no permiten a las mujeres ir a los estadios. Las muchachas se disfrazan de varones, y así entran al estadio. Pero, la policía las descubre, y las retiene.
            A medida que pasa la trama, hay mucha emoción futbolística en las gradas, pero las muchachas, en tanto están retenidas, no logran enterarse de los pormenores del encuentro. Suplican a sus custodios que les informen sobre cómo se desarrolla el partido. Los guardias al principio no quieren tener empatía con las muchachas, pero al final, la pasión por el  fútbol los vence a todos, y acceden a los deseos de las muchachas. Más aún, en vista de que Irán gana el juego y clasifica al mundial, los guardias y las muchachas se unen en una celebración callejera, y se olvidan de que eran originalmente adversarios.
            Estos guardias son reclutas, a quienes les importa un carajo la revolución. A todos les importa más el fútbol que la religión, y uno de ellos quiere vivir tranquilamente en el campo, en vez de tener que servir como soldado en Teherán. Ellos no entienden muy bien por qué las mujeres no pueden ir al estadio; se limitan a cumplir órdenes, y muy a regañadientes. Participan, en cierto sentido, de aquello que Hanna Arendt llamó la “banalidad del mal”: participan de una burocracia sin cuestionarla, y sin comprender muy bien cuál es su sentido. Pero, allí donde los soldados nazi en los campos de concentración se deshumanizaron y se convirtieron en frías máquinas de matar, estos soldados iraníes terminan por comprender que celebrar un gol es más satisfactorio que prohibir a las muchachas ver el fútbol.
            En una de las mejores escenas de la película, una de las muchachas le pregunta a un soldado por qué está prohibido que las mujeres vayan al estadio. El guardia ofrece respuestas idiotizadas, y la muchacha asume el papel socrático de hacerle ver al soldado que sus respuestas son absurdas, formulándole nuevas preguntas. Ante semejante acoso intelectual (parecido al que hacía el  filósofo en Atenas), el muchacho abandona el intento por justificar las leyes misóginas de la revolución.
            En otra gran escena, el padre de una de las muchachas se da cuenta de que la joven se ha vestido de varón para entrar al estadio, y se dispone a darle una golpiza. ¿Quiénes interceden a favor de las mujeres, casi invocando el derecho de las muchachas para ir al estadio? ¡Los propios guardias! Incluso uno de los guardias hace un enorme esfuerzo por cuenta propia, cuando decide llevar a una de las detenidas al baño para que haga sus necesidades, pues en los estadios iraníes, no hay baños para damas.
            Una de las grandes paradojas del nacionalismo ocurre cuando, para construir identidades nacionales, se acuden a símbolos de origen foráneo. Es el caso del fútbol en Irán. En la película, los aficionados son muy nacionalistas, y defienden arduamente a su país en las gradas del estadio. El fútbol sirve para aupar a las masas en contra del extranjero. Pero, por supuesto, ¡el fútbol es un invento occidental! E inevitablemente, al acceder a la penetración del fútbol (aun si es con fines nacionalistas), los ayatolás acceden también a la penetración de otras cosas de Occidente, incluidas las ideas liberales y el feminismo.     
            Uno de los méritos de Offside es la forma en que fue rodada. Está filmada casi en un estilo amateur, pero curiosamente, se rodó en el propio estadio mientras ocurría el juego, y algunas escenas incluyen a los actores en medio de las masas de aficionados en las gradas. Puesto que el final de la película incluye las celebraciones callejeras por la victoria de Irán, Panahi preparó un final alternativo, en caso de que Irán no resultara ganador en el encuentro.

            En Offside no hay contenidos políticos explícitos. Pero, el régimen iraní comprendió muy bien su enorme potencial subversivo. Una película en la cual el pueblo iraní manda al carajo a la revolución y la confrontación con Occidente, y prefiere abrazar la pasión de un deporte occidental (aun si conserva una semblanza nacionalista), no puede ser vista con buenos ojos por los ayatolás. Por ello, esta película está prohibida en Irán, y Panahi tiene prohibición de salida de su país. Si los ayatolás censuraron esta película, ¡eso debe ser aún otro motivo para ir a verla! La recomiendo encarecidamente.

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